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Los diarios de José Donoso,
una desgarrada ‘selfie’
José Donoso. Diarios tempranos. Donoso in progress, 1950 1965. Ediciones Universidad Diego Portales 712 págs.
Por Cecilia García-Huidobro
Publicado en Cultura|s La Vanguardia. Sábado, 3 de junio de 2017
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Hay autores prolíferos. Hay otros, en cambio, que con solo un par de títulos se consagran para siempre como Juan Rulfo. Y está el inclasificable caso del escritor chileno José Donoso. Porque como si fuera un personaje de Pedro Páramo, Donoso ha roto la barrera de la muerte y veinte años después de su fallecimiento (1996) irrumpe en la escena literaria para desordenarlo todo. Y no porque se hayan publicado póstumamente dos novelas, cuestión que se ha vuelto un hábito en la industria editorial. Los cambios comenzaron con la divulgación de su archivo que vino a alterar de manera inquietante la perspectiva que se tenía de su narrativa y de su vida.
La primera gran señal de lo que quedaba por descubrir llegó el año 2009 de la mano de su hija con la publicación de ese extraordinario libro, Correr el tupido velo. Con un logradísimo tono y basada en los diarios y cartas de su padre, Pilar Donoso relata su historia familiar con descarnado aliento. Como si se tratara de una película expresionista, la realidad aparece envuelta en sombras que la desfiguran arrojando su verdad más abismal. Alberto Fuguet habló entonces de una especie de “Stephen King/David Lynch de los horrores y secretos y trampas que produce esa provincia llamada Chile”. Todos entendimos entonces que los diarios de José Donoso eran más que el registro de la memoria del escritor, eran también su contra/obra.
Donoso puso en práctica tempranamente dos cosas en su vida: viajar y llevar un diario íntimo. Desde los veinte años buscó poner distancia con esa sociedad que lo asfixiaba y fascinaba a la vez y que terminaría por convertirse en un chip que pobló su imaginario.Vivió en la Patagonia, trató de instalarse en Buenos Aires, tuvo un accidentado paso por México, vivió alrededor de 15 años en España. Y así.
Al principio ese cambio de horizontes lo necesitó para ampliar las minúsculas circunstancias en las que vivía cualquier “muchacho bien” santiaguino de esos años, como alguna vez dijo. Más adelante viajó para exponerse a lo diverso. Cuando alguien le consultó si vivir fuera del país había sido una necesidad para él, dijo: “En Princeton me siento tan extraño como en Chile. Esa situación de extrañeza con el mundo no depende del lugar donde se vive y tal vez sea esa sensación de extrañeza lo que nos abre las puertas al viaje”.
En los mismos años que se hace adicto al viaje, Donoso recurre a otro refugio que será de igual importancia para conformar su escritura, el diario. En mi opinión, los ochenta cuadernos que escribió a lo largo de 45 años y que describió como su “carne viva”, fueron una suerte de destierro hacia adentro.
Las Ediciones Universidad Diego Portales han publicado sus primeros diarios, es decir, los que escribió entre 1950 y 1965, y me encargaron la edición. Parecía una tarea gigantesca. Y lo fue. Me zambullí en su lectura y en los vaivenes de una letra que a veces se parecía más a un electrocardiograma que a eso que en el colegio llaman caligrafía. Leerlos me puso por delante una inevitable pregunta: ¿por qué los escritos más bien íntimos y que un autor nunca dio a conocer, hay que hacerlos públicos? ¿Hay un morbo disfrazado de interés literario que lleva a emprender trabajos de rescate como este sin respetar la privacidad del escritor?
Existe un interesante debate alrededor de este asunto. En cualquier caso, yo me aferré a la idea de que el propio Donoso no solo se preocupó de resguardar muy bien sus cuadernos depositándolos en dos prestigiosas universidades norteamericanas: Iowa y Princeton, lo que significa que deseaba que estos escritos se conocieran, sino que más de alguna vez se planteó él mismo publicarlos, aunque inmediatamente se llenaba de temores, contradicciones y dudas, como solía reaccionar frente así mismo y los otros.
Hay que decir, también, que nuestro autor fue un compulsivo lector de diarios porque entendía que la dispersión de minucias encubre un valioso sedimento humano y poético… En su libro Historia personal del boom, por ejemplo, se muestra preocupado por la ausencia de detalles iluminadores que nutran a los investigadores del futuro. Para él menudencias y chismes pueden revelar más que un estudio sesudo sobre la creación. “La génesis de una obra de arte es misteriosa, sus raíces inevitablemente se nutren de territorios más oscuros y profundos que los que los creadores mismos saben: la vida diaria, las relaciones familiares, el entorno social de un momento, una comida en un restaurante, un paseo en auto, sin que el escritor lo sepa, pueden ser mucho más determinantes que posiciones políticas, ideológicas y apariciones públicas”.
