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8 de marzo: día maravilloso en la Tierra
Por Javier Claure C.
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La historia de las mujeres, a lo largo del desarrollo humano, ha sido una historia cargada de dolor, de abuso y de penurias de toda índole. Desde los más eruditos hasta los más ignorantes; han tratado de subordinar a la mujer bajo su poder. En muchas culturas, incluso antes de Cristo, la mujer era vista como una ciudadana de segundo grado. Zaratustra, poeta del siglo VII a. C. decía por ejemplo: “La mujer debe adorar al hombre como a un Dios. Cada mañana debe arrodillarse nueve veces consecutivas a los pies del marido”.
Por otro lado, distintas religiones han contribuido, de una u otra manera, al sometimiento de la mujer. En Génesis 3:16, del Antiguo Testamento, se revela esta situación: " … y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti". Grandes sabios, que han pasado por la Tierra, escribieron pensamientos peyorativos en contra de las mujeres. La herencia romana del “pater familias”, es otro factor que ha contribuido a la sumisión de la mujer. Es decir, el jefe de la familia tiene total dominación sobre la mujer. La “vitae necisque potetas” (poder de vida o muerte), en la época romana, jugó un papel de mucha importancia. Y se expresaba como el poder que tenía el “pater familias” sobre su esposa, sus hijos y sus esclavos. El patriarcado, como organización social, en donde el patriarca de la familia tiene el poder, trajo consigo la opresión y la dominación de la mujer.
En la antigüedad, las mujeres no tenían derecho a voto, derecho a estudiar en las universidades, no tenían acceso a la política ni a la vida pública. Eran consideradas propiedad del marido y, en consecuencia, se dedicaban solamente al hogar, y a las tareas cotidianas de la casa. En otras palabras; sus ideas, sus deseos y sus inquietudes intelectuales se esfumaban como pompas de jabón dentro de cuatro paredes. Pero a pesar de muchos obstáculos en el camino, siempre han existido mujeres que han mostrado gran inteligencia, rompiendo ese cerco impuesto, ante ellas, por las sociedades retrógradas y machistas. Además, han existido mujeres que lucharon por liberarse del yugo patriarcal. El escritor y filósofo italiano, Umberto Eco, nos recuerda: “No es que no hayan existido mujeres filósofas. Los filósofos han preferido olvidarlas”. Hiparquía de Grecia (300 – 346 a. C), quizá sea una de las primeras mujeres filósofas. Otro ejemplo digno de citar es Hitapia de Alejandría (370 – 415 d. C), filósofa y matemática. Hitapia trabajó como profesora de matemáticas y elaboró, junto a su padre; también matemático, textos para sus alumnos.
En Suecia a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, el sometimiento de la mujer ante su marido; estaba determinado por la ley, y el matrimonio era considerado una institución eterna. El divorcio existía en casos muy extremos. En muchas partes del mundo, las mujeres y los niños trabajaban en condiciones infrahumanas. Y con el advenimiento de la era industrial, el trabajo de las mujeres se convirtió en un trabajo pesado, monótono y esclavizado. No tenían ninguna protección y solían trabajar doce horas o más, teniendo solamente una hora de descanso para comer. Algunas mujeres se escapaban de las fábricas para casarse o trabajar como sirvientas. Marx y Engels, en sus escritos, hablan de la sobreexplotación que sufrían, especialmente, las mujeres y los niños. La proletarización de las mujeres en el sistema capitalista, se muestra decían, en las mujeres sin formación profesional, en la mano de obra barata y en los contratos masivos. Para Marx, estaba claro: la emancipación de la mujer se logra a través de una Revolución Socialista. Por eso, aseguraba, que la lucha de las mujeres debería unirse a la lucha de clases.
Contrariamente a las teorías progresistas de Marx y Engels, han existido ideólogos del movimiento obrero que no supieron comprender, en toda su esencia, el trabajo de las mujeres.
Pierre Proudhon (1809-1864) y Ferdinand Lassalle (1825-1864) eran teóricos que mantuvieron posturas incoherentes en cuanto a la mujer se refiere. El más reaccionario era Proudhon quien afirmaba: “… Si la mujer es igual al hombre, entonces significaría el fin del matrimonio, la muerte del amor y la ruina de la raza humana”. Dicho de otra manera, las mujeres, según ese pensamiento ultra rancio, deberían ser objetos sexuales, amas de casa y, como efecto, totalmente dependiente de sus maridos (!). Proudhon nunca supo entender el protagonismo de la mujer en la evolución de la especie humana. Sin su madre, él mismo jamás hubiera escrito sus razonamientos equivocados.
Lamentablemente los juicios de Proudhon y Lassalle que manifestaban la inferioridad de la mujer respecto al hombre; habían calado en las mentes de las capas sociales del mundo. En el Congreso de Fundación del Partido de los Trabajadores de la Socialdemocracia alemana (SDAP), que tuvo lugar en 1869 en Eisenach, los marxistas lanzaron protestas contra los argumentos atrasados de Proudhon y Lassalle. Sin embargo, no fue suficiente. Se exigía tomar medidas adecuadas para la protección del trabajo de las mujeres. Y los marxistas, a un principio, hicieron formulaciones un tanto ambiguas, suscitando confusión y desconfianza por parte de las militantes más combativas. La creciente presencia de trabajadoras en las fábricas textiles, de tabaco y en otras manufacturas, en el mundo, hizo factible la organización de las mujeres en sindicatos.
