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Cartografía de José Donoso. Un juego de espacios. Un arte de los límites
Pablo Catalán. Editorial Frasis, 2004. 210 págs.

Un ensayo sobre José Donoso

Por Leonidas Morales T.
Revista Cierto Pez Nº2. Santiago, Marzo - Abril, 2005



El ensayo del que voy a hablar se llama Cartografía de José Donoso, Un juego de espacios. Un arte de los límites. Su autor es Pablo Catalán, chileno, pero con residencia francesa, a quien no conocía personalmente (pero sí algunos de sus trabajos) cuando acepté participar en la presentación de su libro. Nunca me había ocurrido antes algo semejante: siempre habían sido amigos, colegas e incluso alumnos. Y está bien que me ocurra: las líneas rectas, las continuidades invariables acaban por darle a cualquiera la palidez de las petrificaciones. Y un buen indicio de la sanidad y las posibilidades de una nueva verdad, de otra verdad, a que pueden dar lugar las rupturas de tales continuidades, es que la lectura de este libro (hecha desgraciadamente, reconozco, sin el relax necesario con que me hubiese gustado, por razones de ritmos editoriales, he oído) ha significado para mí una experiencia también disidente, en muchos sentidos, con respecto a lo que habían sido mis lecturas de crítica de Donoso.

En primer lugar, constituye un elemento de seducción de este libro el que le permita a su lector recuperar el espíritu originario de este género discursivo eminentemente moderno que es el ensayo. Ensayo, es decir, tanteo, intento, tentativa. El ensayo excluye de su ámbito lo sistemático, la rigidez del tratado, el saber enciclopédico, las estructuras conceptuales ya codificadas dentro de un colectivo de especialistas, convertidas en boga, algo usual en los sectores menos talentosos, o más burocratizados, de la academia yanqui, sectores integrados por no pocos latinoamericanos que desde el interior de esa academia o como portadores de la misma fuera de sus fronteras geográficas, ya en el interior de nuestros países como becados de vuelta, como exiliados retornados. El libro de Catalán es, felizmente, y con toda propiedad, un ensayo. Recuerdo aquí un hermoso libro de Peter Handke, Ensayo sobre el día logrado. ¿Qué podría ser un día "logrado" sino uno que contiene instantes felices e inestables, o alguna inesperada y pasajera plétora de sentido, pero suficientes para hacer del día un día "logrado"? En otras palabras, piensa Handke ¿qué podría ser un día "logrado" sino un día "ensayado" que en el movimiento de su ensayo pasa por momentos de intensificación del sentido, momentos donde una verdad brilla e ilumina? Un día "logrado", en la ecuación de Handke, es en definitiva un '"ensayo" logrado. Un encuentro cómplice y ejemplar entre género y discurso.

Este ensayo de Catalán, en el campo de la crítica literaria y en particular en el de la crítica sobre Donoso, es, me parece, un ensayo "logrado". Pero si bien el ensayo repudia el tratado, los saberes codificados, las jergas burocratizantes, no significa imprevisión, anarquía discursiva, puro azar (aunque el azar nunca debe descartarse como interventor en ningún discurso). El auténtico ensayo trabaja con modelos conceptuales, o teóricos, que orientan su movimiento discursivo. Sólo que no son modelos tiránicos, concebidos para imponer su poder y gratificarse con su ratificación. Por el contrario, son modelos que hacen posible construir, desde ellos, nuevos horizontes de sentido. En otras palabras, y puesto que hablamos de crítica literaria, de una crítica en torno a la novelística de Donoso más específicamente, son modelos qué permiten abrir otros espacios de lectura, coherentes sin duda, pero gobernados por una lógica de curso abierto.

¿Cuál es el modelo con que opera el ensayo de Catalán sobre José Donoso? Se nutre, este modelo, de aportes teóricos europeos, franceses básicamente, y dentro de éstos, de los trabajos de Gilles Deleuze y Félix Guattari, pero de manera central, de un libro de ambos: Mil mesetas. Es un modelo cartográfico, es decir, un modelo que permite construir mapas entendidos corno "una especulación sobre el orden del mundo, de un mundo" (p. 176). En este caso, se trata del mapa del mundo narrativo de José Donoso. Hablar de mapa significa hablar de espacios demarcados por líneas, de fronteras que introducen límites. Por eso el subtítulo de este ensayo cartográfico sobre Donoso dice: Un juego de espacios. Un arte de los límites. En la "cartografía" de Donoso, según Catalán, hay dos clases de líneas: las líneas "duras" (o "molares", en la terminología de Deleuze) y las líneas "flexibles" (o "moleculares" en la misma terminología). En otros términos, lo constante y lo variable. O, en palabras de Catalán, la "'historia" y el "acontecimiento". La "historia" sería la de un "orden" social particular, el chileno, que los cuentos y novelas de Donoso postulan como un supuesto desde donde se vuelven inteligibles las vidas narradas, mientras que el "acontecimiento" es lo que cada una de estas vidas deja ver, o entrever: lo que hay en esa "historia" de aleatorio, de accidente bajo la apariencia de esencialidad o trascendencia. Es la "historia" de Chile tal como las clases dominantes la han construido, tal como la narran en los rituales públicos y a través de la escuela, y son los "acontecimientos" narrativos singulares que al mismo tiempo que la hacen visible la desenmascaran. El "orden" social como precipitado de esa "historia", un orden que es una verdadera "jaula", represora y opresora, se ha mantenido en el tiempo prácticamente incólume. Cuando su vigencia o permanencia parecía amenazada desde el sentido de los signos sociales demasiado visible a lo largo de la década del sesenta, y sobre todo desde 1970, con el gobierno de la Unidad, el de Salvador Allende, el orden secular amenazado reacciona con un golpe de Estado y una dictadura de las más atroces conocidas en América Latina, que entre 1973 y 1989 logra reinstalar el "orden", a costa de miles de muertos, de torturados y exiliados.

