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Breves notas sobre “Reflexión hacia el sur” de Jorge Etcheverry
Por Erik Martinez
Me propongo comentar e interpretar el último libro de poemas de JE publicado en septiembre de 2004 por la Editorial Amaranta. Como ustedes saben, JE y yo hemos participado en diversas actividades poéticas desde nuestros días en la facultad de filosofía en Santiago a mediados de la década de los sesenta. Se podría pensar entonces que por ese sólo hecho yo podría tener una clara ventaja al momento de interpretar la poesía de JE.
Bueno, desde el punto de vista más inmediato, el nivel del lenguaje, debo admitir que a diferencia quizás de personas de otras culturas o que no manejen el habla típica del chileno, usada contra un trasfondo político filosófico y literario moderno, yo sí puedo comprender la casi totalidad de las palabras y referencias culturales que forman los poemas. Algunos lectores obviamente podrían tener dificultades en comprender algunos de los giros o expresiones empleados. En Chile hay ciertas expresiones que usamos sin pensar y cuyo significado es claro para todos nosotros pero no así para personas de otros países o de otras culturas.
Sin embargo, este primer nivel básico del lenguaje no me da, de ninguna manera, gran ventaja para comprender el mundo poético que se despliega en la obra del autor. Si bien la poesía se hace con lenguaje, es decir en este caso particular, el castellano hablado por una cierta clase social en Santiago, ese lenguaje es sólo un material con el cual se construye un mundo.
Quiero decir de partida que la poesía de JE siempre me ha hecho sentir una extrañeza y es precisamente esa extrañeza o dificultad para comprender un lenguaje específico lo que me despierta el interés de la lectura. Por algún motivo, este lenguaje que parece transitar por muchos lugares comunes y que se disfraza a veces de un tono como a ras de suelo, a pesar de eso, no parece comprensible de suyo. Hay algo que lo hace a uno pensar “qué es exactamente lo que se dice en este poema, para dónde va la cosa”
En mi percepción, éste es un libro bien armado cuyos poemas constituyentes no quedan aislados, esto a pesar de lo que afirma el autor en su Prólogo. Dice JE, “Este volumen reúne textos de diferentes épocas, algunos publicados otros no.” Y más adelante agrega que “entregado a la selección de textos, me encuentro frente a un mosaico de diversas maneras de (intentar) escribir e instancias temporales y situacionales que se me convierten en piezas contiguas y armables en una especie de presente. La afinidad y el gusto personal deciden ciertos textos en desmedro de otros …” Es decir que, según el autor, no habría un criterio rector mediante el cual se habría ordenado el conjunto de los diferentes poemas. Espero poder probar todo lo contrario. Es decir, todos los poemas tienen diferentes fuerzas que los organizan a distintos niveles. También será quizás necesario preguntarse cómo es posible esta discrepancia tan radical. Por una parte la afirmación de que se trata de un mosaico …que se convierte en piezas contiguas y armables existiendo incluso la posibilidad de recontextualizarlos y, por otra, la armazón orgánica que percibo y que quisiera mostrarles.
El libro se inicia con el poema que le da título al libro mismo. Este poema me dio muchas dificultades. Al comienzo pensé que no pertenecía para nada al conjunto del libro. Debo confesarles, lo leí varias veces pensando que no tenía sentido alguno. Creo que no soy el único al que le ha pasado eso. Ya hablaré sobre esto dentro de unos momentos . Pero echémosle primero un vistazo al poema. Quiero hacer notar que se trata de un poema dividido en tres partes. La primera parte parece ser un panegírico de Chile. “Somos un pueblo extrañamente dotado por la naturaleza”. Y prosigue de ese modo a una descripción de lo más esquemático de nuestra historia, una especie de repaso de la historia que nos enseñan en la escuela primaria y las historias que escuchamos por ahí al pasar sobre distintos personajes de distintos sectores de la nación así como de otros personajes pertenecientes el ámbito de la vida personal del autor.
Es aquí mismo donde se equivocó por lo menos un crítico que ha comentado sobre el libro. Me refiero al comentario escrito por Roberto Rivera Vicencio quien después de afirmar que la voz de Etcheverry es una de las más singulares y representativas de la poesía chilena, agrega que esa voz “se ubica equidistante de una lírica de la ruptura y a la vez de la tradición, en un curioso engranaje de estilo que recuerda el Chile fundacional de Pezoa Véliz”. Y concluye poco después que “El Chile oficial y mítico de nuestras representaciones toma cuerpo en esta poesía”. Bueno ésta es la equivocación a la que por un momento consideré como una posible interpretación del poema. Una visión que deja a JE como chaleco de mono.
