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Jorge Etcheverry: la poesía de la escuela de Santiago — sin fronteras
Por Julio Piñones Lizama
En La Cita Trunca. http://etcheverry.info
En el espacio reducido de esta ocasión, se intentará presentar una aproximación parcial a la teoría y escritura poéticas de este autor. Digamos para comenzar que el año de nacimiento de JE, coincide con el término de la 2ª Guerra Mundial (1945) y el casi inmediato inicio de la 3ª Guerra Mundial No Tan Fría; lo que pareciera anunciar la siguiente conflictividad de los años que vivirá, junto con sus coetáneos y compatriotas. Son años que desatarán ciclos agitados en todo el mundo y, en especial, en una sísmica isla llamada Chile, ubicada muy distante de los centros de poder del mundo y que se afirma como cayéndose al océano Pacífico. Los tiempos que vivirá en esta isla son, sin embargo, de fuerte resonancia política y cultural en el contexto de esta 3ª Guerra Mundial.
Mucho se podría decir sobre el personaje y el marco de esta referencialidad, sin embargo, preferimos atenernos a esta acotación semiótica de nuestro discurso: “Desde el punto de vista del estudio de la cultura, sólo existen los mensajes que son textos” (Lotman, La semiosfera II 167). Por ello, nos remitimos a las expresiones teóricas fundacionales de JE, según las expresa en la primera publicación importante que hará como integrante de la Escuela de Santiago. Dice allí el poeta en su Manifiesto: “No es una época para detenerse en muchas determinaciones en torno a los objetos cuando cambian su figura incluso en las proximidades de la velocidad de la luz” (JE, 33 nombres claves de la actual poesía chilena, 228-229).
Por esta mutabilidad mundial de los aconteceres, en una proporción incongruente con la pequeñez del país, centenares de miles de vidas chilenas se verían afectadas por los impulsos reformistas y revolucionarios de un sector de la sociedad; y por la respuesta armada impulsada por un sector reaccionario de ésta. Como resultado de estos procesos, en el contexto de la sexta y séptima década en Chile, JE debe exiliarse en Canadá, donde ha tenido una importante labor de creación y de difusión internacional de la literatura latinoamericana, marcada por un nítido signo de resistencia política y cultural al sistema neo-capitalista. (V. “La cita trunca”, en www.etcheverry.info, www.literaturachilena en Internet, y otras fuentes).
Considerando el fenómeno productivo que emerge de la lectura de JE, pueden desplegarse la visión actual sobre lo que fue su discurso de los 68 y la interpretación de sus textos contemporáneos. En aquellos años de los próximos 70, escribía:
“ — habla por ti, pero lo mismo por tu tribu — habla el bardo, relata, cuenta el pasado — prepara los corazones a la explosión que perfila un futuro para nosotros — describe emocionado ese mismo futuro.” (33 nombres… 229).
La conexión de estos enunciados con el siguiente texto que se considerará no es el único sentido que se desprende de esta confrontación, puesto que las descodificaciones que ofrecen estas formas son muy polisémicas; pero es constructivo exponer parte del cambio epocal acontecido en un discurso epistolar, cuando, en el primero de los poemas que citaremos de una selección del libro Vitral con pájaros, de 2002, un emisor pregunta a un destinatario amical por aquel mundo que omite el concepto de un habla poética integrada a la recepción comunitaria y que excluye la idea de un futuro:
Dónde están los otros
los compañeros de la vanguardia
los que se atrevieron a medias en el 68
pero que no se atreven más
Acaso hay que disculparles las señoras
las pegas, los cabros chicos […]
Pero dime, reptil o sapo
¿Y eso era todo? […]
¿No estábamos destruyendo el lenguaje y el mundo
Mientras los cabros en Francia se tomaban Nanterre
y Turcios Lima asaltaba el tren en Guatemala?
