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Miltín 1934, de Juan Emar: la reformulación paródica de la Historia

Por Sonia Rico Alonso
hissra01@udc.es
Universidade da Coruña

Publicado en Anales de Literatura Hispanoamericana 2015, vol. 44, Núm. Especial, 83-94



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RESUMEN
En las primeras décadas del siglo XX chileno, la cuestión nacional ocupaba un papel destacado dentro de las prácticas escriturales del momento vinculadas al realismo. Juan Emar, antítesis de dichas prácticas y abogador por la vanguardia, trata también dicha cuestión en fragmentos como el de la batalla entre españoles y araucanos, dentro de la obra Miltín 1934. Tomando este fragmento como objeto de estudio, y a través de su análisis lingüístico y semántico, demostraremos que Emar, mediante la técnica literaria, cuestiona el discurso oficial y propugna el valor sincrónico de la obra artística y, en última instancia, la libertad del pensamiento y la supremacía de la imaginación.

Palabras clave: vanguardia, Juan Emar, conquista española, técnica literaria, parodia, anacronismo.


Miltín 1934, of Juan Emar: the parodic reformulation of history

ABSTRACT
During the initial decades of the 20th century in Chile, the national question plays an important role in the —realist— writing of the period. Juan Emar, an opponent of those practices and an advocate of the Avant-garde, deals with the national question in fragments of Miltín 1934 such as the one concerned with the baffle between Spaniards and Araucanians. Taking this fragment as the object of study, the aim of this paper is to show, by means of linguistic and semantic analyses, how Emar, by using his literary technique, questions the official discourse and supports the synchronic value of the artistic work, freedom of thought and the supremacy of the imagination.

Key words: avant-garde, Juan Emar, Spanish conquest, literary technique, parody, anachronism.


Vanguardia, cubismo o metaliteratura, entre otros, son los conceptos con los que se relaciona a un autor como Juan Emar (1893-1964), conceptos aparentemente bastante alejados de otros como el descubrimiento de América, la identidad o la nación. Estos últimos, sin embargo, sí casarían a la perfección con las tendencias literarias que predominaron en las primeras décadas del siglo XX chileno: el costumbrismo, el nacionalismo criollista y el realismo social. Emar, si bien desarrolla su obra creativa en esas décadas, es la antítesis de las prácticas anteriores, aunque no excluye la cuestión nacional en su literatura, abordada, no obstante, desde parámetros bien diferentes. El presente trabajo consistirá en analizar un fragmento de la obra Miltín 1934 (1935), fragmento que narra una original batalla entre españoles e indígenas en 1541 en las proximidades de Santiago de Chile. El objetivo es demostrar cómo Emar distorsiona y desmitifica la supuesta hazaña a través de la técnica literaria. Así, cuestiona y reformula los discursos oficiales y pone en valor el carácter sincrónico de la obra artística, su autonomía y verdad, abordando temas tan consolidados discursivamente como la conquista o el progreso técnico del Chile de comienzos del XX (Subercaseaux, 1998; Subercaseaux, 2011). Dicho esto, en primer lugar se procederá a analizar el marco en que se sitúa el acontecimiento relatado para, a continuación, estudiar el papel que juega el anacronismo en el texto y, finalmente, relacionar el significado de este con el sistema estético emariano.

Antes de comenzar con el análisis textual, es necesario hacer un breve resumen del pasaje objeto de estudio y situarlo dentro de la obra que lo contiene. El yo narrativo se encuentra reflexionando sobre su propia creación, en concreto, sobre la falta de inspiración y ganas para escribir las historias que había planeado. En un momento metaliterario observa "los papeles de Miltín" y decide explicar el título de su propio libro: Tras la fundación de Santiago, Pedro de Valdivia[1] y sus hombres avanzan hacia la costa hasta que los sorprenden los indios. Comienza así "la histórica batalla del Estero[2] de Puangue" en la que salen derrotados los araucanos. Los españoles los aprisionan y buscan a su cacique: Miltín. Este los sorprende en la noche llorando sobre un cerro de la zona. El llanto del líder no cesa, así que precisa diagnóstico y tratamiento médicos. Cuando por fin deja de llorar y, viendo que su destino es la silla eléctrica, Miltín detiene su propio corazón y muere. Surgen así las hipótesis sobre su llanto: para unos, originado por la derrota de sus huestes; para otros, por un futuro aciago para todos. Desde entonces, se cree que todos los males que ocurren en Chile los vio Miltín.

