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La mujer Esbozada por Juan Emar en "Tres mujeres"

Por Camila Grob


Juan Emar, el autor analizado en esta investigación, presenta un arquetipo de sujeto femenino muy particular. Este trabajo abordará su visión de la mujer a partir del capítulo "Tres mujeres", que consta de los cuentos "Papusa", "Chuchezuma" y "Pibesa", publicados en el libro Diez.

Los textos del autor, considerados extravagantes para su época, nos trasladan a un mundo imaginario, sumamente innovador. El tema investigado responde a esta lógica: las mujeres que nos presenta Emar son únicas, etéreas, irrepresentables, y eternas. Excéntricas si se comparan con las presentes en la literatura del Chile de aquel entonces. Papusa, Chuchezuma y Pibesa responden, más que a la mimesis, a la imaginación innovadora. Su poder reside en el ser capaces de sacar, tanto al autor como al protagonista y al lector, de la vida cotidiana, y en trasladarlos a un universo fantasioso y enigmático.

¿De dónde se originan estos personajes?, ¿A qué responden?, ¿Cómo se vinculan entre si?, ¿Por qué Emar presenta esta determinada visión de la mujer?, son preguntas que surgen tras sumergirse en este fantástico "mundo" y a las que esta investigación busca dar respuesta.


Emar: vida, obra y relación con las mujeres

Alvaro Yañez Bianchi nació en Santiago, en 1893, el mismo año que su amigo Vicente Huidobro. A los quince años realizó el primero de los muchos viajes que realizaría a Europa. Éstos, y en particular los realizados a París, instauraron en él una concepción del arte que se oponía al academicismo y al arte oficial imperantes en el medio chileno. Una manera de expresar ese inconformismo y de dar a conocer los fundamentos de las vanguardias europeas a los chilenos, la encontró publicando en una sección llamada Notas de Arte en el periódico La Nación, de propiedad de Eliodoro Yañez, su padre. Aquí difundió, además, las ideas del grupo Montparnasse, formado por Henriette Petit, José Perotti, Manuel Ortiz de Zárate, Julio Ortiz de Zárate y Luis Vargas Rosas. Fue en estas publicaciones donde comenzó a utilizar el seudónimo con el cual comúnmente se le conoce: Juan Emar. El nombre deriva de la expresión francesa J' en aí marre, "estoy harto". Este seudónimo ha sido bastante comentado por los teóricos. Pablo Brodsky, en su texto "Un chileno harto de todo" (2004), señala:

Para Braulio Arenas, Juan Emar no estaba aburrido del mundo sino en el mundo, y sólo buscaba matar el tiempo. Para Eduardo Anguita se trataba de un intenso extrañamiento reconocido como una 'manifestación del desdoblamiento propio del espíritu, que viviendo en este mundo, no es de este mundo y registra, con impávido rostro, el movimiento de la vida'. Y, por último, la investigadora Soledad Traverso plantea que 'el origen del hastío en Emar es justamente vivir en un mundo basado en la falsedad, en el cual no puede creer y que rechaza y, del cual, sin embargo, no puede escapar'.

Así, el hastío, el rechazo a lo establecido, y el aburrimiento, constituirían el fundamento de este seudónimo.

En 1934 publica en Santiago las novelas Miltín, Un año y Ayer. En 1937 publica Diez, libro al que corresponden los cuentos analizados en este trabajo.

Tras la publicación de Diez, Emar desaparece de la escena literaria voluntariamente, ya que se dedica por completo al trabajo de su obra Umbral. Desde 1935 y hasta el año de su muerte, 1964, se dedicó a escribir la obra que reuniría su trabajo anterior y todo lo que le pareciera conveniente añadir. La escritura se convirtió en la tarea que lo mantuvo activo durante casi treinta años y con este proyecto dio pie a "una obra sin precedentes ni consecuentes en la historia literaria chilena", como plantea Cecilia Rubio (2004). Umbral fue publicado en 1996, pero dada su extensión (alrededor de cinco mil páginas), son pocos quienes lo han leído de comienzo a fin.

Emar fue un escritor incomprendido por su época. La recepción de sus obras no fue muy entusiasta. Los lectores, acostumbrados al realismo, no se sintieron atraídos por la propuesta de Emar, bastante más vinculada a la vanguardia europea que a la literatura criollista imperante en el medio chileno de aquellos tiempos. Así, las publicaciones no obtuvieron de parte de la crítica la atención esperada por el autor. Los comentarios fueron escasos, lo que lo decepcionó profundamente. Recién en las décadas de los setenta y ochenta comenzó tomarse en cuenta su trabajo. Actualmente las investigaciones y críticas en torno a su trabajo son diversas, lo que lo ha llevado a ocupar un puesto destacado dentro de los escritores chilenos del siglo XX.

En cuanto a las mujeres en su vida, pueden destacarse tres relaciones importantes. Sin embargo, todas fracasaron. Respecto al tema, Braulio Arenas (1977) comenta: "En amores y amoríos bastaba una sonrisa prometedora de mujer para sorberle el seso." De la misma forma como se encuentran comentarios que aluden a la pasión de Emar por las mujeres, hay indicios de que, por otro lado, existía cierta indiferencia respecto a sus elecciones, a la fidelidad, y a las rupturas. Ejemplo de esto es la anécdota contada por su hija Carmen respecto a su primer matrimonio:

 

A los pocos días de haber regresado a Chile, el 22 de enero de 1913, se puso los anillos de compromiso con su prima Herminia Yañez, hija de Luis Fidel Yañez, hermano de don Eliodoro. En aquellos tiempos, Emar salía con Herminia, Mina, y con Alicia Yañez, la Tití, también prima de Emar y futura madre de José Donoso. Cuando se supo que la elegida era Herminia, alguien le preguntó: ¿Por qué te casaste con la Mina y no con la Tití?". Y él contestó, "porque vivía más cerca" (Carmen Yañez, grabación realizada el 27 de julio de 1995) (Emar, prólogo de Pablo Brodsky: 1996:13)

Con Mina, su primera mujer, se instala en París. Allá nacieron sus hijos Eliodoro y Carmen. En esta época comienza a acudir a Montparnasse, un sitio de intelectuales, pintores y escritores. Además, toma clases de pintura y dibujo en la Academia de la Grande Chaumiére, e inicia su trabajo en la Legación Chilena, como Primer Secretario. El matrimonio comienza a vivir una crisis y en 1927 la separación es definitiva. Al año siguiente, Emar comienza su relación con Álice la Martiniere, apodada Pepéche. En ese mismo año, conoció a Gabriela Rivadeneira, 17 años menor que él, en uno de los viajes que realizó a Chile. Con ella mantuvo una relación epistolar secreta, hasta que en 1930 regresó a Santiago para casarse. Tuvieron tres hijas: Marcela, y las mellizas Clara y Pilar. Pero el matrimonio nuevamente fracasó. En 1946 se separó de Gabriela.

