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Las sombras de un obsceno pájaro cincuenta años después

Por Roberto Careaga C.
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio. 24 de mayo de 2020



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Después de una década de arduo trabajo que lo llevó incluso a experimentar la locura, en 1970 José Donoso publicó El obsceno pájaro de la noche, su novela más reconocida. Fue un éxito, pero también tuvo decepciones. A 50 años de su lanzamiento, escritores chilenos valoran su vigencia para asomarse a las zonas más oscuras de la sociedad chilena.


"Idea para un cuento: basándome en ese aristocrático niño deforme que vi una vez en un auto de lujo con patente de Colchagua", anotó José Donoso en su diario el 25 de marzo de 1959. Luego describió una trama general: una madre encierra a su hijo deforme en una casa de campo lujosa y construye para él un mundo en el que todos los otros habitantes también son deformes. Donoso tenía 35 años y empezaba a tantear el terreno para escribir algo que lo cambiaría de por vida. Iba a ser dificilísimo: no sería un relato, sino una novela que crecería sin forma por una década, mientras viajaba y vivía en Chile, México, Argentina, Estados Unidos y España. Lo llevaría a hundirse en las zonas más oscuras de la sociedad chilena y también en su propia vida, hasta asomarse a la locura. También El obsceno pájaro de la noche sería la cumbre en la obra de Donoso.

Publicada en1970, es decir, hace medio siglo, El obsceno pájaro de la noche apareció bajo la editorial Seix Barral para confirmar por fin que Donoso pertenecía al buque del boom latinoamericano. Después de escapar del provincianismo de Chile, no solo había llegado a ser vecino y amigo en Barcelona de Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez y toda la pandilla, sino que había escrito un libro tan grande como los suyos. Hasta Luis Buñuel salió del ostracismo para intentar llevarlo al cine, pero la censura franquista se lo impidió. La novela se lanzó en diciembre de 1970 y fue todo un evento: se presentó en un edificio decorado por Picasso ante 250 personas. Al otro día, de los techos de las librerías de la ciudad colgaban jaulas con copias de la novela dentro.

"Por primera vez toco el papel en que viene envuelto el triunfo. No sé qué habrá de verdadero, de valioso, adentro. Quizás no sea más que un mojón. Pero el papel, esta temporada es muy bonito", anota el escritor en sus diarios en esos días, según documentó su hija, Pilar Donoso, en Correr el tupido velo. La amargura tenía sentido: el plan de Seix Barral era que El obsceno... ganara el Premio Biblioteca Breve, el galardón emblema del boom, pero poco antes del fallo, el editor Carlos Barral dejó el sello y se suspendió el premio. "Hasta en Chile tendrían que reconocerme. ¡No saben la ilusión que me hace sacarme el dichoso premio!", le había escrito Donoso a sus padres. En cualquier caso, su agente, Carmen Balcells, le había conseguido un buen adelanto con la novela. Tan bueno que le alcanzó para comprarse una imponente casa en Calaceite, donde viviría durante años con su mujer y su hija.

Balcells había negociado a ciegas el adelanto, confiada en los comentarios de los amigos que ya habían leído la novela, pero cuando ella la leyó se alivió: "Carmen, menos mal que ya lo has vendido, porque si lo tuviera que hacer ahora no sacaría ni un duro", se dijo asomándose a ese universo oscuro, de enormes casas en ruinas, llenas de cachureos y ecos monstruosos. Es verdad que la novela no iba a cumplir los objetivos comerciales con los que siempre soñó Donoso, pero artísticamente fue lejísimo y los reconocimientos no le faltaron: "El obsceno... exhibe en sus páginas una de las mejores paradojas que definieron la obra de su autor: un cuento de monstruos como representación de la mejor tradición de nuestra ficción más realista", escribió Álvaro Bisama para un prólogo en 2016, enunciando el giro que dio Donoso en las letras locales. Antes, en 1994, Harold Bloom ya había incluido a la novela en su canon de la literatura occidental.