Centrémonos en primer lugar en el suceso y en su concretísimo marco espacio-temporal. Según el texto, el 12 de febrero de 1541 Pedro de Valdivia fundó la ciudad de Santiago de Nueva Extremadura, al día siguiente partió en dirección al mar con sus tropas y un día después acamparon en el pueblo de Chiñihue. El día 15 por la mañana comenzó la batalla. En la historia chilena el día 12 de febrero de 1541 está considerado oficialmente el día de la fundación de Santiago[3]. El texto parte, pues, de un dato real, si bien no consta en ningún documento que en los días inmediatamente posteriores Valdivia y sus hombres emprendieran un viaje hacia la costa. A modo de ejemplo citamos el testimonio del propio Valdivia:

Fundada, y comenzando a poner alguna orden en la tierra, con recelo que los indios habían de hacer lo que han siempre acostumbrado en recogiendo sus comidas, que es alzarse, y conociéndoseles bien en el aviso que tenían de nos contar a todos; y como nos vieron asentar, pareciéndoles pocos, habiendo visto los muchos con que el Adelantado se volvió, creyendo que de temor dellos, esperaron estos días a ver si hacíamos lo mesmo, y viendo que no, determinaron hacérnoslo hacer por fuerza o matarnos; y para podernos defender y ofenderlos, en lo que proveí primeramente fue en tener mucho aviso en la vela, y en encerrar toda la comida posible, porque, ya que hiciesen ruindad, ésta no nos faltase; y así hice recoger tanta, que nos bastara para dos años y más, porque había en cantidad. (De Valdivia, 1960)

Los días previos, pues, parece que fueron dedicados a la organización de la nueva ciudad y no fue hasta tiempo después cuando se comenzaron a explorar valles cercanos:

Y acaeció, para que su intinción hubiese efeto, que Valdivia había salido de la ciudad a buscar bastimiento con parte de la gente que tenía para el sustento del pueblo, que por ser muchos pasaban necesidad por falta della; y porque tuvo nueva qu'el valle de Cachapoal era fértil, abundoso en maíces, fue allá, qu'es dos jornadas a caballo. (De Góngora, 2010: 104-105)

En cuanto al espacio, según el texto, Valdivia parte de Santiago, pasa por Chiñihue y es en la zona del estero de Puangue donde ocurre la batalla. Si bien Pablo Berchenko define Chiñihue como una "localidad imaginaria, creada por Emar" (2011: 477), hemos localizado una pequeña población en la comuna El Monte[4] con tal nombre, entre las ciudades de Melipilla y Santiago. Sería, pues, creíble que pasasen por este lugar, pues el itinerario es completamente verosímil. En lo que respecta a Puangue, se trata tanto de una pequeña población localizada al sureste de San Antonio como de un estero afluente del río Maipo[5] que transcurre por las comunas de Curacaví y Melipilla. Pero, pese a que las localizaciones que propone Emar son reales, no así los hechos que en ellas ocurren. Así, no parece que Valdivia explorase las proximidades de Melipilla en los días posteriores a la fundación de Santiago y, por otra parte, no consta ninguna batalla en la zona del Puangue. De hecho, los primeros enfrentamientos destacables de Valdivia con los nativos después de asentarse en el valle del Mapocho[6] son los que protagoniza con el cacique Michimalongo[7] en el valle del Aconcagua[8], al norte de Santiago:

Viendo el general la contumacia y soberbia y graves amenazas de Michimalongo, y conocido que así como amenazaba a los cristianos, amenazaría a los indios que de paz habían venido, y junto con esto, consideró que este cacique Michimalongo era uno de los mayores señores de esta tierra y más belicoso y de todos naturales más temido. Vistas y bien pensadas todas aquestas particularidades y el fin que había que tener, acordó salir pasados tres meses después de la fundación de la ciudad, dejando como dejó en ella el recaudo que convenía. (De Vivar, 2001: 99)