En 1948 murió su mejor amigo, Vicente Huidobro, y cayó en una profunda depresión. Fue entonces cuando aprovechó un viaje de su hermana Luisa para mandar a buscar a Pépéche, la que llegó a Chile al año siguiente junto a Jean Marc, a quien Emar reconoció como su hijo legítimo. En 1953 regresó con ella a Europa y se instalaron en Cannes. La relación no funcionó. En 1956 se volvió sólo a Chile y se instaló en la hacienda Quintrilpe, cerca de Temuco, administrada por su hijo Eliodoro. Ahí pasó el resto de su vida, dedicado a la escritura de Umbral, y de vez en cuando, a la pintura.


Diez

Diez, debe su nombre a que son diez los cuentos publicados. Consta de cuatro capítulos: "Cuatro animales", "Tres mujeres", "Dos lugares" y "Un vicio". Cada uno de éstos comprende, a su vez, la cantidad de cuentos señalada por el nombre de la sección. "Tres mujeres" comprende los cuentos "Papusa", "Pibesa" y "Chuchezuma". El primero fue escrito en 1932, mientras que el segundo y el tercero en 1933.

La particular disposición de las secciones del libro ha sido interpretada por algunos teóricos como un principio constructivo de orden numerológico, mientras que el título del texto, y de cada uno de sus capítulos, como una representación numérico-simbólica. Según Natalia García Céspedes (1998), esto se explicaría ya que el cubismo es la vanguardia que más influye en la escritura de Emar. La búsqueda de la armonía y la reconstrucción del universo de acuerdo a leyes matemáticas que propone dicho movimiento, estarían en concordancia con la escritura del autor. Según la autora, "el título numérico, Diez, nos permite establecer un vínculo con el tópico esotérico de los números, el cual encuentra sus fundamentos en Pitágoras, creador de un 'misticismo aritmético' que asumió fantásticas formas de interpretación de la realidad entre los antiguos."

La ordenación correspondería entonces, a la representación de la tétrada pitagórica: 1+2+3+4 = 10. El diez, y por lo tanto el título del libro, manifiesta, según esta hipótesis, la perfección de la unidad en lo múltiple y la totalidad del universo (tanto metafísico como material). Los diez cuentos estarían ordenados y clasificados de tal forma que representarían una inversión de la tétrada pitagórica ("Cuatro animales", "Tres mujeres", "Dos sitios", "Un vicio"). Esto, a su vez, simbolizaría una pirámide invertida, símbolo del ocultismo.


Personajes femeninos en Diez

Así como los textos de Emar escapaban de los esquemas convencionales para la época, las mujeres de Diez se salían del arquetipo tradicional de sujeto femenino tratado por la literatura. Aún ahora, que se cuenta con diversas investigaciones sobre la obra emariana, el tema de la mujer ha sido escasamente analizado. Papusa, Chuchezuma y Pibesa son personajes excéntricos. Poseen rasgos claramente oníricos. Su belleza y encanto, su fragilidad, su facilidad para entregarse, para aparecer y desaparecer, son aspectos que las sitúan en la lógica de los sueños. Más que personas, se presentan como fantasías. Son seres que aparecen rodeadas de un mundo maravilloso, ilógico y enigmático, que atrae enormemente al lector. En torno a ellas hay siempre un halo de misterio. Según Ignacio Valente (2006), las mujeres de la vida real, las de carne y hueso no concentran, tan bien como éstas, a los ojos del varón, "el Eterno femenino."

Las tres representan una fantasía del autor respecto a las mujeres reales. Es decir, en la configuración de éstas, se revela un anhelo que busca encontrar una figura femenina que escape a todas las reglas y convenciones. Así, se manifiesta a través de ellas el fastidio respecto a la sociedad, y el carácter rupturista presentes en la personalidad del autor. Emar intenta dar con una mujer que cumpla con sus expectativas y deseos y, por lo tanto, con una prácticamente imposible. Por lo que delatan los cuentos, ésta sería hermosa y joven, se entregaría fácilmente y sin necesidad de compromisos, no expresaría sus sentimientos pero estaría presente, y siempre terminaría abandonándolo. Se prefigura una joven a quien el hombre no necesita atarse, una que le permite vivir experiencias que van allá de lo cotidiano, que lo saca del ocio, del hastío de la vida, y lo traslada a una aventura fantástica sin pedirle nada a cambio.

La mujer tratada es la mujer anhelada, es aquella que no existe en la vida real. Por eso ellas dejan de poseer las cualidades que constituyen a las mujeres de carne y hueso: son sumamente intuitivas, tienen la capacidad de desdoblarse, de soportar disparos y agresiones físicas, mantienen cierto halo de misterio, se entregan fácilmente, y desaparecen sin más. Son un ideal que el autor posee, y llegan a tal punto de lejanía de la realidad que se vuelven inasibles para el protagonista. "Papusa como arquetipo de lo negado absoluto, Chuchezuma ya que maneja la sexualidad de acuerdo a un arbitrio personal, y Pibesa como una joven que llegado el momento de la relación sexual se desdobla en una que se entrega y otra que no" (Rubio: 2004). Ninguna logra establecer una conexión profunda, amistosa o amorosa, con el personaje principal. Así, se convierten en seres ilusorios, en universos imaginarios que al ser evocados trasladan a otras realidades. Se vuelven tan ficticias como lo son el lobo-garú o el vampiro-negro. La naturaleza de su creación es la misma: la imaginación humana. Hay que destacar que el autor expone los orígenes de estos animales fantásticos en "Chuchezuma". La explicación puede extrapolarse al origen de las mujeres en cuestión: "...el lobo-garú nace de un pensamiento y de una volición de un hombre ya existente (...)". Además, deja en claro el papel fundamental de la imaginación:

Mírala (a la langosta), no más, mírala! Mírala intensamente, ojalá agrandándola con la imaginación (...) Entonces ve sus ojos desorbitados en puntas de alfileres gigantescos, ve el movimiento de sus patas lentas, ve su vida de caverna a medio despertar bajo el hierro de su caparazón, ve los ecos vagos y sordos en ese brumoso comienzo de conciencia, ve su boca, ve su cola plegable con rendijas viscosas, ve ¡qué diablos! la mente que pensó, que pensó en tal modo que su pensamiento tomó las formas que has estado viendo.

Las mujeres son, en este sentido, un producto de la mente humana: toman las formas que la imaginación dispone.

Papusa, Chuchezuma y Pibesa se presentan como variantes del ideal de mujer soñada por el autor. Las tres constituirían un mismo prototipo de sujeto femenino: bella, joven, sensual, enigmática, fugaz, poco expresiva, se entrega con facilidad, no compromete al sujeto masculino, y desaparece. Las tres responden al mismo origen y al mismo arquetipo.

Los tres cuentos son distintas versiones de este ideal femenino. A pesar de parecer diferentes a simple vista, todas las historias tratan de un encuentro muy similar. Tanto es así, que es posible configurar un esquema revelador de la estructura de los relatos. El autor, ya sea conciente o inconscientemente creó una estructura determinada por la reiteración de elementos.

