Proyecto
Patrimonio - 2007 | index | Juan
Emar | Autores |
La
mujer Esbozada por Juan Emar en "Tres mujeres"
Por
Camila Grob
Juan Emar, el autor
analizado en esta investigación, presenta un arquetipo de sujeto femenino
muy particular. Este trabajo abordará su visión de la mujer a partir
del capítulo "Tres mujeres", que consta de los cuentos "Papusa",
"Chuchezuma" y "Pibesa", publicados en el libro Diez.
Los
textos del autor, considerados extravagantes para su época, nos trasladan
a un mundo imaginario, sumamente innovador. El tema investigado responde a esta
lógica: las mujeres que nos presenta Emar son únicas, etéreas,
irrepresentables, y eternas. Excéntricas si se comparan con las presentes
en la literatura del Chile de aquel entonces. Papusa, Chuchezuma y Pibesa responden,
más que a la mimesis, a la imaginación innovadora. Su poder reside
en el ser capaces de sacar, tanto al autor como al protagonista y al lector, de
la vida cotidiana, y en trasladarlos a un universo fantasioso y enigmático.
¿De dónde se originan estos personajes?, ¿A qué
responden?, ¿Cómo se vinculan entre si?, ¿Por qué
Emar presenta esta determinada visión de la mujer?, son preguntas que surgen
tras sumergirse en este fantástico "mundo" y a las que esta investigación
busca dar respuesta.
Emar:
vida, obra y relación con las mujeres
Alvaro Yañez
Bianchi nació en Santiago, en 1893, el mismo año que su amigo Vicente
Huidobro. A los quince años realizó el primero de los muchos viajes
que realizaría a Europa. Éstos, y en particular los realizados a
París, instauraron en él una concepción del arte que se oponía
al academicismo y al arte oficial imperantes en el medio chileno. Una manera de
expresar ese inconformismo y de dar a conocer los fundamentos de las vanguardias
europeas a los chilenos,
la encontró publicando en una sección llamada Notas de Arte en el
periódico La Nación, de propiedad de Eliodoro Yañez, su padre.
Aquí difundió, además, las ideas del grupo Montparnasse,
formado por Henriette Petit, José Perotti, Manuel Ortiz de Zárate,
Julio Ortiz de Zárate y Luis Vargas Rosas. Fue en estas publicaciones donde
comenzó a utilizar el seudónimo con el cual comúnmente se
le conoce: Juan Emar. El nombre deriva de la expresión francesa J' en
aí marre, "estoy harto". Este seudónimo ha sido bastante
comentado por los teóricos. Pablo Brodsky, en su texto "Un chileno
harto de todo" (2004), señala:
Para
Braulio Arenas, Juan Emar no estaba aburrido del mundo sino en el mundo, y sólo
buscaba matar el tiempo. Para Eduardo Anguita se trataba de un intenso extrañamiento
reconocido como una 'manifestación del desdoblamiento propio del espíritu,
que viviendo en este mundo, no es de este mundo y registra, con impávido
rostro, el movimiento de la vida'. Y, por último, la investigadora Soledad
Traverso plantea que 'el origen del hastío en Emar es justamente vivir
en un mundo basado en la falsedad, en el cual no puede creer y que rechaza y,
del cual, sin embargo, no puede escapar'.
Así,
el hastío, el rechazo a lo establecido, y el aburrimiento, constituirían
el fundamento de este seudónimo.
En 1934 publica en Santiago las
novelas Miltín, Un año y Ayer. En 1937 publica
Diez, libro al que corresponden los cuentos analizados en este trabajo.
Tras la publicación de Diez, Emar desaparece de la escena literaria
voluntariamente, ya que se dedica por completo al trabajo de su obra Umbral.
Desde 1935 y hasta el año de su muerte, 1964, se dedicó a escribir
la obra que reuniría su trabajo anterior y todo lo que le pareciera conveniente
añadir. La escritura se convirtió en la tarea que lo mantuvo activo
durante casi treinta años y con este proyecto dio pie a "una obra
sin precedentes ni consecuentes en la historia literaria chilena", como plantea
Cecilia Rubio (2004). Umbral fue publicado en 1996, pero dada su extensión
(alrededor de cinco mil páginas), son pocos quienes lo han leído
de comienzo a fin.
Emar fue un escritor incomprendido por su época.
La recepción de sus obras no fue muy entusiasta. Los lectores, acostumbrados
al realismo, no se sintieron atraídos por la propuesta de Emar, bastante
más vinculada a la vanguardia europea que a la literatura criollista imperante
en el medio chileno de aquellos tiempos. Así, las publicaciones no obtuvieron
de parte de la crítica la atención esperada por el autor. Los comentarios
fueron escasos, lo que lo decepcionó profundamente. Recién en las
décadas de los setenta y ochenta comenzó tomarse en cuenta su trabajo.
Actualmente las investigaciones y críticas en torno a su trabajo son diversas,
lo que lo ha llevado a ocupar un puesto destacado dentro de los escritores chilenos
del siglo XX.
En cuanto a las mujeres en su vida, pueden destacarse tres
relaciones importantes. Sin embargo, todas fracasaron. Respecto al tema, Braulio
Arenas (1977) comenta: "En amores y amoríos bastaba una sonrisa prometedora
de mujer para sorberle el seso." De la misma forma como se encuentran comentarios
que aluden a la pasión de Emar por las mujeres, hay indicios de que, por
otro lado, existía cierta indiferencia respecto a sus elecciones, a la
fidelidad, y a las rupturas. Ejemplo de esto es la anécdota contada por
su hija Carmen respecto a su primer matrimonio:
A
los pocos días de haber regresado a Chile, el 22 de enero de 1913, se puso
los anillos de compromiso con su prima Herminia Yañez, hija de Luis Fidel
Yañez, hermano de don Eliodoro. En aquellos tiempos, Emar salía
con Herminia, Mina, y con Alicia Yañez, la Tití, también
prima de Emar y futura madre de José Donoso. Cuando se supo que la elegida
era Herminia, alguien le preguntó: ¿Por qué te casaste con
la Mina y no con la Tití?". Y él contestó, "porque
vivía más cerca" (Carmen Yañez, grabación realizada
el 27 de julio de 1995) (Emar, prólogo de Pablo Brodsky:
1996:13)
Con Mina, su primera mujer, se
instala en París. Allá nacieron sus hijos Eliodoro y Carmen. En
esta época comienza a acudir a Montparnasse, un sitio de intelectuales,
pintores y escritores. Además, toma clases de pintura y dibujo en la Academia
de la Grande Chaumiére, e inicia su trabajo en la Legación Chilena,
como Primer Secretario. El matrimonio comienza a vivir una crisis y en 1927 la
separación es definitiva. Al año siguiente, Emar comienza su relación
con Álice la Martiniere, apodada Pepéche. En ese mismo año,
conoció a Gabriela Rivadeneira, 17 años menor que él, en
uno de los viajes que realizó a Chile. Con ella mantuvo una relación
epistolar secreta, hasta que en 1930 regresó a Santiago para casarse. Tuvieron
tres hijas: Marcela, y las mellizas Clara y Pilar. Pero el matrimonio nuevamente
fracasó. En 1946 se separó de Gabriela.
En 1948 murió
su mejor amigo, Vicente Huidobro, y cayó en una profunda depresión.
Fue entonces cuando aprovechó un viaje de su hermana Luisa para mandar
a buscar a Pépéche, la que llegó a Chile al año siguiente
junto a Jean Marc, a quien Emar reconoció como su hijo legítimo.
En 1953 regresó con ella a Europa y se instalaron en Cannes. La relación
no funcionó. En 1956 se volvió sólo a Chile y se instaló
en la hacienda Quintrilpe, cerca de Temuco, administrada por su hijo Eliodoro.
Ahí pasó el resto de su vida, dedicado a la escritura de Umbral,
y de vez en cuando, a la pintura.