Creo que lo más interesante de esta parte del poema inicial es el sentimiento que se desprende de ese “nosotros”, que marca la existencia de un pueblo del cual el hablante se siente parte indivisible. Un nosotros donde las mujeres tienen un importante papel y una gran presencia y un nosotros que incluye al “yo”.
Posteriormente, la segunda parte del poema se aproxima al presente. Es como el esquema de un viaje. Y luego en la parte tercera aun cuando se mantiene la voz en “nosotros” ya se trata de una situación completamente distinta. “Mientras entrecerramos nuestros ojos enrojecidos – dice -- luego de recorrer como un milpiés mil distintas latitudes…etc, etc… Nos desplazamos con los cabros a cuestas de casa en casa…” Y luego: “Hagamos un poco de tripas corazón para romper la delgada capa de tevinil que nos ha cubierto estos últimos años”. Entonces me salto unos versos explicativos de la situación actual del hablante para irme directamente al final, donde dice: “Y de repente un montón como de bichos que teníamos adentro nos comienzan a desfilar con sus propias banderas de sindicatos o partidos. Mientras nuestras manos se crispan solas y en nuestros corazones hay como una música húmeda”. Sí. Entonces creo que el poema se debe leer, por una parte, como esa ruptura entre el nosotros y el yo, una ruptura entre el pasado que tuvimos (una especie de leyenda) y el presente donde desaparecen los rasgos legendarios del pasado para transformarse en un deambular por mil distintas latitudes, ese yo minimizado a veces en una especie de insecto, un milpiés.
Sin embargo, la cosa no se termina ahí. Si hay un principio de construcción éste se daría en este encaminarse hacia el momento en que se abren los ojos o, dicho de otra manera, toda esa primea parte del poema se inscribe en esa instancia definida por “mientras entrecerramos nuestro miles de ojos en este instante entre el sueño y la vigilia…” Todos los versos en los cuales se describe el pasado ideal no son sino una instancia puramente subjetiva. Un universo que se hace presente en un estado liminar de la conciencia, en la zona antes del completo despertar. Este es un universo subjetivo entre el sueño y la vigilia que permite la heterogénea acumulación de vivencias y la confusión de la conciencia del hablante singular con la conciencia histórica colectiva. Eso posibilita el despliegue de este mundo donde coexisten lo personal, lo histórico y el detalle minucioso de personajes que habitan espacios dispares.
Por tanto, las frases constitutivas la parte I del poema no se pueden interpretar de manera recta, en el sentido que no tienen una relación directa con un referente exterior. Son frases pensadas por una interioridad y, si bien parecen señalar un mundo exterior sólo tienen sentido cuando uno las piensa con respecto a la subjetividad que las piensa. Son signo del temple del hablante.
Es decir, estamos ante una paradoja bien clara, todas las frases aparentemente “históricas” y/o frases de la vida diaria del Chile mítico a que hace mención algún crítico en su análisis de Reflexión no son tales.
La situación desde donde se hacen los enunciados del hablante es la destrucción del mundo. Ha habido una ruptura, obviamente conectada con el exilio. Por otra parte, el pequeño yo surgido de la ruptura de un nosotros primigenio es el centro hacia donde confluyen todos los avatares disconexos que se enumeran. Se podría decir, sin duda, que lo único que existe es el sujeto hablante, quien a pesar de todo tiene un dominio total del material que presenta, su dominio se expresa además en la aparente arbitrariedad y el hecho de que en cualquier momento según decida tomar un camino u otro podría mencionar cualquier cosa. Si bien no se puede decir que tenga ningún dominio sobre el mundo real, tiene un dominio total sobre su propia palabra.
El nivel de la reflexibilidad.
A lo largo de todo el libro se puede percibir un nivel constante de reflexibilidad. Algo que algunos llaman “metalenguaje”. Pero no voy a entrar aquí en asuntos de terminología. Si bien este fenómeno es una instancia corriente e ineludible del lenguaje, en la obra de JE adquiere una dimensión fundamental.