A grandes rasgos, el "esquema de construcción" está dado por la historia del encuentro del protagonista con una mujer joven y bella, que posee un nombre peculiar. Ésta tiene la característica de sacar de la cotidianeidad al protagonista, de trasladarlo a un "mundo" desconcertante, de rasgos oníricos. Destaca en este "mundo" la intervención de un hombre malévolo, vinculado directamente a la mujer y que se presenta como un rival para el protagonista. Por otra parte, ella se convierte siempre en objeto de deseo para el sujeto masculino, el que se consuma a través de un acto sexual. En éste la mujer es siempre partícipe, mientras que el protagonista puede ser partícipe o espectador. Estrechamente ligada a la relación sexual, y como reflejo inconsciente de un estado anímico, aparece la reiteración de la vinculación del gris y el rojo. Al final de los cuentos la mujer siempre abandona al protagonista que se queda resignado en su soledad. Destaca la existencia de un objeto fetiche en cada cuento, que cumple un papel importante en su construcción: en "Papusa" es el ópalo, en "Chuchezuma" la pintura, y en "Pibesa" la tela.

Para comprender la configuración de los cuentos a partir de este esquema base, es necesario estudiar en profundidad cada una de sus partes.

Esquema de los cuentos de "Tres mujeres"

 

Esquema

Los tres cuentos se titulan con expresiones relacionadas a las características de las jóvenes protagonistas. Pibesa es una expresión que viene de "piba", palabra con que se denomina en Argentina a una muchacha joven y atractiva. El texto incluso explica el por qué de la denominación: "Ella se llama Pibesa porque es muy joven. Tiene un talle espigado (…)". El nombre, por lo tanto, haría alusión a su aspecto físico. Papusa también es una expresión Argentina que designa a una muchacha joven. Sus orígenes provienen de un tango(1). Chuchezuma es un nombre ambiguo. En el texto se explica aludiendo a la descendencia de Moctezuma, pero, por otro lado, parece ser la derivación de "Chucha de su madre", expresión típicamente chilena que muchas veces es usada en forma de ofensa, cargada de odio y desprecio. Según Adriana Castillo (1992), "mestiza es la condición de Chuchezuma. Mestiza chilena y latinoamericana y su origen, reivindicado en la mezcla, a través de los tiempos y las generaciones." Hay que destacar que la expresión se utiliza muchas veces entre signos de exclamación, lo que afirma aún más su carácter ambiguo, ya que con esto se abriría la posibilidad de que la palabra se refiera a la exclamación, entendida como garabato, y al nombre propio a la vez: "Era ella, ¡Chuchezuma!". Esta mujer, al igual que las demás, también es joven y atractiva: tiene 17 años, de silueta fina, pelo castaño claro, tez blanca, y ojos verdes.

En Umbral, obra en la que Emar inserta sus antiguos trabajos, encontramos algunas pistas acerca de la caracterización de los personajes. Los tres cuentos se exponen en diferentes contextos, todos en el tercer pilar(2) . Algunos detalles cambian, pero la esencia sigue siendo la misma. Sin embargo, la inserción en una trama determinada nos permite comprender ciertos aspectos relevantes de la configuración de los sujetos.

"Papusa" se expone en el contexto de una fiesta demoníaca, a la que los personajes han sido invitados por Palemón de Costamota, y en la que Lorenzo Angol relata otra de sus visitas a este tipo de celebraciones. "Papusa" constituye justamente ese relato. En esta versión el Zar Palemón es denominado Palemón de Costamota, y se presenta como el diablo en persona. Antes de la inserción de "Papusa", los personajes se refieren a este sujeto como al diablo: "Palemón de Costamota -no hay que olvidar que es el Diablo" (1996: 1979). Se señala además, que el nombre cambia según las ocasiones: "Ese demonio que está al centro, con un ademán estatuario, es el que conocen ustedes por Palemón de Costamota. Ahora este nombre cae en desuso. Ahora es el Emperador Lucifer." (1996: 1991) La frase lleva a pensar que el origen de la transformación se explica por la inserción del cuento en otro texto. La denominación también podría responder a "San Palemón", lo que ironizaría el nombre tanto del santo como del diablo. Palemón también hace referencia a varios personajes de la mitología griega y romana(3).

"Chuchezuma" se relata como el último de los idilios del personaje Artemio Yungay. El pintor Luis Vargas Rosas se reemplaza por el escultor Lucien Poitiers, y de acuerdo a esto, la pintura por una escultura.

"Pibesa", en cambio, se mantiene intacto, pero se presenta como un sueño de Lorenzo Angol, uno de los principales personajes de Umbral. Respecto a la identidad de Pibesa, se señala: "(…) es esta mujer onírica una mezcla de sus amores pasados: Jenara Linares, Vivencia Pocuro y Lumba Corintia. Es, tal vez, una expresión de sus ansias por una mujer" (1996:1642). Pibesa aparece aquí como la síntesis de un conjunto de tres mujeres. De la misma manera, ella, junto a Papusa y Chuchezuma, conforman otro conjunto, que representa las ansias de una mujer, esta vez no de un protagonista sino del autor.

Hay que destacar la constitución triple de "la mujer" que encontramos en Emar, tanto en la realidad como en sus obras. Curiosamente, las mujeres importantes en su vida fueron tres. Es decir, si hablamos de "la mujer", con quien se relacionó el autor en la realidad, debemos referirnos a Mina, Pepéche y Gabriela.

De la misma manera, en sus creaciones encontramos mujeres, o mejor dicho ideas de mujeres, compuestas a su vez por tres personajes femeninos. Pibesa es la idea que surge a partir de Jenara Linares, Vivencia Pocuro y Lumba Corintia. Mientras que la "mujer única" que encontramos en Diez es una mezcla entre Papusa, Chuchezuma y Pibesa.

Natalia García Céspedes (1998), nos da ciertas pistas que podrían explicar de cierta forma la reiteración de este número. Sin embargo, no menciona la frecuencia del número en cuanto a las relaciones en la vida real del autor, ni en lo que respecta la constitución de Pibesa. La autora atribuye un por qué a la cantidad de cuentos que constituyen cada capítulo de Diez. Según ella,

simbólicamente, los números son ideas-fuerza con una caracterización específica para cada uno de ellos. (…) Al revisar el significado simbólico de los números que componen la tétrada pitagórica, podemos encontrar una estrecha relación en Diez, entre éstos y aquello que están numerando (animales, mujeres, sitios, vicio); de pronto llega a parecer que las dos palabras que componen cada uno de los nombres de las secciones, se transforman en reiteraciones de un significado no dicho, al cual sólo podemos acceder interpretando símbolos. (…) El número tres, es el que representa la síntesis espiritual, es la resolución del conflicto. Son "Tres mujeres", sobre lo que podríamos proponer que a través de ellas el hombre puede aspirar a descubrir lo otro. La mujer, y lo que ella conlleva: el amor y el erotismo, están vistos como solución y como posibilidad de trascendencia.

Los planteamientos de García Céspedes involucran al significado, tanto de la mujer para Emar como del número tres. En otras palabras, el número tres representaría lo mismo que las mujeres para el autor: una síntesis espiritual y la resolución de un conflicto.