(JE, “Conversación con Martínez” 39-40)
Se evoca la pregunta del tópico clásico latino de las ausencias (¿Ubi sunt?), pero más que el desconsuelo de la evocación tradicional, lo que tenemos en este texto ha tendido a la denuncia desprovista de todo dramatismo y grandiosidad: Se ha empleado un lenguaje que asume, hasta en los más corrientes detalles textuales, los signos propios de las comunicaciones específicas de que se trate, tal como los datos de la dirección postal del amigo apostrofado en la carta. Desde este coloquialismo, se habla con soltura del abandono de las causas revolucionarias (políticas y estéticas) que han hecho muchos pares con el fin de acomodos variados, sin que haya una condena enfática e imprecatoria en contra de tales; solo un reproche pálido en un tono menor que hasta parece hasta comprender estas debilidades:
Y qué pasó con la otra vanguardia
la poética
que andaba leyendo a Rimbaud
y a Maiakovsky
y al Nelligan…
Porque te digo
los otros están ocupados en otras cosas:
de sus libros de ensayos
de sus cátedras
del hueco que se pueden hacer
aquí o en Chile
Y cuando el cuerpo se pone viejo
al menos hay que mantener un status (40-41)
El discurso explicita la conclusión descarnada que se extrae de estos enunciados:
—No somos más los pájaros salvajes del 68
que nos agarrábamos con el mundo (41)
Es interesante observar que si bien hasta ahora han aparecido en el poema grandes referencias históricas, literarias, universitarias y planetarias, no ha habido magnificencia estética, ni semántica. En su instancia final, se gira, aún más, hacia un coloquialismo más extremo que rompe con cualquier énfasis solemnizador o patético, como también con toda exaltación del ego emisor, revelándose aquí una característica constante de la poesía de JE: su alejamiento de los tonos líricos mayores, de la grandilocuencia, del sentimentalismo y del auto-elogio poético:
(A lo mejor sí
a ratos
Por eso no nos va muy bien
que digamos) (41)
El discurso se cierra como otra voz que busca retratar NO lo épico de la lucha contra el sistema; SINO los costos personales que implica tratar de mantener esta lucha, aunque sea esporádicamente. La tendencia a este subdiscurso ha ocupado la forma entre paréntesis para situarse intercalada en momentos que la altura referencial pudiera estar escapándose al control metódico del hablante. A la pretendida naturalización del autor francés en Chile, le sigue el uso popular chileno del lenguaje (“el… tal”):
¿No íbamos a ser los Rimbaud chilenos?
(Como decía el Jonás) (39)
Así las significaciones del poema manifiestan esta especie de verdad semifinal con toda la espontaneidad del uso dialectal del español en Chile, imborrable en la memoria del poeta exiliado. La desprovisión de retórica del lenguaje favorece la simple y franca enunciación de los hechos; la comprobación de una renuncia a lo superior con cierta pena entrevista, pero sin gloria, sin épica de los acontecimientos, sin historia con mayúscula; sino, en cambio, solo el despojo de lo imaginado, la claudicación y el acomodo a las nuevas condiciones; la desaparición de lo complejo; lo ilusorio de aquellas proposiciones que coinciden con otro engaño de la realidad: la juventud en la cual se formulan. En fin, lo engañoso de aquel magma temporal (“Trotzki poetiza la Revolución de Octubre. La produce (JE, 33 nombres… 229), o tal vez, hoy como ayer, JE escribiría una de las anticipaciones expresadas por él en el 68, sin pretender explicar nada en detalle: “Quedaron lejos las causas — se trata de girar en torno a los efectos, no a las causas” (1968: 229).
La decepción transmitida en este texto, sin embargo, no se da en un grado absoluto, la polisemia riquísima de esta producción no lo permitiría: se trata de la persistencia de una ambigüedad que niega paso a lo monotemático. Las comunicaciones de JE que proceden desde Canadá hacen posible recrear las implicancias de su escritura teórica, la cual, significativamente, cierra esta publicación de 1968, con una presencia de la Escuela de Santiago válida como expresión de una historicidad poética diferente: la que se destaca allí como disidencia del discurso oficial de la poesía convencional vigente en aquellas décadas de los sesenta y los setenta. Parte de esa diferenciación, se traduce en estas tesis de los manifiestos de la Escuela de Santiago y de JE, en particular, quien alza las mayúsculas en esta enunciación:
“AQUÍ NO EXISTE POESÍA NI PROSA: AQUÍ SOLO EXISTE LA PALABRA —potente, indiferenciada — mentando al mundo en su conjunto —o tratando de hacerlo como en los primeros tiempos” (1968: 229).
