Sin agenda determinada y sin invitación oficial, el escritor argentino llegó de incógnito el 3 de noviembre de 1970 a Chile para presenciar el proceso que vivía el país con la asunción de Salvador Allende a la presidencia. En esa visita alcanzó a compartir con sus pares chilenos y con los estudiantes de la Universidad de Chile en el Instituto Pedagógico, además de perderse
como un cronopio en las noches santiaguinas.
Una tarde de noviembre de 1970, la artista visual y poeta Cecilia Vicuña, entonces estudiante de Pedagogía en Artes Plásticas, recorría el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile en busca del teatro de matemáticas para rendir una prueba. Si bien sus clases eran en la Escuela de Bellas Artes, algunas las tenía en los prados de José Pedro Alessandri con Grecia.
Cuando llegó a dar la prueba, se encontró con que había sido suspendida.
“Y en el teatro está Julio Cortázar sentado frente a una multitud, unas 500 personas más o menos. Rápidamente me abrí paso entre la gente; ya no había dónde sentarse, entonces la única posibilidad era estar parada al lado de la puerta. No sé cómo me abrí paso y le escribí una notita”, recuerda la artista a más de cuarenta años de ese primer encuentro en persona con el autor de “Rayuela”.
Un año antes, en 1969, Vicuña y Cortázar habían comenzado una relación de amistad por carta, cuando ella lo contactó para que no visitara Chile. En marzo de ese año había ocurrido la masacre de Puerto Montt, cuando diez pobladores en toma murieron y otros setenta fueron heridos por la toma del predio Pampa Irigoin, en el gobierno de Frei Montalva.
“Poco después de esa masacre el gobierno invitó a Cortázar (al Encuentro Latinoamericano de Escritores). Y a mí me pareció un error que él se dejara manipular por un gobierno que estaba masacrando. Imagínate, lo que es la vida. Entonces yo le escribí diciéndole que no viniera porque su presencia iba a ser manipulada por el gobierno. Y él me respondió diciéndome ‘no te preocupes, no pienso ir’. Así empezó una relación de amistad que duró toda la vida, hasta que él se murió”, recuerda.
Esa tarde de noviembre de 1970, Vicuña puso en el bolsillo de Cortázar un papel en el que había apuntado su teléfono y su nombre. Así Cortázar la reconoció y se saludaron por primera vez frente a frente. El fotógrafo de la revista Ercilla, Hans Erhmann, capturó el momento. Gracias a él hoy existe testimonio de este encuentro que Julio Cortázar sostuvo con los estudiantes del Instituto Pedagógico, pocos días después de que Salvador Allende asumiera la presidencia de Chile.
“Seguimos comunicándonos por carta, nos mandábamos regalitos. Cuando se encontraba con otros chilenos siempre preguntaba por mí. Esa fue en realidad la única vez que físicamente nos vimos. Pero la relación de amistad duró siempre porque él amaba mi poesía y yo lo admiraba”, explica Cecilia Vicuña.
Días antes, Cortázar compró un boleto de avión para volar desde París a Santiago de Chile. “Con lo que pasaba en Chile, no bastaba con mandar uno de esos cables de adhesión. En pocos días arreglé mi maleta y vine”, explicó sobre esta decisión la tarde que estuvo en el Peda.
El Premio Nacional de Literatura Antonio Skármeta fue parte del grupo de personas que estuvo con el autor argentino en sus días en el país. Recuerda que el compromiso político del argentino comenzó a forjarse “en la experiencia de la rebelión estudiantil del año 68 en Francia, entonces fue un testigo directo de eso que marcó a toda América Latina. Cuando acá se están buscando distintas vías de progreso político, a Cortázar le interesó mucho que un candidato marxista fuera elegido democráticamente. Lo que él quería era dar muestra de interés y de apoyo, por lo que vino por su cuenta, nadie lo invitó”.
Y llegó. El 3 de noviembre de 1970, a las seis de la tarde, un hombre de 56 años, muy alto, de ojos intensos y barba desordenada, se bajó del avión para asomarse a una capital revolucionada por lo que ocurriría al día siguiente en el ex Congreso Nacional. Su avión arribó a un aeropuerto lleno de delegaciones oficiales que participarían de las celebraciones de este hito histórico, muchas de ellas anunciadas por la prensa como “las fiestas populares del Chile nuevo”, por las que doce escenarios se instalaron en la Alameda para celebrar el triunfo de la Unidad Popular.