El problema que Emar tendría con su idea de sujeto femenino es resuelto, siempre, a través de tres adaptaciones. Es decir, no existe para su concepción mental una mujer que resuelva sus anhelos en cuanto a figura femenina. La perfecta sólo se logra a través la síntesis de tres versiones.

El que a través de ellas se resuelva el conflicto y se pueda "aspirar a descubrir lo otro", se vincula a que el encuentro del protagonista con la mujer es un evento que lo saca de la cotidianeidad y lo traslada a un mundo suprareal, desde el cual se esboza una solución. El problema que se le presenta a Emar es el de la realidad misma. La vive inconforme, a veces con disgusto, intentando "pasar la vida lo más velozmente posible" (Emar, prólogo de Braulio Arenas: 1977: 6). Padece de neurastenia, un mal que lo aqueja por períodos, quitándole el ánimo de existir. En una de sus cartas a su hija Carmen señala: "La felicidad, en el sentido corriente y como ella se entiende, para mí no existe. En vano trato de imaginarla (…)" (Emar: 1998: 44). Braulio Arenas (Emar: 1977: 7) comenta: "él no estaba aburrido del mundo, sino que estaba aburrido en el mundo (…) le era preciso, a toda costa, crearse razones de existir para matar el tiempo, razones, pasatiempos o centros de interés, sean éstos los que fueren (…)" El autor no está conforme con la realidad, con la vida y por lo tanto no lo estará tampoco con las mujeres que son parte de ésta.

La cotidianeidad expuesta en sus textos va ligada generalmente al ocio y al hastío, reflejando este inconformismo. En Pibesa y en Chuchezuma, el protagonista aparece ocioso en un comienzo: en el primer cuento camina en espera de que algún acontecimiento lo saque de la cotidianeidad, mientras que en el segundo acude a la casa de su amigo para salir de ésta. Incluso habla de "tardes y noches de hastío."

Desde que la mujer aparece, se transforma el "mundo", se transforma el texto. La solución al conflicto con la realidad encuentra un punto de escape a través de éstas mujeres oníricas. Más que reales, las protagonistas son sueños, fantasmas o seres imaginarios de contornos concretos. Son la materialización de las ideas y anhelos que Emar posee en su interior. Figuras enigmáticas, ficticias, y misteriosas que provocan fascinación, miedo, desesperación y encantamiento en el autor. Son una instancia para traspasar las barreras de lo cotidiano y acceder a mundos encantados, que sacan al protagonista y al lector de la vida "común y corriente". Sin embargo, en todos los cuentos se debe renunciar a este mundo suprareal una vez que ellas desaparecen. En el caso de "Papusa", la contemplación del ópalo traslada al protagonista a un mundo misterioso, a una otredad en la que la mujer es el centro de atención. Accede así a un universo completamente fuera de lo común, en el que ocurren cosas impensables para la realidad, y en el que los hechos y los personajes están sometidos al poder del Zar Palemón, es decir, al dominio del diablo. Papusa es el nexo, la excusa para acceder a este mundo. En "Chuchezuma", el encuentro se produce en la calle, tras un presentimiento, mientras el protagonista se dirigía a visitar a su amigo Luís Vargas Rosas, para ver su última tela. Ella lo conduce a dos mundos fantásticos: el primero es el que se encuentra mientras caminan tomados del brazo en busca de un hotel. "Parecía todo aquello pertenecer a una ciudad inhabitada. (…) Con gran sorpresa vi que ese portón no comunicaba con un patio sino con una serie de nuevas callejuelas extremadamente angostas y tortuosas.", "grandes árboles, casitas campesinas, un gran arroyo, como jamás hubiese pensado que existiese en París." El segundo es el que ella evoca al señalarle la figura del lobo-garú, y consta de animales siniestros como el último y el vampiro-negro. En "Pibesa" el protagonista está desde el comienzo de la narración acompañado de la mujer. Y también desde el inicio inmerso en este mundo fantástico, el cual se exacerba al ascender a la cordillera. Una vez allá, el panorama es completamente onírico, galerías de nieve verdosa, un atardecer constante, una noche que no avanza, el sufrimiento de no poder avanzar para alcanzar a Pibesa. Ella es parte de este mundo fantástico, extraño e incluso incomprendido por el protagonista.

Es muy probable, que, dada la afición de Emar por las relaciones sentimentales, haya visto en la mujer un recurso para escapar de la cotidianeidad, tal como lo refleja en los cuentos. El problema es que las mujeres con las que se trata en la vida real son también reales y por lo tanto cargan consigo todos los aspectos aborrecidos por el autor. Por otra parte, las aventuras que sacan de la cotidianeidad, si se vuelven duraderas se transforman en monótonas. Esto explica que las mujeres que aparecen en sus cuentos sean ficticias, tengan cualidades que las de carne y hueso no, y que una vez que lo sacan de la cotidianeidad, lo abandonen. De esta manera, a través de la creación escritural, el autor crea universos paralelos, mundos que para él trascienden a éste, lugares en los que sus conflictos aparecen resueltos automáticamente.

Por otro lado, la mujer se presenta como objeto de deseo masculino. Aparece como un sujeto netamente sexual y sus acciones apuntan al erotismo.

Como plantea acertadamente Cecilia Rubio (2004: 217):

Las tres mujeres constituyen representaciones de ideales femeninos que asumen sus sexualidad desde un extremo de libertad mental aunque no física (Papusa), hasta el de la libertad en ambos planos (Chuchezuma), pasando por la actitud intermedia de la joven que asume su sexualidad como un querer y un no querer ser (Pibesa).

Papusa representaría el ideal de libertad mental ya que su mente no estaría ligada a su sexo, es decir, habría alcanzado la libertad interior. Según la concepción de sexualidad explicada en el texto, los sexos, entendidos como genitalidad, son independientes de los seres a los que pertenecen. Un espectro relata esta visión planteándola como una verdad a la cual muy pocos acceden:

Los humanos vinieron sin sexo. Luego los sexos cayeron en ellos, se incrustaron, e incrustados vivieron su propia vida nutriéndose de la sangre y las ideas de los humanos (…) Simbiosis casi eterna que el hombre se niega a reconocer (…) Hay algunos, sin embargo, que miran y a veces piensan. Y a veces, entonces, presienten que el sexo vive por sí, deslizándose, y arrastrándoles, a ellos, hombres, mujeres, soberanos (…) Han desconectado. Son dos vidas aparte en un ser sólo en apariencias uno. Pero la unión, el pacto de ser humano y sexo lo han roto…

Esta visión de la sexualidad es casi idéntica a la que expone Platón en su obra Timeo (55): "(…) Por ello, las partes pudendas de los hombres, al ser desobedientes e independientes, como un animal que no escucha a la razón, intentan dominarlo todo a causa de sus deseos apasionados (…)" Y luego continúa, aludiendo al momento del acto sexual: "(…) hasta que el deseo de uno y el amor de otro, como si recogieran un fruto de los árboles, los reúnen (…)". Es muy probable que Emar haya encontrado inspiración en estas ideas.