Diez
Diez,
debe su nombre a que son diez los cuentos publicados. Consta de cuatro capítulos:
"Cuatro animales", "Tres mujeres", "Dos lugares"
y "Un vicio". Cada uno de éstos comprende, a su vez, la cantidad
de cuentos señalada por el nombre de la sección. "Tres mujeres"
comprende los cuentos "Papusa", "Pibesa" y "Chuchezuma".
El primero fue escrito en 1932, mientras que el segundo y el tercero en 1933.
La
particular disposición de las secciones del libro ha sido interpretada
por algunos teóricos como un principio constructivo de orden numerológico,
mientras que el título del texto, y de cada uno de sus capítulos,
como una representación numérico-simbólica. Según
Natalia García Céspedes (1998), esto se explicaría ya que
el cubismo es la vanguardia que más influye en la escritura de Emar. La
búsqueda de la armonía y la reconstrucción del universo de
acuerdo a leyes matemáticas que propone dicho movimiento, estarían
en concordancia con la escritura del autor. Según la autora, "el título
numérico, Diez, nos permite establecer un vínculo con el
tópico esotérico de los números, el cual encuentra sus fundamentos
en Pitágoras, creador de un 'misticismo aritmético' que asumió
fantásticas formas de interpretación de la realidad entre los antiguos."
La ordenación correspondería entonces, a la representación
de la tétrada pitagórica: 1+2+3+4 = 10. El diez, y por lo tanto
el título del libro, manifiesta, según esta hipótesis, la
perfección de la unidad en lo múltiple y la totalidad del universo
(tanto metafísico como material). Los diez cuentos estarían ordenados
y clasificados de tal forma que representarían una inversión de
la tétrada pitagórica ("Cuatro animales", "Tres mujeres",
"Dos sitios", "Un vicio"). Esto, a su vez, simbolizaría
una pirámide invertida, símbolo del ocultismo.
Personajes
femeninos en Diez
Así como los textos
de Emar escapaban de los esquemas convencionales para la época, las mujeres
de Diez se salían del arquetipo tradicional de sujeto femenino tratado
por la literatura. Aún ahora, que se cuenta con diversas investigaciones
sobre la obra emariana, el tema de la mujer ha sido escasamente analizado. Papusa,
Chuchezuma y Pibesa son personajes excéntricos. Poseen rasgos claramente
oníricos. Su belleza y encanto, su fragilidad, su facilidad para entregarse,
para aparecer y desaparecer, son aspectos que las sitúan en la lógica
de los sueños. Más que personas, se presentan como fantasías.
Son seres que aparecen rodeadas de un mundo maravilloso, ilógico y enigmático,
que atrae enormemente al lector. En torno a ellas hay siempre un halo de misterio.
Según Ignacio Valente (2006), las mujeres de la vida real, las de carne
y hueso no concentran, tan bien como éstas, a los ojos del varón,
"el Eterno femenino."
Las tres representan una fantasía
del autor respecto a las mujeres reales. Es decir, en la configuración
de éstas, se revela un anhelo que busca encontrar una figura femenina que
escape a todas las reglas y convenciones. Así, se manifiesta a través
de ellas el fastidio respecto a la sociedad, y el carácter rupturista presentes
en la personalidad del autor. Emar intenta dar con una mujer que cumpla con sus
expectativas y deseos y, por lo tanto, con una prácticamente imposible.
Por lo que delatan los cuentos, ésta sería hermosa y joven, se entregaría
fácilmente y sin necesidad de compromisos, no expresaría sus sentimientos
pero estaría presente, y siempre terminaría abandonándolo.
Se prefigura una joven a quien el hombre no necesita atarse, una que le permite
vivir experiencias que van allá de lo cotidiano, que lo saca del ocio,
del hastío de la vida, y lo traslada a una aventura fantástica sin
pedirle nada a cambio.
La mujer tratada es la mujer anhelada, es aquella
que no existe en la vida real. Por eso ellas dejan de poseer las cualidades que
constituyen a las mujeres de carne y hueso: son sumamente intuitivas, tienen la
capacidad de desdoblarse, de soportar disparos y agresiones físicas, mantienen
cierto halo de misterio, se entregan fácilmente, y desaparecen sin más.
Son un ideal que el autor posee, y llegan a tal punto de lejanía de la
realidad que se vuelven inasibles para el protagonista. "Papusa como arquetipo
de lo negado absoluto, Chuchezuma ya que maneja la sexualidad de acuerdo a un
arbitrio personal, y Pibesa como una joven que llegado el momento de la relación
sexual se desdobla en una que se entrega y otra que no" (Rubio: 2004). Ninguna
logra establecer una conexión profunda, amistosa o amorosa, con el personaje
principal. Así, se convierten en seres ilusorios, en universos imaginarios
que al ser evocados trasladan a otras realidades. Se vuelven tan ficticias como
lo son el lobo-garú o el vampiro-negro. La naturaleza de su creación
es la misma: la imaginación humana. Hay que destacar que el autor expone
los orígenes de estos animales fantásticos en "Chuchezuma".
La explicación puede extrapolarse al origen de las mujeres en cuestión:
"...el lobo-garú nace de un pensamiento y de una volición de
un hombre ya existente (...)". Además, deja en claro el papel fundamental
de la imaginación:
Mírala
(a la langosta), no más, mírala! Mírala intensamente, ojalá
agrandándola con la imaginación (...) Entonces ve sus ojos desorbitados
en puntas de alfileres gigantescos, ve el movimiento de sus patas lentas, ve su
vida de caverna a medio despertar bajo el hierro de su caparazón, ve los
ecos vagos y sordos en ese brumoso comienzo de conciencia, ve su boca, ve su cola
plegable con rendijas viscosas, ve ¡qué diablos! la mente que pensó,
que pensó en tal modo que su pensamiento tomó las formas que has
estado viendo.
Las mujeres son, en este
sentido, un producto de la mente humana: toman las formas que la imaginación
dispone.
Papusa, Chuchezuma y Pibesa se presentan como variantes del ideal
de mujer soñada por el autor. Las tres constituirían un mismo prototipo
de sujeto femenino: bella, joven, sensual, enigmática, fugaz, poco expresiva,
se entrega con facilidad, no compromete al sujeto masculino, y desaparece. Las
tres responden al mismo origen y al mismo arquetipo.
Los tres cuentos son
distintas versiones de este ideal femenino. A pesar de parecer diferentes a simple
vista, todas las historias tratan de un encuentro muy similar. Tanto es así,
que es posible configurar un esquema revelador de la estructura de los relatos.
El autor, ya sea conciente o inconscientemente creó una estructura determinada
por la reiteración de elementos.
A grandes rasgos, el "esquema
de construcción" está dado por la historia del encuentro del
protagonista con una mujer joven y bella, que posee un nombre peculiar. Ésta
tiene la característica de sacar de la cotidianeidad al protagonista, de
trasladarlo a un "mundo" desconcertante, de rasgos oníricos.
Destaca en este "mundo" la intervención de un hombre malévolo,
vinculado directamente a la mujer y que se presenta como un rival para el protagonista.
Por otra parte, ella se convierte siempre en objeto de deseo para el sujeto masculino,
el que se consuma a través de un acto sexual. En éste la mujer es
siempre partícipe, mientras que el protagonista puede ser partícipe
o espectador. Estrechamente ligada a la relación sexual, y como reflejo
inconsciente de un estado anímico, aparece la reiteración de la
vinculación del gris y el rojo. Al final de los cuentos la mujer siempre
abandona al protagonista que se queda resignado en su soledad. Destaca la existencia
de un objeto fetiche en cada cuento, que cumple un papel importante en su construcción:
en "Papusa" es el ópalo, en "Chuchezuma" la pintura,
y en "Pibesa" la tela.
Para comprender la configuración
de los cuentos a partir de este esquema base, es necesario estudiar en profundidad
cada una de sus partes.
