EL ESPEJO DEL CIELO
–Comentario a la poesía de Javier del Cerro-
Por Santiago Ocampos
Buenos Aires Argentina
www.elserafodelplata.blogspot.com
Javier del Cerro es un poeta comprometido socialmente. Amante de los breves instantes, en los que detiene su vida, para escribir sobre los cielos colmados por los reflejos de miles de nombres sin enterrar. Con la boca a punto de estallar se desparraman por su memoria, como un atlas geográfico, los hechos de la historia de Chile que condicionan su mirada y también su esperanza en detrimento de una justicia lenta.
La metáfora dignifica la tarea del poeta al describir las sombras y los espacios que golpean su recuerdo inundándolo de palabras colosales, de mares infinitos, de abisales donde no llega la luz. La sinestesia, la fusión de sentidos, convierten a este relato épico en la ensoñación de un profeta que busca la memoria de los que perdieron la voz.
Siguiendo la vasta tradición poética chilena, la poesía es una pulsación, un signo vital, un refugio posible, una celebración que se canta aunque nadie pueda escucharla. La función del poeta es alumbrar, en ese camino emprendido hacia el vientre natal de Chile, los rostros que necesitan ser llamados por su nombre.
El lenguaje posee una riqueza semántica muy profunda. Tanto la sonoridad como la calidez de las recreaciones ficcionales, permiten que la narración sea una suerte de batalla entre el deseo anhelado y la realidad objetiva. En la que el héroe, por el uso de la palabra, es el fundador de un nuevo tiempo, aunque el resultado sea descubrir que la propia vida es todavía una reflexión caótica que gira sobre qué hacer con las utopías.
Para el autor, la poesía representa una herramienta eficaz y capaz de cavar en las honduras de la tierra y del mar para hacer regresar a los muertos queridos. Es un tesoro invaluable que permite volver al presente las manos, las caricias y la dulzura de los que cantaron alguna vez el amor, que de esta forma vuelve a la superficie de la memoria personal en forma de nube, de pez, de cielo. La misión del que escribe es devolver la palabra a los que no tuvieron tiempo de conjugarla con la belleza que este cuerpo de poesías presenta bajo una particular visión.
La obra de Javier del Cerro es una propuesta audaz que implica emprender un viaje, un recorrido místico por los caminos del país trasandino y al mismo tiempo es cargar con una pesada herencia, la de la injusticia, la de la pobreza que duele y la del ayer, tuerto, ciego que no tiene nombre. Al decir de Juan Gelman “algún día condecorarán al poeta por usar palabras como fuego, como sol, como esperanza, entre tanta miseria humana, tanto dolor, sin ir más lejos”.