A ese Santiago llegó Cortázar. “Hace apenas unos días yo me encontraba en París y no pensaba venir a Chile. Sentí de pronto que debía estar en este país y ver cómo se realizaba esta iniciación del socialismo. Ello me ha permitido conocer a los jóvenes, a los escritores. Sin embargo no he venido como escritor sino como expresión de una ideología y de una política, a fin de vivir con ustedes esta experiencia socialista de ustedes”, dijo Cortázar a El Mercurio sobre este proceso de acercamiento a “lo que hoy más me preocupa: el destino de Latinoamérica”.
A Cortázar le interesaban los encuentros y las conversaciones informales. Durante toda su visita estuvo escapando de la oficialidad. Por lo mismo, el encuentro con los estudiantes del Instituto Pedagógico, que duró un par de horas, fue una de las instancias que más se recuerdan de su visita, la tercera vez que venía a Chile, la más recordada.
Ese día en el teatro de matemáticas el calor sofocaba y no cabía un alfiler. Cecilia Vicuña recuerda que todo fue “no pauteado, no mediado, inmediato y espontáneo. Cada uno levantaba la mano, era un caos, y eso era lo lindo. Tú te encontrabas con él como si fuera un amigo, a pesar de que era un gran escritor, tremendamente admirado y respetado. Tú lo podías interpelar y él quería eso, esa conversación de igual a igual. Eso es lo que más resaltó de ese encuentro”.
Federico Schopf, profesor del Departamento de Literatura de la Facultad de Filosofía y Humanidades, asistió a la actividad. Según su testimonio, la visita de Cortázar al Peda —en esos años la Facultad de Filosofía y Educación— “produjo una enorme expectativa porque era un autor de lectores que estaban descubriendo la nueva narrativa hispanoamericana”, sumado a que el lugar del encuentro “era un foco de movimiento político que apoyaba a Allende”.
Antonio Skármeta ofició de moderador en la ocasión. Sentado en el suelo al costado del invitado, que estaba sobre una silla, el autor de “Ardiente Paciencia” estaba acompañado de una moderna grabadora Sony traída desde Alemania por un director de cine amigo, en la que registró toda la conversación. El año anterior, Skármeta había ganado el premio Casa de las Américas con el libro “Desnudo en el Tejado” y “a partir de ese momento tuvimos alguna correspondencia, entonces creo que ese fue el contacto inicial y le preguntamos si le gustaría venir y realizar ese acto, y así se organizó”, recuerda.
En ese cassette quedó grabada la voz grave de Cortázar y sus respuestas a las más variadas preguntas de la conversación colectiva, que transitó “desde la pregunta críptica a la ingenua”, escribió Skármeta un mes después en una edición de la Revista Ercilla, donde quedó plasmada esta conversación informal, editada por el moderador del encuentro bajo el título de “Cortázar, cita en la oscuridad”.
“Ese diálogo con él fue fantástico”, cuenta Cecilia Vicuña. “Lo que más recuerdo es que todo el mundo le hacía las preguntas más diversas, pero una de las que causó más risa de todo el mundo, incluido Cortázar, fue un joven que le dijo que por favor hablara de lo inefable. Todos se cagaron de la risa porque en realidad el propósito de la visita de Cortázar era hablar del proceso revolucionario chileno”.
A Cortázar lo movilizaba también el vínculo entre el artista y la sociedad. Algo que hoy, según Vicuña, se ha perdido del todo.
“En ese momento la voz de los artistas, de los poetas, de los intelectuales, se oía. Chile tenía de candidato a presidente a Pablo Neruda. Ser poeta era más importante que ser político. A partir del golpe de Estado el rol de los intelectuales como pensadores, como críticos de la sociedad, ha sido eliminado”, asegura.
Llamaba la atención el contexto chileno de esa década, en que todavía se respiraba el ánimo de los sesenta. “La cultura de la rebelión contra el sistema era universal. En Europa, Estados Unidos, en Latinoamérica. Pero en Latinoamérica tenía otro tono, otro sabor. Y eso le interesaba a Cortázar”, dice Vicuña. En el Chile pre golpe de Estado, agrega, “había una cultura que era cómica, divertida. La gente se sentía con pleno derecho a decir cualquier cabeza de pescado y él gozaba con eso. La mayor parte de las preguntas eran lateras, tipo pregunta de marxista, pero él con paciencia las contestaba, porque no era un marxista cuadrado; era un simpatizante, pero era un hombre de pensamiento, de expresión intelectual y espiritual”.
Luego de ese encuentro Cecilia Vicuña recibió un llamado de Cortázar para que lo fuera a buscar al Hotel Conquistador, donde estaba hospedado. Vicuña partió junto a un grupo de jóvenes poetas que se denominaban la Tribu No, integrada por Claudio Bertoni, Marcelo Charlín, Francisco Rivera y Coca Roccatagliata. Partieron, explica Skármeta, “a raptarlo”.