En el poema “Trabajadores del vacío” se dice, cito, “ El vacío acecha, eso es cierto, a todos aquellos que se ven amenazados por la muerte, que suponemos son la mayoría. No dudamos que las criaturas finitas poseen una escasa capacidad de maniobra en cualquier campo. Una mente lógica puede hacer equivaler las experiencias.
Parece que las vastas construcciones históricas que delineaban sus líneas luminosas en un futuro no tan incierto retroceden en la lejanía
Pero más lamentable es la situación de alguien que no queremos nombrar y que pasada la cuarentena descubre que “nada tiene sentido”. Cuéntate una nueva, y nos parece escuchar la letra de un tango
Pero cuál es la posición entonces de la gente que cuenta con el vacío y dice “sobre él edificaré mi iglesia¨, y sobre él elabora sus más fantásticas construcciones lingüísticas,
maniobras políticas, persecuciones amorosas estilos de vida y pensamiento. Fin de cita.
Estas frases describen sin duda la situación básica del hablante a todo lo largo del libro. Hubiera podido suceder que la destrucción del mundo a causa del exilio hubiera ocasionado una total reducción del hablante al caos de las cosas. Pero sucede en cambio que el hablante reducido a una condición mínima, sólo un yo, no se queda con los brazos cruzados, toma acción, y decide construir sobre ese vacío. La poesía entonces es una construcción que posibilita la restitución de un otro mundo, no se trata de la reconstitución del mundo primigenio pero es un mundo desde el cual enfrentar la multiplicidad inconexa de los avatares en el tiempo.
La poesía posibilita poder continuar con la vida. Junto con percibir la necesidad de hacer poesía aunque más no sea sobre el vacío, el hablante hace un llamado, dice, cito “Lancemos garfios, cada uno por su lado, a los trozos del mundo de antes de nuestro encuentro, que se alejaban lejos, por el mar a la noche, tratemos de recomponerlo como un rompecabezas muy polícromo y lleno de detalles, para hacernos una pieza, o una casa o un sillón lleno de remiendos para poder dormir primero y luego levantarnos al cielo del sol y pájaros – cada uno por su lado”. Este llamado me dice que la misión de reconstrucción del mundo la deben asumir todos quienes deambulan por los caminos del exilio y han estado sometidos a una pérdida similar del mundo. Pero sin armar tango, hay explícitamente la exigencia de no hacer de la cosa un melodrama, ni de hacer alaraca, sino manteniendo la compostura de una caballero, uno de esos caballeros chapados a la antigua y para quienes la parquedad y sobriedad antes las cosas era algo característico. Y eso se refleja en el lenguaje empleado por JE. No se trata de un lenguaje de día domingo. Las palabras son en general las palabras de todos los días.
La cotidianidad del constructor de mundos
En el poema “Otra jornada con la Margarita en Toronto” el hablante presenta lo que a primera vista podría concebirse como un simple episodio de la vida cotidiana, en un estilo despojado de adornos, conversacional se diría, en un diálogo permanente con alguien considerado por el hablante como un próximo que más que cómplice parece ser un aliado o un compañero de ruta. La Margarita a la que alude el poema es la Margarita Feliciano a quién todos en Toronto y Ottawa conocemos, es una poeta, profesora universitaria que organiza unas jornadas a escala mini, no como éstas, donde se analiza la cultura latinoamericana, la literatura en particular. El hablante, JE, narra su asistencia a esa jornada y “están los de siempre Claudio, Hugo incluso Lazo, en fin la Margarita” y también, dice más abajo
“He aquí la Futuransky
una judía argentina
gorda
y con ese nombrecito
y me pregunto
“y dónde esta mi futuro”
y no sólo por la edad
sino por todo lo que está pasando
-- no tengo ni qué decirles donde
donde aprieta el zapato
Y me gustó la poesía
de la Futuranky
pero más
cuando contó la historia del rinoceronte
que le querían regalar al Papa
por allá por el siglo XV
y ella sesentona,
tipo ropero, dijo:
“Y así somos nosotras,
que empezamos como sílfides
y terminamos como rinocerontes”.
A lo largo de todos estos poemas el hablante está confrontado constantemente a las voces de otros. Hay un diálogo permanente con otros. La poesía existe como una práctica sobre la cual es necesario pensar. En este poema, la transformación aludida en la poesía de Futuransky hace pensar en la transformación del propio hablante pero aparte de eso está el diálogo. JE escucha, al oír las frases de otros debe reflexionar sobre su propio ser y sus propias transformaciones. El espejo que le da esta conciencia de sí es la poesía.
