SOBRE CÍRCULO DE SAL, DE JUAN ESPINOZA ALE
Edgardo Anzieta
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Un libro de poemas es siempre una esperanza; esperanza de encontrar el mundo, en el entendido que en eso la especie algo ve o entrevé de lo que ha sido y puede ser… de lo que será.
No siempre, desde luego, se cumple y es motivo de tristeza auténtica la muerte de la posibilidad. Por cierto que encontrar el mundo suele resultar áspero: la negatividad reina y no se sale de ella así no más, sin esfuerzo y sin dolor. El dolor es temible y le ocultamos el rostro de la autenticidad y la encarnación, a cambio de lo superfluo y lo vicario… entonces, la negatividad impera y no permite salidas. Un poeta puede –debe – dar cuenta del dolor, a condición que lo encarne y lo exprese y no quede destruido su arte en el proceso. Si ese el caso, se le cumple el testimonio, que debiera ser lección para quien, al leer, roce la poesía: algo quedará en la reiteración de la desdicha en términos de sensibilidad… y construcción de vida.
Dar cuenta de un libro en sentido y dirección no es cosa fácil, pero tampoco imposible, si ha de atenerse el lector a un mínimo de exégesis, dado que las palabras existen y comunican y este es el caso del poeta: quiere comunicarnos la videncia por medio de lo evidente que, como siempre, nunca lo es. Me atengo a tres poemas para intentar “descifrarlo”, sin querer traicionar con términos apodícticos, ni deslavarlo en la irresponsabilidad de negarle luz y sombra, que sería negarse uno mismo. La sinceridad no es grosería, es claridad; pero el descompromiso no es claridad, resulta egoísmo. La prudencia no excluye el riesgo del futuro: en pocas palabras se puede decir lo que se siente aunque no explicar todo lo que se siente. Por último, la poesía está ahí, para la honradez particular y social y cada quien hará su oficio humano, con lo que es y puede.
Espinoza Ale se (re)integra al dolor encarnado – no es su primer libro - haciendo mostración de los dolores de la vida específica y enseña sus dimensiones; de pronto, libro que desata demonios y cumple las viejas teratologías de nuestra tradición poética… que sería sin más la vieja tradición social de Chile: el país permanece en el maltrato y agravio del viejo cuerpo, desde las biologías machacadas hasta la novísimas torturas, visibles e invisibles, entendidas y subentendidas. Bastaría leer Ven y mirapara sentir y resentir monstruosidades y vergüenzas, ubicando ahí toda la humanidad universal de la desdicha y la indignación:
La bestia defiende violadores y propone castrarlos con químicos que ella misma trafica. está contra el aborto participa en la venta de condones. en su tiempo libre afila con los dientes sus cuchillos. Procura el bien común el orden .mucho mucho orden.
Aprenderemos que la bestia no es como tú crees… y que era esto muy antiguo: señores, como orden de un oscuro y putrefacto general, esto es la degradación.
Ese fondo lo conduce a un “excelente” trato con la cotidianeidad – también fortaleza de una parte de nuestra tradición – de modo extenso, como si allí encontrase su propia res extensa y su caudal y venero. Hay conocimiento que se hace difícil refutar: se indigna concretamente, se duele en la práctica, se estremece en la ira desde el cuerpo hacia la idea. Parece un materialista del espíritu, y esta vez espíritu con merecidas, infligidas minúsculas y esa es quizás su dialéctica. Santo Oficio demuestra, a juicio nuestro, una trayectoria humana y poética; trayectoria desde la esperanza sin negatividad hasta la visión con contradicciones: las desgracias son demasiado patentes como para andar haciéndose el salomónico, el ecléctico, el alma bella. Lo ecuménico cae derrotado, ridiculizado:
me persigno
ante la iglesia que quisiera demoler
miro con respeto
al palacio de justicia que sueño ver en llamas
trabajo lo mejor que puedo para un tipo
al que podría degollar una y otra y otra vez y vuelvo a casa
a sentarme en una mesa sin comida
a acostarme en una cama en la que no puedo dormir
tomo el lápiz y aburrido
salomónico
decente
comienzo a escribir con la bondad
el amor
y la belleza.
El poeta extrae corazón del (falso) corazón henchido, salomónico y decente… El paso más allá, ¿no debiera ser deber del lector?
La (vieja) habitación y costumbre humana de vivir – difícil, pero humana – está traspasada y vulnerada, sin respeto, sin casi identidad ni consistencia; la banalidad es la sorpresa de los mundos degradados y no resistimos citar in extenso aunque parcial Apotaxis (alquitrán 7mg), instando al lector a integrarse a la lectura, el empobrecido martirio:
El mundo entero decidió. de un año a otro. enfermar de la cabeza. gravemente. y leer al viejo Whitman no parece suficiente. cuando el mundo entero se ha convertido en un hijo de puta y de un año para otro. sonríen igual se afeitan igual. planchan como siempre el cuello a su camisa. pero de un año para otro. y yo tengo. como idiota. que seguir cacareando a la esperanza. vivir al día. dejar el vino y el azúcar. resistir con mi cigarro. algo así como un apóstol. de la verdad. de pacotilla.
Una pareja de mormones quiere hablar conmigo. todos los fines de semana.
La inesperada puntuación y violación ortográfica cortan respiración, destacan lo opresivo y asfixiante, a la vez que introducen fragmentos de sentidos autosuficientes en sí mismos como expresión – oh duro, querido resultado! – del mismísimo sinsentido. La belleza se extraña en el contraste impúdico y alevoso entre los mormones y su presencia ya de rutina consagrada y Whitman como eco débil y casi en desprestigio entre basura y realidad. Los mormones son evocados, lindantes en un ¿delicioso? final que posee un algo de melancolía, algo de letanía: el verso, destacado como estrofa aparte, deviene campanada final, lejana, pero aquí cumpliendo una función fatal, de consumación, de triste, horrenda consumación, porque es (casi) tono y síntesis, o destino. Hasta el estético horror se da el lujo de ser solemne de eternidad… pero ya no la existencia.
Juan Espinoza Ale nos entrega un libro sólido, extenso, lo dijimos también, cual muestra de capacidad y aguerrido ahondamiento… Textos que debieran ser explorados en serio por los lectores: su fortaleza – y su prevención y hasta problema – proviene de un apego a la inmediatez de los fenómenos. (Pero) es así justamente como (no) imagina la superación de lo cotidiano, de la empiria: escapa del “Ideal” con justeza, aunque le cometa injusticias a la esperanza.
Su rigor concreto, no obstante, en su alta ferocidad, desnuda la empiria y por allí nosotros podemos comenzar a decir basta para sostener la posibilidad… eso es lo que le creemos a la asolación generalizada, por valiente, por acertada, por embellecida.
El camino de la esperanza será siempre en él difícil pero auténtico, feroz pero lúcido; sustancial y riguroso, la verdad lo acompaña con apariencia de crueldad y pesimismo que es ternura acorazada y defendida, por y desde este purgatorio nuestro de cada día.