“Lo llevamos a una de las casas de la Tribu No y estuvimos conversando y bailando varias horas hasta tarde esa noche. Fue un encuentro realmente extraordinario”, rememora Vicuña sobre esta velada, en la que Cortázar pudo escapar de las oficialidades y eventos que lo requerían.
Como narra Skármeta en la crónica de Revista Ercilla, “cuando corrió la voz que estaba en el Hotel Conquistador, los intelectuales chilenos hicieron nata en el vestíbulo. El conserje escépticamente colocaba los mensajes en su casillero. Lo que algunos perseguidores no sabían es que Cortázar había confabulado un santo y seña para identificar a quienes quería ver por segunda vez: bastaba dejar el mensaje y firmarlo cronopio”.
Fue así como los jóvenes poetas llegaron a buscarlo. “Lo único que hicimos fue encerrarnos tipo cuatro de la tarde en una pieza. Para nosotros era una señal de lo que él quería, encuentros reales con las personas, no la cuestión oficial programada, que es letal. Nos dijo que todas las delegaciones oficiales de la Sociedad de Escritores, del partido tanto, de esto de acá, para él era el fin de su alegría, porque lo que él quería era encuentros reales, no pauteados ni pactados. Conversar libremente, preguntar, sentir, gozar. Vivir”, evoca Vicuña.
Cortázar se despidió de Santiago y antes de partir a París, se tomó un respiro en Buenos Aires. Tres años más tarde estuvo de nuevo Chile, meses antes del golpe de Estado. Sería ese tópico el que lo reuniría de nuevo con el país. Su compromiso político con Chile tuvo que hacerse patente de nuevo en 1974, esta vez para informar lo que estaba ocurriendo bajo el régimen militar, a partir del libro “Chili, le dossier noir”, texto colectivo con antecedentes de la Unidad Popular y su proceso, hasta lo acontecido el 11 de septiembre.
Julio Cortázar:
“La lucha por la patria también se puede librar fuera de ella”
La Nación, 7 de noviembre de 1970
UN CALIDO APLAUSO de admiración saludó la presencia del destacado y extraordinario escritor argentino Julio Cortázar que, junto a Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa. Juan Rulfo, Ernesto Sábato y otros, dieron a las letras hispanoamericanas toda la fuerza y vitalidad de una nueva novelística. Escritores y artistas de nuestro medio se reunieron ayer en la sede de la Sociedad de Escritores de Chile para darle la bienvenida y participar en una mesa redonda con los intelectuales que llegaron a nuestro país especialmente invitados para asistir a la Transmisión del Mando Presidencial. El conocido autor de "Rayuela", "Los Premios", "Bestiario" y otros innumerables relatos y cuentos que le han ganado tan merecida y prestigiosa reputación, rubricó con su presencia la tan esperada mesa redonda, costestando con franqueza las numerosas preguntas que por escrito llegaron hasta la mesa presidida por Luis Merino Reyes, presidente de la SECH.
Consultado por La Nación acerca de cuál era a su juicio las razones del éxito de sus obras, por cuanto se dice que ellas no hablan de la realidad y problemas de latinoamérica. Julio Cortazar contestó sin rodeos, con una sonrisa que brillaba en su tupida barba clara
—"En realidad, aunque la pregunta es agresiva, no es mal intencionada y a ella podría responder en primera instancia que quizás se debe a que los libros están bien escritos".
Espontáneas sonrisas y aplausos festejaron la respuesta del escritor, cuya voz suave y profunda, en la que es posible advertir un leve tono francés debido a su larga estada en ese país, sobresalía entre los numerosos concurrentes que no querían perder detalles de sus palabras.
—"Si mis libros no reflejaran la realidad latinoamericana, si eso fuera cierto, no quepa duda que yo no habría recibido todas la muestras de simpatías y afecto que durante estos días, en Chile, he recibido de tantos jóvenes, tantos estudiantes y de toda la gente en general"
—"No siempre se muestra una realidad a base de una temática. Creo que la realidad latinoamericana, en el caso mío, tiene otros temas. Yo soy creador de ficciones y personajes que muestran toda una realidad"
Del cuento a la novela
Julio Cortázar, que reside en Francia desde hace más de 15 años, ha retratado en sus obras la vida y personalidad de los argentinos no olvidando jamás la verdadera idiosincrasia del hombre latinoamericano. Viajero desde sus años mozos, estuvo en Chile hace más de 22 años, recorriendo en barco desde Punta Arenas a Buenos Aires.
Una rápida respuesta tuvo el escritor argentino, en cuanto a una pregunta de uno de los asistentes: Los escritores Ernesto Sábato y Leopoldo Marechal aseguran que los escritores deben dar la batalla en su propia patria ¿Cómo lo entiende Ud?