Así por ejemplo las trabajadoras de Berlín fundaron, en 1873, una asociación de obreras. Un hecho bastante riesgoso, tomando en cuenta que las leyes prusianas prohibían a las mujeres de participar en asambleas. Clara Zetkin (1857-1933) y Alexandra Kollontai (1872-1952) fueron figuras importantes en el proceso de emancipación de la mujer. Ellas comprendieron perfectamente los enunciados de Marx y Engels. Zetkin perteneció al Partido Socialdemócrata Alemán. Fundó el periódico “La Igualdad” que se convirtió en un excelente foro para las conquistas sociales de las mujeres. Sus ideas fueron válidas para la creación de la Segunda Internacional (Asociación Internacional de Trabajadores), fundada en Paris en 1889.
En el II Encuentro Internacional de Mujeres en Copenhague, en 1910, Zetkin junto a Kathy Duncker; otra mujer socialista, propusieron instaurar un día dedicado a las mujeres obreras de todo el mundo. Este día es el 8 de marzo de cada año. Junto a Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht crearon la “Liga Espartaco” que fue un grupo revolucionario.
Kollontai, por otro lado, militó en el Partido Comunista ruso, y ocupó una cartera en el gobierno de su época. Estudió historia del trabajo y escribió artículos defendiendo las posiciones de las mujeres. Vale decir; luchó por la igualdad de la mujer. Sus aportes teóricos y prácticos ayudaron a la liberación de las trabajadoras rusas. Gracias a su talento organizativo condujo una huelga de amas de casa contra los altos precios de las mercancías. Un aspecto importante de su formación humanista, se reveló cuando se opuso a la Primera Guerra Mundial. Podríamos decir que Zetkin, Kollontai, Luxemburgo y otras mujeres de ese tiempo fueron las precursoras del movimiento feminista.
Como podemos observar, en diferentes épocas de la historia, las mujeres han puesto en tela de juicio el patriarcado y la opresión a su género. Y esas polémicas se han intensificado, al rojo vivo, en las décadas del 60 y 70 por los movimientos feministas en ciertas partes del mundo. En lo que a Suecia respecta, se fundó el grupo 8, en Estocolmo el 8 de mayo de 1968, como una respuesta al monopolio de los hombres. Se trataba de un movimiento feminista que ejercía una lucha política en todos los estratos de la sociedad sueca. Incursionaron en la cultura, en los medios de comunicación y crearon debate. Se estableció lo que llamaron “la cultura femenina” que sigue vigente.
Estamos en la era de la informática. Nunca antes la humanidad había alcanzado tanto desarrollo tecnológico. Se ha avanzado mucho en el campo de la psicología, las ciencias sociales y la pedagogía. Está demostrado que la capacidad intelectual del hombre y de la mujer son iguales dependiendo del medio en el que se desarrollan. Sin embargo, existen miles de miles de hombres en el mundo que se han aferrado a las teorías de Proudhon y Lassalle. Y viven aún en la Edad de la Piedra. Actualmente, las mujeres siguen siendo víctimas de los hombres. Los abusos y la violencia de género siguen causando problemas intrafamiliares, incluso, en casos extremos, traumas psicológicos. Las mujeres aún son discriminadas en el trabajo. Las mujeres son las que luchan en la faena de la casa y cuidan a los hijos. Una de las hijas del Premio Nobel de medicina, cuando la entrevistaron en la televisión refiriéndose a su padre dijo: “mi madre lo inspiró espiritual y gastronómicamente”. ¡Palabras sabias!
En las guerras, las mujeres son el blanco de los soldados. En la República Democrática del Congo, en una aldea, 200 mujeres fueron violadas por los soldados en una noche. Así contó el ginecólogo, Denis Mukwege, cuando llegó a Estocolmo para recibir el Premio Derecho a la Vida. Mukwege es Director y fundador del Hospital Panzi, en donde trabaja curando a esas víctimas. La violencia de género no es solamente física. Muchos hombres no aceptan que sus mujeres sean más capaces que ellos intelectualmente. Difícilmente aceptan que sus mujeres tengan mejores trabajos y ganen mejor que ellos. La envidia profesional carcome sus vísceras en silencio. Y su frustración y mediocridad, la sacan a relucir con insultos verbales a sus mujeres. Insultos infundados. Sin lugar a dudas, que este tipo de hombres son débiles y cobardes.
Todavía queda mucho por hacer por las mujeres, y los hombres que apuntan al desarrollo de la humanidad, tenemos que aportar con nuestro granito de arena. Sin las mujeres, nosotros los hombres, no estaríamos transitando por este mundo. Sin las mujeres, la familia no existiría. Son ellas las que inspiran al poeta, al escritor, al escultor y al artista en general.
¡Viva el 8 de marzo! ¡Vivan todas las mujeres del mundo!