Diarios tempranos. Donoso in progress es justamente un mapa de esos territorios desconocidos que dieron forma a sus primeras novelas Coronación y El lugar sin límites, celebradas por la crítica y llevadas al cine. Es emocionante asistir al momento germinal de El obsceno pájaro de la noche, que le tomó diez años escribir y que para algunos críticos es una de las obras cumbres de la segunda mitad del siglo XX latinoamericano: “Idea para un cuento: basándome en ese aristocrático niño deforme que vi pasar una vez en un auto de lujo con patente de Colchagua... Llamarlo El último Azcoitia”, anotó en forma escueta en 1959.
Donoso comienza el diario en Princeton a los 26 años y lo escribe hasta un año antes de morir a los 72 años. Obviamente hay todo tipo de registros. Sin embargo la tendencia a ir tras los episodios más escabrosos como si los diarios fueran una especie de aparato excretor o como si con ellos debiera hacerse una exposición de los pecados capitales de un sujeto me parece un reduccionismo deplorable. Tampoco esto implica que haya que censurar ese tipo de episodios. La decisión básica debe ser publicarlo o no publicarlo. Luego viene el cómo, ya que cualquier diario es muy aburrido si es reproducido tal cual, como bien dijo Ricardo Piglia. Editarlo es traducir de la forma más leal posible la intimidad del autor sin hacer concesiones al mercado (sensacionalismo) ni a determinadas agendas (censuras morales, políticas u otras).
A mí lo que más me llamó la atención es precisamente la compulsión de José Donoso por volcarse a la escritura y hacerlo a cualquier precio. Cuando tiene 34 años escribe: “Estoy confundido y bastante desesperado. Tengo terror de haberme agotado de alguna manera, de no haber sido capaz de ahorrar vida y con ella, crear. ¿Qué me pasará?”. Conmueve la coherencia de Donoso consigo mismo y con su proyecto de vida: “Todo ha sido dicho ya, esa es la sensación que uno tiene. Pero resulta que uno nunca sabe lo que va a decir, qué tiene que decir, hasta no decirlo por escrito. (…) En el fondo uno escribe para saber por qué escribe” (1962).
No tiene remilgos para reconocer sus mezquindades y deseos por superar la obra de otros autores. “Creo que ahora, por fin, me va a salir el Azcoitia, y creo que en la forma de una novela corta. Puede resultarme maravilloso y completamente decisivo para mi producción; me pongo sin duda en la línea creadora BorgesCortázarKafka, etc. Creo que a Carlos Fuentes puede llegar a sobrecogerlo de maravilla” (1962).
Incluso veinte años después, cuando ya es ampliamente reconocido, anota: “Envidia del éxito teatral de Ariel Dorfman en Estados Unidos con Glenn Close y Gene Hackman”. Y es que al leer los diarios de José Donoso es posible tocar toda su humanidad. Algo que en los tiempos que corren se agradece de ver.
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En Catalunya
José Donoso (19241996) fue uno de los autores del núcleo duro del boom que residió más tiempo en Barcelona, o cerca de ella. A partir de 1969, tuvo residencias primero en Vallvidrera y luego en Sitges, donde puso en marcha un taller literario al estilo del que había visto en Iowa (EE.UU.). Posteriormente residió en Calaceite y Madrid hasta su regreso a Chile en 1981. En Barcelona aparece su novela El obsceno pájaro de la noche (1970), que representa su consagración internacional, y a continuación Casa de campo, La misteriosa desaparición de la marquesita de Loria y El jardín de al lado (una de cuyas protagonistas, Núria Monclús, era un trasunto de su agente literaria Carmen Balcells). También en tierras catalanas redacta su Historia personal del boom. Las estancias catalanas de Donoso –que no aparecen en este primer tomo de Diarios– han sido reconstruídas recientemente en los libros Correr el tupido velo, de su hija Pilar Donoso, La cultura y la vida, de Sergio VilaSanjuán, y Aquellos años del boom, de Xavi Ayén.
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Cecilia García Huidobro: Periodista, máster en Literatura y decana de la Facultad de Comunicación y Letras de la UDP es la editora del libro sobre José Donoso, ‘Diarios tempranos: Donoso in progress, 19501965’, una obra que pone en valor la figura de uno de los gigantes de la literatura de América Latina