La joven Papusa es la única dentro del ópalo que ha tomado conciencia de esta "verdad". Ha desconectado su cuerpo, sus emociones y pensamientos, de su sexo. Por eso se señala que sus ideas quedan incólumes, que es pura y libre. Representa la total libertad interior, incluso en circunstancias de absoluto sometimiento exterior.

El Zar Palemón no soporta semejante hecho, ya que mientras los hombres mantengan unidos el sexo y la mente son esclavos de si mismos, y por ende susceptibles de someterse a él. Al final del texto, Papusa ya no se presenta como el ser libre del comienzo, sino como una súbdita más del Zar Palemón. Esta joven, como antes se mencionó, representa la libertad mental, pero no la física, ya que no mantiene el control de lo que hace con su cuerpo. Se deja manipular por las leyes del Zar Palemón.

Chuchezuma, en cambio, sí representa el ideal de la libertad mental y física, ya que maneja sus actos. Ella manipula a su antojo las situaciones, toma las decisiones, e incluso hace esperar al protagonista. Posee un carácter opuesto al de Pibesa, una mujer tímida, que parece no controlar sus deseos y seguir lo que el destino le depara. Chuchezuma es descrita como una mujer audaz, que maneja las situaciones: "ella tiene una habilidad de diablillo. Ella engaña y juega con cualquier tipo de cualquier bar."

Según Rubio (2004), Papusa y Chuchezuma tendrían actitudes extremas, tomas de posiciones. Poseerían un carácter radical que les otorga un sentido ritual en el plano de la espiritualidad, "(…) pues si a través de Papusa lo humano quiere liberarse de las ataduras de la sexualidad, a través de Chuchezuma lo humano quiere vivirse en su sexualidad en un rito libertario"

Pibesa representa la indecisión, a través del desdoblamiento. Una parte de ella se entrega y la otra no, una parte vive su sexualidad libremente y la otra se mantiene virgen, una parte es pasiva, y otra lidera la acción. Su sexo y su mente están ligados. Su cuerpo desdoblado no es más que el reflejo de sus pensamientos. Mantiene su virginidad y a la vez se entrega a los placeres carnales.

Tanto el protagonista como algunos de los sujetos masculinos que aparecen en los textos, expresan su visión de las tres mujeres, aludiendo a la corporalidad como objeto de deseo: "Veo como cómo todos los miles de seres allí dentro, cómo forman un sólo monstruo, uno, nada más, monstruo de cien mil cabezas, más un sólo pensamiento; de cien mil sexos, más una sola lascivia… ¡Papusa!". "Dio media vuelta y empezó a andar. Entonces fui golpeado por una excitación desenfrenada. Corrí hacia ella."

El deseo carnal frente a la mujer se consuma, en los tres cuentos, a través del acto sexual. En "Pibesa" y en "Chuchezuma" el protagonista es partícipe, pero en "Papusa" es sólo espectador. En los dos primeros el protagonista parece perseguir la relación sexual desde un comienzo. En "Papusa", en cambio, ésta aparece como un espectáculo, no sólo para él, sino para todos los personajes. Rubio (2004) plantea una posible relación entre Papusa y el sadomasoquismo. La mujer gozaría viéndose maltratada. El cortesano, el bufón y los perros se lanzan sobre ella humillándola, y haciendo de su cuerpo, además de un objeto de violación sexual, un objeto de exhibición pública. Papusa no pone resistencias, se entrega libremente, ni siquiera se estremece. Además de disfrutar recibiendo humillación y dolor, goza siendo un objeto de atención, y provocando en los demás el espanto que suscita el espectáculo. En "Pibesa" la relación se da sólo con una parte de la mujer, ya que ésta se ha desdoblado. Una de ellas se entrega y la otra no. Llama la atención que, justo en el momento en que la relación sexual se lleva a cabo, la mujer que se ha entregado comienza a verse, a ojos del protagonista, diferente. "Más junto con verla apercibí con estupor que cambiaba, se transformaba, y que yo iba teniendo con todos mis miembros a una mujer ignorada". Él ve a Pibesa como una mujer que no se entregaría, por lo que al hacerlo se convierte automáticamente en otra, deja de ser la auténtica. En "Chuchezuma" la mujer aparece con la libertad de decidir cuándo y dónde se entregará al protagonista. Ella maneja la situación.

En relación a la sexualidad, llama la atención una determinada constante: en los tres textos el gris se vincula al rojo. Los cuentos están colmados de imágenes coloridas. La gama que utiliza el autor es sumamente amplia. No se limita a describir tonos tradicionales, sino que nombra sus diversas variantes. Así, por ejemplo, el rojo aparece como granate, escarlata, carmín, etc. Según Cristián Warnken (1986), la gran cantidad de colores se explicaría porque el autor quiso ser pintor, y de hecho, pintaba constantemente. Cecilia Rubio (2004), en cambio, vincula el asunto a las contribuciones que Rudolf Steiner tuvo en la obra. Steiner propone un método para alcanzar el conocimiento del mundo suprasensible. Plantea la superación de las condiciones físicas de los órganos de los sentidos, de manera de sentir aspectos que normalmente no percibimos. El seguimiento de Emar de este autor podría explicar el que sea descrita una gama amplísima de colores allí donde las personas corrientes no los verían. Según Steiner, el iniciado debería trabajar por objetivar sus deseos, sensaciones e ideas, como si fueran realidades.

Los colores son una gran contribución descriptiva en los textos de Emar. Aportan datos relevantes respecto a los objetos y situaciones descritas. Tomando en cuenta la vinculación del gris al rojo y, si consideramos que según la psicología analítica (Cirlot: 1979) el gris simboliza neutralización, egoísmo, abatimiento, inercia e indiferencia, y el rojo a los sentidos vivos y ardientes, a la sangre palpitante y al fuego de la pasión, entonces podemos comprender que la transformación de colores en cada caso, no es un simple capricho del autor.

En "Pibesa", el talle y los dos tacones de la mujer se tiñen rojos luego del acto sexual y el disparo. Primero, el traje se empapa de sangre, hacia arriba, y luego hacia abajo. "Así, el rojo de su sangre iba tragando el gris perla de sus sedas", comenta el protagonista. Luego, súbitamente sus dos tacones se hacen escarlatas. El rojo aparece evidenciando que Pibesa no era una mujer pura, como lo pretendía ser al desdoblarse, sino que la pasión carnal corría ya por su cuerpo. Al exhibirse de gris, la joven expresaba indiferencia y egoísmo respecto a la sexualidad. Al teñirse de rojo, los sentimientos vivos y ardientes son revelados.

