José Donoso es fiel a sí mismo y precisamente por esa fidelidad da razón a una conocida sentencia de Roland Barthes que dice que todo escritor es autor de un solo y único libro a lo largo de su vida. No se trata tan sólo de que vuelvan una y otra vez temas, lugares, personajes, obsesiones e inquietudes. Hay algo más visceral: la recurrencia, cuando es capaz de legitimarse y de postularse como una forma de ahondamiento, delata lo que podría llamarse una metafísica y una manera de concebir la realidad real y también la literaria.
Después de los cuentos que componían Veraneo (1955), y concretamente a partir de Coronación (1958), pasando por Este domingo (1966), El Lugar sin límites (1967), El obsceno pájaro de la noche (1970), las Tres novelitas burguesas (1973) y Casa de campo (1978), y hasta llegar a esta Misteriosa desaparición de la marquesita de Loria, Donoso ha ido construyendo un universo muy personal que busca, con obstinación y en ocasiones con voluntad que persigue no la continuidad o la prolongación sino la más ambiciosa amplificación, instaurar sus propias fronteras y su propio horizonte.
Allí caben la paulatina pero irreprimible
descomposición de la sociedad, la inmersión patológica en ciertos caracteres que vendrían a atestiguar en favor de la locura como "el único medio de integrarse a la verdad", el ayuntamiento voluptuoso y sadomasoquista entre los burgueses y los pobres y entre los ricos y los sirvientes, el escándalo a un tiempo latente y sofocado que anida en las familias, la represión que desquicia los sentimientos y anula los deseos espontáneos y, last but not least, la soledad última en que deriva o se pierde el ser humano. El mismo hijo de burgueses, y por ende entomólogo de un cuerpo que le es conocido, el escritor se ha aplicado a una disección que, en virtud de su propia recurrencia, hurga en cada movimiento en nuevos círculos de ese mínimo infierno que se cifra en las relaciones interfamiliares e interclasistas y que aparece propuesto como una de las claves posibles para interpretar al mundo.
Tal empresa no puede asombrar a ningún lector de novelas. Menos aún puede hacerlo en el caso de América Latina, un continente en el que los escritores suelen ser de extracción pequeño-burguesa y estar dedicados a la descripción y la pintura de la clase media o de la burguesía como un medio de exorcisar sus demonios y de introducir la postura crítica. Nada de lo anterior pretende ser novedoso: al contrario: es trillado. Pero importaba mencionarlo para señalar que, a diferencia de algunos colegas suyos que se conforman con la mera epidermis o no logran ir más allá de la caricatura, en Donoso alienta el propósito de practicar un corte transversal más profundo.
LOS ANTECEDENTES
Esa intención, que comenzó a diseñarse en Coronación, que alcanzó su mayor intensidad en muchas páginas de El obsceno pájaro de la noche y que osciló entre la exacerbación y la anegación por sobreabundancia en Casa de campo, se ampara en un dato clave: la frecuentación de un mundo onírico y pesadillesco que es la vía elegida por el autor para catapultar más allá del lugar común, y de la inevitable retórica que conlleva, a sus temas, sus personajes y sus lugares. Donoso sabe —y Casa de campo quiso ser la plena ilustración de ello— que sus materiales sólo pueden importar al lector, y convertirse en literatura auténtica, si se trascendentalizan y, en el trámite, arañan o tocan resortes que conciernen a la vida de los hombres. Y esos resortes pasan, en su caso, por la región del inconsciente, por las telarañas promovidas por la represión, por esa zona incandescente y ahogada, poblada por deseos, ilusiones y terrores nunca hechos manifiestos.