Esta voluntad lingüístico-creativa es la que sobrevive en Vitral con pájaros, poemas que incorporan una clase de cultura, que es la del exilio latinoamericano en el ámbito anglo-canadiense, discurso escrito en español/chileno y publicado en ediciones bilingües por un latinoamericano, con más dificultades para editar allí, incluso, que en el 4º mundo, como se evidencia en el poema “Contrato editorial” (53).
Escritura esencial, nunca adjetiva, sino substantiva, se trata aquí de una poesía que parte construyéndose desde una génesis interna que se instala desde un estado mental determinado que intenta “interpretar” (JE: 13) las proyecciones de su “sí mismo” sobre la exterioridad de su entorno (V. Lotman 140 y ss.); la enunciación de ámbitos y elementos del espacio urbano, por ejemplo:
Nace la profusión de esquinas y estatuas
de plazas públicas
de construcciones subterráneas
bajo las estaciones del Metro (JE, “En el bus” 13)
Se trata de sitios existentes en una cierta neutralidad que deviene en una transformación de este mundo, bajo la futura amenaza bélica, consustancial al orden capitalista:
Alguna vez servirán de admirables
refugios antiaéreos (13)
Si bien hay uniformidad semiótica en los desplazamientos civiles y laborales:
Desde allí y por allí, en esos nódulos
confluyen las gentes a horas precisas del día
entre ocho y nueve
doce y una, y a las cinco (13)
Por medio de una construcción paralelística se destaca la diversidad lingüística:
en la enrevesada lengua de los francófonos
en la lengua directa de los anglófonos (13)
Hay un contraste expresivo entre “enrevesada” y “directa”, según la fuente originaria de los hablantes, lo que plantea otra escisión de la realidad referida. Similar oposición semiótica se genera de
Se vive en los buses
de la Comisión de Transporte Público (14)
con relación a
la suspensión de la vida privada
y cualquier otra visible (14)
Donde se opone el semantismo contradictorio entre lo “público” y “lo privado”. De este modo, lo macro-existente y los actantes que viajan en este vehículo pasan a constituir un micro universo, donde se internaliza y se hace lenguaje todo lo que se observa. La percepción poética se hace cargo, también, de lo minúsculo:
Pero nos fijamos en cada detalle
en cada circunstancia (14)
Aunque esta remitencia no apunta a esclarecer la visión de estos seres, ni a exponer transparencia comunicativa alguna, puesto que las funciones sociales, los roles laborales y las actitudes de ocasión, generan una convivencia dentro de un espacio de alienación
Y en eso somos todos los hombres y mujeres
sentados en el bus
que se conscientemente anulan
debajo de sus trajes y gafas
los empleados, los intelectuales de barba
las mujeres funcionarias de rasgos angulosos
y ojos pálidos
que aprietan las piernas
y ponen la frente lisa del día de negocios (14)
Estos fenómenos son similares a los que acontecen en “Habitar en el barrio” (JE, Vitral 32). Aquí la percepción del existir en-y-desde una extranjeridad, también se presenta por medio de la oposición de espacios:
¿No decías que tu aldea era chica?
Ya aparece la escisión dual de la voz del enunciador y de la recepción de aquel otro que fue —el interpelado del enunciado— al formularse la pregunta por parte de quien se mira desde un presente en tierra extraña, global, mayúscula y se contrasta con ese otro emisor que, de algún modo, lamentaba la pequeñez de aquel espacio anterior en el cual habitó. El espacio deseado parece encontrarse no en esa inmediatez natal, sino que en lo lejano, en lo imaginado como amplitud, grandeza de mundo, lugar resplandeciente de belleza femenina (32).