En "Chuchezuma", la mujer se cambia libremente sus ropas. Aparece en un bar vestida de rojo encendido, luego de haber lucido uno gris. El protagonista plantea que el cambio de vestimenta tiene relación a el encuentro con un hombre. Frente a esto señala: "Este hombre bien podía ser el amante de Chuchezuma, en todo caso el causante de su cambio de ropas. Allá por Bellon-Falguiere, olvidé decirlo, ella vestía de gris oscuro." El cambio de vestido evidencia la transformación inconsciente de un estado anímico, una toma de postura diferente frente a la sexualidad. Al cambiarse el traje gris por uno rojo encendido, la neutralización, inercia e indiferencia respecto al tema se transforman en deseos pasionales. El gris revela que ella no está dispuesta a entregarse sexualmente a un hombre, mientras que el rojo refleja todo lo contrario. En una breve descripción de Chuchezuma, el protagonista expone el vestido rojo como una característica comparable con la edad y el color de pelo, y luego asocia su aspecto a la sexualidad. "Y ella tiene diecisiete años, pelo castaño claro, tez blanca, ojos verdes, viste de rojo encendido… Se adivinan las consecuencias". El vestido funciona como un símbolo que muestra la disposición de la mujer a entregarse a los placeres carnales.

En "Papusa", la vinculación del gris y el rojo es completamente distinta a los otros dos casos. En éste no hay una transformación, ni un reemplazo, sino que una complementación. En el momento del acto sexual entre el bufón y Papusa, una voluta de humo gris carbón rodea la nuca del hombre. De pronto unos relámpagos de luz granate salen de éste. Aludiendo a la carga sexual que el rojo granate tiene, el protagonista señala: "Veo cómo algunos de esos relámpagos de luz granate se desprenden del humo gris carbón y pegan sobre los espectadores encendiéndoles el hambre, la furia de la posesión." Y refiriéndose a los relámpagos: "Veo entrelazarse con el humo gris carbón el máximo placer que al hombre le es dado." Así, la indiferencia y neutralidad frente a la sexualidad, se carga de pasión carnal.

En los tres cuentos aparece, además, un hombre malévolo asociado a las mujeres. El protagonista lo ve como un rival contra el cual debe lidiar.

En "Pibesa", este hombre aparece en la segunda mitad del texto, en el momento en que la joven ya se ha desdoblado y los personajes van descendiendo por la escalera de caracol. El protagonista se refiere a él como a un hombre ya conocido, que le produce temor. "Tuve un miedo instantáneo y horrible. Vi en el sonido de esos pasos que era el hombre aquel quien trepaba." El comportamiento de éste podría interpretarse como la revelación del verdadero estado emocional, en lo que se refiere a la sexualidad, de Pibesa. Él aparece para quitar del relato a la joven "falsa": "(…) bruscamente la encajó por una estrecha galería que arrancaba de la escalera atravesando su eje y perdiéndose en las sombras". A la vez, a través del disparo, hace que la mujer tiña de sangre roja su vestido y tenga que evidenciar su impureza. O sea, sus acciones hacen visible el verdadero estado de la joven: la parte de ella que asumía su sexualidad, es decir, aquella que se entrega al protagonista, es anulada mediante la salida del cuento que el hombre provoca, y la parte que la negaba, es decir, aquella que no se entregó, es obligada a aceptar su sexualidad ya que finalmente es teñida de rojo. En sus zapatos negros aparecen los dos tacones rojos, lo que evidencia aún más la "impureza" de la joven, ya que el rojo representa la pasión carnal, mientras que los tacones podrían verse como un símbolo fálico.

En "Chuchezuma" el hombre aparece en un bar. El protagonista señala que él bien podría ser el amante de la joven. Mientras en "Pibesa" huye del hombre, en este caso se esconde, apegándose a un muro para no ser visto. También le teme: "Sabrá que soy su rival, saldrá, se echará sobre mí, me golpeará, me descuartizará, me matará."

En "Papusa" el hombre rival es el Zar Palemón, que tiene cautiva a toda una sociedad, y, entre ellos, a Papusa, quien intentó zafarse pero no lo logró. "El Zar Palemón me ha robado a Papusa, y nada gano con llevar todo su imperio en mi anular", comenta el protagonista al verse impotente frente al poder de este hombre-diablo.

Respecto a los finales de los textos puede señalarse que son bastante similares. La mujer siempre abandona al protagonista, quien debe retornar a la cotidianeidad. En "Papusa" el protagonista intenta rescatar a la mujer de ese "mundo" que se ve en el ópalo y le insiste que acuda a su lado. Papusa, sin embargo, responde que no, que sólo saldría si el Zar Palemón lo quisiese. "Si Él quiere, sí; si no, no." El protagonista finalmente se rinde, y se queda sólo. En "Chuchezuma" la mujer, tras haber acudido al encuentro en una casa abandonada, se marcha. El protagonista se queda unos minutos fumando. Luego acude a la casa de Vargas Rosas y se encuentra con la tela que representa a Chuchezuma. La tela, en este caso, se transforma en un objeto que sustituye a la mujer. A Chuchezuma no la vuelve a ver. En "Pibesa" la mujer también lo abandona. El protagonista queda en su casa, mirando por una ventana que hay a ras de suelo. La última imagen de ella es la de sus dos tacos, bañados en sangre escarlata.

En los tres cuentos aparecen objetos desemantizados y fetichizados. El cuadro en "Chuchezuma", los tacos ensangrentados en "Pibesa", y el anillo de ópalo en "Papusa" son objetos cuyo significado no es el que comúnmente se les atribuye, sino uno que se le concede al situarlos en el contexto del cuento y al cargarlos de determinadas características.

Según Rubio (2004), éstos son objetos que junto con afectar la fetichización de la mujer se revelan como formas del objeto del deseo. De acuerdo a este planteamiento, los objetos tendrían una carga sexual sustitutiva que aminoraría el atentado a la moral. Es decir, las reservas y limitantes de tipo moral podrían encontrar un punto de escape a través de los objetos. Frente a un zapato no es necesario ser prudente, ni tampoco frente a un ópalo o a un cuadro. Así, el autor utilizaría estos objetos como excusas que le permitirían escribir sin restricciones morales. El drama que se vive en Papusa sería escandaloso si ocurriera en la realidad, pero como ocurre dentro de un ópalo, su carga moral se aminora; el lector "sabe" que lo que ocurre es ficticio. Lo mismo ocurre con el taco ensangrentado de Pibesa: éste representa un falo, pero como se liga a un zapato, su carga moral se ve disminuida. Estos objetos funcionarían, según Rubio, como un espacio de síntesis entre una visión estética y una emocional.


Otros elementos coincidentes

Respecto a los elementos coincidentes, los textos no sólo presentan los descritos en el esquema anterior. Hay también ciertos aspectos que se repiten azarosamente, sin una lógica que permita incluirlos en una estructura determinada, ni ligarlos al tema en estudio. Sin embargo, es relevante destacarlos ya que, a pesar de no aportar mucho al análisis de la figura femenina, subrayan el hecho de que Emar utiliza los mismos elementos para la configuración de estos tres cuentos. Llama la atención la reiteración de intuiciones y presentimientos, del azar, del miedo, del hogar y de la sangre.

