NOTAS SOBRE ABISAL DE JAVIER DEL CERRO
Jose Eugenio Sanchez
Ciudad de Mexico, Mexico
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La poesía de Javier del Cerro es explosiva: al filo de lo vital: reúne entre sus entramados una voz lírica que coincide con un lenguaje visual al que se remiten referencias históricas literarias goegráficas biológicas y expone en un canto ágil de inmedita correspondencia lectora y con un sentido axial en el concepto de la unidad del libro: un conjunto órganico decadente bárbaro sutil: sus poemas giran alrededor de un eje central: en el que se unen de manera natural realidad delirio sexo utopía excesos que rebasan los cánones de la observación y complementa el sentido órganico de la construcción poética: abisal es el universo visto desde este cielo.
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SOBRE ABISAL DE JAVIER DEL CERRO
Alexis Figueroa
Concepción, Chile
Soy un abisal… ¿Qué es un abisal?. ¿Un sobreviviente de otra era? ¿Un resto de voz arrojado a una playa sin tiempo? Un antiguo habitante de una historia olvidada, que entre los abismos arroja su propia luz? Habitante de acuosos abismos. He aquí la voz del poeta mediada por su personaje, que asume su vida viajando en las páginas que figuran el mar. El mar, de tanta presencia, imagen, sustrato, en la poesía. El mar, de Ajab, de Jasón, de Jonás, de Válery. El mar, tumba de mujeres y hombres, camino común que enlaza las costas de la Humanidad. El mar. Tumba de los Desaparecidos. El mar, en el libro de nuestro poeta, la casa primera y final. Del mar sale abisal, al mar vuelve. La vida nace del aguar, crea cultura y al agua vuelve. Y allí, en el negro espeso del fondo, ilumina su luz. Queda luz.
Aunque la llama se apague, la voluntad épica de este hablante amable y fraterno, proseguirá. No es la muerte lo siniestro, lo siniestro es la usura. Esto lo sabe Abisal. Con usura no hay paraíso pintado para el hombre en los muros de su iglesia, nos advierte Pound. Poesía aventada con delicadeza, poesía de contención descriptiva, su primera persona se mueve al oído con templada firmeza. Abisal: escucha el sonido del mar que pasa por su ojo como un espectáculo. Anhelante de sol, se prepara para descender. Y en el abismo, abisal canta a los ojos muertos, el mismo misterio que atrajo al pintor Modigliani. ¿Juega el poema con la tensión entre lo alto y la bajo?. ¿Lo luminoso y lo oscuro? ¿la Sima de agua y la Cima de aire y el sol en el cielo? Extremos simbólicos conducen el decir del poeta. Espejos ponen distancia de su biografía. Si canta, es para embriagarse, si canta es para encender la cabeza, tal como Zaratustra al bajar la montaña.
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ABISAL DE JAVIER DEL CERRO
Adrian Campillay
San Juan, Argentina
Por momentos siente uno en Abisal que el mar es el vientre, el útero universal desde cuya oscuridad insondable la vida y la poesía se manifiestan. "Soy un Abisal, / mi cuerpo una perfecta nube gris", abre el juego e ingresa en un mundo mitológico propio, pero por ello universal. Es necesario nombrar a las cosas una vez más, las cosas nunca son lo que parecen, hasta que las nombramos con nuestra propia voz. Hasta que ponemos nuestra vida en ellas resignificando su valor, su textura, su color, su desesperado intento por pertenecernos.
Es el mar, y su profundidad, el escenario en el que el poeta construye su mito y por ende su razón, su ojo de pez y su cuerpo de hombre: "En medio de mi hogar nada me pertenece / y tengo el alma de un bastardo. / Mi ojo derecho muere desde 1800, cuando era calvo"; la sospecha de otras vidas no es sino el reconocerse como parte de todos los hombres, de todas las vidas que pasaron y anidaron en nuestros recuerdos, en nuestra historia, en nuestra conciencia total del universo, indefectiblemente atada a los lenguajes con los que intentamos no sólo explicar sino infectar el mundo: "No seré una mercancía. / Si nada tengo haré de mi vida un poema digno de cantar". Esta afirmación casi religiosa, profundamente romántica, nos advierte sobre una postura al respecto de la función de la poesía y del poeta, vivir como tal, convertirse en el poema, hacer desaparecer el límite entre vida y literatura, lograr que el poema sea una entidad vital e independiente, un mundo creíble.
Sin duda, el lenguaje descarnado y preciso de Abisal lo ponen en la línea de la mejor tradición poética latinoamericana. Belleza y fealdad tiene aquí el mismo valor y no hacen sino construir una realidad única a la que el poeta accede por medio tanto del artificio como de la adivinación. Una lograda síntesis da a los textos la fuerza de un golpe seco que dentro de su musicalidad busca significación en el silencio, en el despojo de lo superfluo y su correspondiente búsqueda de lo esencial. Un mundo simbólico que no desdeña la realidad surge ante nosotros desde la profundidad y el aparente vacío que supone al abismo. Pero es el mismo mundo que tocamos, la indiscutible realidad material atravesando el ojo del pez, el ojo del mito. “Escucho / el sonido del mar / que pasa por mi ojo / como un espectáculo”, por medio de la transfiguración que permite la poesía el sonido del mar y el silencio del abisal son parte de la estructura rítmica y la naturaleza musical del poema. Cada texto es un ser en la oscuridad, pero juntos cuentan una historia que ha de pasar a través del ojo del lector, ese otro pez, que lejos de cerrar el círculo abrirá las puertas a sus propios significados, a sus propias vidas pasadas y futuras.
“Pienso / en un frío país / de montes, fiordos / y pequeños arrecifes. / Pienso / en los desaparecidos / y mi voz de pez canta / al amor por los hombres”. De esta manera la literatura contenida en Abisal se convierte en historia colectiva, en visión universal y búsqueda inconclusa. Los nombres de los mares, son también los nombres de los pueblos, las personas y las cosas, “No es el mar lo siniestro, / lo siniestro es la pobreza”. Es la misma tormenta quien azota todos los mares, las mismas corrientes y el mismo cielo reflejado en el agua pero auscultado desde la mayor profundidad. Desde ese silencio espeso encuentran su propia luz las palabras para que el poeta predique su canto.