—En principio los planteamientos de Sábato y Marechal no tendrían porqué ser los míos ¿qué significa dar la batalla? ¿No es dar el máximo de si mismo? Y para un escritor ¿esta batalla no significa entregar en sus libros lo mejor que puede realizar? Puedo decir que el peruano Mario Vargas Llosa, en sus libros "La Ciudad y los Perros" y "La Casa Verde" ha retratado como ninguno la realidad social del Perú, sin encontrarse en su país".
Consultado acerca del porqué los lectores han preferido "Los Premios" antes de "Rayuela", Cortázar dijo:
—"Esta afirmación tan personal constituye para mi una sorpresa. En "Rayuela" creo haber ido más lejos. "Los Premios" fue casi un ejercicio para saber si podía escribir novelas, ya que siempre había hecho cuentos. Y creo que el resultado no fue del todo negativo"
Más adelante el escritor chileno Francisco Coloane preguntó a Julio Cortázar si recordaba a un viejo lobo de mar llamado Persio García y que actualmente residía en Valparaíso
—"Ese marinero —dijo Coloane— me contó hace algún tiempo, que él recordaba hace unos 20 años a un joven alto y desgarbado que se había embarcado en su barco "Arica". Muy pronto se hicieron amigos y García le había preguntado su nombre y profesión, a lo que el joven le había dicho llamarse Julio Cortázar, que era profesor y que algún día pensaba escribir".
Mientras el escritor chileno contaba esto, una leve sonrisa de recuerdos llenó el rostro de Cortázar, afirmando repetidas veces con la cabeza
—"La anécdota es totalmente cierta. Estuve en Chile el año 42 y me embarqué, sin un centavo, en "El Arica". En esos días de guerra, Chile rompió con el Eje, lo que nos obligó a prolongar el viaje ya que avanzábamos un día y teníamos que retroceder dos. Para mí fue muy agradable y recuerdo al entonces piloto García ".
—"Es perfectamente posible que ese viaje haya influido en algo en el libro "Los Premios", que escribí muchos años después, ya que algunas características del "Arica" se reflejan en la novela".
Finalizada la mesa redonda Julio Cortázar se vio rodeado de gente que quería intercambiar algunas palabras con el extraordinario escritor. Estudiantes del Instituto Nacional, que habían seguido con creciente interés sus palabras, se acercaron para pedirle autógrafos o estrecharle la mano. Otros aprovechando que se encontraba sentado, se le instalaban al lado, mientras sus compañeros tomaban fotografías, para luego cambiar de lugar. La alta figura de Cortázar sobrepasaba por varios centímetros al resto de los asistentes, y su voz profunda, rica en matices, sobresalía entre el resto de las voces y el zumbido de filmadoras y grabadoras.
Poli Délano:
Queremos tanto a Julio...
Publicado en EL SIGLO, 14 de marzo 2014
(Extracto)
—Y tú conociste personalmente a Cortázar para la asunción de Allende...
—Yo era miembro del directorio de la Sociedad de Escritores de Chile en ese tiempo. Íbamos a lanzar un número de una revista de la SECH en que en la portada iba a aparecer Cortázar dándole la mano a Salvador Allende, pero eso quedó en la maqueta, nunca se publicó... En esa ocasión yo conocí a Cortázar cerca del edificio de la UNCTAD y él después, en una entrevista, lo recordó de una manera muy rara... No sé si se confundiría o tendría una imaginación desbordante, pero me describía como llevando una bicicleta mientras caminábamos.
Era una persona muy agradable, muy tierna, muy cálida. Yo viví unos años en Cuernavaca, y Cortázar estaba alojando cerca, en una hacienda-hotel, entonces lo llamé para
invitarlo a que fuera a comer una tarde a mi casa, pero llovía y en Cuernavaca la lluvia es catarata. Entonces me llamó para revertir la invitación, y partí en auto. Estábamos en el aperitivo y pedimos dos Cuba Libre, llegó la mesera con vasos de papel. Entonces Cortázar, con su acento francés, le dijo: ...señorita, ¿no nos podría traer vasos? Y la muchacha se desconcertó, miró los vasos y le preguntó: ¿cómo vasos? Vasos, dijo Cortázar; son objetos cilíndricos de vidrio, tapados por debajo y abiertos por arriba. Después, hablando de los pintores, me dijo: son muy absurdos, titulan una obra `violín sobre mesa', y uno mira el cuadro ¡y hay un violín sobre una mesa!".
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com EL DÍA QUE CORTÁZAR VISITÓ EL PEDA
Por Francisca Palma y Ana Rodríguez
Publicado en El Paracaídas, Nº 13, diciembre 2015 - enero 2016