Oficio y Talento
OC de Juan Cristóbal Romero. Editorial Pfeiffer, Santiago 2012. 78 páginas
Por Pedro Gandolfo
Revista de Libros, El Mercurio, 23 de septiembre del 2012
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La poesía de Juan Cristóbal Romero se define -en comparación con otras poéticas actuales (legítimas también, por cierto) y con nuestro decir cotidiano- no por una actitud de ruptura o desvío de la norma. Más bien, como él mismo lo señala en su poema introductor ("Arte de marear") y en el poema final ("Lexicón"), por la sumisión del verso a un cuidadoso oficio proveniente de una tradición reconocible, permanentemente referida por el autor y que ya ha frecuentado en sus trabajos poéticos anteriores y en sus celebradas traducciones de Horacio. Se apartan, pues, los versos de Romero de la "imperdonable sed de novedad/ como si esto de ser contemporáneo/ fuera un acto complejo y voluntario/ y no una distinción inevitable". La originalidad, si es que existe, no es incompatible con el montaje y el plagio "mientras no queden parches a la vista": "el tema es qué dejar y qué omitir,/ qué hacer y qué evitar -en él radica/ el valor verdadero de lo nuevo-". Más que la originalidad, estos poemas merodean lo originario, que buscan hacer aflorar -después de un paciente "labor limae"- por el roce de las formas y tópicos heredados con "una elección/ de emociones, colores y recuerdos".
Las características formales de su poetizar, que lo ciñen suave pero sólidamente, están a la vista: control, equilibrio y medida. El uso de la métrica y de la rima exterior, la cadencia pausada, un vocabulario límpido, preciso y culto, incluso cuando va al ataque, un fraseo libre de estridencias y de los excesos de la retórica lírica. Frente a los que exponen con el máximo desgarro posible sus subjetividades "como esclavas traídas de las Indias", él las examina con sosegada quietud ("un placer cercano a la tristeza"); a los que expresan sus preferencias y antipatías a punta de garabato y grosería, él prefiere la ironía, el sarcasmo enmascarado y el desdén burlón.
La poesía de Juan Cristóbal Romero no se nutre de la exploración de las subjetividades del autor, sino que se desliza por distintas voces y pensamientos perennes desde una distancia soleada y melancólica, que es el tono, ligeramente estoico, que atraviesa estos versos.
Una parte importante de OC, el curioso título (que podría interpretarse como una variante de monograma de copyright), lo dedica Romero a la declaración de su arte poética y a una toma de posición casi beligerante -a su modo- frente a las capillas y tendencias del poetizar contemporáneo y nuestro. En otra, quizás la más extensa y que le otorga una cierta continuidad de contenidos al poemario, el poeta asume la voz de exóticos personajes, en su mayoría navegantes y exploradores de los siglos XVI y siguientes, como Pedro de Oña, Pedro de Obiedo, Gaspar Quezada, Diego Peralta, Pedro Sarmiento de Gamboa, León Pacaldo, Thomas Cavendish o Gonzalo Alvarado. Podría decirse que para enunciar su poesía Romero se oculta a sí mismo y escoge la vía oblicua de hablar de otros o a partir de la voz de otros. Un ejemplo muy logrado de lo anterior es el poema que lleva el nombre "Sebastián el Cano abandona la Sancti Spiritu": "Fui comandante de un navío/ cuyo mástil superviviente/ recuerda el sitio en que de frío/ murió su gente.// Con sus vidas compré el renombre;/ me revestí de gloria ajena./ ¿Sin ambiciones qué es el hombre?/ Letra en la arena.// Dios saldará lo que les debe./ En tanto, la esperanza basta./ Serénense: la vida es breve,/ el alma vasta".
En la aproximación a ciertos temas, quizás los que podrían tener un carácter mas íntimo, Romero encuentra "el correlato objetivo" de sus sentimientos con singular acierto. Así, por ejemplo, en este soneto llamado "Dos extraños" dice: "Busco atrás, en la pálida memoria/ que se alarga a los días de la infancia/ un recuerdo que acorte la distancia/ del que fui y esta réplica ilusoria.// Están aquí el jardín, la transitoria/ calma de los domingos, la abundancia;/ mi madre, ahí, su ahínco y la fragancia/ de una acequia vibrante de achicoria.// ¿Qué queda de ese niño?/ Desde lejos,/ incansable, su imagen no consigue/ hermanarse a mi copia en los espejos.// Dos extraños que en uno y otro polo/ no comparten un rasgo que los ligue; nada, salvo el deseo de estar solo".
La calidad de los poemas reunidos en OC es muy pareja y sobresaliente. Hay ejemplos memorables y versos acuñados con rigor, sensibilidad y talento poco comunes e imposibles de separar de sus opciones poéticas: no hay otra manera mejor para expresar lo que ha expresado tan bien de esta manera, una manera que no resulta en absoluto extemporánea y de la cual pergeña versos tan nuevos y tan antiguos como estos: "Tranquilo, corazón, no desesperes,/ toda tu angustia es sin razón ni causa./ Un día encontrarás eso que quieres,/ la eterna pausa".