El protagonista es un individuo sensible, muy perceptivo, cargado de intuiciones y presentimientos. En muchas ocasiones vislumbra lo que vendrá. Por ejemplo, en "Papusa", mientras comienza a contemplar el espectáculo que se da en el interior del ópalo, se siente "cogido y ahogado por mil presentimientos oscuros", más de una vez. En "Pibesa", prevee la presencia del hombre, sólo con oír ciertos ruidos: "De pronto subieron hasta nuestros oídos los ecos acompasados de unos pasos robustos (…) Vi en el sonido de esos pasos que era el hombre aquel quien trepaba". En "Chuchezuma" no es sólo el protagonista quien posee esta gran intuición, sino que también la joven. Él presiente el encuentro: "(…) algo presentí y atravesé la calle pausadamente para dar tiempo a que mi mente precisara tal presentimiento". Luego del encuentro, le hace una propuesta a la que ella asiente justificando su aceptación: "Una tontería o un presentimiento (…) Salí de casa pensando que algo me sucedería". Lo mismo ocurre más adelante, cuando se encuentran con unos perrillos que causan miedo al protagonista, y ella le advierte, sin que él exprese su miedo, que por esos lados no andaban perros grandes. "Yo no había pronunciado palabra alguna. Pero Chuchezuma adivina tal como el amigo de Edgar Poe, Auguste Dupin." Las intuiciones de él llegan a tal nivel de precisión que toman la forma de visiones futuristas. Sabe lo que ocurrirá y como debe actuar. El encuentro final con la joven es un claro ejemplo. Éste se da en un lugar no acordado por ambos, pero él sabe perfectamente donde la encontrará: "Chuchezuma aparecerá. Avancé. Toda vaguedad se fue deshaciendo. Una certeza se implantaba. No, todas las calles de París no: una sola, dura. En ella, una casa por sobre todas las demás, una sola, vacía. (…) Avanzaba. Aquí está: una calle sola, dura, duerme. Allí está: esa es la casa".

Por otra parte, las acciones de los personajes parecen ser manipuladas por el azar y no por las intenciones de ellos mismos. "No fue por mi voluntad ni por la suya que nos dirigimos a visitar la cordillera. Fue por un simple azar", señala el protagonista de "Pibesa". Los acontecimientos se suceden unos a otros sin lógicas ni fundamentos. Los hechos azarosos pueden interpretarse como un reflejo de la escritura del autor: en ésta aparecen súbitamente anécdotas, sin una razón explícita. Por ejemplo, en "Chuchezuma" hay una continuidad de historias que se presentan como salidas del tema central del texto. La idea del lobo-garú, las teorías alimenticias de Bertino, la conexión entre la fisionomía animal y la humana, el paseo al taller de Vargas Rosas, etc., se conectan sólo por la voz del narrador. El escritor parece dejar llevarse por el azar, por una pulsión colmada de rupturas y deslizamientos.

El miedo es otro elemento que siempre acompaña al protagonista. A veces siente temor, otras, pavor. En "Pibesa" le teme al hombre que aparece en las escaleras: "tuve un miedo instantáneo y horrible". En "Papusa" señala tener pavor cada vez que descubre vida en lo que creía inanimado. En "Chuchezuma", en cambio, el miedo es provocado por los perros, por el lobo-garú, y el vampiro-negro. Además siente teme ser descubierto por el hombre del bar.

Las casas, ya sea el hogar del protagonista o no, también son recurrentes. Durand (1981: 230) plantea respecto a la casa que ésta posibilita al hombre "huir del mundo del peligro, temible y hostil, para refugiarse en un sustituto cavernoso del vientre materno". En este sentido, la casa adquiere un sentido de intimidad y refugio. En los tres cuentos se alude a ésta como hábitat del protagonista. En "Pibesa" la casa aparece al final y es donde él encuentra seguridad y protección, después de la persecución del hombre y los disparos que alcanzaron a Pibesa. En "Papusa" el texto alude a la casa señalando que es en el cajón de trabajo donde se guardaba el ópalo. Por lo tanto, se deduce que todo el texto se produce adentro de la casa, es decir, en un lugar seguro, apartado del extravagante mundo que encuentra en el interior de la joya. En "Chuchezuma" el hogar se presenta como un lugar de descanso, entre los sucesivos encuentros con la joven. Al final del texto la casa vuelve a aparecer, pero esta vez no como hogar sino como lugar de encuentro, directamente ligado a la intimidad.

La sangre es el último de los elementos coincidentes analizados. Según Cirlot (1979: 230) "las cualidades pasionales del rojo infunden su significado simbólico a la sangre." Emar utiliza este elemento precisamente en el sentido que plantea este autor. De hecho, señala refiriéndose a la sangre: "El único color vital, el rojo". Los tacos bañados en sangre de Pibesa son un claro ejemplo. O ciertas frases en las que se alude a la pasión: "Miremos con todos los ojos, con todo el cuerpo, con toda la sangre", o "Todo el mundo siempre quiere sangre". En Chuchezuma este elemento se relaciona con el lobo-garú y el vampiro-negro, seres vampirescos, de fauces devoradoras, que beben la sangre de sus presas. En este caso su significación va ligada a la muerte, a lo grotesco y a lo dramático.


Influencias

Los textos analizados admiten suponer diversas influencias. El surrealismo, la filosofía de Rudolf Steiner, el psicoanálisis, el ocultismo, son algunas de tantas otras posibilidades. Se han mencionado nombres como Proust, Kafka, Rabelais, Poe y Michaux para delinear posibles influjos y relaciones.
Sin embargo, parece relevante destacar el surrealismo y la filosofía de Steiner, ya que son las corrientes predominantes en Diez, y las que más se vinculan al tema de la mujer.

Los cuentos presentan características decididamente surrealistas. El rechazo al realismo, la importancia dada a la hombre y su destino, el humor, lo maravilloso, el azar, la ilusión, lo fantástico, el ensueño, la alineación, el terror como sentimiento instintivo del hombre, lo absurdo, los objetos descontextualizados y desemantizados, son rasgos típicos del surrealismo rescatados por la obra de Emar. Además, la inexistencia de una lógica o razón que controle la escritura, y en cambio, la predominancia de un automatismo psíquico, ajeno a la fiscalización de la razón, de la estética o la moral, acentúan aún más este carácter en la obra.

Las mujeres analizadas presentan rasgos predominantemente surrealistas. Esto explica que no sean personajes "reales", sino más bien oníricos, que aparezcan como ilusiones o anhelos del autor, como seres fantásticos, maravillosos, guiados por el azar más que por la propia voluntad.

Adriana Castillo (1992) plantea que Chuchezuma es, sin lugar a dudas, heroína de contornos surrealistas. "Reflejo mestizo de la Nadja de Breton, llegado de América Latina y viviendo, mágica, escurridiza, aérea, en París, eso es Chuchezuma". Ella propone que tanto Nadja como Chuchezuma representan la vivencia de la libertad total. Hay, además, menciones explícitas al surrealismo, como la referencia explícita de la película La Edad de Oro de Luis Buñuel.