Rodeada de leyendas alimentadas por Donoso, El obsceno... tiene un aura de clásico difícil de leer, y a 50 años de su publicación no hay celebraciones preparadas. Ni siquiera virtuales. Acaso sea porque en el último tiempo la biografía de su autor fue nublando su obra: desde el libro de su hija Pilar, Correr el tupido velo (2009), hasta Diarios tempranos. Donoso in progress, 1950- 1965 (2016), editado por Cecilia García-Huidobro, hemos conocido la vida íntima del escritor como si fuera parte de su literatura, quizás aún más intensa y transparente. Pero a la historia de Humberto Peñaloza, Jerónimo de Azcoitía, la Peta y Boy no le faltan lectores: "El obsceno... sigue siendo una obra viva y electrizante", dice Simón Soto, autor de Matadero Franklin. "Pese a la densidad, al desdoblamiento de los narradores, a los mundos retratados, frente a toda esa arquitectura narrativa tan compleja, Donoso consigue mantener el tono del relato en todo momento, aun en los más enrevesados. Se puede volver y siempre la lectura va a torcerse, va a encontrar nuevos significados y evocaciones", añade.

"La novela El obsceno... fue publicada cincuenta o mil años atrás. O seguramente hoy mismo, si pensamos en el tiempo como un tipo de ficción", dice Diamela Eltit. "El libro muestra y demuestra el exacto engranaje que posibilita la circulación de poderes entre la burguesía y sus subalternos. La casa entendida y extendida como metáfora de la totalidad del aparato social, se despliega develando capas y capas de sentido que apuntan a configurar una intensa cartografía de los cuerpos trabajadores. Y el posterior desalojo cuando su productividad cesa", añade.


"¿Seré capaz?"

"¡Váyanse, aquí nos quieren matar a todos!", grita un hombre corriendo por los pasillos de una clínica de Colorado, Estados Unidos. Es profesor universitario. Un escritor. Atraviesa por un episodio de delirio. No está loco, pero lo parece: unos días antes ha llegado de urgencia por un derrame en la úlcera, y para operarlo le inyectan morfina. La operación fue exitosa, pero la droga tuvo un efecto inesperado: "Estuve 15 días completa y totalmente loco", contó Donoso en 1977, en el programa de televisión español "A Fondo", narrando la radical recta final de la escritura de El obsceno... "Después de esa experiencia, escribí el libro en ocho meses de principio a fin. Haber conocido la locura me ordenó los materiales y me dio la forma del libro", dijo.

En esa entrevista, que está disponible en YouTube, Donoso cuenta la verdadera lucha cuerpo a cuerpo que mantuvo con la literatura: durante la escritura de El obsceno... tuvo sistemáticos dolores de úlcera, que a veces lo dejaban por meses en cama. Los problemas físicos tuvieron un largo correlato literario: "La escribí durante años y años, acumulando materiales, sin saber por dónde salir. Estaba escribiendo cosas de niño, ciertas cosas oníricas, sueños, exageraciones de cosas que había vivido o que había pensado. Seguía amontonando una gran cantidad de manuscritos. Es una novela polifónica, quiere ser una novela coral", contó en la entrevista.

Como cuenta García-Huidobro en su edición de los diarios del escritor, El obsceno... fue una presencia constante durante toda la década de los 60. El tema está presente en 17 de los 40 cuadernos que dejó en la Universidad de Iowa. Antes de llegar al título definitivo, la llamó "El último Azcoitía", "Palabras de gárgola", "Tres metros de cuerda". En 1962, cuando ya sabe que no se trata de un cuento, empieza a temerle: "Estoy aterrado y confundido. Algo me hace no querer seguirlo, a pesar de que las posibilidades de calidad que tiene. ¿Adónde me va a llevar? ¿Seré capaz? Qué desconfianza más espantosa, qué incertidumbre", anota. "¡Qué ganas de que se termine El obsceno pájaro! ¡Qué ganas de escribir algo fácil, llano, encantador, quizás, una novela en que solo una parte mía esté metida, no algo que me ahogue entero!", escribirá en 1963.