En el plano onírico, la trasgresión de los límites solía ser posible, con la oposición noche/liberación; día/reducción, más un aspecto incorporado a la visión dual que se contempla: el de lo panorámico:
… picachos nevados…
Ahora mirados desde arriba (32)
La retrospección indaga por el modo cómo se vivió una juventud que aparece relativizada, probablemente, por la respuesta de la intelectualización, la cual ingresa en el poema por medio de una voz extraña o de un desdoblamiento de sí:
-Leías mucho- (32)
El giro irónico de la experiencia presente, expone la destrucción de las expectativas de esa juventud disconforme con las limitaciones del lugar natal. Los desplazamientos del personaje extranjerizado se circunscriben metonímicamente a intereses muy focalizados (“ir al correo”), con escasa comunicación con otros (“No contestas las llamadas…”), sin mayores sueños como los de antaño (“Por las noches volabas / cruzabas los picachos nevados del día” vs. “… duermes poco”). Lo real ya no es percibido por el ser directamente, sino que el conocimiento del clima se obtiene mediatizado por la artificial “televisión”. Lo helado del invierno se transmite por la necesidad de abrigarse extremamente antes de alguna salida, motivada por otros intereses muy restringidos:
a una aventura de cuatro esquinas
o un café y un periódico
lo más cerca posible. (32)
Así se conectan paradójicamente dos espacios que en la ilusión evocada deberían haber aparecido como opuestos, sin embargo, el personaje se reencuentra con la reducción existencial en ambos casos, tan constreñido esta vez por una salida “lo más cerca posible”, tanto como el enunciado juvenil de la pequeñez aldeana de su patria. De modo que no hay aquí un reconocimiento del espacio reducido como ámbito inicial de la limitación, puesto que ésta no se acaba al haber accedido a ese espacio exterior planetario, lo que no se explicita, sino que se descubre por la enunciación objetivizada de las acciones del personaje en la segunda estrofa del poema. El ser vuelve a instalarse en la decepción, pues conocidas las “vastas ciudades” no logra concretar lo que su impulsividad erótica le hacía imaginar: el que estuvieran “llenas de mujeres hermosas”; por lo cual no hay lamento alguno. Los enunciados del texto sólo comprueban realidades que han acontecido, incluso, el poema puede parecerles a sus lectores como la exposición de un tránsito dicotómico doloroso; pero más parece ser una enunciación donde se mientan hechos, desprovistos de afecto o, más bien, incorporados a la legalidad de una condena existencial ante la cual no procede y es inútil intentar cualquier clase de rebelión.
“Astronauta”, el poema que cierra el libro Vitral con pájaros, intensifica esta expresión de extranjería. Esta vez, el desplazamiento hacia lo lejano y ajeno se proyecta más allá de lo planetario, por cierto, sin viso de huidobreanismo. No es un Altazor y las significaciones que le pertenecen, quien enuncia esta voluntad de ascenso, formalmente triplicada:
Subiría de la atmósfera hacia arriba
hacia arriba, hacia arriba (84)
Lo remoto y desolador es la orientación que se le da a este ánimo de partida:
la estratosfera y el frío
como flecha hacia el espacio (84)
Simplemente, se reconoce la amplitud de la visión a la que se accedería desde esas alturas, sin que se manifieste gozo, ni haya gran exposición temática. Se reitera, en cambio, el dato textual de la frialdad:
muy abajo el oliváceo de las costas
y opalino el casco helado de los polos (84)
Tras lo incierto y lo que no puede someterse a medición, subyace la inconfesada búsqueda de liberación por la angustia existente (contenida y no dicha):
a lo negro, inmensurable (84)
La proyección del discurso orienta el significante del discurso hacia lo frío y aislado, con doble adjetivación que reitera lo desprovisto de luz, lo desconocido, lo que se oculta a la vista humana:
más allá de la Luna y su mitad oscura
sola (84)
La figura central del poema, la del astronauta que le da título al texto, adquiere una fuerza expresiva muy poderosa cuando el deseo de alejamiento se cita junto a la situación de quien parece ser viviente, condenado a su ostracismo cósmico, lo que se funde con la figura del hablante, como un perpetuo exiliado:
y del hombre que quedó girando eternamente
abandonado (84)
Se propone una ruptura de fronteras en este viaje liberador:
y los cascos de naves impulsoras
o satélites vacíos
que recorren su infinita trayectoria
con su resignación
metálica
con su resignación
rápida y dorada
más allá
hacia arriba, hacia arriba (84-85)
La voluntad de ascenso decrece con el número de dos reiteraciones de este ánimo, habiendo aparecido con más fuerza en la triple reiteración del comienzo del poema; lo que estaría mostrando el inicio del abatimiento de esa aspiración. Los objetos voladores que se cita, están dotados de la cualidad de la resignación, la misma que el hablante desearía para sí. Las adjetivaciones que se asocian a esta cualidad están significando lo fuerte, lo que resiste; lo que es veloz y ligero; lo que es valioso y áureo; tal vez, las probabilidades de acceso a la libertad final con la que se permite soñar el personaje central de este poemario.