Esquema de los cuentos
de "Tres mujeres"
Esquema
Los
tres cuentos se titulan con expresiones relacionadas a las características
de las jóvenes protagonistas. Pibesa es una expresión que viene
de "piba", palabra con que se denomina en Argentina a una muchacha joven
y atractiva. El texto incluso explica el por qué de la denominación:
"Ella se llama Pibesa porque es muy joven. Tiene un talle espigado (…)".
El nombre, por lo tanto, haría alusión a su aspecto físico.
Papusa también es una expresión Argentina que designa a una muchacha
joven. Sus orígenes provienen de un tango(1).
Chuchezuma es un nombre ambiguo. En el texto se explica aludiendo a la descendencia
de Moctezuma, pero, por otro lado, parece ser la derivación de "Chucha
de su madre", expresión típicamente chilena que muchas veces
es usada en forma de ofensa, cargada de odio y desprecio. Según Adriana
Castillo (1992), "mestiza es la condición de Chuchezuma. Mestiza chilena
y latinoamericana y su origen, reivindicado en la mezcla, a través de los
tiempos y las generaciones." Hay que destacar que la expresión se
utiliza muchas veces entre signos de exclamación, lo que afirma aún
más su carácter ambiguo, ya que con esto se abriría la posibilidad
de que la palabra se refiera a la exclamación, entendida como garabato,
y al nombre propio a la vez: "Era ella, ¡Chuchezuma!". Esta mujer,
al igual que las demás, también es joven y atractiva: tiene 17 años,
de silueta fina, pelo castaño claro, tez blanca, y ojos verdes.
En
Umbral, obra en la que Emar inserta sus antiguos trabajos, encontramos
algunas pistas acerca de la caracterización de los personajes. Los tres
cuentos se exponen en diferentes contextos, todos en el tercer pilar(2)
. Algunos detalles cambian, pero la esencia sigue siendo la misma. Sin
embargo, la inserción en una trama determinada nos permite comprender ciertos
aspectos relevantes de la configuración de los sujetos.
"Papusa"
se expone en el contexto de una fiesta demoníaca, a la que los personajes
han sido invitados por Palemón de Costamota, y en la que Lorenzo Angol
relata otra de sus visitas a este tipo de celebraciones. "Papusa" constituye
justamente ese relato. En esta versión el Zar Palemón es denominado
Palemón de Costamota, y se presenta como el diablo en persona. Antes de
la inserción de "Papusa", los personajes se refieren a este sujeto
como al diablo: "Palemón de Costamota -no hay que olvidar que es el
Diablo" (1996: 1979). Se señala además, que el nombre cambia
según las ocasiones: "Ese demonio que está al centro, con un
ademán estatuario, es el que conocen ustedes por Palemón de Costamota.
Ahora este nombre cae en desuso. Ahora es el Emperador Lucifer." (1996: 1991)
La frase lleva a pensar que el origen de la transformación se explica por
la inserción del cuento en otro texto. La denominación también
podría responder a "San Palemón", lo que ironizaría
el nombre tanto del santo como del diablo. Palemón también hace
referencia a varios personajes de la mitología griega y romana(3).
"Chuchezuma"
se relata como el último de los idilios del personaje Artemio Yungay. El
pintor Luis Vargas Rosas se reemplaza por el escultor Lucien Poitiers, y de acuerdo
a esto, la pintura por una escultura.
"Pibesa",
en cambio, se mantiene intacto, pero se presenta como un sueño de Lorenzo
Angol, uno de los principales personajes de Umbral. Respecto a la identidad
de Pibesa, se señala: "(…) es esta mujer onírica una mezcla
de sus amores pasados: Jenara Linares, Vivencia Pocuro y Lumba Corintia. Es, tal
vez, una expresión de sus ansias por una mujer" (1996:1642). Pibesa
aparece aquí como la síntesis de un conjunto de tres mujeres. De
la misma manera, ella, junto a Papusa y Chuchezuma, conforman otro conjunto, que
representa las ansias de una mujer, esta vez no de un protagonista sino del autor.
Hay que destacar la constitución triple de "la mujer"
que encontramos en Emar, tanto en la realidad como en sus obras. Curiosamente,
las mujeres importantes en su vida fueron tres. Es decir, si hablamos de "la
mujer", con quien se relacionó el autor en la realidad, debemos referirnos
a Mina, Pepéche y Gabriela.
De la misma manera, en sus creaciones
encontramos mujeres, o mejor dicho ideas de mujeres, compuestas a su vez por tres
personajes femeninos. Pibesa es la idea que surge a partir de Jenara Linares,
Vivencia Pocuro y Lumba Corintia. Mientras que la "mujer única"
que encontramos en Diez es una mezcla entre Papusa, Chuchezuma y Pibesa.
Natalia García Céspedes (1998), nos da ciertas pistas que
podrían explicar de cierta forma la reiteración de este número.
Sin embargo, no menciona la frecuencia del número en cuanto a las relaciones
en la vida real del autor, ni en lo que respecta la constitución de Pibesa.
La autora atribuye un por qué a la cantidad de cuentos que constituyen
cada capítulo de Diez. Según ella,
simbólicamente,
los números son ideas-fuerza con una caracterización específica
para cada uno de ellos. (…) Al revisar el significado simbólico de los
números que componen la tétrada pitagórica, podemos encontrar
una estrecha relación en Diez, entre éstos y aquello que
están numerando (animales, mujeres, sitios, vicio); de pronto llega a parecer
que las dos palabras que componen cada uno de los nombres de las secciones, se
transforman en reiteraciones de un significado no dicho, al cual sólo podemos
acceder interpretando símbolos. (…) El número tres, es el que representa
la síntesis espiritual, es la resolución del conflicto. Son "Tres
mujeres", sobre lo que podríamos proponer que a través de ellas
el hombre puede aspirar a descubrir lo otro. La mujer, y lo que ella conlleva:
el amor y el erotismo, están vistos como solución y como posibilidad
de trascendencia.
Los planteamientos de
García Céspedes involucran al significado, tanto de la mujer para
Emar como del número tres. En otras palabras, el número tres representaría
lo mismo que las mujeres para el autor: una síntesis espiritual y la resolución
de un conflicto.
El problema que Emar tendría con su idea de sujeto
femenino es resuelto, siempre, a través de tres adaptaciones. Es decir,
no existe para su concepción mental una mujer que resuelva sus anhelos
en cuanto a figura femenina. La perfecta sólo se logra a través
la síntesis de tres versiones.
El que a través de ellas
se resuelva el conflicto y se pueda "aspirar a descubrir lo otro", se
vincula a que el encuentro del protagonista con la mujer es un evento que lo saca
de la cotidianeidad y lo traslada a un mundo suprareal, desde el cual se esboza
una solución. El problema que se le presenta a Emar es el de la realidad
misma. La vive inconforme, a veces con disgusto, intentando "pasar la vida
lo más velozmente posible" (Emar, prólogo de Braulio Arenas:
1977: 6). Padece de neurastenia, un mal que lo aqueja por períodos, quitándole
el ánimo de existir. En una de sus cartas a su hija Carmen señala:
"La felicidad, en el sentido corriente y como ella se entiende, para mí
no existe. En vano trato de imaginarla (…)" (Emar: 1998: 44). Braulio Arenas
(Emar: 1977: 7) comenta: "él no estaba aburrido del mundo,
sino que estaba aburrido en el mundo (…) le era preciso, a toda costa,
crearse razones de existir para matar el tiempo, razones, pasatiempos o
centros de interés, sean éstos los que fueren (…)" El autor
no está conforme con la realidad, con la vida y por lo tanto no lo estará
tampoco con las mujeres que son parte de ésta.
La cotidianeidad
expuesta en sus textos va ligada generalmente al ocio y al hastío, reflejando
este inconformismo. En Pibesa y en Chuchezuma, el protagonista aparece ocioso
en un comienzo: en el primer cuento camina en espera de que algún acontecimiento
lo saque de la cotidianeidad, mientras que en el segundo acude a la casa de su
amigo para salir de ésta. Incluso habla de "tardes y noches de hastío."