Entre Melipilla y la costa, la zona en que el texto emariano sitúa la batalla, habitaban comunidades de indígenas de picones[9] y, concretamente, "entre el curso inferior del río Maipo y el estero Puangue" (Contreras, 2010: 73) gobernaba el cacique Melipilla, con el que no parece que hubiese conflictos destacables:

el cacique llamado melipilla con todos sus principales yndios e subjetos es picon y tiene su tierra en los poromaocaes y desta parte del rio maypo y sus pringipales lepiande y condeande y lianabomo y colilabquen y rratapibche con sus pescadores e yndios. (73)

Este fragmento pertenece a la cédula de encomienda de Pedro de Valdivia a doña Inés de Suárez[10] en 1546 y es la única aparición destacada del cacique Melipilla en un documento oficial. Por tanto, todo apunta a que ningún "contingente de 3000 indios —otros historiadores hacen subir su número a 6000" (Emar, 1935: 75)— atacó a los españoles. Por otra parte, no se registra ningún cacique de nombre Miltín ni parece que aluda a algún otro personaje real. En cuanto a Miltín como cerro, diversas páginas web de cartografía[11] localizan una montaña menor al este de San Antonio, si bien no hay exactitud en su ubicación. A modo de hipótesis, consideramos que Emar probablemente escuchó el nombre de esta montaña o conoció el cerro y, a partir de él, tejió el relato imaginario del cacique.

Recapitulando, el comienzo de la trama, aunque cuenta con elementos reales, es completamente ficticio; sin embargo, el narrador se preocupa de presentárnoslo como si efectivamente hubiese sido real. De ahí, la precisión en los días y lugares, la alusión a fuentes, la preocupación por las cifras y, más adelante, la narración pormenorizadísima de la batalla y de sus consecuencias. En el relato de la "histórica batalla", los significados léxicos y los referentes convierten la historia en un absurdo, pero, a través de la técnica literaria, la trama adquiere veracidad y se presenta como un épico episodio real. Trabajaremos a partir de ahora en el tejido de este complejo discurso.

El anacronismo juega un papel importantísimo en el texto emariano, ya que, como hemos dicho, este tipo de textos vinculados a la vanguardia desmontan discursos sólidos[12], como es el de la conquista, en este caso, y los reemplazan por la verdad que impone la propia creación. Con ello, no solo se reivindica la autonomía del arte, sino que se entrevé una dura crítica que no se consigue con la alusión directa, sino a través de la técnica escritural. Así, Emar, aparentemente, nos presenta una épica batalla; sin embargo, la presunta heroicidad de los personajes y de los actos que tienen lugar se ve completamente anulada a través de los recursos lingüísticos empleados, entre los cuales destaca el uso del anacronismo.

Desde el primer momento llama la atención cómo se anula el acontecimiento histórico de la fundación de Santiago a través de las huestes que acompañan a Valdivia en la exploración hacia el mar:

Marchaba adelante un escuadrón de caballería del Regimiento General Baquedano N, 7; seguía después un batallón de infantería del Pudeto N.° 12, y tras este venía Valdivia con su Estado Mayor, con los servicios sanitarios, con varios frailes del convento de los Dominicanos de Talca y con cuatro compañías de ametralladoras Vickers. Cerraban la marcha dos baterías de artillería del Regimiento Coronel Ibáñez N.° 1, quedado en la capital. Un avión trimotor piloteado por el mayor Angol —tatarachosno del actual capitán Angol mi amigo— sobrevolaba la expedición alerta ante los posibles peligros. (Emar, 1935: 74-75)

Se entremezclan distintos tipos de anacronismos en este pequeño fragmento: por una parte, tenemos a algunos personajes fundamentales de la historia chilena, pero que en ningún caso pertenecen al siglo XVI: el militar y presidente provisional de Chile Manuel Baquedano (1823-1897), pieza clave en las guerras de la segunda mitad del XIX[13]; y el militar y también presidente Carlos Ibáñez del Campo (1877-1960), quien, a través de la fuerza, implantó un régimen dictatorial en 1927. Es curioso que Emar una, por un lado, a un héroe nacional como era considerado Baquedano en la época y, por otro, a Ibáñez, el militar que arruinó la extraordinaria situación económica y social de que gozaba la familia Yáñez Bianchi[14].

