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"Lagartija sin cola", José Donoso. Edición de Julio Ortega, Alfaguara, Santiago, 2007, 232 páginas
El suicidio como forma de vida

Por Camilo Marks
Revista de Libros de El Mercurio. Domingo 28 de Octubre de 2007


En "Lagartija sin cola", un manuscrito encontrado hace un par de años, José Donoso demuestra que sigue tan vivo como hace 34 años, cuando comenzó este notable texto.

Hay escritores (y músicos, diseñadores, artistas) cuyas creaciones póstumas deben continuar encerradas bajo siete llaves, pues su descubrimiento aporta poco a la apreciación del conjunto de su corpus. Pero hay otros que, años después de su muerte, logran deslumbrar, causar admiración e incluso descolocar al lector, quien creía, con o sin motivos, que el canon del novelista se encontraba en un estado similar al de la rigidez estatuaria. Para gloria de nuestras letras, José Donoso pertenece a esta última categoría. El Mocho, publicada después de su fallecimiento, nos devolvió al narrador siniestro, esperpéntico, sombrío que concibió Coronación, El lugar sin límites o El obsceno pájaro de la noche. Y ahora, en Lagartija sin cola, un manuscrito encontrado hace un par de años, el prosista chileno nos demuestra, una vez más, que él sigue más vivo que hace 34 años, cuando comenzó este notable texto que, si no fuera inconcluso, sería, sin duda alguna, una obra maestra.

Lagartija... es muy diferente a lo que Donoso generó a lo largo de una existencia dedicada íntegramente a la literatura. Por una parte, podría ser uno de sus títulos más políticos, más vehementes y más desesperados al constituir una denuncia abierta, clara, desembozada a la mercantilización de la cultura, a la prostitución de un país entero -España- con el justificativo de la "modernidad" o la "modernización" y a los efectos devastadores del turismo en una de las civilizaciones más antiguas del mundo. Sin embargo, el relato posee tanta furia, tanta melancolía y tanto humor que, a la postre y de modo paradójico, resulta, hasta cierto punto, una de las ficciones más optimistas de este radical del escepticismo y la desesperanza.

La pregunta obvia que uno se hace, desde el inicio mismo de Lagartija..., es casi pueril: ¿por qué Donoso decidió abandonar un proyecto imaginativo de tanta envergadura como Casa de campo? La respuesta, desde luego, nunca la sabremos. Con todo, sin arriesgarse demasiado, podrían aventurarse un par de hipótesis: Donoso siempre fue ferozmente riguroso, poco dado a las manifestaciones explícitas, y, como trabajador infatigable de las letras, muy inseguro, muy vulnerable frente al juicio crítico. Tal vez le pareció que Lagartija... presentaba un tono muy declamatorio, tal vez creyó que esta desgarradora e irónica historia sobre el fracaso estético lo exponía demasiado o bien pudo haber pensado que esta formidable pieza en bruto exhibía muchos rasgos autobiográficos y, ya lo sabemos, las revelaciones íntimas o, de frentón, el exhibicionismo impúdico no eran su fuerte. A lo largo de su extensa carrera las pocas crónicas de ese tipo que nos legó están bastante alejadas de sus cimas novelísticas.

El héroe de Lagartija... es el pintor informalista catalán Armando Muñoz-Roa, quien, de un día para otro, tras haber obtenido un éxito clamoroso, expone a los cuatro vientos la escandalosa superchería del movimiento, afirma que él mismo es incapaz de efectuar un retrato o dibujar una manzana y resuelve recluirse en el remoto pueblo de Dors, solicitando el dinero para comprarle una casa ahí a su ex mujer Diana. En la empresa lo acompaña Luisa, su prima, amante y amiga; ella libra una batalla contra el cáncer y está asediada por el terror de que Lidia, su hija, cometa un segundo intento de suicidio. En verdad, Muñoz-Roa es el único personaje que ha elegido la autoinmolación como forma de vivir: hostigado, acorralado y fustigado por todos cuantos fueron sus amigos, opta por enclaustrarse en ese rincón remoto de Cataluña, donde nadie lo molestará ni deberá rendir cuentas ante ningún tribunal. Es imposible dejar de asociar la localidad de Dors con la aldea de Calaceite, donde Donoso vivió aislado por mucho tiempo y pudo, con toda la calma y la paz que allí consiguió, elaborar sus mejores libros.

Los paralelos entre Muñoz-Roa y nuestro autor pueden estirarse, aunque la cuerda se rompe luego. Por cierto, Donoso estuvo muy lejos de escoger la defunción civil y, como es sabido, eligió volver a Chile en plena dictadura, cuando pudo haberse quedado en la España democrática; además, escribió hasta poco antes de morir y fue uno de los artífices de la renovación literaria que viviría nuestro país tras su retorno.

Es injusto juzgar Lagartija... según moldes convencionales y es por completo inadecuado exigir la perfección a un volumen sin corregirse, con anglicismos surtidos -obliterar, exhilarante, platitudes-, inacabado en forma voluntaria. Así y todo, se trata de un fascinante paseo por las obsesiones y desvelos más profundos de José Donoso: la arquitectura, la armonía orquestal y la fragilidad de la cultura del presente. Y a pesar de ser un friso incompleto, es un regalo, un tanto tardío, de este gran prosista nacional.


 

 

 

 

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El suicidio como forma de vida.
"Lagartija sin cola", José Donoso. Edición de Julio Ortega, Alfaguara, Santiago,
2007, 232 páginas.
Por Camilo Marks.
Revista de Libros de El Mercurio. Domingo 28 de Octubre de 2007.