Inmediatamente después de este poema sobre la Margarita Feliciano JE incluye un poema sobre Neruda donde habla de esta figura clave de la poesía chilena. Quizás sea el poema más “prosaico” en cuanto a estilo y sin duda Neruda es en el marco de este texto la figura paterna. Dirigiéndose a los lectores, parece pedir una especie de reafirmación:
“Díganme si hay una pizca de Neruda en lo que estoy haciendo, si yo también me cobijo bajo esa sombra gigante
que tantos dice proyecta su ego hipertrofiado
Que amasado y soplado a la vida con la greda roja del Sur de Chile
Para el reparto del yo se lo llevó todito, dejando a generaciones sucesivas de poetas de la zona
Con el yo minimizado.”
Curiosamente ese yo minimizado es lo que caracteriza en forma paradójica el universo de esta “Reflexión hacia el Sur”
Para concluir. Se presenta una situación básica de ruptura con un mundo primigenio de unión con un “nosotros”, un mundo lleno de vitalidad dominado por la figura de la madre. Esta madre del comienzo del libro, con la cual el hablante todavía está unido por ese cordón umbilical que “va como un cáñamo de seda saliendo de mi cerebro a tu cuerpo tendido en el sillón por la mañana”. Pero el mismo cuerpo de esa madre es un cuerpo que contiene toda la nación chilena, llena de vitalidad, es un cuerpo multitudinario. Pero esa madre se debe entender, en el contexto de la totalidad del texto, es necesario concebirla como el origen del lenguaje y la condición de posibilidad misma para el renacimiento del hablante después de sufrir el colapso del mundo a consecuencia del exilio. Cuando el mundo se le viene abajo, después de ese rompimiento atroz, siempre queda el yo que a pesar de ser un yo arrojado al caos de las cosas sigue atareado en cosas de la vida cotidiana y la poesía se constituye en el instrumento con el cual asume la reconstrucción del mundo perdido. Ahora el mundo no tiene las características del mundo originario pero se reconstruye una unidad con un nosotros de los “trabajadores del vacío”. Si al comienzo la comunidad era una comunidad asentada en el sentimiento, el corazón, la comunidad hacia el término del libro es una basada en la potencia cerebral, y también en la fuerza de la palabra poética, con la cual se llega a reconstruir la casa donde habita esta nueva familia. El espacio mediatizador del lenguaje suplanta la experiencia inmediata.
La cotidianidad de la que habla JE es una situación asediada por feroces peligros, animada por deseos extremos y una vida al borde del precipicio. El libro de JE presenta una situación que no nos es extraña. En Ottawa también estuvo Gonzalo Millán. También estuvieron entre los participantes de esta mesa, los ya retornados, Manuel Jofré, Naín Nómez, Leandro Urbina sin olvidar a Alfredo Lavergne. También estamos todavía junto con el mismo Etcheverry los del colectivo de El Dorado, en fin Gabriela y Claudio. El libro de JE refleja de manera profunda esa realidad de todos nosotros y todos formamos parte de ese mundo.
Erik Martínez nació en Santiago, Chile, y estudió pedagogía en castellano en la Universidad de Chile. En 1974 emigró a Canadá, poco después del golpe militar. Obtuvo un título de Maestría en Español de la Universidad de Queen's (Kingston, Canadá), escribiendo una tesis sobre Altazor de Vicente Huidobro. Ha enseñado literatura y traducción en la Universidad de Queen's y en las universidades de Western Ontario y Ottawa. En Chile, fue miembro del grupo de vanguardia la Escuela de Santiago con quienes hizo una serie de publicaciones. Junto con otros escritores chilenos exiliados en Ottawa fundó Ediciones Cordillera. En 1985 publicó su libro Tequila Sunrise. Eduardo Anguita lo incluyó en su Nueva antología de poesía castellana (Editorial Universitaria, 1981) y fue incluido también en la Antología de poesía chilena contemporánea (Santiago de Chile: Zig-Zag, 1984). Sus poemas han aparecido en diversas antologías y revistas en Chile, Canadá, Alemania y otros países. Ha presentado ponencias de crítica literaria en varios simposios académicos en Canadá y Estados Unidos. Es traductor para la Oficina de Traducciones del Gobierno Federal de Canadá