Por otra parte, acompañan a Valdivia en la campaña un batallón de infantería del Pudeto, nombre que alude a la batalla (1826) que tuvo lugar en el pueblo y río homónimos, en la que los chilenos independizados se enfrentaron y vencieron a los españoles por la anexión de la isla de Chiloé[15] a su dominio. La referencia resulta paradójica pues, si en la batalla del Puangue se enfrentaron españoles y nativos, los primeros por conquistar y los segundos por mantener el territorio; en la del Pudeto, se enfrentaron españoles y chilenos, pero con los roles cambiados: los primeros defienden el territorio y los segundos buscan dominarlo. La paradoja, el contrasentido, es un recurso habitual en Emar que, en este fragmento, se vuelve a apreciar por ejemplo al término de la batalla, cuando los españoles victoriosos cantan el Himno de los Estudiantes Americanos (1909), escrito por el argentino Manuel Gálvez (1882-1962) y musicalizado por el chileno Enrique Soro Barriga (1884-1854), mientras los derrotados "modulaban entre dientes los Barqueros del Volga" (Emar, 1935: 76), pieza rusa tradicional popularizada en la ópera y adaptada por Manuel de Falla en 1922.

Y, ¿quién acompaña finalmente a este extraño regimiento? Los dominicanos de Talca y el mayor Angol, un antepasado remoto del capitán Angol que protagoniza unos vuelos espaciales con el yo narrativo de Miltín 1934 unas páginas después[16]. Sobre los dominicos, estamos ante otro anacronismo, pues el primer convento dominico en Talca, el de Santa María Magdalena, no obtuvo su rango hasta 1751 (Giamportone, 2013: 71-99) En cuanto a Angol, este guiño literario es eficaz a la hora de enlazar los distintos pasajes que configuran Miltín 1934. Así, el fragmento que estamos estudiando, que en sí constituye una historia autónoma, queda ligado al resto de la obra a través de dos formas: a través del juego metaliterario inicial (la trama es la explicación del título de la propia obra) y a través de la reaparición de personajes en diferentes episodios. De hecho, en el mismo fragmento nos encontramos más adelante con el profesor Hualañé, "bistatarachosno del actual doctor Hualañé que figura en las primeras páginas de este libro" (Emar, 1935: 79).

En definitiva, las tropas del histórico Valdivia poco o nada tienen que ver con las que esperaríamos de una campaña militar en plena conquista. La "épica misión" se ve completamente parodiada y anulada desde el comienzo, pues al general lo acompaña un héroe militar, pero también el dictador Ibáñez, enemigo directo de la familia de Emar, unos frailes y un piloto que nunca existió. Todos ellos acompañados por los servicios sanitarios, el Estado Mayor, ametralladoras Vickers y un avión trimotor. De estos anacronismos científico-técnicos es de lo que nos vamos a ocupar a continuación.

A lo largo del fragmento, cualquier lector se percata del predominio del campo semántico de la guerra y los avances tecnológicos, así como del efecto humorístico que provoca:

Durante seis horas rugieron cañones, ametralladoras, fusiles, carabinas, morteros, bombas de mano y pistolas automáticas. Durante seis horas los grandes tanques, como hipopótamos, se sumergían en las aguas del Puangue para salir ya de un lado ya del otro —según a quienes favoreciera la suerte—, amenazadores más que hipopótamos mismos; y durante igual tiempo los tanques ligeros brincaba como gacelas y caían sobre compañías enteras ya de españoles ya de indios según de qué punto se hubiese iniciado el brinco. Durante seis horas los gases lacrimógenos, los gases bailarines, los gases hilarantes, los gases todos, cubrían al enemigo impulsados, del lado español, con grandes abanicos de manolas, por el lado indio, por el soplido de cientos de viejas machis. Y durante seis horas, desde arriba, desde su avión, el mayor Angol orinó profusamente sobre las filas araucanas. (Emar, 1935: 75-76)