Desde que la mujer aparece, se transforma el "mundo", se transforma
el texto. La solución al conflicto con la realidad encuentra un punto de
escape a través de éstas mujeres oníricas. Más que
reales, las protagonistas son sueños, fantasmas o seres imaginarios de
contornos concretos. Son la materialización de las ideas y anhelos que
Emar posee en su interior. Figuras enigmáticas, ficticias, y misteriosas
que provocan fascinación, miedo, desesperación y encantamiento en
el autor. Son una instancia para traspasar las barreras de lo cotidiano y acceder
a mundos encantados, que sacan al protagonista y al lector de la vida "común
y corriente". Sin embargo, en todos los cuentos se debe renunciar a este
mundo suprareal una vez que ellas desaparecen. En el caso de "Papusa",
la contemplación del ópalo traslada al protagonista a un mundo misterioso,
a una otredad en la que la mujer es el centro de atención. Accede así
a un universo completamente fuera de lo común, en el que ocurren cosas
impensables para la realidad, y en el que los hechos y los personajes están
sometidos al poder del Zar Palemón, es decir, al dominio del diablo. Papusa
es el nexo, la excusa para acceder a este mundo. En "Chuchezuma", el
encuentro se produce en la calle, tras un presentimiento, mientras el protagonista
se dirigía a visitar a su amigo Luís Vargas Rosas, para ver su última
tela. Ella lo conduce a dos mundos fantásticos: el primero es el que se
encuentra mientras caminan tomados del brazo en busca de un hotel. "Parecía
todo aquello pertenecer a una ciudad inhabitada. (…) Con gran sorpresa vi que
ese portón no comunicaba con un patio sino con una serie de nuevas callejuelas
extremadamente angostas y tortuosas.", "grandes árboles, casitas
campesinas, un gran arroyo, como jamás hubiese pensado que existiese en
París." El segundo es el que ella evoca al señalarle la figura
del lobo-garú, y consta de animales siniestros como el último y
el vampiro-negro. En "Pibesa" el protagonista está desde el comienzo
de la narración acompañado de la mujer. Y también desde el
inicio inmerso en este mundo fantástico, el cual se exacerba al ascender
a la cordillera. Una vez allá, el panorama es completamente onírico,
galerías de nieve verdosa, un atardecer constante, una noche que no avanza,
el sufrimiento de no poder avanzar para alcanzar a Pibesa. Ella es parte de este
mundo fantástico, extraño e incluso incomprendido por el protagonista.
Es muy probable, que, dada la afición de Emar por las relaciones
sentimentales, haya visto en la mujer un recurso para escapar de la cotidianeidad,
tal como lo refleja en los cuentos. El problema es que las mujeres con las que
se trata en la vida real son también reales y por lo tanto cargan consigo
todos los aspectos aborrecidos por el autor. Por otra parte, las aventuras que
sacan de la cotidianeidad, si se vuelven duraderas se transforman en monótonas.
Esto explica que las mujeres que aparecen en sus cuentos sean ficticias, tengan
cualidades que las de carne y hueso no, y que una vez que lo sacan de la cotidianeidad,
lo abandonen. De esta manera, a través de la creación escritural,
el autor crea universos paralelos, mundos que para él trascienden a éste,
lugares en los que sus conflictos aparecen resueltos automáticamente.
Por
otro lado, la mujer se presenta como objeto de deseo masculino. Aparece como un
sujeto netamente sexual y sus acciones apuntan al erotismo.
Como
plantea acertadamente Cecilia Rubio (2004: 217):
Las
tres mujeres constituyen representaciones de ideales femeninos que asumen sus
sexualidad desde un extremo de libertad mental aunque no física (Papusa),
hasta el de la libertad en ambos planos (Chuchezuma), pasando por la actitud intermedia
de la joven que asume su sexualidad como un querer y un no querer ser (Pibesa).
Papusa
representaría el ideal de libertad mental ya que su mente no estaría
ligada a su sexo, es decir, habría alcanzado la libertad interior. Según
la concepción de sexualidad explicada en el texto, los sexos, entendidos
como genitalidad, son independientes de los seres a los que pertenecen. Un espectro
relata esta visión planteándola como una verdad a la cual muy pocos
acceden:
Los humanos vinieron sin sexo.
Luego los sexos cayeron en ellos, se incrustaron, e incrustados vivieron su propia
vida nutriéndose de la sangre y las ideas de los humanos (…) Simbiosis
casi eterna que el hombre se niega a reconocer (…) Hay algunos, sin embargo, que
miran y a veces piensan. Y a veces, entonces, presienten que el sexo vive por
sí, deslizándose, y arrastrándoles, a ellos, hombres, mujeres,
soberanos (…) Han desconectado. Son dos vidas aparte en un ser sólo en
apariencias uno. Pero la unión, el pacto de ser humano y sexo lo han roto…
Esta
visión de la sexualidad es casi idéntica a la que expone Platón
en su obra Timeo (55): "(…) Por ello, las partes pudendas de los hombres,
al ser desobedientes e independientes, como un animal que no escucha a la razón,
intentan dominarlo todo a causa de sus deseos apasionados (…)" Y luego continúa,
aludiendo al momento del acto sexual: "(…) hasta que el deseo de uno y el
amor de otro, como si recogieran un fruto de los árboles, los reúnen
(…)". Es muy probable que Emar haya encontrado inspiración en estas
ideas.
La joven Papusa es la única dentro del ópalo que ha
tomado conciencia de esta "verdad". Ha desconectado su cuerpo, sus emociones
y pensamientos, de su sexo. Por eso se señala que sus ideas quedan incólumes,
que es pura y libre. Representa la total libertad interior, incluso en circunstancias
de absoluto sometimiento exterior.
El Zar Palemón no soporta semejante
hecho, ya que mientras los hombres mantengan unidos el sexo y la mente son esclavos
de si mismos, y por ende susceptibles de someterse a él. Al final del texto,
Papusa ya no se presenta como el ser libre del comienzo, sino como una súbdita
más del Zar Palemón. Esta joven, como antes se mencionó,
representa la libertad mental, pero no la física, ya que no mantiene el
control de lo que hace con su cuerpo. Se deja manipular por las leyes del Zar
Palemón.
Chuchezuma, en cambio, sí representa el ideal de
la libertad mental y física, ya que maneja sus actos. Ella manipula a su
antojo las situaciones, toma las decisiones, e incluso hace esperar al protagonista.
Posee un carácter opuesto al de Pibesa, una mujer tímida, que parece
no controlar sus deseos y seguir lo que el destino le depara. Chuchezuma es descrita
como una mujer audaz, que maneja las situaciones: "ella tiene una habilidad
de diablillo. Ella engaña y juega con cualquier tipo de cualquier bar."
Según Rubio (2004), Papusa y Chuchezuma tendrían actitudes
extremas, tomas de posiciones. Poseerían un carácter radical que
les otorga un sentido ritual en el plano de la espiritualidad, "(…) pues
si a través de Papusa lo humano quiere liberarse de las ataduras de la
sexualidad, a través de Chuchezuma lo humano quiere vivirse en su sexualidad
en un rito libertario"
Pibesa representa la indecisión, a través
del desdoblamiento. Una parte de ella se entrega y la otra no, una parte vive
su sexualidad libremente y la otra se mantiene virgen, una parte es pasiva, y
otra lidera la acción. Su sexo y su mente están ligados. Su cuerpo
desdoblado no es más que el reflejo de sus pensamientos. Mantiene su virginidad
y a la vez se entrega a los placeres carnales.
Tanto el protagonista
como algunos de los sujetos masculinos que aparecen en los textos, expresan su
visión de las tres mujeres, aludiendo a la corporalidad como objeto de
deseo: "Veo como cómo todos los miles de seres allí dentro,
cómo forman un sólo monstruo, uno, nada más, monstruo de
cien mil cabezas, más un sólo pensamiento; de cien mil sexos, más
una sola lascivia… ¡Papusa!". "Dio media vuelta y empezó
a andar. Entonces fui golpeado por una excitación desenfrenada. Corrí
hacia ella."
