"Mire: la sociedad tradicional se desmorona y la progresista, en gran medida, es falsa. Y la que no lo es, ¿dónde se encuentra? Todo ahoga, todo aprieta. Y, en cambio, asómese a esta ventana y vea el pueblito. ¿No es esto la paz, no es esto la tranquilidad, no es esto la pureza, no es esto?"
Y aun así, no acabo de entenderlo. ¿Qué pinta usted aquí, José Donoso, a los cuarenta y siete años, aquí en Calaceite, pueblito del Bajo Aragón, casi ni mil habitantes, donde la niebla ha venido a disimular hoy tanto paisaje desolado, tanta desesperanza?
"A mi edad un hombre tiene ya bastante vivido y bastante conocido, aunque la curiosidad vive todavía en mí. Pero, fíjese, acabo de rechazar una oferta de la Universidad de Columbia, en Nueva York, para dictar unos cursos. ¿Para qué vivir en Estados Unidos? ¿Para trabajar un año, ganar dólares y poder luego escribir en España viviendo de las rentas? Y, claro, luego volver otra vez, otra vez trabajar, otra vez más dolores... No. O vivir en Barcelona. No. Para vivir en Barcelona tendría que trabajar en todo lo que no me gusta, buscar empleo en una editorial, dictar cursos, escribir artículos para periódicos. Ya, mire, estoy cansado".
Y aun así, parece demasiado: Santiago de Chile, Buenos Aires, Guanajuato, Nueva York, Palma de Mallorca, Barcelona y Calaceite, donde compró tres casas. medianeras unas con otras, por 40.000 pesetas, de las que ha hecho una. De la sala pasamos al estudio, más reducido, más tranquilo, en la parte más alta del casón, al huequito donde ahora escribe don Pepe —tal lo llaman en el pueblo— y que debió ser granero.
"Aquí la vida es barata. Se come bien, dentro de ciertos límites, y hay buen vino. Y no tengo que depender de nadie. Hago lo que se me antoja. Aquí soy un escritor, no un fabricante que necesita vender, porque aquí no necesito el dinero. Puedo leer, pasear, tener tiempo libre, que es un lujo que a pocos les queda. Bueno, me atosigan las cosas del diario vivir —¿y dónde no?—, siempre en cualquier caso, aquí o lejos, habría de afrontarlas. Mire, las gentes del pueblo se ríen de que compré una casa vieja y la he reconstruido. Ellos viven en casas con posibilidades de ser tan buenas o mejores, pero prefieren construir edificios de pisos con su estuco color rosa, y el pueblo va perdiendo su belleza, como pasa con casi todos los pueblos bellos de España. Y esto me da mucha pena".
La estufa es de leña. No prenden los tacos de madera, y don Pepe se agacha, aplica la boca al tiro y sopla fuerte y acompasadamente. Debe ser un ejercicio fatigoso. Desde el ventanal del estudio se domina el pueblo, cabalmente desordenado montaña abajo.
"Si, quizá sea torre de marfil a mi manera, pero no vivo desconectado: recibo periódicos y revistas, vienen amigos a visitarme... Pero yo necesito este retiro para no transformarme en fabricante. Estoy escribiendo poesía por primera vez en mi vida y creo que se debe a mi nueva forma de mirar el mundo. El lugar, el entorno, de algún modo,
influyen en la libertad creativa. Yo aquí me siento más libre. Preciso esta paz, porque me encontraba inseguro. Mire, con "El pájaro", perdí mi seguridad, me agotó, me proyecté por entero en sus páginas. "El pájaro" no es una, son diez, incluso tres novelas. No digo si buenas o malas, digo que expuse todo lo misterioso que había en mí y que necesitaba después de aquello un tiempo en el que acumular nuevas cargas, nuevas tensiones. Y ahora aquí presionan esas novedades acumuladas. Me encuentro ahora duplicado, triplicado, quintuplicado; surgen tantas sugerencias para escribir que si no hubiera elegido un sitio como éste para vivir estaría desesperado".
Veo un montón de fotos con Buñuel, en tanto la estufa, a pesar de los soplidos regulares de don Pepe, se convierte en un chisme maligno, que quizá ya no se encienda. Buñuel, nacido en Calanda, a pocos kilómetros de Calaceite, ha venido últimamente a casa de Donoso pare discutir con él los detalles del rodaje de "El lugar sin límites", escrita en 1967, dos años antes que "El obsceno pájaro de la noche".
