Construcciones hechizas: en torno a sintaxis asfalto de Julio Espinosa Guerra
Por Sergio Rodríguez Saavedra
Es en el viaje y no su regreso, más que Ítaca su odisea, donde reside la complejidad de un poema largo enunciado a través de la lectura de sus partes, como acontece con sintaxis asfalto (XXV Premio “Santa Isabel de Aragón, Reina de Portugal”, Ediciones de Poesía OLIFANTE, 2010), porque es en este trance, la nomadía de este trance, el peregrinar por el destino donde la palabra, el lenguaje, funda su habitar. No es este un mero argumento para la lectura de la última obra del chileno -radicado en España- Julio Espinosa Guerra, es un decir que se siente y se asienta en los referentes ineludibles que –al menos para mí- evoca. Por un lado ese estar fuera de Chile ya hace siete años, y ese continuo discurrir en torno al lenguaje situado firmemente en su obra anterior NN por otro. Del resultado incierto de su choque, esta obra que se anuda a las expresiones del poema en Heidegger, y ciertamente el uso acotado que hace al otro lado de la cordillera Hugo Mujica al abrir el poema en función de contemplar no el poema, sino el ejercicio de abrirlo. Referencias que destilo a la manera de cuentagotas, pero que darán a un recipiente que yo creo es el mismo.
Un verso carente de retórica, breve pero huidizo, con tintes de ironía reflexiva, violento como ocurre con el verso parco, pero a la vez alejado de nuestra postura antipoética, trabajado para leer la realidad sin dejar que ella se apodere del lenguaje, más bien la reiteración de que son las palabras las necesarias, pues lo otro ya está allí, del todo infinito, como esta labor, así se presenta esta “sintaxis” a través del libro:
“En el sueño
la palabra
es una carretera
que nunca termina”
(8)
Ni perdido ni encontrado. El mensaje acecha en cada recodo, sin embargo es en su búsqueda donde también justifica la presencia el poeta, ya que al encontrarla finalmente deja el viaje y convierte al lector en habitante y al mundo en habitado, ciertamente es el reencuentro donde los hombres son:
“Volver a soñar lo soñado
y escribir con un lenguaje
de muertos
lo vivo”
(34)
Claro, a estas alturas aclaremos que también subyace un poema de amor. De hecho la historia nos dice que fue escrito durante los trayectos entre Madrid y Zaragoza, camino trazado por la visita a la que hoy es su mujer. “A Mar, por el camino” dice el epígrafe inicial. Luego, urdo que a pesar de que sintaxis asfalto es un título que desde ya desliza una crítica hacia las posibilidades del poema de comprender esta modernidad o viceversa, lo cierto que al igual que Ulises, existe un viaje y una mujer al final del camino, y que la metáfora del texto nos puede decir por un ejercicio inverso, que no es el asfalto, sino el lenguaje el verdadero camino.
Ahora bien, esto que intento describir –que ya parece la construcción hechiza de un ejercicio teórico de segunda mano, diríamos sin alejarnos mucho- tiene también un nivel de inserción tanto en la obra particular como la literaria en general. La primera, comprobada por la economía de recursos para expresar la contención, donde poemas como el 90, el 18, el 60, y el 83 (el texto carece de títulos, utilizando la enumeración para establecer los cortes) son una muestra del oficio tras la mano que escribe, donde quizás el 72 muestra esa debilidad conceptual que ocurre cuando el modelo de rigurosidad desplaza el ritmo: “Lenguaje graniza/ sobre autobús/ Bajo su manto/ desaparece mundo”, como vemos, la carencia de ilativos no necesariamente tensa la escritura, a veces la adormece. Un conjunto que, más que unidad, es una propuesta de estilo, dicho antes, desde la composición y la revisión del material literario que en este caso mantiene una linealidad expresiva que le signa como un autor que se sigue proyectando hacia una propuesta específica, que pisa entre la objetivación y su sentido.
La segunda, este instalarse dentro de una promoción de autores nacidos en los 70 (alguna vez, en una revista, allá por los noventa, le nombré junto a Germán Carrasco y David Bustos como los más promisorios) tanto por sus libros de poemas como por su trabajo en áreas limitantes, como las de curador de antologías o las de crítico literario de Revista de libros en Madrid. También porque establece una función otra del poema corto, ni irónico epigramático como en la generación de los 80, ni fragmentario y agresivo como en la propia- sino que un decir lúcido, cercano al decir -ahora sí- del argentino Hugo Mujica, cuyo paralelismo con la ceguera, el lenguaje, la sangre, la vida y sus significantes son un motivo que debe releerse en otra ocasión. Función de observador, función referencial, pero también revisionista:
“La realidad
hecha añicos
sobre el parabrisas
no deja ver
la carretera”
(90)
Aquí una clave para la lectura de un buen libro de poemas. Su nivel de inserción, tanto en la obra del autor como en la de su contemporaneidad. En este caso, establecida como una ruta que atraviesa un camino cada vez más propio y a la vez, más rodeado de conexiones. Está en construcción, pero tiene destino y sucesión. Curiosamente, sintaxis asfalto es el poema de un camino, pero también la edificación de una ruta para la poesía chilena.