El deseo carnal frente a la mujer se consuma, en los
tres cuentos, a través del acto sexual. En "Pibesa" y en "Chuchezuma"
el protagonista es partícipe, pero en "Papusa" es sólo
espectador. En los dos primeros el protagonista parece perseguir la relación
sexual desde un comienzo. En "Papusa", en cambio, ésta aparece
como un espectáculo, no sólo para él, sino para todos los
personajes. Rubio (2004) plantea una posible relación entre Papusa y el
sadomasoquismo. La mujer gozaría viéndose maltratada. El cortesano,
el bufón y los perros se lanzan sobre ella humillándola, y haciendo
de su cuerpo, además de un objeto de violación sexual, un objeto
de exhibición pública. Papusa no pone resistencias, se entrega libremente,
ni siquiera se estremece. Además de disfrutar recibiendo humillación
y dolor, goza siendo un objeto de atención, y provocando en los demás
el espanto que suscita el espectáculo. En "Pibesa" la relación
se da sólo con una parte de la mujer, ya que ésta se ha desdoblado.
Una de ellas se entrega y la otra no. Llama la atención que, justo en el
momento en que la relación sexual se lleva a cabo, la mujer que se ha entregado
comienza a verse, a ojos del protagonista, diferente. "Más junto con
verla apercibí con estupor que cambiaba, se transformaba, y que yo iba
teniendo con todos mis miembros a una mujer ignorada". Él ve a Pibesa
como una mujer que no se entregaría, por lo que al hacerlo se convierte
automáticamente en otra, deja de ser la auténtica. En "Chuchezuma"
la mujer aparece con la libertad de decidir cuándo y dónde se entregará
al protagonista. Ella maneja la situación.
En relación a
la sexualidad, llama la atención una determinada constante: en los tres
textos el gris se vincula al rojo. Los cuentos están colmados de imágenes
coloridas. La gama que utiliza el autor es sumamente amplia. No se limita a describir
tonos tradicionales, sino que nombra sus diversas variantes. Así, por ejemplo,
el rojo aparece como granate, escarlata, carmín, etc. Según Cristián
Warnken (1986), la gran cantidad de colores se explicaría porque el autor
quiso ser pintor, y de hecho, pintaba constantemente. Cecilia Rubio (2004), en
cambio, vincula el asunto a las contribuciones que Rudolf Steiner tuvo en la obra.
Steiner propone un método para alcanzar el conocimiento del mundo suprasensible.
Plantea la superación de las condiciones físicas de los órganos
de los sentidos, de manera de sentir aspectos que normalmente no percibimos. El
seguimiento de Emar de este autor podría explicar el que sea descrita una
gama amplísima de colores allí donde las personas corrientes no
los verían. Según Steiner, el iniciado debería trabajar por
objetivar sus deseos, sensaciones e ideas, como si fueran realidades.
Los
colores son una gran contribución descriptiva en los textos de Emar. Aportan
datos relevantes respecto a los objetos y situaciones descritas. Tomando en cuenta
la vinculación del gris al rojo y, si consideramos que según la
psicología analítica (Cirlot: 1979) el gris simboliza neutralización,
egoísmo, abatimiento, inercia e indiferencia, y el rojo a los sentidos
vivos y ardientes, a la sangre palpitante y al fuego de la pasión, entonces
podemos comprender que la transformación de colores en cada caso, no es
un simple capricho del autor.
En "Pibesa", el talle y los dos
tacones de la mujer se tiñen rojos luego del acto sexual y el disparo.
Primero, el traje se empapa de sangre, hacia arriba, y luego hacia abajo. "Así,
el rojo de su sangre iba tragando el gris perla de sus sedas", comenta el
protagonista. Luego, súbitamente sus dos tacones se hacen escarlatas. El
rojo aparece evidenciando que Pibesa no era una mujer pura, como lo pretendía
ser al desdoblarse, sino que la pasión carnal corría ya por su cuerpo.
Al exhibirse de gris, la joven expresaba indiferencia y egoísmo respecto
a la sexualidad. Al teñirse de rojo, los sentimientos vivos y ardientes
son revelados.
En "Chuchezuma", la mujer se cambia libremente
sus ropas. Aparece en un bar vestida de rojo encendido, luego de haber lucido
uno gris. El protagonista plantea que el cambio de vestimenta tiene relación
a el encuentro con un hombre. Frente a esto señala: "Este hombre bien
podía ser el amante de Chuchezuma, en todo caso el causante de su cambio
de ropas. Allá por Bellon-Falguiere, olvidé decirlo, ella vestía
de gris oscuro." El cambio de vestido evidencia la transformación
inconsciente de un estado anímico, una toma de postura diferente frente
a la sexualidad. Al cambiarse el traje gris por uno rojo encendido, la neutralización,
inercia e indiferencia respecto al tema se transforman en deseos pasionales. El
gris revela que ella no está dispuesta a entregarse sexualmente a un hombre,
mientras que el rojo refleja todo lo contrario. En una breve descripción
de Chuchezuma, el protagonista expone el vestido rojo como una característica
comparable con la edad y el color de pelo, y luego asocia su aspecto a la sexualidad.
"Y ella tiene diecisiete años, pelo castaño claro, tez blanca,
ojos verdes, viste de rojo encendido… Se adivinan las consecuencias". El
vestido funciona como un símbolo que muestra la disposición de la
mujer a entregarse a los placeres carnales.
En "Papusa", la
vinculación del gris y el rojo es completamente distinta a los otros dos
casos. En éste no hay una transformación, ni un reemplazo, sino
que una complementación. En el momento del acto sexual entre el bufón
y Papusa, una voluta de humo gris carbón rodea la nuca del hombre. De pronto
unos relámpagos de luz granate salen de éste. Aludiendo a la carga
sexual que el rojo granate tiene, el protagonista señala: "Veo cómo
algunos de esos relámpagos de luz granate se desprenden del humo gris carbón
y pegan sobre los espectadores encendiéndoles el hambre, la furia de la
posesión." Y refiriéndose a los relámpagos: "Veo
entrelazarse con el humo gris carbón el máximo placer que al hombre
le es dado." Así, la indiferencia y neutralidad frente a la sexualidad,
se carga de pasión carnal.
En los tres cuentos aparece, además,
un hombre malévolo asociado a las mujeres. El protagonista lo ve como un
rival contra el cual debe lidiar.
En "Pibesa", este hombre aparece
en la segunda mitad del texto, en el momento en que la joven ya se ha desdoblado
y los personajes van descendiendo por la escalera de caracol. El protagonista
se refiere a él como a un hombre ya conocido, que le produce temor. "Tuve
un miedo instantáneo y horrible. Vi en el sonido de esos pasos que era
el hombre aquel quien trepaba." El comportamiento de éste podría
interpretarse como la revelación del verdadero estado emocional, en lo
que se refiere a la sexualidad, de Pibesa. Él aparece para quitar del relato
a la joven "falsa": "(…) bruscamente la encajó por una estrecha
galería que arrancaba de la escalera atravesando su eje y perdiéndose
en las sombras". A la vez, a través del disparo, hace que la mujer
tiña de sangre roja su vestido y tenga que evidenciar su impureza. O sea,
sus acciones hacen visible el verdadero estado de la joven: la parte de ella que
asumía su sexualidad, es decir, aquella que se entrega al protagonista,
es anulada mediante la salida del cuento que el hombre provoca, y la parte que
la negaba, es decir, aquella que no se entregó, es obligada a aceptar su
sexualidad ya que finalmente es teñida de rojo. En sus zapatos negros aparecen
los dos tacones rojos, lo que evidencia aún más la "impureza"
de la joven, ya que el rojo representa la pasión carnal, mientras que los
tacones podrían verse como un símbolo fálico.