"Además de poesía estoy escribiendo una novela y un ensayo. La novela se titulará "La visa". ¿Cómo dicen ustedes? ¡Ah, sí, el visado! Es la novela de mi desarraigo, de mi exilio. Cierto, exilio voluntario, pero no por eso aceptado. ¿Hay algo que aceptemos completamente alguna vez? Sé que acabó mi época chilena, por llamarla de algún modo. Acabó con "El pájaro", ya le he explicado. Y me atrae mucho lo que está ocurriendo allá, pero no puedo volver, los fantasmas chilenos, los míos, igual que usted tiene los suyos, me impiden volver. Y no me gustaría ir a un país que está al borde de la guerra civil. En todo caso me hubiera gustado que la experiencia política de Chile se hubiera producido cuando yo vivía allá, pero no ahora, ahora ya pasó mi tiempo".
No hablemos, pues, de compromisos políticos o de rurales historias de campesinos anarquistas y de comunas libertarias en esta tierra de Teruel. ("No imaginaba cuánto les marcó su guerra a ustedes".) En este Calaceite, donde uno se cree llegado a la torre de Babel, donde el catalán y el valenciano del interior se mezclan con el castellano y el resto del tiempo en idioma aragonés.
"Sí, el llegar aquí y enfrentarme con esta cultura me ha planteado el problema del lenguaje, que me interesa muchísimo en estos momentos. Imagínese, a mi cultura chilena se une mi formación inglesa, los bolivianismos de mi mujer, los argentinismos de mi época en Buenos Aires (y qué fuertes, cómo se imponen los modismos argentinos), mi choque con la cultura catalana... Y finalmente este pueblo, donde oigo decir "carajo" y no expresan lo que yo pretendo con "carajo", porque es diferente y sus mitos son diferentes de los míos, y llevo detrás todo un poso que no tiene nada que ver con el de esta gente, aunque nuestro idioma sea el mismo. Mi propia hija, nacida en España, me obliga a asumir un lenguaje que no es el mío, y llama "guisantes" a lo que yo conozco por "arvejas". Y me crean tensiones que me enriquecen".
Finalmente, la estufa ha cedido a la constancia de don Pepe. Como premio a su esfuerzo se arrellana satisfecho en el sillón de mimbre. Sonríe triunfante, coloca los pies sobre la estufa y se cruza de brazos.
"Estoy escribiendo un ensayo sobre el "boom" de la novelística sudamericana, tan ensalzado y tan vituperado, en el que no creo. Es un análisis personal, muy subjetivo. Mire, aquí está, quizá lo termine pronto".
Donoso apunta una posible clasificación de sus colegas: La abolición del intermediario: Manuel Puig y Vargas Llosa; idioma adjetivo e idioma sustantivo: Carpentier y García Márquez; la obra de arte sin marco de referencia: Onetti; intención y resultado en la novela totalizadora: García Márquez y Vargas Llosa; la parodia de sí mismo como acto de constricción: "Rayuela", de Cortázar; desde el mito al artificio en Carlos Fuentes; lo irracional como forma: Sábato; tres comienzos: "Sobre héroes y tumbas", "La bahía de silencio", y "Rayuela"; el sabio como antihéroe: Borges; ambigüedad de estructura y ambigüedad de idioma: Rulfo y Lezama Lima.
Los Donoso van a comer hoy a Beceite, un pueblo cercano, con los primos de Buñuel, "Otro lugar maravilloso, ¿no lo conoce? Camino de Calaceite, por la carretera entre Alcañiz y Gandesa, en un claro entre las montañas se derrumban lentamente cuatro casas. "Sí, Más del Labrador. Es un pueblo abandonado. Sólo quedan en pie la iglesia y el cementerio".
—Esta pudiera ser la tierra más ingrata del mundo, ¿no?
—Es la tierra que ama esta gente. No imagina usted la identificación de estos campesinos con su tierra. Le hablaba antes de la necesidad de arraigo. Yo me encuentro a mis anchas aquí. No es mi tierra, pero sí la que he elegido. Mi mujer y yo estamos cansados de hacer las maletas.
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Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com José Donoso:
"Estoy cansado de hacer maletas"
Por Miguel Morer Errea
Publicado en revista Triunfo. Año XXVII, N° 497. 8 abril de 1972