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Preparan la publicación de los diarios inéditos de José Donoso

Por Roberto Careaga C.
La Tercera, 14 de marzo de 2012

 


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"Too good to be true", escribía José Donoso el 8 de enero de 1955, en Buenos Aires, encandilado con la capital argentina: "Demasiado bueno para ser verdad". El escritor chileno se asombraba de los parques, la arquitectura, las calles, sus sofisticados y hermosos habitantes. Pero pasaría un par de días solitarios y miserables. Lo peor sucedió una noche en la plaza de la estación de trenes: después de beber una cerveza solo en un bar, Donoso se fue a merodear a la calle y se encontró con una "gran cantidad de cófrades". Escogió mal a su conquista: "Era un sinvergüenza y estuve a un segundo de que me robara cuanto llevaba. ¡Dios mío! Me pateó en el estómago delante de bastante gente", anotó el escritor.

En los días siguientes, Donoso se encontraría con algunos amigos, como Delia del Carril, la esposa de Neruda, pero no pasaría el trago amargo: "Odié Buenos Aires. La pena de una ciudad hermosa, con sitios y gente bella, que se coloca totalmente fuera del alcance humano: la sensibilidad de uno queda sola, flotante y siente uno toda una ineficiencia frente a ella", escribió.

Registrada por Donoso en su diario, la amarga experiencia en la capital argentina fue dada a conocer por el diario Clarín, de Buenos Aires, y se trata de un adelanto del libro en que trabaja desde el año pasado la investigadora Cecilia García Huidobro: la edición de los 32 cuadernos privados que Donoso escribió entre abril de 1952 y diciembre de 1967, cuando ya tomaba forma la idea de El obsceno pájaro de la noche.


Diario de un escritor

El trabajo de García Huidobro se traducirá en un volumen dedicado exclusivamente a los diarios de Donoso y será publicado por la editorial de la Universidad Diego Portales. Sin fecha de lanzamiento aún, el libro entregará una mirada a la trastienda del trabajo del escritor: el íntimo proceso creativo en que se desarrolló como narrador, desde algunos de sus primeros cuentos, hasta la elaboración de dos de sus novelas clave, Coronación y El jardín de al lado.

Los diarios que edita García Huidobro complementarán el intenso retrato hecho por la hija de Donoso, Pilar, en el volumen sobre su padre, Correr el tupido velo. Ahí, ocupando los diarios que van desde fines de los 60 hasta poco antes de su muerte, en 1996, Pilar mostró el rostro oculto del miembro chileno del Boom: el autor de Coronación fue un hombre inseguro, que tuvo sistemáticos problemas con su familia y reprimió toda su vida una homosexualidad.

Revelaciones tan definitivas como esa no estarán en el libro que prepara García Huidobro. "Su vida personal no es el motor de estos textos. Se trata de un diario literario, que no es exactamente lo mismo que un diario de vida. Está el registro de su proceso creativo, el surgimiento de temas y de personajes. Donoso era muy autoexigente, regresa una y otra vez a corregir las novelas", cuenta la decana de la Facultad de Comunicaciones y Letras de la UDP.

Al cuidado de la Universidad de Iowa, estos cuadernos registran los años de Donoso en la Universidad de Princeton, sus esquivas relaciones con la Generación del 50 -la suya-, los inicios de su matrimonio con María Pilar Serrano, y su instalación en España en 1967, donde se sumaría a la avanzada de autores latinoamericanos. Sobre todo, en los diarios están plasmados los libros que escribió en esos años, incluyendo la chispa que desató El obsceno pájaro de la noche. De fondo, Donoso anota su dubitativo devenir íntimo, acorralado entre su homosexualidad y una vida tradicional junto a su mujer.

 

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Blues de un paseo sin muchachos
Diario de un viaje a Buenos Aires, 8 de enero de 1955. Anticipo de los “papeles privados” que publicará la Universidad Portales.

http://www.revistaenie.clarin.com/
12 de marzo de 2012

 

Buenos Aires: Desde luego tengo que decir que el viaje en avión fue sin novedad de ninguna especie, casi como un tren. El paisaje de montaña no me conmovió. ¿Es quizás que con los años me voy poniendo insensible al paisaje? Es posible, pero no lo creo. Creo más bien que la naturaleza del paisaje de montaña no me conmueve. Hay cierta belleza, cierta ordenación al elevarse de Santiago: los cuadriláteros y cuadriláteros de los campos de tonos distintos, las filas de árboles junto a las colinas indican humanidad, cultivo, tiempo, sobre todo, vida. (...) Pero a Buenos Aires llegué intimidado, con algo de angustia. Todo lo que sea autoridad fronteriza me aterra después de Méjico. El aeropuerto formidable, impresionante después de Cerrillos, que es totalmente ridículo: no es ni siquiera pretencioso, es como un pariente pobre.