En
"Chuchezuma" el hombre aparece en un bar. El protagonista señala
que él bien podría ser el amante de la joven. Mientras en "Pibesa"
huye del hombre, en este caso se esconde, apegándose a un muro para no
ser visto. También le teme: "Sabrá que soy su rival, saldrá,
se echará sobre mí, me golpeará, me descuartizará,
me matará."
En "Papusa" el hombre rival es el Zar
Palemón, que tiene cautiva a toda una sociedad, y, entre ellos, a Papusa,
quien intentó zafarse pero no lo logró. "El Zar Palemón
me ha robado a Papusa, y nada gano con llevar todo su imperio en mi anular",
comenta el protagonista al verse impotente frente al poder de este hombre-diablo.
Respecto a los finales de los textos puede señalarse que son bastante
similares. La mujer siempre abandona al protagonista, quien debe retornar a la
cotidianeidad. En "Papusa" el protagonista intenta rescatar a la mujer
de ese "mundo" que se ve en el ópalo y le insiste que acuda a
su lado. Papusa, sin embargo, responde que no, que sólo saldría
si el Zar Palemón lo quisiese. "Si Él quiere, sí; si
no, no." El protagonista finalmente se rinde, y se queda sólo. En
"Chuchezuma" la mujer, tras haber acudido al encuentro en una casa abandonada,
se marcha. El protagonista se queda unos minutos fumando. Luego acude a la casa
de Vargas Rosas y se encuentra con la tela que representa a Chuchezuma. La tela,
en este caso, se transforma en un objeto que sustituye a la mujer. A Chuchezuma
no la vuelve a ver. En "Pibesa" la mujer también lo abandona.
El protagonista queda en su casa, mirando por una ventana que hay a ras de suelo.
La última imagen de ella es la de sus dos tacos, bañados en sangre
escarlata.
En los tres cuentos aparecen objetos desemantizados y fetichizados.
El cuadro en "Chuchezuma", los tacos ensangrentados en "Pibesa",
y el anillo de ópalo en "Papusa" son objetos cuyo significado
no es el que comúnmente se les atribuye, sino uno que se le concede al
situarlos en el contexto del cuento y al cargarlos de determinadas características.
Según
Rubio (2004), éstos son objetos que junto con afectar la fetichización
de la mujer se revelan como formas del objeto del deseo. De acuerdo a este planteamiento,
los objetos tendrían una carga sexual sustitutiva que aminoraría
el atentado a la moral. Es decir, las reservas y limitantes de tipo moral podrían
encontrar un punto de escape a través de los objetos. Frente a un zapato
no es necesario ser prudente, ni tampoco frente a un ópalo o a un cuadro.
Así, el autor utilizaría estos objetos como excusas que le permitirían
escribir sin restricciones morales. El drama que se vive en Papusa sería
escandaloso si ocurriera en la realidad, pero como ocurre dentro de un ópalo,
su carga moral se aminora; el lector "sabe" que lo que ocurre es ficticio.
Lo mismo ocurre con el taco ensangrentado de Pibesa: éste representa un
falo, pero como se liga a un zapato, su carga moral se ve disminuida. Estos objetos
funcionarían, según Rubio, como un espacio de síntesis entre
una visión estética y una emocional.
Otros
elementos coincidentes
Respecto a los elementos
coincidentes, los textos no sólo presentan los descritos en el esquema
anterior. Hay también ciertos aspectos que se repiten azarosamente, sin
una lógica que permita incluirlos en una estructura determinada, ni ligarlos
al tema en estudio. Sin embargo, es relevante destacarlos ya que, a pesar de no
aportar mucho al análisis de la figura femenina, subrayan el hecho de que
Emar utiliza los mismos elementos para la configuración de estos tres cuentos.
Llama la atención la reiteración de intuiciones y presentimientos,
del azar, del miedo, del hogar y de la sangre.
El protagonista es un individuo
sensible, muy perceptivo, cargado de intuiciones y presentimientos. En muchas
ocasiones vislumbra lo que vendrá. Por ejemplo, en "Papusa",
mientras comienza a contemplar el espectáculo que se da en el interior
del ópalo, se siente "cogido y ahogado por mil presentimientos oscuros",
más de una vez. En "Pibesa", prevee la presencia del hombre,
sólo con oír ciertos ruidos: "De pronto subieron hasta nuestros
oídos los ecos acompasados de unos pasos robustos (…) Vi en el sonido de
esos pasos que era el hombre aquel quien trepaba". En "Chuchezuma"
no es sólo el protagonista quien posee esta gran intuición, sino
que también la joven. Él presiente el encuentro: "(…) algo
presentí y atravesé la calle pausadamente para dar tiempo a que
mi mente precisara tal presentimiento". Luego del encuentro, le hace una
propuesta a la que ella asiente justificando su aceptación: "Una tontería
o un presentimiento (…) Salí de casa pensando que algo me sucedería".
Lo mismo ocurre más adelante, cuando se encuentran con unos perrillos que
causan miedo al protagonista, y ella le advierte, sin que él exprese su
miedo, que por esos lados no andaban perros grandes. "Yo no había
pronunciado palabra alguna. Pero Chuchezuma adivina tal como el amigo de Edgar
Poe, Auguste Dupin." Las intuiciones de él llegan a tal nivel de precisión
que toman la forma de visiones futuristas. Sabe lo que ocurrirá y como
debe actuar. El encuentro final con la joven es un claro ejemplo. Éste
se da en un lugar no acordado por ambos, pero él sabe perfectamente donde
la encontrará: "Chuchezuma aparecerá. Avancé. Toda vaguedad
se fue deshaciendo. Una certeza se implantaba. No, todas las calles de París
no: una sola, dura. En ella, una casa por sobre todas las demás, una sola,
vacía. (…) Avanzaba. Aquí está: una calle sola, dura, duerme.
Allí está: esa es la casa".
Por otra parte, las acciones
de los personajes parecen ser manipuladas por el azar y no por las intenciones
de ellos mismos. "No fue por mi voluntad ni por la suya que nos dirigimos
a visitar la cordillera. Fue por un simple azar", señala el protagonista
de "Pibesa". Los acontecimientos se suceden unos a otros sin lógicas
ni fundamentos. Los hechos azarosos pueden interpretarse como un reflejo de la
escritura del autor: en ésta aparecen súbitamente anécdotas,
sin una razón explícita. Por ejemplo, en "Chuchezuma"
hay una continuidad de historias que se presentan como salidas del tema central
del texto. La idea del lobo-garú, las teorías alimenticias de Bertino,
la conexión entre la fisionomía animal y la humana, el paseo al
taller de Vargas Rosas, etc., se conectan sólo por la voz del narrador.
El escritor parece dejar llevarse por el azar, por una pulsión colmada
de rupturas y deslizamientos.
El miedo es otro elemento que siempre acompaña
al protagonista. A veces siente temor, otras, pavor. En "Pibesa" le
teme al hombre que aparece en las escaleras: "tuve un miedo instantáneo
y horrible". En "Papusa" señala tener pavor cada vez que
descubre vida en lo que creía inanimado. En "Chuchezuma", en
cambio, el miedo es provocado por los perros, por el lobo-garú, y el vampiro-negro.
Además siente teme ser descubierto por el hombre del bar.
Las casas,
ya sea el hogar del protagonista o no, también son recurrentes. Durand
(1981: 230) plantea respecto a la casa que ésta posibilita al hombre "huir
del mundo del peligro, temible y hostil, para refugiarse en un sustituto cavernoso
del vientre materno". En este sentido, la casa adquiere un sentido de intimidad
y refugio. En los tres cuentos se alude a ésta como hábitat del
protagonista. En "Pibesa" la casa aparece al final y es donde él
encuentra seguridad y protección, después de la persecución
del hombre y los disparos que alcanzaron a Pibesa. En "Papusa" el texto
alude a la casa señalando que es en el cajón de trabajo donde se
guardaba el ópalo. Por lo tanto, se deduce que todo el texto se produce
adentro de la casa, es decir, en un lugar seguro, apartado del extravagante mundo
que encuentra en el interior de la joya. En "Chuchezuma" el hogar se
presenta como un lugar de descanso, entre los sucesivos encuentros con la joven.