El ensayo de Catalán, en este punto, el de las relaciones entre "historia" y "acontecimiento", o en su lenguaje cartográfico, entre líneas duras y líneas flexibles, renueva productivamente la recepción crítica de José Donoso, instalando otro lenguaje y haciendo posible otras construcciones de sentido. Pero no sólo en este punto se produce el enriquecimiento. Tales puntos son numerosos. Pero no puedo dejar de referirme, para ir concluyendo, a una determinada figura de esta cartografía de Donoso, una particularmente seductora, tal vez por su condición arquetípiea: la casa. Catalán habla de ella como de una "estratificación" cuya presencia y forma es responsabilidad del movimiento de las líneas duras (p. 180). En el mapa del relato de Donoso, la casa es una figura de la "historia", es decir, un espacio articulado desde adentro al "orden" social chileno, como una metáfora suya. En efecto, la casa reproduce este orden en cuanto dominado por una clase social, la que lo establece y administra. En otras palabras, es la casa de los dominadores. Su propia arquitectura y su propio emplazamieno hacen visible al mismo tiempo su preeminencia y el entorno sobre el cual se eleva: un adentro en que se reconoce, un afuera frente al cual mantiene distancia. Catalán la describe así: "... una casa grande rodeada de jardín. La reja que la separa de la calle es la primera línea ostensible de una escritura que significa, expresa el interior y el exterior. Esta casa es la casa de cierto Chile. El exterior está formado por otras líneas que delimitan las calles, los barrios, el centro de la ciudad y más lejos aún los barrios populares y las poblaciones" (p. 178).

Adentro-afuera, o interior-exterior, o también arriba-abajo sí se quiere traducir mejor lo que se quiere decir cuando se dice que la casa es una metáfora del orden social chileno, es decir, relaciones de dominación de que se constituye ese orden. En todo caso, el adentro y el afuera, o el interior y el exterior, o el arriba y el abajo, no son términos que puedan pensarse separadamente: el uno es condición necesaria del otro. Como en las relaciones de poder: no hay siervo sin su señor, ni señor sin su siervo, afirmaba Hegel. En José Donoso estas relaciones de poder se dan bajo una forma que delata la continuidad del orden social chileno y su remoto origen colonial: bajo la forma de relaciones entre "patrón" y "sirviente".

La casa es una metáfora del orden, pero el orden, aun cuando quienes lo gobiernan pretendan, para asegurar mejor su continuidad, darle la dimensión de lo "natural", "esencializarlo" y dotarlo mañosamente de trascendencia, no es en definitiva sino un orden "histórico", un orden impuesto a lo largo del tiempo por una misma clase social dominante, más allá de las transformaciones o fases por las que ésta ha pasado: de hacendado a empresario, de empresario nacionalista a empresario globalizado. No sorprende pues, como lo observa Catalán, que la casa guarde las huellas del tiempo, que lo evoque en su curso, o que anuncie ocasos, tránsitos o aperturas implícitas a otros horizontes de sentido, que son también de libertad en la medida en que la apertura pasa por la disolución de aquel orden social autoritario, represivo, vertical, que opera con el falso argumento ideológico de su permanencia, esencialidad y trascendencia. Catalán describe la casa de Donoso mediante una bella imagen: "Esta (la casa) es siempre la concha del tiempo donde los tiempos históricos han venido a anidar, a recogerse, y resuenan como el mar" (180).

Esta imagen me permite volver al principio y comenzar a cerrar esta presentación. Empecé hablando del libro de Catalán sobre Donoso como un caso afortunado de ensayo. Cuando se trata de un auténtico ensayo, es decir, de un discurso de límites abiertos, comprometido con un pensamiento como exploración acuciosa, rigurosa, es inevitable que su lenguaje, en su desarrollo, despliegue su dimensión estética como dimensión de la verdad. No estoy hablando de estética como retórica cosmética, sino de un pensamiento que incorpora la estética a su propio espacio, haciendo del pensar el trabajo de una lógica estética, o haciendo de la estética un modo del pensar. Desde Montaigne ha sido así. En nuestros tiempos contemporáneos, desde las vanguardias a la modernidad tardía, o posmoderna, es así en los mejores cultores del ensayo: Benjamín, Foucault, Barthes, Levinas, Deleuze, Blanchot. Yo no podría dejar de ver, ni de comunicarla a ustedes, la inscripción del ensayo de Pablo Catalán en esta tradición. Una inscripción que desde luego me complace y que hace que mi participación aquí no sea un acto de mero compromiso, sino un acto de verdadera adhesión.

 

Leonidas Morales Toro es académico del Departamento de Literatura de la Universidad de Chile y autor de varios libros de ensayos literarios. Su última entrega, recién aparecida, es Novela Chilena Contemporánea. José Donoso y Diamela Eltit (Cuarto Propio). Este texto fue leído en la presentación pública del libro de Pablo Catalán el día 16 de diciembre de 2004 en la Biblioteca Nacional.

 


 

 

 

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