NN : LA PALABRA CINCELADA SOBRE EL AGUA
Por Dolan Mor*
Revista Eclipse nº 10.
Universidad de Zaragoza,
Facultad de Filosofía y Letras
Junio de 2008
Uno lee NN de Julio Espinosa Guerra (Chile, 1974) como si descifrara una fórmula lírica, escrita no sólo con las manos, sino, y sobre todo, con los dedos de la reflexión. Uno entra en las cuatro habitaciones de este poemario (“NN”, “Agua”, “Muestrario” y “Currículum vitae”) y se acuerda de las palabra que escribió el boliviano Víctor Montoya en El arte de escribir cuentos breves: “ escribir...es como grabar un verso...en un anillo de bodas”.
Y es que este libro, galardonado con el IX Premio Hispanoamericano de Poesía Sor Juana Inés de la Cruz, exige del lector no sólo la llave de Joan Brossa para abrir la puerta inicial y entrar, como un simple voyeurista en sus páginas, sino que nos ordena en la mente el conocimiento ya aceptado de que cada laberinto conduce a otro laberinto, de que cada piedra levantada para avanzar dentro de la casa nos lleva a otra piedra, a otro obstáculo mayor.
“Busco en el diccionario / la palabra hoja / y sangra / la hoja”, dice el poeta para unir como un orfebre la realidad con el signo y definir esa señal discursiva, semántica, de aire o sonido lingüístico sobre el papel; como aparece el enigma en algunos suelos de las catedrales góticas, para llevarnos en dirección al misterio de la creación del lenguaje poético.
Pero el poeta en el libro de Espinosa sabe antes de empezar a escribir, antes de cincelar la piedra, que todo oficio heredado o viaje como escriba conduce hacia una habitación vacía y hermética: “Crear palabras / puerta / ventana / ladrillos / paredes / candados / Pero me pasan una llave / que no abre / ninguna cerradura”.
¿Qué puede hacer el artista si ha nacido para levantar hacia el abismo de las letras su condición insalvable de Sísifo? ¿Por qué la realidad lo supera, inefable? “No alcanza / es que no alcanza / la palabra casa no alcanza / ni la palabra julio / ni la palabra violín me alcanza / Ni siquiera con la palabra arañazo alcanzo la realidad”.
Y sin embargo, el poeta lo intenta, una y otra vez, porque ese es su divine punishment. “Meto la mano al fondo del idioma / y no encuentro más que una pelusa / densa y asquerosa / que no se ha barrido / en siglos”.
Entonces el vate deja de ser telúrico, lo idealiza al menos, busca el camino del agua, como Caronte quiere ser intermediario, viajar con su discurso de un sitio conocido a otro desconocido, pero el idioma de la realidad se desvanece o se multiplica en errores y dificultades junto a su oficio vano: “Tanto soñar con la otra orilla / tanta cosa absurda / tanta palabra / para al final descubrir / que debajo del río hay otro río. Este / imposible de cruzar”.
Y es que NN lleva escrito en sus aguas desde el inicio que no hay otro discurso que el silencio escrito: “Ser como el grillo / y su canto / Permanecer oculto / en las esquinas / de la casa / y decir tanto / con tan poco”. Porque a eso es, para Julio Espinosa, a lo que debemos aspirar: a recorrer como muertos, callados, las habitaciones líquidas del idioma, aunque nos extraviemos desde el anonimato, desde la parquedad.
Para Julio, debemos conformarnos con tejer el hilo de Ariadna, no la salida hipotética hacia la realidad porque ella, la realidad, es para el artista de la pluma como el viento: etérea, imposible: “Poder tejer / no la araña / sino la red invisible / de los movimientos de su tela”.
Pero, ¿no le queda acaso al poeta el camino de la metamorfosis? ¿”Cambiar de lenguaje / como la serpiente / cambia de piel?” El poeta Espinosa lo intenta, incluso quiere ser otro sujeto desde su yo biográfico, pero sabe que la metamorfosis que le aguarda es sólo el acto de imaginar que sueña un sueño y que ese estado imaginario es una vigilia sin sentido, “soñar que nunca digo nada”, o tal vez es el eco (pienso ahora mientras escribo esta reseña) de aquella otra frase que dijera Víctor Montoya en su arte de escribir : “Me volví otra vez y salí de prisa, sin dejar más palabras que el silencio a mis espaldas” y sin grabar, por supuesto, ni un solo verso en el anillo.
* Dolan Mor (Cuba, 1968) ha publicado los libros de poemas El plagio de Bosternag (2004), Las historias de Jonathan Cover (2005), Seda para tu cuello (2006), Nabokov's Butterflies (2007) y Los poemas colonados de Anny Bould (2008). Además ha obtenido los premios Miguel Labordeta de Poesía (2007) y Delegación del Gobierno de Aragón (2006). Su obra ha sido antologada en Los chicos están bien: poesía última (2007) y Las cuatro puntas del pañuelo: poetas de la diáspora. Desde 1999 vive exiliado en España.