Tomé el autobús del aeropuerto, semi vacío (como el avión) y sucedió algo extraño, angustiado por los espantosos acentos argentinos, mezcla de assertiveness (afirmación) con una increíble tosquedad, y angustiado también por la gente rica y el aspecto elegante y rico del aeropuerto. Detrás del chauffeur se sentó una mujer gorda, joven, sucia, con una pequeña cara inexpresiva, que hablaba con todo el mundo. El chofer era un triestino de cierta edad, muy interesante, con un rostro fuerte y una cabeza y trazos toscos y duros. La mujer, una ensalada de cafés incomprensibles y sucios y a mal traer. El chofer, un perfecto uniforme gris. La mujer comenzó a meterle conversación, a voces, y yo, angustiado, me molesté. Pero luego llegó a interesarme lo que sucedía, era tan extraño: ella se le insinuaba a voces. El estaba molesto al principio, pero luego aceptó, parece. Pero era algo de una fealdad tan impresionante, tan fea ella, tan feos sus vestidos, tan pobre, tenía un hermano paralítico y una madre viuda, y lo invitó a él a su casa. ¡Me la imagino! El luego aceptó su coqueteo. Cuando ella lo supo aceptado, comenzó a insinuar que la llevara a una confitería, que tenía sed, que le gustaría divertirse. El se cerró bruscamente y le dijo que lo que harían sería esperar, ir a dejar a la gente a la LAN y luego ir en el autobús para estar solitos.

Me imagino ese coito, la crueldad del tipo que no sé por qué no va a tomar una aventura más que se le insinúa gratuitamente, pero que al mismo tiempo la ve tan fea, pobre e idiota que la botará enseguida.

Lo curioso es que el aeropuerto queda lejísimo del centro de B.A., y sobre todo que el camino es soberbio.

Too good to be true . Tan espléndido, tan lleno de parques, de estadios, de modernísimos pasos a nivel, de developments (emprendimientos) y housing projects (proyectos inmobiliarios) inmensos, desembocando en la soberbia Avda Alvear con sus árboles y palacios y edificios, que uno simplemente no cree nada: es como la gente que se enorgullece mucho de la magnífica planta baja de su casa y que arriba es una pocilga. Mentira. Detrás de cada edificio se olía la mentira.

El primer día en BA fue miserable. Vagué por las calles de la ciudad más hostil, másnouveau riche del mundo, con la gente más poco amistosa y más vulgar, con la gente, especialmente los hombres, hermosísimos y muy elegantes (de chaquetitas cortas, etc) y las mujeres muy vistosas pero negligentes. Gasté millones en taxi... Me encontré con Pancho Fabres en la calle y me dijo que en la última semana habían tomado prisioneros a 50.000 cófrades, y que no se podía ir a parte alguna. ¡Horror! Tomé un tranvía, recorrí en él largamente las calles, arboladas, agitadas, comerciales, llenas de fiesta (30 de diciembre), tomé varias cervezas y no pude hacer un solo amigo. Fui al teatro a ver una horripilante Malade imaginaire (El enfermo imaginario) , lo peor que he visto, con gran retrato de Moliere, con una “piba” o “mirusa” típicamente argentina haciendo de Angélica, pésimos actores y actrices. Teatro lleno, gente elegante, cófrades jóvenes y apetecibles pero imposibles. Me acosté a las 12. Angustiado y caliente, me dormí.

Al día siguiente me corté el pelo, compré cosas de toilette y almorcé con Teresa Bortagaray, a quien había invitado el día anterior.

Cocktails en el elegante bar del Crillon, fresco, lleno de gente hermosa, oscuro. Almorzamos un bife en el ABC. Simpática, elegante, snob, no tonta, pero estereotipada. Buena chica, culta y fina, pero con las pasiones ocultas, muertas. Sin interés, pero me avine con ella. Creo que me encontró loco simpático. Me invitó a una fiesta para esa noche pero no acepté, pretextando levantarme temprano para embarcarme al día siguiente. Al separarnos tomé un tranvía y fui hasta Avellaneda. Buenos Aires es INMENSO. Y además es bonito: hay calles tristes, con árboles tristes, con gente en las veredas. Pero esa gente no es humana. Tratan de convencerlo a uno, parece que tienen todo lo que desean. Y uno no cree. Y si cree es una lata.

Volví al centro y fui a la estación. Nada. Teresa me había citado, pero no tuve tiempo, me puse a caminar. Terminé la noche en un café cerca del Hotel Alvear tomando cerveza solo en una mesa. Nadie se interesó por mí y me sentí solo, feo, mal vestido y angustiado.

Pero, curiosamente, solo ahora me vengo a dar cuenta, no pensé una sola vez en casa. En realidad, estoy feliz de no estar allá. Caminé más, fui hasta la plaza de la estación. Gran cantidad de cófrades, pero por mala suerte me junté con uno que no era, sino que era sinvergüenza y estuve a un segundo de que me robara cuanto llevaba ¡Dios mío! Me pateó en el estómago delante de bastante gente. Yo me alejé, tenso a punto de romperme, angustiadísimo, y me fui al hotel.

ODIE Buenos Aires. La pena de una ciudad hermosa, con sitios y gente bella, que se coloca totalmente fuera del alcance humano: la sensibilidad de uno queda sola, flotante, y siente uno toda una ineficiencia frente a ella.

Al día siguiente estuve con Margarita Aguirre, guagua, marido, Hormiga de Neruda (su mujer, Delia Viale del Carril) y Teresa Bortagaray. Fueron muy buenos conmigo. Tomamos cervezas al aire libre en un restorán en la Costanera, frente al río inmundo.

 



 


 

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