La presencia de léxico bélico y tecnológico no es ninguna novedad si recordamos que estamos ante un escritor de vanguardia, término ya relacionado con la guerra. Por otra parte, solo hay que pensar en los futuristas, los manifiestos estéticos (González, Calvo y Marchán, 1999) o los textos de otros vanguardistas (Altazor, por ejemplo, de Vicente Huidobro) para encontrar más muestras de ello. Emar muestra cierta inclinación hacia los inventos de la Primera Guerra Mundial (las Vickers, las bombas de gases asfixiantes y los gases lacrimógenos, las pistolas automáticas, los tanques, etc.), aunque también hay elementos anteriores a la Gran Guerra, como el avión trimotor, los fusiles, las carabinas, las granadas, etc., siempre posteriores, no obstante, al siglo XVI. Por otra parte, la presencia de esta inmensa cantidad de armas, que se anuncian ya al comienzo del párrafo, transmiten al lector la idea de batalla encarnizada, pero Emar, a través de su técnica, desmonta el significado inicial, gracias a eficaces imágenes disparatadas: los tanques animalizados en hipopótamos o los gases movidos con soplidos de machis y castizos abanicos madrileños. La batalla es un verdadero absurdo cómico que, sin embargo, se presenta con disfraz de épico episodio de la historia de Chile.

En cuanto al léxico relacionado con el progreso y los avances científico-técnicos, es también abundantísimo. Así, nos encontramos a un mayor Angol que habla por radiotelefonía a un Valdivia que apaga las luces, a un doctor Hualañé que examina a Miltín a través de la presión arterial, la reacción de Wassermann, los rayos X, etc.; o a un cacique picón condenado a la silla eléctrica. Todos estos elementos, inventos del siglo XIX, junto al lenguaje cientificista de algunas secuencias —véase el tratamiento y las recomendaciones del doctor Hualañé a Miltín—, contribuirían a dar objetividad y verosimilitud al fragmento. De nuevo, sin embargo, ocurre todo lo contrario: el abuso a lo largo de la secuencia, la concentración de muchos términos en un mismo párrafo y la total anacronía entre todos ellos convierten la "histórica batalla" en un verdadero disparate. Pero, este disparate no es solo mera incongruencia o juego vanguardista, sino que apunta mucho más alto: este texto anacrónico, vestido de incoherencia, muestra desnudo su intemporalidad, un presente absoluto y sincrónico, cualidad intrínseca de la obra de arte de vanguardia. Concordamos, pues, con Ignacio Álvarez sobre la sincronía del texto:

Los personajes, los objetos y —en último término— los períodos de la historia se han condensado en un único instante, el aquí y ahora de la batalla que también es el aquí y ahora de la escritura. Emar, en otras palabras, no piensa el relato —nacional o literario— en términos cronológicos lineales, sino de una manera estrictamente sincrónica; para evocar el pasado, por ende, debe construir un presente que lo pueda contener, pues el presente es la única temporalidad del acto de escribir que, a su vez, constituye el acto de existir. (Álvarez, 2009: 83)

Concibiendo, pues, que solo existe un presente absoluto, pasado y futuro se fusionan en él y, por tanto, en un mismo momento quedan recogidos todos los momentos. Esta idea, que se ejemplifica tan bien en el fragmento que estamos comentando, es fundamental dentro del sistema estético-vital emariano. Emar parte de la existencia de un "Absoluto" que se manifiesta en el mundo, estas manifestaciones se rigen por unas leyes y entre todos los elementos se conforma una compleja red de relaciones. La conciencia humana es el instrumento que tenemos, no solo para percibir el mundo, sino también para ahondar en él y aproximamos a la visión de ese "Uno":

Pero, dentro de esta conciencia humana, hay las conciencias individuales. Digo conciencia, mejor: modo de vida, punto en el infinito. Conciencia aquí es sinónimo de ese centro desde el cual florece la vida y desde el cual ella se aprecia. En un punto: única. Este punto físico es el totalmente y más perfectamente realizado. Es nuestra realidad tangible. Es lo único que podemos asegurar Verdad en "nuestro momento". (Emar, 2014: 77)

