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Escrito en la ciudad del invierno
Signos en tránsito y Ciudad de invierno de Javier del Cerro
Por Sergio Rodríguez Saavedra
El Siglo, 16 de enero de 1998
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Para los habitantes de la ciudad de Santiago, Ediciones Casa de los Espejos es un nombre ajeno a todo sentido, pero en esta casa surgida entre piedras cargadas de invierno y de palabras, se publicó Signos en tránsito, primer libro del joven poeta Javier del Cerro.
Una poesía ataviada del mar envuelto en niebla que inunda Coquimbo y el alma del hablante a veces confuso y subjetivo del autor arraigado firmemente en el relieve porteño.
El tono está dado a través del fragmentarismo, cuya mirada transita en un tiempo que bordea la muerte. Signos en distintos calibres, certeros algunos, "el verso entra en hálito/ caen lágrimas", otros de visión poco acertiva como en "Atareado en fondos humanos": "Pupiliso el ajeno iris/ Premirísimo primer plano/ impersonal al símil", cuyo andamiaje se derrumba por lo hecho, es decir, porque el soporte se descubre con demasiada facilidad y su presencia no tiene suficiente contenido ni agresión, verbal al menos, para justificar en solitario su presencia.
Con todos estos reparos, la organización es sorprendentemente equilibrada y sabe establecer parámetros propios, lo cual es sumamente auspicioso en el terreno de la creación.
Un prefacio, cuatro "libros" y el epílogo conforman dicha obra. Cada cual con unidad y tensiones internas, conformando finalmente un solo cuerpo, correspondiente a la estructura total y final del poemario. En el segundo -el más sólido a mi juicio- aparece el mito de la Alicia de Lewis Carrol, enfrentada como ocurre también con Alexis Figueroa, otra vez a la decadencia de finales de milenio, donde el tiempo y la feroz aparición de la arruga hacen su triste actuación en descampado: "Yace el cuerpo atrapado/ de Alicia" (Epitafio).
Ojo, que la huesa deambula por todas las calles y no puede sorprender que finalmente la escritura nos diga que también muere este poeta que hoy tiene 26 años.
Pero del Cerro es dinámico, y tras el libro primerizo aparece un trabajo sustentado en la sensibilidad fina y el oficio, esto es Ciudad de invierno (portada de Guillermo Núñez), cuya primera parte fue editada prematuramente el pasado verano en el marco de la XII Feria del Libro de La Serena.
El tono se mantiene ("lo que miro en este espejo se multiplica"), pero el verso se hunde en la intimidad, donde consigue su mejor timbre ("Morir en un sueño de invierno/ con el gorjeo de la lluvia") o en los inéditos del mismo proyecto seleccionado para los Talleres José Donoso 1997: "Un niño mira en mis ojos/ el desastre".
Escritos para sacar el alma, para dedicarlo a los compañeros de viaje y los poetas muertos, haciéndonos suponer que conforman un modo de vida. Calados iniciales en la larguísima poesía chilena joven.