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Juan Mihovilovich, escritor y juez rural presenta su novela "Yo mi hermano"
"La mentira en literatura se fusiona también con la verdad"
Por Juan Carlos Ramírez Figueroa
La Segunda, 4 de junio de 2015
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Es difícil salir ileso de “Yo mi hermano” (LOM). Su autor, Juan Mihovilovich, sabe que el monólogo de alguien increpando a un “otro” –convirtiendo al lector en un personaje- es casi infalible.
Así funciona el libro: un ajuste de cuentas donde un hermano le cuenta al otro todo lo que sintió (y calló) durante años. Los ingredientes: esquizofrenia, rencor y un cariño que duele. “Sentí la novela desde la primera increpación”, dice.
Cuando se tiene una idea preconcebida en el subconsciente por muchos años basta tocar una de las teclas de la memoria para que el fluir de la conciencia dé paso a la obra”, explica este escritor, abogado y juez rural (“por elección”, dice) radicado en Puerto Cisnes, Región de Aysén. Antes había vivido en Curepto con un escritorio rodeado de libros y luz natural liberada del smog santiaguino.
Su “aislamiento” no le ha impedido-permitido que novelas como “el asombro” o “Grados de referencia” hayan sido elogiadas públicamente por Antonio Skármeta y Camilo Marks, respectivamente. Cristian Warnken –que presentó su nuevo libro- lo llamó “autor de notables novelas que tocan los abismos del alma humana”.
A Mihovilovich esta historia le daba vueltas en la cabeza por años. “Desde el momento en que uno de mis hermanos sufrió, en los 80, un brote esquizofrénico. Sabía que aquello daría pábulo a un texto de mayor envergadura”, señala.
“La frivolidad campea”
“¿Si admito lo autobiográfico? Por supuesto. No existe una sola línea en una escritura de verdad que no tenga el tinte de lo personal, sólo que el autor no puede explicitar cuál terreno es uno u otro”.
Lo que importa, al final, es la obra en su conjunto. “Si la ficción se traspapela o confunde con la realidad es mérito de la historia. No hay una búsqueda de decir que esto o lo otro es autobiografía. O viceversa. La mentira en literatura se fusiona también con la verdad”.
Y cuenta que alguien le preguntó sobre uno de los pasajes del libro; si realmente a un niño se le desgajó un ojo que rodó por el suelo mirando a sus interlocutores. “¿Tú lo crees?”, le preguntó “Sí”, le dijeron. “Entonces, eso es lo que vale, la respuesta que el lector le da. Lo demás es literatura”.
También cree que estos hermanos representan al país. “No hay realidad, por delirante que sea, que no tenga su correlato con el medio en que se incuba”.
“La territorialidad no es únicamente una cuestión física, una perspectiva material; es también la lógica del razonamiento o de su carencia, la ausencia de fraternidad, de espacios mutuos, de solidaridad, de empatía. En el mundo moderno para nadie ya es un misterio que la frivolidad campea por doquier”.
