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Un retorno y una inmolación el el sur
Sangre vertió tu boca. Guido Eytel, LOM Ediciones, Santiago 1999. 152 págs.
Por Jaime Concha
Publicado en Rocinante (Santiago, Chile) N° 41. Marzo 2002
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Allá por los años sesenta, Onetti publicaba Juntacadáveres, una de las ultimas novelas mayores de su saga sobre Santa Maria. En ella el autor uruguayo daba cima a lo que había empezado con La vida breve y continuando con El astillero, mostrándonos ahora a un Larsen -el protagonista mas visible del ciclo- convertido en activo empresario de un prostíbulo en la costa. Paladín del progreso, pionero de la utopía social del falansterio, Larsen traza así una poderosa inversión de valores, fijando en el plexo del Río de la Plata un símbolo descarnado y carnal de la comunidad sudamericana: de su minusvalía histórica, de las falencias de sociabilidad, de la vigencia generalizada del "explotados los unos a otros", etc. Juntacadaveres, Cono Sur: nombre y ley de lo muertísimo.
Con modalidades diferentes, con un enfoque básicamente realista y no simbólico-metafísico (para llamar de algún modo al que predomina en Onetti); mediante una conciencia cabal de sus antecedentes literarios, Guido Eytel entregó hace poco el segundo volumen de una trilogía que se había iniciado con Casas en el Agua. La nueva novela se denomina Sangre vertió tu boca (LOM. 1999), con título tomado de un verso trunco de Quevedo que funciona como epígrafe y motivo conductor, y se centra también en el tema y la figura del prostíbulo. No conozco la primera pieza y, aunque es obvio que se alude a ella y hay nexos con lo allí contado, quizá no resulte totalmente ilegitimo leer este relato posterior en sí mismo, como una unidad relativamente autónoma.
Sangre vertió tu boca es ante todo y en su plano mas inmediato, la historia de un retorno. Una mujer, Victoria Catalán, vuelve al lugar donde trabajó como prostituta (el pueblo de San Estanislao de Rucaco) para recobrar a su hijo, al que había cedido en una oscura transacción, presionada por circunstancias personales y exteriores. Retornar abre siempre la alternativa de quedarse definitivamente o volver a partir, con la perdida definitiva del terruño y del lugar. En la conclusión de la novela, Vicky se aleja del pueblo al que había llegado poco tiempo arras. Con el hijo de la mano, al parecer ha triunfado en su propósito.
Historia de un retorno fugaz y de las memorias que contribuye a remover, la novela se inscribe además, ya lo adelantábamos, en la abundante y variada tradición literaria del prostíbulo. La presencia ubicua del locus, su proliferante tradición en la narrativa latinoamericana en general y, muy en particular, en la novelística nacional, ha dado origen a una vertiente urbana del tema (manifestaciones destacadas son El roto de Joaquín Edwards Bello y Un perdido de Eduardo Barrios) o a su implantación el ámbito rural (Roble Huacho de Daniel Belmar, por ejemplo). Mas compleja y original es la versión de Manuel Rojas en Mejor que el vino, donde asistimos a una notable critica de la familia burguesa desde el ideal anarquista del amor libre. Eytel, comprensiblemente, resulta mas afín a esa joyita de Donoso que es El lugar sin limites, aunque nunca cae en una visión convencional y estereotipada de las mujeres sino que, por el contrario, ausculta sensitivamente la experiencia muda y secreta que late en el corazón de las recluidas. Esto se percibe bien en el personaje Susy, amiga y confidente de Victoria, que nos suministra una interpretación interior de los hechos.
Novela de un retorno, novela de un burdel mas interno e interiorizado, Sangre vertió tu boca es igualmente y sobre todo, una esplendida novela del sur. Nombres, cosas, esencias, brillan y palpitan en descripciones eficaces, recreando la atmósfera palpable de una ecología singular, de un modo específico de estar en el mundo. Si para astutos polacos (Milosz, Grombrowicz), Europa no es en el fondo mas que un determinado olor, para Eytel el sur es una fiesta sensual y concreta, menos intangible, con "alimentos" a todo color y para todos los sentidos. En el matrimonio del intendente Hartz con su primera esposa, Eytel da cabida a un suculento contraste entre los ritmos, usos y maneras del sur con los muy distintos, casi opuestos, de aquellos de la capital. Eleva así un homenaje y monumento al ámbito de la antigua Araucanía y de la vieja Frontera histórica, monumento tan perenne como el área y los aires del sur a los que rinde culto.
Eytel escribe y describe bien, narra con precisión y claridad, elige bien los ángulos para observar y entrar en sus personajes, compone a la vez con equilibrio y dinamismo. Hay personajes memorables en su relato, incluso algunos secundarios (como ese notario Salamanca, hundido en el alcohol y el remordimiento); la "bacanal de los lamentos" yo creo que va a ser un trozo de antología. Menos me convence el episodio de Francisca, la joven esposa de Hartz, con el mapuche Kallfuco. ¿En clave adventicio de realismo mágico? Sea ello lo que fuere, hacia el fin de la novela hay un giro impresionante, la novela cambia de plano y, en vez de Vicky o Victoria, el foco se concentra ahora en otra mujer, en Brígida. Ella fue el alma y espíritu del prostíbulo, su real creadora; progresó con el pueblo; trajo a éste la modernidad exótica del Hotel Sayonara. Habiéndose quedado por años a cargo del hijo de Victoria, lo pierde ahora y es derrotada. Borracha, desesperada, enloquecida, se inmola por fuego en el interior del burdel.
Esta inmolación novelesca se sitúa en medio de dos inmolaciones reales que han tenido lugar en Chile, la de Sebastián Acevedo en Concepción y la mas reciente de Eduardo Miño en la Capital. Sin deliberación simbólica, lejos de todo conato alegórico, el texto anuda cabos con su contexto, se sumerge en las vísceras de lo que acontece y se trasciende a sí mismo justamente porque coincide con el torbellino de la historia. A esta la ilumina con sombrío fulgor. Tengo la impresión, entonces, de que tanto por sus cualidades formales como por el sentido que su fábula proyecta, la novela de Eytel constituye un exponente excepcional del proceso de renovación que ha experimentado la narrativa chilena en la última década del siglo pasado, renacimiento de fin de siglo que no lleva visos de extinguirse, que no es al parecer un mero fuego fatuo, ya que sigue, hoy vivito y coleando.