Iñigo Madrigal (1971), en su texto "Diez de Juan Emar", se refiere a la vinculación de la obra con el surrealismo, y, más específicamente, con la mandrágora:

Sin embargo, si Juan Emar permaneció arcano para sus coetáneos, la generación inmediata (o al menos parte de ella) le consagró un lugar en su hornacina. La Mandrágora, el grupo de poetas y narradores que constituyen el movimiento surrealista en Chile, en su voluntad de romper las formas todavía vigentes del naturalismo y del mundonovismo, vieron en Emar un adelantado. El grupo animado por Braulio Arenas, Enrique Gómez-Correa y Jorge Cáceres solían aludir a la obra de Emar 'como si ella fuese una misteriosa posesión sobrecargada de innumerables sorpresas'.

Cecilia Rubio (2004: 201) plantea que a filosofía de Steiner, específicamente el libro Iniciación es clave para comprender los cuentos de Diez. Según Rubio, estos cuentos tendrían un referente específico, que no sería la realidad cotidiana, sino una vía de desarrollo espiritual como la de este libro:

Al leer los cuentos en su conjunto, se observa que la experimentación del protagonista se centra en tres de los aspectos principales que combate el método de iniciación propuestos por Steiner: los deseos, el miedo, la presencia del azar y la arbitrariedad en la cadena de pensamientos.

La filosofía de Steiner se aleja muchísimo del surrealismo, sin embargo, extrañamente, la mayoría de los aspectos mencionados por Rubio coinciden con algunos rasgos importantes de este movimiento. El miedo, la presencia del azar, y la arbitrariedad en la cadena de pensamientos son elementos típicamente surrealistas. Tal vez porque ambas influencias se cruzaban, es que estos aspectos son tan marcados en la obra de Emar. Este último era un seguidor fanático de Steiner, e incluso intentaba vivir de acuerdo a la teoría. En las cartas a su hija Carmen, el autor comenta: "Vuelvo, (…) a mi tema de siempre: Rudolf Steiner, sobre todo con su 'Iniciación'. Usted la lee y la entiende con toda facilidad, hasta llega a encontrarla demasiado simple. Pero, mi linda, ¡ensaye de ponerla en práctica, de vivir como dicen sus múltiples consejos!" (Emar: 1998: 54).

La construcción de la figura de una mujer ideal respondía, en gran medida a estas dos importantes contribuciones. Una mujer de carne y hueso, sometida a las reglas que imponía la sociedad de aquella época hubiera sido imposible teniendo en cuenta este tipo de influencias.


Conclusiones

Emar, inconforme con la realidad cotidiana, busca refugiarse en su imaginación y crea así, un universo paralelo al real. El protagonista de los tres cuentos analizados es un reflejo de su personalidad, es decir, su doble en el mundo fantasioso que ha creado. De hecho, en "El pájaro verde", se alude a Juan Emar como personaje principal, por lo que es posible sospechar que en todos o muchos de los cuentos de Diez quien aparece como protagonista es él. Juan Emar sería el sujeto que Alvaro Yañez quiere y busca ser en su mundo imaginario. Las mujeres expuestas en "Tres mujeres" se presentan como una salida de la vida cotidiana que afecta al protagonista. Si en la vida real las mujeres resuelven, en cierta medida, el problema del hastío que siente el autor respecto a la vida diaria, en Diez, solucionan casi a la perfección el conflicto. Son seres capaces de transportar a fantasías fuera de lo común, que posibilitan el paso a un mundo supreareal, y que satisfacen los anhelos del autor respecto a una mujer. Seres imaginarios, maravillosos, que presentan rasgos oníricos y que por lo tanto se alejan de las personas de carne y hueso. Logran sacar al protagonista completamente del estado cotidiano, evitando provocar las limitantes que las mujeres reales producen en lo que respecta a la resolución del conflicto terrenal de Emar. Abandonan a tiempo al protagonista, antes de que la aventura se transforme en monotonía, no expresan sentimientos y por lo tanto no comprometen al sujeto masculino, se entregan fácilmente, son bellísimas, fugaces, y etéreas.

Papusa, Chuchezuma y Pibesa son versiones distintas de una, de la mujer anhelada por Emar, de aquella que logra trasladarlo completamente a una otredad. Es decir, en los cuentos se expone, no a tres mujeres distintas, sino a una única. O, dicho de otro modo, las tres son diferentes interpretaciones de la misma.

El que sean tres también es significativo, ya que, como se mencionó, no son sólo tres en el capítulo de Diez, sino que este número se repite en diversas dimensiones ligadas a lo femenino. Respecto al interior del capítulo encontramos que Pibesa representa una mezcla onírica de otras tres mujeres, la síntesis que refleja las ansias de un personaje por una mujer. En cuanto al exterior de Diez, encontramos que en la vida de Emar la conformación de la idea de mujer se hace a través de tres relaciones amorosas distintas. El capítulo analizado, y más específicamente la mujer que encontramos en éste, es reflejo de la vida, de las ideas y pensamientos que fluyen en la mente del autor.

La reiteración en diversas versiones de lo mismo para conformar una idea no se da sólo en lo referente a la mujer. Se da también en lo que respecta a la configuración de los cuentos. Éstos, que se presentan como el contexto donde se sitúa el encuentro del protagonista con el personaje femenino, presentan también varias características en común, por lo que se ha planteado la existencia de un esquema de construcción a partir del cual se generarían las tres historias. La expresión de las ansias de Emar por una mujer estaría ligada entonces al anhelo de una situación ideal, o contexto particular, que se reflejaría en el "esqueleto" o estructura constructiva de los cuentos.

La mujer que presenta Emar a través de "Tres mujeres" es, como señala en Umbral respecto a Pibesa "una expresión de sus ansias por una mujer", es la joven de sus sueños. Es el ideal de un otro que satisfaga todas sus expectativas. Un arquetipo perfecto, moldeado a sus intereses, una figura absoluta similar a las del mito de la caverna de Platón, pero modelada de acuerdo a la mente del autor. Emar es conciente de que una persona de esas características es imposible e inalcanzable, por ello presenta, no a una mujer tal como la entendemos en la realidad, sino a un ser onírico. De esta manera evidencia y destaca que este otro es inasible. Su "mujer única" es aquella figura ideal e imposible. Es la materialización de una idea que todos, aunque sea inconscientemente, poseemos, y a la que sólo podemos acceder a través de la imaginación.

 

 

Diez,
Juan Emar. En memoria chilena (pdf: 25.5 Mb)

 

 

NOTAS

(1) Nombre del tango: "Che Papusa oí". Música: Gerardo Matos Rodríguez. Letra: Enrique Cadícamo.
Disponible en http://www.robertogoyeneche.tango-tour.com.ar/chepapusaoi.htm

(2) "Pibesa" se encuentra bajo el título "año de 1929" entre las páginas 1642 y 1647. "Papusa" entre las páginas 1993 y 1999 y "Chuchezuma" entre la 2004 y la 2016.

(3) Palemón, es el nombre de el luchador, hijo de Heracles llamado así por una lucha sostenida por su padre. También corresponde a uno de los hijos de Etolo (o de Hefesto) que participó en la expedición de los Argonautas, y al dios marino llamado en su vida mortal Melicertes. En Roma, Palemón es identificado con el dios Portuno.

 

 

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La mujer Esbozada por Juan Emar en "Tres mujeres".
Por Camila Grob.