Al final del texto la casa vuelve a aparecer, pero esta vez no como hogar sino
como lugar de encuentro, directamente ligado a la intimidad.
La
sangre es el último de los elementos coincidentes analizados. Según
Cirlot (1979: 230) "las cualidades pasionales del rojo infunden su significado
simbólico a la sangre." Emar utiliza este elemento precisamente en
el sentido que plantea este autor. De hecho, señala refiriéndose
a la sangre: "El único color vital, el rojo". Los tacos bañados
en sangre de Pibesa son un claro ejemplo. O ciertas frases en las que se alude
a la pasión: "Miremos con todos los ojos, con todo el cuerpo, con
toda la sangre", o "Todo el mundo siempre quiere sangre". En Chuchezuma
este elemento se relaciona con el lobo-garú y el vampiro-negro, seres vampirescos,
de fauces devoradoras, que beben la sangre de sus presas. En este caso su significación
va ligada a la muerte, a lo grotesco y a lo dramático.
Influencias
Los
textos analizados admiten suponer diversas influencias. El surrealismo, la filosofía
de Rudolf Steiner, el psicoanálisis, el ocultismo, son algunas de tantas
otras posibilidades. Se han mencionado nombres como Proust, Kafka, Rabelais, Poe
y Michaux para delinear posibles influjos y relaciones.
Sin embargo, parece
relevante destacar el surrealismo y la filosofía de Steiner, ya que son
las corrientes predominantes en Diez, y las que más se vinculan
al tema de la mujer.
Los cuentos presentan características decididamente
surrealistas. El rechazo al realismo, la importancia dada a la hombre y su destino,
el humor, lo maravilloso, el azar, la ilusión, lo fantástico, el
ensueño, la alineación, el terror como sentimiento instintivo del
hombre, lo absurdo, los objetos descontextualizados y desemantizados, son rasgos
típicos del surrealismo rescatados por la obra de Emar. Además,
la inexistencia de una lógica o razón que controle la escritura,
y en cambio, la predominancia de un automatismo psíquico, ajeno a la fiscalización
de la razón, de la estética o la moral, acentúan aún
más este carácter en la obra.
Las mujeres analizadas presentan
rasgos predominantemente surrealistas. Esto explica que no sean personajes "reales",
sino más bien oníricos, que aparezcan como ilusiones o anhelos del
autor, como seres fantásticos, maravillosos, guiados por el azar más
que por la propia voluntad.
Adriana Castillo (1992) plantea que Chuchezuma
es, sin lugar a dudas, heroína de contornos surrealistas. "Reflejo
mestizo de la Nadja de Breton, llegado de América Latina y viviendo, mágica,
escurridiza, aérea, en París, eso es Chuchezuma". Ella propone
que tanto Nadja como Chuchezuma representan la vivencia de la libertad total.
Hay, además, menciones explícitas al surrealismo, como la referencia
explícita de la película La Edad de Oro de Luis Buñuel.
Iñigo
Madrigal (1971), en su texto "Diez de Juan Emar", se refiere a la vinculación
de la obra con el surrealismo, y, más específicamente, con la mandrágora:
Sin
embargo, si Juan Emar permaneció arcano para sus coetáneos, la generación
inmediata (o al menos parte de ella) le consagró un lugar en su hornacina.
La Mandrágora, el grupo de poetas y narradores que constituyen el movimiento
surrealista en Chile, en su voluntad de romper las formas todavía vigentes
del naturalismo y del mundonovismo, vieron en Emar un adelantado. El grupo animado
por Braulio Arenas, Enrique Gómez-Correa y Jorge Cáceres solían
aludir a la obra de Emar 'como si ella fuese una misteriosa posesión sobrecargada
de innumerables sorpresas'.
Cecilia Rubio
(2004: 201) plantea que a filosofía de Steiner, específicamente
el libro Iniciación es clave para comprender los cuentos de Diez.
Según Rubio, estos cuentos tendrían un referente específico,
que no sería la realidad cotidiana, sino una vía de desarrollo espiritual
como la de este libro:
Al leer los cuentos
en su conjunto, se observa que la experimentación del protagonista se centra
en tres de los aspectos principales que combate el método de iniciación
propuestos por Steiner: los deseos, el miedo, la presencia del azar y la arbitrariedad
en la cadena de pensamientos.
La filosofía
de Steiner se aleja muchísimo del surrealismo, sin embargo, extrañamente,
la mayoría de los aspectos mencionados por Rubio coinciden con algunos
rasgos importantes de este movimiento. El miedo, la presencia del azar, y la arbitrariedad
en la cadena de pensamientos son elementos típicamente surrealistas. Tal
vez porque ambas influencias se cruzaban, es que estos aspectos son tan marcados
en la obra de Emar. Este último era un seguidor fanático de Steiner,
e incluso intentaba vivir de acuerdo a la teoría. En las cartas a su hija
Carmen, el autor comenta: "Vuelvo, (…) a mi tema de siempre: Rudolf Steiner,
sobre todo con su 'Iniciación'. Usted la lee y la entiende con toda facilidad,
hasta llega a encontrarla demasiado simple. Pero, mi linda, ¡ensaye de ponerla
en práctica, de vivir como dicen sus múltiples consejos!" (Emar:
1998: 54).
La construcción de la figura de una mujer ideal respondía,
en gran medida a estas dos importantes contribuciones. Una mujer de carne y hueso,
sometida a las reglas que imponía la sociedad de aquella época hubiera
sido imposible teniendo en cuenta este tipo de influencias.
Conclusiones
Emar,
inconforme con la realidad cotidiana, busca refugiarse en su imaginación
y crea así, un universo paralelo al real. El protagonista de los tres cuentos
analizados es un reflejo de su personalidad, es decir, su doble en el mundo fantasioso
que ha creado. De hecho, en "El pájaro verde", se alude a Juan
Emar como personaje principal, por lo que es posible sospechar que en todos o
muchos de los cuentos de Diez quien aparece como protagonista es él.
Juan Emar sería el sujeto que Alvaro Yañez quiere y busca ser en
su mundo imaginario. Las mujeres expuestas en "Tres mujeres" se presentan
como una salida de la vida cotidiana que afecta al protagonista. Si en la vida
real las mujeres resuelven, en cierta medida, el problema del hastío que
siente el autor respecto a la vida diaria, en Diez, solucionan casi a la
perfección el conflicto. Son seres capaces de transportar a fantasías
fuera de lo común, que posibilitan el paso a un mundo supreareal, y que
satisfacen los anhelos del autor respecto a una mujer. Seres imaginarios, maravillosos,
que presentan rasgos oníricos y que por lo tanto se alejan de las personas
de carne y hueso. Logran sacar al protagonista completamente del estado cotidiano,
evitando provocar las limitantes que las mujeres reales producen en lo que respecta
a la resolución del conflicto terrenal de Emar. Abandonan a tiempo al protagonista,
antes de que la aventura se transforme en monotonía, no expresan sentimientos
y por lo tanto no comprometen al sujeto masculino, se entregan fácilmente,
son bellísimas, fugaces, y etéreas.
Papusa,
Chuchezuma y Pibesa son versiones distintas de una, de la mujer anhelada por Emar,
de aquella que logra trasladarlo completamente a una otredad. Es decir, en los
cuentos se expone, no a tres mujeres distintas, sino a una única. O, dicho
de otro modo, las tres son diferentes interpretaciones de la misma.
El
que sean tres también es significativo, ya que, como se mencionó,
no son sólo tres en el capítulo de Diez, sino que este número
se repite en diversas dimensiones ligadas a lo femenino. Respecto al interior
del capítulo encontramos que Pibesa representa una mezcla onírica
de otras tres mujeres, la síntesis que refleja las ansias de un personaje
por una mujer. En cuanto al exterior de Diez, encontramos que en la vida
de Emar la conformación de la idea de mujer se hace a través de
tres relaciones amorosas distintas. El capítulo analizado, y más
específicamente la mujer que encontramos en éste, es reflejo de
la vida, de las ideas y pensamientos que fluyen en la mente del autor.
