José Donoso cambia de continente A propósito de Tres novelitas burguesas. Seix Barral, Barcelona, 1973. 274 págs. Por Martín Vilumara
Publicado en revista Triunfo, N°567, 11 de agosto 1973
Tres novelitas burguesas es el primer fruto de los años de residencia española del escritor chileno José Donoso. Quiero decir que, al contrario que otros escritores hispanoamericanos (¿o debo decir latinoamericanos?) residentes en España, que han permanecido fieles en su obra a sus países de origen, Donoso ha trocado la burguesía santiaguina (y no santiagueña, santiaguera, santiaguesa o santiaguista) por la burguesia barcelonesa, que tan cálidamente le acogió en su exilio voluntario. El cambio de continente (en su referencia geográfica) ha acarreado un cambio de continente (en su referencia formal), y éste, a su vez, un cambio de contenido.
Donoso, que se ha declarado en alguna ocasión como partidario convencido del realismo en literatura, por aquello que ya dijo Shakespeare de que «hay más cosas en el ciclo y en la tierra que lo que pueda concebir la imaginación», Donoso, repito, ha escrito tres (número cabalístico, me parece) novelitas burguesas con la sana y originalísima intención de mostrar cuánto hay de ridículo, de abyecto y de decadente en la burguesía radiografiada, cuya descomposición ya nos fue anunciada insistentemente (y el que avisa no es traidor) hace tres lustros por algunos novelistas autóctonos y por algún que otro vernáculo.
El sistema elegido para mostrar la corrupción burguesa catalana es digno del ingenio mostrado por Donoso en sus anteriores producciones literarias. Se trata de presentarnos a unos personajes, cuya caracterización psicológica ha sido dada de lado en beneficio de su condición de arquetipos, actuando en situaciones perfectamente normales y cotidianas dentro de su ambiente normal y cotidiano, e introducir en determinado momento de la narración un hecho, o una serie de ellos, insólito, inexplicable e incomprensible para la mecánica social y mental de los personajes... y de los lectores. De las perturbaciones producidas por la anómala situación, el lector debe aprovecharse (a río revuelto, ganancia de pescadores) y sacar las debidas conclusiones: cuando se resquebraja la costra burguesa y se atisba el interior se advierte hasta qué punto la burguesía es una clase social condenada a desaparecer como clase dominante por el devenir de la Historia. Ni siquiera es necesaria la presión de otras clases o grupos sociales para desplazarla: según nos demuestran las tres «novelitas» de Donoso, la
burguesía se basta y se sobra para destruirse, devorarse y/o aniquilarse a si misma; todo consiste en ser paciente y sentarse a la puerta para ver pasar su cadáver.
En la prosecución de un realismo lo más convincente posible, Donoso ha adoptado un estilo acorde con el ambiente en que se inscriben sus historias, lo que en cine llamaríamos la «técnica invisible». Asistimos, pues, una vez más, a la morosa descripción de abundantes libaciones, adulterios, conversaciones banales, fornicaciones, etcétera. Al igual que los de Antonioni, los burgueses de Donoso tampoco se nos muestran explotando a la clase obrera (demagogia de una vulgaridad decimonónica), quizá porque en este caso los personajes desempeñan profesiones liberales: arquitectos, médicos, modelos, fotógrafos y afines. Una novedad en la obra de Donoso la constituye el que estos personajes sean gente madura (esa edad incierta, que lo mismo quiere decir treinta años que cincuenta), al contrario que en sus novelas y cuentos anteriores, donde los protagonistas, por lo general, eran gente muy joven, o ya francamente vieja.
Aunque en las tres «novelitas» el diálogo no desempeña una función principal, sí tiene su importancia como transcripción de una determinada jerga, utilizada por una determinada clase social en un determinado momento y lugar. Así, los diálogos pretenden reflejar la jerga de la burguesía catalana de los setenta. No soy —quede claro— un especialista de tal lenguaje, pero, a menos que la influencia del «boom» de la narrativa hispanoamericana (o latinoamericana) haya llegado más lejos de lo que comúnmente se cree, se me hace muy difícil poner en boca de burgueses catalanes frases como: «¿Para qué lo mandas donde Anselmo? ¿Por qué no lo guardamos por mientras en tu cuarto vacío?», o que el tuteo se desplace en el plural de la segunda a la tercera persona, cosa más propia de «charnegos», o que una quinceañera catalana llame a un campo de fútbol «cancha», o que dos burgueses ídem sostengan el siguiente diálogo:
—Me voy.
—¿Dónde, Paolo?
—Yo sabré.
—Andate.
Los ejemplos pueden multiplicarse indefinidamente, cuando no alcanzan enigmáticas profundidades, como en el siguiente pasaje (extraído, asimismo, de un parlamento): «Para dejarla que siquiera suponga que estoy insinuando que se lo puede haber robado». (Por cierto, el verbo transitivo «robar» es utilizado siempre como verbo intransitivo). La misma enigmática profundidad debe tener el hecho de que un determinado personaje, que a lo largo de las tres «novelitas» (aunque las historias son tres, los personajes son comunes, si bien en cada historia, un grupito de elegidos se adelanta al proscenio, quedando todo o parte del resto al fondo del foro, como comparsas), se llama «Mercedes», en la página número 72 del libro se la nombre «Carmen». ¿Transferencia de afectos, quizá?
No me cabe duda de que, al cambiar de continente, José Donoso ha sufrido un naufragio. Elevo preces para que no sea definitivo.
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A propósito de "Tres novelitas burguesas". Seix Barral, Barcelona, 1973. 274 págs.
Por Martín Vilumara
Publicado en revista Triunfo, N°567, 11 de agosto 1973