Así, muchos de sus personajes buscan, a través del ahondamiento en la propia conciencia, alcanzar un instante de clarividencia en que puedan percibir esa totalidad y parece que el cacique Miltín es uno de ellos. Como dijimos, la hipótesis principal sobre las lágrimas de Miltín es su visión de las desgracias futuras para los habitantes de esas tierras. Es decir, el cacique, en un instante de clarividencia última, lo ve "todo" y curiosamente al yo narrativo de Miltín 1934 le pasará lo mismo más adelante al subir al cerro: "vi entonces todo cuanto aparece en este libro y cuanto en él aparecerá y pueda aparecer. De ahí que creí justicia llamarlo con su nombre" (Emar, 1935: 83). Miltín ha visto lo ocurrido y lo futuro, de la misma manera que el narrador ha visto toda su obra en un instante. Entonces, ¿qué es la obra? o, más concretamente, ¿qué propone el fragmento que estamos analizando? No solo una concepción del tiempo y de la escritura sincrónica, de lo que ya hemos hablado, sino también, como afirma Foxley, "un modo de aguzar la mirada, reemplazar la visión positivista y empírica por un 'ver' reiluminador. [...] Es un intento de la imaginación para liberarnos de tanta estrechez, angustia y soledad, y potenciar la aparición de una belleza latente y desconocida" (Foxley, 2011: 701).

No hay que olvidar que cuando Emar escribe Miltín 1934 solo han pasado diez años desde la Década del centenario, década en la que, pese a que el sistema estaba caduco y la gestión del país era pésima, la imagen que se proyectaba de Chile era la de un país moderno, culto y "europeo". No es de extrañar, pues, que cuando a Valdivia le comunican que quizá algo terrible ocurra en la capital observe con su telescopio los edificios más señalados y representativos del poder que, por otra parte, no dejan de ser otra buena muestra del anacronismo emariano: los templos más importantes de la ciudad (la Catedral Metropolitana de Santiago, 1748-1800; la iglesia de Santo Domingo, 1747-1808; y la Basílica de la Merced, 1566, 1683, 1736) y los edificios de los años 20 del siglo XX, que simbolizaron el progreso del país (los edificios Ariztía y Díaz, el Ministerio de Hacienda, la Caja de Seguro Obligatorio, etc.). Pero, no solo critica Emar la modernidad y el progreso (falsos) del país, sino también la estrechez del sistema cultural; crítica que llevó a cabo tanto en sus obras como en sus "Notas de arte". El individuo emariano se siente alienado en una sociedad y un sistema cultural rígidos y herméticos, de ahí que aproveche sus escritos para atacar apelando a la inteligencia y al humor, cualidades que él veía muy deficientes en la comunidad que integraba.

Al fin y al cabo, el objetivo último de la vanguardia no es otro que ofrecer una reinterpretación de la realidad, el resultado de un estudio y una profundización por parte del artista, que ve desde nuevos ángulos y enfoques el mundo y cuyo resultado es plasmado en la obra de arte. Emar hace exactamente eso en sus novelas. A través de un complicado sistema estético-filosófico, que aquí simplemente hemos esbozado, plantea una metafísica y una gnoseología y propone en sus narraciones una nueva forma de entender la vida, el tiempo y, en suma, la Historia, tal y como percibimos en el fragmento comentado. El humor emariano, aunque a veces desternillante y absurdo, envuelve complejas ideas que sugieren una revisión urgente de los sistemas que rigen nuestras vidas, concretamente, la vida chilena de la primera mitad del siglo XX. Emar nos ofrece en sus textos unas lentes deformadoras que desarman los sólidos y herméticos discursos oficiales y ofrecen otros multiperspectivistas, renovadores y que, en última instancia, reivindican la libertad del pensamiento y la supremacía de la imaginación[17].

 

 

 

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NOTAS

[1] Soldado extremeño [Villanueva de la Serena (España), 1497 — Tucapel (Chile), 1553]. "Participó en las guerras de Flandes e Italia. Luego de pasar por Venezuela (1535) y Perú (1536), emprende la conquista de Chile y funda la ciudad de Santiago del Nuevo Extremo en la fecha indicada en la cita [12 de febrero de 1541]. Nombrado gobernador, realiza expediciones, funda ciudades y fuertes hacia la costa y el sur de Chile" (Berchenko, 2011: 469).

[2] "Arroyo, riachuelo" (RAE, 2014).