En suma, la producción receptiva de parte de la teoría y de la poesía de JE consiste en lo que sigue: un fuerte desarrollo de sus tesis enunciadas en 1968, manifestadas en sus publicaciones del exilio en Canadá; a lo cual se agrega, entre otros caracteres, un manejo irónico de distintos planos referenciales: el de las macro-enunciaciones y sus combinaciones con las cotidianidades (“Darwinismo” III, II: 52-56, “Reflexiones del Marqués de Sade” 49; “El trono de San Pedro” 28). Se suma a esta riqueza expresiva, el recorrido narrativo por instancias de valor histórico sometidas a una lupa observativa ceñida al más desnudo reconocimiento de verificación actualizado:
No empezar a referirse a esto
sino desde la cotidianidad más absoluta” […]
banalizados los monumentos
por enjambres de turistas (“Teotihuacán” 43)
El ámbito anglo-canadiense ingresa al ser del personaje exiliado que padece la impersonalidad y frialdad de trato de sus anfitriones ocasionales (“En el consultorio” 31). Desde otra formulación análoga a este tema, la dicotomía de los ámbitos de lo natal – lo extranjero, el alejamiento inicialmente pensado como breve temporalidad y retorno, contrapuesto a la resignación posterior de engendrar hijos extranjeros a los cuales mantenerles viva la memoria cultural de un país invisible que no conocen; se formaliza en el texto “Exiliados” (20-21).
En otros casos, interesante y novedosa aventura lingüística se emprende entrelazando formas idiomáticas habituales que traducen la interioridad desgastada del sujeto y formas que incorporar usos secularmente distantes de la evolución del español, dándole un grado de presencia al humor (“Fablas… fermosa fembra… Non vide otra cosa que gentes y edificios”, en “Épica cotidiana” 16).
Hasta aquí esta breve ponencia que sólo ha intentado llamar la atención crítica de una poesía que se desconoce en Chile, estimulando la realización de mayores estudios sobre sus vastas dimensiones. Aquí se han evidenciado algunos contornos interesantes de una obra poética escrita por un chileno que, como muchos otros, asumieron el exilio como una condena permanente.
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Obras citadas
- Jorge Etcheverry. En “Escuela de Santiago”. 33 nombres claves de la actual poesía chilena. Núm. especial de Orfeo: Revista de Poesía y Teoría Poética. Santiago, (1968).
———. Vitral con pájaros. Ottawa: Editorial Poetas Anti-imperialistas de América, 2002.
- Iuri M. Lotman. La semiosfera II. Madrid, 1998.
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Julio Piñones nació en Antofagasta, en 1948. Es profesor de estado con mención en castellano (Universidad de Chile, 1973) y Doctor en Literatura Hispanoamericana (Universidad Complutense, 1990). Actualmente ejerce como profesor de Teoría y Estética Literarias en la Universidad de La Serena.
En los años sesenta publicó poemas en las revistas Humboldt (Alemania), El Rehilete (México) y Taller Literario (Cuba). En 1970 y 1987 recibió premios de la Ilustre Municipalidad de Santiago y de la Sociedad de Escritores de Chile por libros inéditos y el 1997, el Consejo Nacional del Libro y la Lectura, le concedió la beca “A la trayectoria en el campo de las letras” y en 2004 recibió la Medalla de Honor Presidencial por el centenario de natalicio de Pablo Neruda. En 1982 publicó su primer libro de poemas, Andadura (Valdivia), en 1991 Poemares (La Serena), en 1994 Pecados cordiales (Valdivia), en 2000 Bellas y orates y en 2008 Travesía, en La Editorial Universitaria de La Serena. Ha sido antologado en Orfeo (1968), en Literatura Chilena, Creación y Crítica (1983), Poesía nueva de Chile, California, 1983 y En el ojo del huracán (1991). Ha publicado ponencias, ensayos y estudios literarios en revistas especializadas.