El problema de la novela era que Donoso estaba demasiado involucrado en ella. En la historia secreta de la Rinconada, donde habita ese niño deforme junto a otros deformes, late el corazón oscuro de una oligarquía chilena en decadencia. Un corazón que él conocía. "Escribí esta novela un poco para saber quién soy. En las otras, yo empecé sabiendo quién era. En esta novela empecé sin tener la más puta idea de quién soy", diría Donoso en 1971. Con los años, iría más lejos: "Era un Chile de clases sociales definidas, y la gran aventura era pasar de la una a la otra. La clase alta era dictadora, mítica, señoreando arriba, rica o no rica, pero al fin y al cabo muy cerca del poder, una clase con la cual yo me hallaba socialmente emparentado y vinculado, pero sin pertenecer a ella cabalmente. Con El obsceno pájaro de la noche, creo yo, con la transformación de todas esas obsesiones y dolores en pura fantasía —enraizada esa fantasía en una realidad que era la mía y la de mi país—, me desprendí finalmente, creo yo, de ese terror, el más intenso y permanente terror en mi vida".


Pájaro eterno

Cuando, a mediados de los 70, Gonzalo Contreras leyó la novela cayó deslumbrado y no le costó saber que era un libro fundamental de la literatura chilena. Cuando conoció al autor unos años después, asistiendo a su taller literario, se dio cuenta de algo más: "Con el tiempo, lo que me ha ido quedando con una mayor fuerza es lo genuino de los demonios de Donoso y lo genuino que fue él en su tratamiento. Esos demonios eran de él, propios e intransferibles. Era su universo mental", cuenta Contreras. Mientras que Marco Antonio de la Parra cree que para pensar en la narrativa chilena es necesario partir con El obsceno... "Para mí sigue siendo un retrato social cruel, con imágenes del grotesco más duro, entre Goya y El Bosco, cruzado con la mitología chilota, escrito con una prosa áspera de una imaginería desbordante, que escucha el habla chilena y desnuda el relato de un poder sádico, fabulando como pocos escritores nuestros, con un vigor que escasea en la historia de la literatura", dice.

"Aunque en la obra de Donoso siempre aparece ese vínculo entre la aristocracia y la clase baja, aquí ese nexo aparece intensificado, desplegado en toda su dimensión espeluznante. Rincones, clausura de espacios, decadencia de los cuerpos, bocas desdentadas, deformidad, suciedad y podredumbre. Esa embriaguez narrativa de la perversidad, me parece que le ha permitido a la novela mantenerse viva", dice Simón Soto. Mientras que Eltit nunca deja a El obsceno... "Sigo leyendo la novela o, quizás, parapetada en la ficción, pienso que se está escribiendo ahora mismo. Sin pausa alguna. Los repetidos idénticos cuerpos, sometidos a su noche alucinante", asegura.

Para Donoso la novela también continuó. Para bien y para mal. En un adelanto del segundo tomo de los diarios del escritor, Cecilia García-Huidobro menciona una entrada del 23 de noviembre de 1988: el escritor habla de sus problemas al hígado; los planes para una operación; el temor a la muerte; llega a decir que no puede escribir de lo emocionalmente agotado que está. Pero aparece una luz. "Hice una clase estupenda sobre El obsceno..., y creo que una de las razones para sentirme entusiasta y con alegría de vivir, es que releyendo esa novela realmente me maravilló, la admiré, y la encontré verdaderamente estupenda y una obra maestra. Me enorgullezco de haberla escrito", anota. Pero también había agraz: el crítico peruano Julio Ortega recuerda lo que una vez le sucedió al escritor en Nueva York, en los 90: "En una cena con Susan Sontag, quien practicaba la sinceridad como virtud, ella le dijo: 'Pepe, tú escribiste una gran novela, El obsceno..., pero no has vuelto a escribir nada parecido'. Me lo contó él mismo, y añadió: 'Solté una lágrima'. Aunque aún saboreaba el elogio a su pájaro", relata Ortega.



 

 

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