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Casa de campo
José Donoso, Seix-Barral, Barcelona, 1978

Por Eduardo Mejía

Publicado en Revista de la Universidad de Mexico, julio 1979



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Cuenta José Donoso en Historia personal del boom que cuando aparecieron sus primeros libros (Veraneo, Coronación), sus amigos recorrían calles, tocaban a puertas, subían a autobuses con paquetes de ejemplares, tratando de venderlos a los transeúntes que se vieran menos agresivos.

Casa de campo, su noveno libro, apenas aparece y ya obtuvo el Premio de la Crítica (mismo que consagró La ciudad y los perros y La casa verde), causa controversia y polémica en España, y se asegura un inusitado éxito de público en todo el continente latinoamericano; sin embargo, si tratara de venderlo como sus primeros libros, fracasaría totalmente, porque si ya sus primeras historias eran complicadas, Casa de campo llega a extremos inenarrables. Claro, nunca como en El obsceno pájaro de la noche, la obra que lo consagró mundialmente.

Casa de campo es una narración mucho más sencilla que aquélla, más legible, sin tantas ataduras, menos complicada en su estructura, pero igualmente trastoca los tiempos, describe personajes que no por una apariencia más normal son menos monstruosos que los de El obsceno; José Donoso muestra que las obras maestras no son luego obstáculos insalvables para los grandes escritores, quienes siempre serán capaces de salvar todos los peligros y poder abordar otro tema sin tener que repetirse.

Para Donoso, El obsceno pájaro de la noche podría ser una obsesión que lo obligara a repetir tanto la estructura como los mejores efectos, en busca del mismo éxito que logró con esa enorme, irritante, múltiple novela. Eludir las trampas no ha sido el acierto de todos quienes lo han intentado: luego de Conversación en la Catedral, Vargas Llosa ha intentado libros más planos y sencillos; luego de Terra nostra, Fuentes se fue al divertimiento (malogrado) de La cabeza de la hidra; luego de Rayuela —sólo en la novela, pues en el cuento Cortázar es el mismo de siempre— siguieron experimentos que la negaban; los ejemplos podrían multiplicarse. Donoso se salvó de la tentación de hacer una obra menor gracias a los divertimientos de las Tres novelitas burguesas, ejercicios espléndidos que le sirvieron para soltar la mano (y no para evitar otra úlcera, como dicen por ahí), y se salvó de las repeticiones gracias a un imaginativo recurso: crear un mundo complicado dentro de una aparente sencillez, como aquel famoso cuarto de los trebejos, en Él, la extraordinaria película de Buñuel, donde se mostraba el perturbado mundo interior de Arturo de Córdova, que no era el hombre de mundo que el resto de la casa trataba de representar.

Para lograr esa atmósfera Donoso simplemente ha dejado correr en su pluma todas sus obsesiones: el enfrentamiento del mundo del orden y la ridiculez contra el universo desenfrenado de los jóvenes, que hay en Coronación, podría ser el tema central de Casa de campo; el deslumbramiento infantil de Este domingo, esas ansias por pertenecer al ámbito de los mayores, recorrer todas las páginas de esta nueva novela; el horror de una noche, el enfrentamiento con la brutalidad (enfrentamiento inevitable, deseado) que irrumpe en el burdel de El lugar sin límites es la anécdota principal de esta novela; el lugar exclusivo para monstruos donde transcurre El obsceno se refleja en esta casa de campo, donde sólo tienen acceso los Ventura, familia adinerada, que vive de explotar a los indígenas, y que se niega a que alguien entre a ella, a menos que acepte sin objeción alguna las reglas del juego que ellos inventan.

La locura de la abuela en Coronación se repite aquí, cuando al más cuerdo y centrado de los personajes lo encierran en una torre, porque amenaza mostrar la verdadera naturaleza de los Ventura; la homosexualidad, espina dorsal de El lugar sin límites y parte muy importante de El obsceno tiene escenas importantes en Casa de campo, que aunque no llegan a ser decisivas, sí tienen impacto; la mirada burlona con la que Donoso pinta a los ridículos personajes de Tres novelitas burguesas es la misma que observa a todos los Ventura, prolíficos, maniáticos, aborrecibles hasta la exageración. Y si uno nunca sabe cuánto tiempo pasa en El obsceno, aquí menos, porque mientras algunos personajes insisten en que todo sucede en un día, para otros pasa un año entero.

La anécdota es simple: los Ventura van a la casa de campo y de ahí partirán, pero sólo los grandes, a un paseo corto, en compañía de todos los sirvientes (un verdadero ejército, comandado por dos rencorosos hombres, cuya ambición es pertenecer a la categoría de Ventura, aunque sea por asimilación), mientras que los chicos (todos los hijos, aquellos que todavía no cumplen diecisiete años) se quedan en la casa a representar un juego en el que todos intervienen, sea como participantes o espectadores: La marquesa salió a las cinco, que tiene infinitas variantes pero no solo objetivo: ser de los grandes, escenificar el mundo de los adultos, (obsesiones sexuales, amores impuestos, convenciones aceptadas, todo incluido). En cuanto salen los adultos, los chicos se dan al robo (los que saben de dónde sale el dinero para tanto lujo), a la rebelión, y entonces se mezclan con los indígenas oprimidos, toman la casa por asalto, huyen algunos, se prostituyen las mujeres. Cuando regresan los Ventura, todo ha sido roto, nada será igual: recuperar la casa cuesta vidas, pero ellos corren un tupido velo (como acostumbran) para no aceptar que fueron derrotados.

No es tan importante el hecho de que el tiempo sea uno para unos y otro para otros, ni que la violencia sea la única manera de destruir ese ridículo orden. Lo que importa es que Donoso ha escrito una obra magistral, y sin necesidad de recurrir a la estructura complicadísima de la novela moderna; incluso, ha rescatado para sí un truco de los grandes novelistas del pasado: él y sólo él, es el dueño de la historia; él es el narrador omnipotente que maneja destinos, y a la manera de los franceses del siglo XIX, interrumpe el relato para recordárnoslo, para hacernos saber que ocurrió algo y no lo supimos, y que lo vamos a saber gracias a su bondad; cuando le parece que algo no tiene importancia se lo brinca, y se burla de ello. Incluso hay un pasaje donde nos hace saber que toda la historia es inventada, no tiene que ver con la realidad, y que ha modificado ese universo sólo porque es su voluntad.

Gigantesca y monumental obra, Casa de campo no es pedante (como sí lo son muchas de las novelas de Donoso) a pesar de que el autor intenta serlo en todo momento; está bien escrita sin importar que los trucos literarios aparezcan cada instante (Donoso permite que los veamos: no son visibles por su ineptitud); es ambiciosa pero no es obnubilada. y logra la maestría precisamente porque quiere serlo, pero también porque en los momentos precisos es una historia sencilla, modesta, y sólo cobra tensión en los momentos claves.

No es, vuelve a insistirse, una obra tan complicada como El obsceno pájaro de la noche, pero de ninguna manera es un simple ejercicio literario: simplemente es una fascinante narración que sabe unir los elementos de la gran novela del pasado y la gran novela contemporánea.


 



 

 

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