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Breaking Glass / Juan Carlos Villavicencio / Carlos Almonte
Por Lucas Margarit
Publicado en https://buenosairespoetry.com 1 de julio de 2016
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Cuando lanzamos las piedras que acabamos de recoger en la orilla del mar se expanden, chocan entre ellas y se proyectan hacia direcciones distantes. Así, las islas en un mar de silencio se ubican unas frente a otras, se detienen, se aislan y se conectan formando un archipiélago múltiple. La imagen de la isla conectada con otras es la que nace de la lectura de Breaking Glass, un vidrio quebrado que bien puede ser la imagen de las piedras distribuidas como cada fragmento de vidrio. Algo que fue y es al mismo tiempo. Cada fragmento entra en consonacia con otros, de cada una de las partes del libro, pero también entre las dos partes que lo conforman. Un diálogo múltiple entre los textos de un lado y los textos del otro, en un arriba y abajo que se superpone en lo que alguien escuchó alguna vez. Diálogos que nos conducen de repente de un extremo al otro de este archipiélago quebrado. Hay un diálogo diferente, el de la palabra y la música y el del texto y el silencio que remite a aquella música escuchada alguna vez. Cada uno de los poemas está en resonancia con una composición (Satie, Surman, Pärt, Ginastera,Berio o quien tiene el eco en el título Glass). Un diálogo que nos lleva a pensar en cada texto como un fragmento de otra cosa, de otro texto y de otra sonoridad. “A través del archipiélago…” descubrimos que “la muerte es otro mar.” Y es el fragmento el se detiene en el marco de la composición. En una de sus partes, la de JCV, los textos van conformando paisajes a golpes de mirada, las imágenes climáticas nos hacen descender a cada uno de estos territorios casi inhóspitos. Paisajes de nieve, oscuros, de lluvia, donde habita “lo que sobreviene del mar”. Cada una de estas islas es el eco de una experiencia traslúcida. Una experiencia que no es sólo musical, detrás está también la lectura (Trakl, Cheever, etc.) y la tristeza a veces. No es posible detenerse en cada isla, inmediatamente después somos lanzados hacia otra, cuando terminamos de recorrer el archipiélago por el que comenzamos el recorrido invertimos el libro y nos encontramos con el otro mapa de islas cruzadas, el de CA. Ecos similares, hacia la música y hacia las lecturas. Una estructura similar que superpone dos cartografías. ¿“Oriente / Occidente?”. También son islas con sus imágenes climáticas, el viento o la luna van armando cada uno de estos lamentos. Ahora estamos frente a aquellos instantes, a estos momentos precisos de escritura, para saber que “En el último segundo, aferrados de un abrazo, saltamos al vacío” donde nos encontramos en cada rincón solos, frente a cada orilla que se despega de cada una de las islas. ¿Es posible reconocer alguna voz en estos poemas? ¿Es posible encontrarnos con algún náufrago en cada isla? Los restos de una experiencia que marcan dos caminos que se unen en la próxima cartografía. Allí está lo poético, en las huellas que combinan las escrituras, las lecturas y el marco musical donde se acumulan los paisajes diferentes. Cada una de las partes de Breaking Glass es un mapa que es posible ser leído como eco de la otra parte. Un mapa que nos lleva de un texto a otro por una zona donde el susurro reconoce su violencia. “Sólo queda continuar, concluye, aunque sea sin razón” y es en esta posibilidad de continuar donde podemos ir armando el sentido. También podemos abrir el libro al azar y encontrarnos frente a cada paisaje de manera solitaria y cada paisaje será la huella solitaria en cada territorio. Y de golpe, una imagen, cuerpos que están quietos como una cruz. Cuerpos tendidos y detenidos en una danza áspera y natural. El cuerpo acabado y el borramiento de la especie para participar una vez más de ese recorrido. Poesía visual y auditiva, creando las mismas imágenes una y otra vez en cada uno de los textos, para entrever que los archipiélagos ya no tienen una salida sencilla hacia el mar.
Lucas Margarit, Buenos Aires, junio de 2016.
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At Dusk¹
Al atardecer
–de Juan Carlos Villavicencio
Casi no advierte el sendero, pero sigue caminando. Se interna entre bosques carentes de luna i estrellas con la secreta idea que la hace respirar. El sonido que deja caer la noche es bajo i leve, pero no hay miedo que la evada del destino deparado. Caos, se dijo entre dientes al sentir que debía detenerse. Acaso nadie podría ver sus ojos bajo el largo pelo oscuro. Respira mirando ciega el cielo, recuerda el pasado i las pieles que frente al fuego se humedecen. De su mano caen ahora una esfera i una flor muerta. Caos o mentira de los siglos, mientras aparta los ocultos cuerpos que ha ido dejando la naturaleza i su devenir ajeno: nunca más. Traza lo que cree un círculo: se desnuda. Una vasija ahora va dejando rozar el agua helada por su cuerpo. Un espejo se quiebra en las cenizas que el viento persiste en ocultar: un respiro sin huella, ahora el fin.
¹ John Surman
Viaje al interior de una pantalla rota
por Carlos Almonte
Acabé quedándome dormido con la pregunta,
en mi propia noche,
de tan cansado que estaba de andar
y no encontrar nada.
L. F. Celine
Un roce, un acercamiento, una distancia que no es tal. Más que una promesa, fue la búsqueda de la forma en extinción. Una escultura sin contornos, dilatada en una tela desteñida de colores que mancillan su pureza. Quiebra el vidrio, el metal funde en un ojo y lo mantiene suspendido: ciego alrededor. El reflejo se fusiona con el líquido; ya no exhala, muerto entre paredes sigilosas. No conoce ni el encierro ni el hastío. Sólo una estructura ahora sin vida que, desde un rincón, parece ser testigo de la muerte y su total indiferencia.
Más allá, bajo cientos de periódicos abiertos, un triángulo de piedras; una mano en el sepulcro se descubre como haría un cuervo sobre un árido espejismo. Sólo queda continuar, concluye, aunque sea sin razón.
Voyage Into the Broken Screen. Composición de Per Nørgård.
Extraído de Breaking Glass (2003-2012), Ediciones GrilloM.