La
reiteración en diversas versiones de lo mismo para conformar una idea no
se da sólo en lo referente a la mujer. Se da también en lo que respecta
a la configuración de los cuentos. Éstos, que se presentan como
el contexto donde se sitúa el encuentro del protagonista con el personaje
femenino, presentan también varias características en común,
por lo que se ha planteado la existencia de un esquema de construcción
a partir del cual se generarían las tres historias. La expresión
de las ansias de Emar por una mujer estaría ligada entonces al anhelo de
una situación ideal, o contexto particular, que se reflejaría en
el "esqueleto" o estructura constructiva de los cuentos.
La
mujer que presenta Emar a través de "Tres mujeres" es, como señala
en Umbral respecto a Pibesa "una expresión de sus ansias por una mujer",
es la joven de sus sueños. Es el ideal de un otro que satisfaga todas sus
expectativas. Un arquetipo perfecto, moldeado a sus intereses, una figura absoluta
similar a las del mito de la caverna de Platón, pero modelada de acuerdo
a la mente del autor. Emar es conciente de que una persona de esas características
es imposible e inalcanzable, por ello presenta, no a una mujer tal como la entendemos
en la realidad, sino a un ser onírico. De esta manera evidencia y destaca
que este otro es inasible. Su "mujer única" es aquella figura
ideal e imposible. Es la materialización de una idea que todos, aunque
sea inconscientemente, poseemos, y a la que sólo podemos acceder a través
de la imaginación.
Diez,
Juan Emar. En memoria chilena (pdf: 25.5 Mb)
NOTAS
(1) Nombre del tango: "Che Papusa oí". Música: Gerardo
Matos Rodríguez. Letra: Enrique Cadícamo.
Disponible en http://www.robertogoyeneche.tango-tour.com.ar/chepapusaoi.htm
(2) "Pibesa" se encuentra bajo el título
"año de 1929" entre las páginas 1642 y 1647. "Papusa"
entre las páginas 1993 y 1999 y "Chuchezuma" entre la 2004 y
la 2016.
(3) Palemón, es el nombre
de el luchador, hijo de Heracles llamado así por una lucha sostenida
por su padre. También corresponde a uno de los hijos de Etolo (o de Hefesto)
que participó en la expedición de los Argonautas, y al dios marino
llamado en su vida mortal Melicertes. En Roma, Palemón es identificado
con el dios Portuno.
BIBLIOGRAFÍA
-
ANGUITA, EDUARDO. (1977). Apuntes sobre Juan Emar. Diario El Mercurio.
Santiago de Chile, 2 de octubre. Obtenido el 20 de septiembre de 2006 en http://www.letras.mysite.com/archivoemar.htm
- ANGUITA, EDUARDO. (1977). Sobre Juan Emar. Diario El Mercurio. Santiago
de Chile, 4 de septiembre. Obtenido el 20 de septiembre de 2006 en
http://www.letras.mysite.com/archivoemar.htm
-
BRODSKY, PABLO. (2004). Un chileno harto de todo. Diario La Nación.
25 de abril. Obtenido el 20 de septiembre de 2006 en
http://www.letras.mysite.com/archivoemar.htm
-
CASTILLO, ADRIANA. (1992). Texto e intertexto en "Chuchezuma" de Juan
Emar. Revista Chilena de Literatura. Nº 40. Obtenido el 20 de septiembre
de 2006 en http://www.letras.mysite.com/archivoemar.htm
-
CIRLOT, JUAN EDUARDO. (1979). Diccionario de símbolos. 3a ed. Barcelona:
Labor.- COROMINAS, JOAN. (1973). Breve
diccionario etimológico de la lengua castellana. 3a ed. Madrid : Gredos
-
DURAND, GILBERT. (1981). Las estructuras antropológicas de lo imaginario:
introducción a la arquetipología general. Trad. por Mauro Armiño.
Madrid: Taurus.
- EMAR, JUAN. (2006). Diez. Santiago, Chile: Tajamar.- EMAR, JUAN. (1998). Cartas a Carmen:
correspondencia entre Juan Emar y Carmen Yáñez : 1955-1963.
Prólogo, selección y notas de Pablo Brodsky. Santiago, Chile: Cuarto
Propio.
- EMAR, JUAN. (1996). Umbral. Nota preliminar Pedro Lastra;
biografía para una obra Pablo Brodsky. Santiago, Chile: Dirección
de Bibliotecas, Archivos y Museos.
- EMAR, JUAN. (1977). Umbral.
Primer Pilar. El globo de cristal. Tomo I. Prólogo Braulio Arenas. Buenos
Aires, Argentina: Carlos Lohlé.
- EMAR, JUAN. (1994). Antología
Esencial. Selección de texto y prólogo Pablo Brodsky. Santiago,
Chile: Dolmen.- GARCÍA CÉSPEDES,
NATALIA. (1998). Aproximaciones a Chuchezuma de Juan Emar. Cyber Humanitatis
nr.6. Santiago, Chile. Obtenido el 5 de septiembre de 2006 en
http://www2.cyberhumanitatis.uchile.cl/06/textos/ngarcia.htm
-
IÑIGO MADRIGAL, LUIS. (1971). Diez de Juan Emar. Diario La Nación.
24 de octubre. Santiago. Obtenido el 4 de noviembre en http://www.memoriachilena.cl/mchilena01//catalogo/resultado
- LASTRA, PEDRO. (1977).
Rescate de Juan Emar. Revista de Crítica Literaria. Año III
Nº 5, primer semestre. Lima -Perú. Obtenido el 20 de septiembre de
2006 en http://www.letras.mysite.com/archivoemar.htm
-
LASTRA, PEDRO. (1993). Nota para una edición de Juan Emar. Escritura.
XVIII, Caracas, enero-diciembre. p. 35-36. Obtenido el 20 de septiembre de 2006
en http://www.letras.mysite.com/archivoemar.htm
- P.B. (2005). Un cósmos de palabras. Revista de Libros de El Mercurio. Viernes 4 de Noviembre. Obtenido el 20
de septiembre de 2006 en
http://www.letras.mysite.com/archivoemar.htm
-
RUBIO, CECILIA. (2004). Diez de Juan Emar y la tétrada pitagórica
: iniciación al simbolismo hermético. Tesis (Ph. D.) - Université
de Montreal.
- RUBIO, CECILIA. (1998). Lo cómico-serio en "Maldito
gato" de Juan Emar. Cyber Humanitatis nr.6. Santiago, Chile. Obtenido
el 5 de septiembre de 2006 en http://www2.cyberhumanitatis.uchile.cl/06/textos/crubio.html
-
RUIZ TAGLE, CARLOS. (1971). Juan Emar, un escritor que resucita. Revista Qué
Pasa. 28 de octubre. Obtenido el 20 de septiembre de 2006 en
http://www.letras.mysite.com/archivoemar.htm
- VILA-MATAS, ENRIQUE. (2001). Juan Emar en el país
de la pólvora. Letras Libres. Marzo. Obtenido el 20 de septiembre
de 2006 en
http://www.letras.mysite.com/archivoemar.htm
-
VALENTE, IGNACIO. (2005). Nuestro genio desconocido. Revista de Libros de El
Mercurio. Viernes 4 de Noviembre. Obtenido el 20 de septiembre de 2006 en
http://www.letras.mysite.com/archivoemar.htm
-
VALENTE, IGNACIO. (2006). Juan Emar: nuestro gran narrador surrealista. Diario
El Mercurio, Artes y Letras. Domingo 11 de junio. -
PLATÓN. Timeo. Edición Electrónica de www.philosophia.cl
/ Escuela de Filosofía Universidad ARCIS.
- WARNKEN LIHN, CRISTIÁN.
(1986). Dimensión de Juan Emar. Tesis (Profesor de Castellano)-Pontificia
Universidad Católica de Chile.