Hay más: tal tarea ha ido acompañada por una indagación estilística y literaria que ha hecho que Donoso cumpla un itinerario identificable, de una escritura que en los principios se vestía con los recursos del realismo (un realismo que incluso lo acercaba a una vertiente casi goldosiana) a otra en la que ese realismo era sometido a una revisión crítica (y por aquí se emparentó con los esfuerzos similares practicados por muchos de los novelistas latinoamericanos de su promoción) y, por fin, a otra en la que la revisión crítica condujo a un cuestionamiento que a su vez desembocó en un ánimo paródico en el que los recursos que se entendían exangües y manoseados eran negados y destruidos para que resurgieran. redimidos, de sus propias cenizas (y Casa de campo es, otra vez, el ejemplo más revelador). Obsesiones, características, inquietudes y rasgos que definen, a grandes trazos, a un escritor cierto, que pelea con sus palabras y con sus estructuras, y que —y esto es lo que ahora importa destacar— quizás, como ocurre con todo escritor cierto de estos tiempos, tiende a convertirse en un profesional. La palabra no quiere ser desdeñosa sino descriptiva y el juicio se basa en algunas obras (las Tres novelitas burguesas, la Historia personal del "boom" y esta Misteriosa desaparición) que, sin pretender desmayar en su ejecución, se ofrecen como productos no menores pero que apuntan bajo, no desprendidos del tronco común., pero si exteriores a él. De ahí nace una diferencia, y una diferencia esencial, entre estos títulos y los que apuestan a un alcance más largo: unos son necesarios y los otros no. Es decir, en unos hay un Donoso entregado en cuerpo y alma y en otros un Donoso mitigado y escurridizo. En unos la literatura encarna en una indagación que se emplea en registrar las complejidades del alma humana, y que por ello tiene vocación metafísica, y en otros aparece como un ejercicio que, por los límites que se impone, se niega a acceder a instancias extremas. Y ese distinto voltaje no demora en saltar a la vista.
LA MARQUESA DIVERTENTE
Como lo adelantó el propio autor, y como lo subraya el comentario de la contraportada del libro. La misteriosa desaparición de la marquesita de Loria, pertenece a esa categoría que se quiere profesional: un divertimento que no renuncia a las obsesiones más caras de Donoso pero que las vierte huérfanas de densidad y de espesor, ayunas de esa intensidad dramática capaz de darles vigencia literaria y vigor creativo. Época, tema, personajes y hechura encajan con comodidad en las pautas donosianas, en el Madrid de los años veinte, una jovencita nicaragüense casa con marqués andaluz, enviuda, despiertan y quieren liberarse sus apetitos sexuales, tiene algunas aventuras eróticas más o menos fogosas y paulatinamente va zambulléndose en un desarreglo mental y psicológico que la conduce a una clase de locura a cuyo fin aguarda la degradación (y una cierta forma del misterio).
Teniendo como centro de irradiación a esa figura ingenua y frágil, que alterna con lo angelical y lo maldito, y rodeándose de varios personajes en los que se coloca una dosis muy exacta de cálculo y perversión, más el puntual socorro de un Madrid que cumple el papel de una escenografía vestida con pesados ropajes, parques y plazas y calles oscuras, teatros rumorosos, más el aditamento de su sempiterna y malévola chismografía, Donoso construye una historia amena, lineal, que no depara mayores sobresaltos y que se deja leer con tranquilidad y de un tirón. No son atributos desdeñables. Pero no alcanzan a afectar, o a instaurar, a la creación literaria propiamente dicha. Hay revisión de fantasmas y demonios personales pero no reactualización, y hay un texto y un contexto que son retomados pero no replanteados.
UN PROFESIONALISMO DEFECTUOSO
Diríase que el autor invierte los términos de
la ecuación artística, usa sus obsesiones y también su oficio como comodines y no como palancas que activan mecanismos espléndidos y secretos que hay que cifrar y descifrar. Y, por ese camino, la literatura es sometida a una severa devaluación; se convierte, por ejemplo, en un catálogo que se empeña en inventariar datos precisos acerca de los años veinte (revistas, autores, marcas de automóviles, jarrones de Lalique), módico y fatigoso expediente que busca lograr la convicción y la verosimilitud, nombrar una realidad que está escamoteada por la propia delgadez de la escritura.
Es de lamentar que ocurran tales desfallecimientos porque enmascaran una carencia, la imposibilidad de Donoso de aliar el divertimento y la ligereza con la literatura. Porque, y esto es lo que debe quedar muy claro, no es en absoluto censurable su propósito de profesionalizarse y su consiguiente intención de ofrecer un producto amable y entretenido. Lo censurable es que allí se persiga una forma que no encuentra su estilo y se sacrifiquen así un género tan válido como cualquier otro y una historia tan merecedora de atención y de esfuerzo como cualquiera de las ilustradas por Donoso en sus títulos anteriores.
Lo censurable en fin, es que profesionalizarse se vuelva sinónimo de defección, un fenómeno demasiado frecuente entre algunos novelistas latinoamericanos del tan traído y llevado boom.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com José Donoso y "La misteriosa desaparición de la marquesita de Loria"
Barcelona: Seix Barral. 1980, 198 páginas
Por Danubio Torres
Publicado en Apsi, Año 4, N° 82, 23 de septiembre al 6 de octubre de 1980