DANZAS Y FESTINES
Por Diamela
Eltit
Las imágenes que provoca la lectura de la obra de José Donoso hablan de un pedazo de mundo que se superpone, se triza y se clausura.
Las existencias siempre precarias de sus personajes buscan coexistir
con lo opuesto, con lo "otro" como clase o como sexo o como pensamiento,
pues la identidad -chilena- está en jaque y sólo puede ser completada
bajo la forma de una cierta cansada derrota.
El obsceno pájaro de la noche, novela extensa, está cargada
con signos sociales y culturales propios de los espacios familiares,
esos espacios particulares en donde las familias y sus sirvientes
se subsumen hasta confundirse, transitando desde la dicha a la miseria,
desde la certeza hasta el secreto. Las viejas sirvientas (cesantes
y acezantes) de la novela se toman el poder desde el centro del despoder
en el que habitan, confabuladas más allá de sus diferencias para crear
la "séptima vieja" que es la síntesis de todo lo que les fue negado,
de aquello que no pudieron capturar. La captura de la "séptima vieja"
-el Mudito- es una desesperada metáfora de lo residual de la sociedad
chilena, un signo del deseo vagabundo que circula a través de las
diversas clases sociales hasta convertirse en un síntoma extenuado
del deseo de los otros.
La "séptima vieja" conforma el excedente de lo que el poder no reconoce
como la fuerza que lo sostiene y lo perpetúa.
Así, "El obsceno pájaro de la noche" muestra
los resquicios desde los cuales la periferia se reorganiza para dotarse
de mundo, para llenar con un lujo oblicuo el devastado espacio que
les fue otorgado. Los personajes --a desatados- se vuelcan hacia un
calculado, impecable descontrol en donde explotan sus deseos y, en
el centro del desorden, las carencias se vuelven productivas. El Mudito,
quien habla con el pensamiento, habla por el pensamiento, va progresivamente
trasformándose en mera gesticulación, cautivo de su propio impostado
silencio que no es más que el terror a su propio saber que terminará
por sepultarlo, por convertirlo en una guagua que sólo puede gemir
buscando y renegando de un pezón decrépito que está yermo.
El Mudito como metáfora de los procedimientos represivos de la sociedad
chilena; el que calla y otorga, el que sabe y niega su saber, el oprimido
testigo de los vicios de su opresor, el seductor de su contrincante,
el pensante, el progenitor, es portador de una complejidad casi infranqueable.
Cubierto y recubierto por máscaras, signos, espejismos mentales, termina
en imbunche, en mito, en relato de una ausencia, cosido en cada uno
de sus orificios, mediante una artesanía siniestra ejercida por las
mujeres trastornadas en la locura por la posesión, en los momentos
en los que sus propios cuerpos ya han perdido todo valor civil. El
cuerpo del Mudito representa la última ocupación posible de las mujeres
que mediante la costura hechicera curan manualmente sus heridas en
los instantes en que se avecina el desalojo definitivo de sus existencias.
La "séptima vieja" es la figura en abismo que enseña la novela, una
victimación social de proporciones incalculables, la figura que habita
arcaicamente en la mitología turbia de todas las mentes que, en el
deseo salvaje por la apropiación -de cuerpos, de economías, de sexualidad,
de clases sociales- ejecutan una ritualidad malsana que es, a la vez,
el único rito posible para redimir y purificar. El mito del imbunche
se desliza en la novela hasta transformarse en la "séptima vieja".
Así el mito deviene en signo y en síntoma del despojo, del rastrojo,
del ojo que es necesario cegar para clausurar aquellas imágenes que
la institucionalidad niega y cercena. Las mujeres dadas de baja como
sirvientas, se convierten en oficiantes de un medioevo inexistente,
al liberar, hacia el final de la novela, sus pulsiones, sus pasiones,
desatadas ya de toda norma, cuando la acumulación viciosa y estéril
de trapos, de objetos en desuso, de antiguos paños menstruales, se
presenta ante ellas como mera inutilidad. Entonces acuden a hacerse
dueñas de lo único que el sistema central valora: tornarse propietarias
del cuerpo del otro. El sometimiento del cuerpo aparece como lo último
a lo que se puede apelar como ritual de sobrevivencia en el interior
de un espacio en extinción que amenaza con la desaparición del propio
cuerpo. En medio de una acción extrema las mujeres ensayan la salvación,
la redención a través de la creación de la "séptima vieja" en el cuerpo
del Mudito, como portador de todas las miserias, de la suma de condenas
sociales que el poder central designa como su margen y su desestabilización.
El Mudito es pues ego y alter ego social. Séptima vieja de todos nosotros.
El rostro oculto de todos nosotros. Deseo de posesión y victimación
posible a la que estamos expuestos. La mancha feroz que nos acecha
y nos seduce. Destino y destinación. Signo indigente de las mentes
chilenas (quiero decir latinoamericanas), la "séptima vieja" que nos
habita es la metáfora y la imagen voraz que José Donoso proporciona
de manera magistral desde el imaginario estético y social de su particular
hacer literario. El complejo tramado de El obsceno pájaro de la
noche atraviesa múltiples espacios en los cuales la lengua, historia
y convenciones sociales se confrontan incesantemente en imágenes desbordadas
que hablan de una frágil, inestable coexistencia. Mediante una estética
trastornada y alucinante, José Donoso configura los parajes mentales
en los que se organizan los deseos y las carencias para trazar un
mundo colapsado por el choque entre mito y signo. La "séptima vieja"
es pues el resultado de un colapso, una incursión desesperada en la
profundidad de una escisión que encuentra, aún en lo abismal de la
caída, la fuerza de una estética que dilata la inminencia del derrumbe.
Las imágenes de El obsceno pájaro de la noche equivalen a las
figuras exhaustas que sobreviven a un carnaval terrible después de
días y días de baile ritual en donde la fiesta se transforma en muerte,
en donde la muerte no es más que una celebración, en donde el drama
llega a ser un bello recurso para el extenuado ritmo de la sobrevivencia.
"Danzas y festines" por Diamela Eltit. En Imágenes
donosianas. Ciclo homenaje en torno a la figura y obra de José
Donoso, Pintura, gráfica, fotografía. Galería Gabriela Mistral. Santiago,
División de Cultura, Ministerio de Educación, Departamento de Planes
y Programas Culturales, 1994. Sin numeración de páginas.
Tomado de "Diamela Eltit - Emergencias- Escritos sobre literatura,
arte y política". Edición de Leonidas Morales. Planeta/Ariel
Junio de 2000.