Nacimos en el mismo barrio. Meamos en las mismas esquinas. Descubrirnos juntos el sexo una tarde de risas con otros compañeros. Compartimos el pupitre y el tintero; la cerveza, el aire, la miseria y la primera prostituta. Lo compartimos todo con esa camaradería de machos suburbiales, ternura disfrazada con rudas y grandes carcajadas. Un día, dejé de verte.
Nos hemos vuelto a encontrar en esta habitación sin ventanas, llena de aullidos. Tú eres el torturador y yo, la víctima.