[3] No obstante, existen algunas discrepancias con respecto a la fecha. Tal y como señala Delgado: "El desacuerdo procede de la disparidad entre las afirmaciones de Valdivia y lo que dice el libro de actas del Cabildo santiaguino. El conquistador es concluyente a este respeto: "fundé esta ciudad de Santiago del Nuevo Extremo, en nombre de V.M., en este dicho valle, como llegué, el 24 de febrero de 1541"; y lo repite en dos ocasiones más. En cambio, en el libro de acuerdos del Cabildo, se lee: "A doce días del mes de febrero año mil y quinientos y cuarenta y un año fundó esta ciudad en nombre de Dios". Hay que tener en cuenta, no obstante, que el libro de actas contemporáneo de la fundación de Santiago desapareció incendiado en la destrucción de Santiago por los indios el 11 de septiembre de aquel año, y hasta enero de 1544 no se insertó en el nuevo libro llevado por Alonso de Monroy desde el Perú la relación de los acuerdos tomados desde la fundación de la ciudad. En consecuencia, los prudente es aceptar el dato del fundador, aunque también esté escrito cinco años después de la fundación" (Delgado, 1987: 34).

[4] bTodos los topónimos que se enuncian a continuación designan provincias, comunas y/o ciudades de la zona central de Chile y, en concreto, de las proximidades de Santiago. De hecho, la mayoría forman parte de la Región Metropolitana de Santiago: la comuna de El Monte, perteneciente a la provincia de Talagante; la comuna, ciudad y provincia de Melipilla; y la comuna de Curacaví dentro de la provincia de Melipilla. Aunque también hay alguna localidad de la Región de Valparaíso, como la comuna, ciudad y provincia de San Antonio.

[5] Río principal de la Región Metropolitana de Santiago, que nace en el volcán Maipo y desemboca en el océano Pacífico.

[6] Se refiere al territorio donde se fundó la ciudad de Santiago de Chile, atravesado por el río Mapocho. El Mapocho pertenece a la cuenca hidrográfica del río Maipo, siendo afluente de este.

[7] Michimalongo o Michimalonco fue un cacique indígena de la comunidad picunche, que protagonizó importantes enfrentamientos con los españoles. Así, fue prisionero de los españoles, pero recuperó su libertad ofreciendo los lavaderos de oro de Marga-Marga. Pese al acuerdo, las pésimas condiciones de trabajo provocaron la sublevación de los picunches y el asalto a la capital el 11 de septiembre de 1541, aunque finalmente tuvieron que retirarse. Tras varios enfrentamientos, el cacique firmó la paz unos años después con Valdivia, con quien colaboró en la expansión del territorio conquistado.

[8] Cuenca hidrográfica localizada en la cordillera de Los Andes y, administrativamente, perteneciente a la Región de Valparaíso. Se encuentra a unos 90 kilómetros al norte de la ciudad de Santiago de Chile y su río principal es el Aconcagua.

[9] Las comunidades indígenas que habitaban originalmente las áreas a las que se refiere el texto eran los llamados por los incas promaucaes. No obstante, las crónicas (De Góngora, De Vivar, etc.) recogen otras denominaciones como picones o picunches, que parecen designar al mismo grupo o a subgrupos dentro de esta comunidad, tal y como refleja la cita de Valdivia recogida por Contreras que plasmamos a continuación en el cuerpo del trabajo.

[10] Inés de Suárez [Plasencia (España), 1507- Chile, 1580]. "Esta particular mujer, integró las huestes que acompañaron a Pedro de Valdivia en su conquista del Reino de Chile, y participó en la fundación de Santiago (1541). Ella se convirtió en la primera española en establecerse en Chile. [...] La acción que mayor gloria le significó, fue su crucial y cruento papel en un ataque a Santiago dirigido por el toqui Michimalongo" [Memoria chilena. "Inés de Suárez (1507-1580). La primera española en Chile", 2014].

[11] Por ejemplo, < http://wwwindexmundi.com/> o < http://mapcarta.com/, entre otras muchas.

[12] Otro ejemplo lo encontraríamos, por ejemplo, en Mio Cid Campeador (1929), del también chileno y coetáneo de Emar Vicente Huidobro. Las batallas que protagoniza el personaje principal contienen anacronismos bélicos y tecnológicos similares a los que utiliza Emar en el pasaje objeto de análisis.

[13] Berchenko destaca la guerra contra la Confederación Perú-Boliviana (1838), la guerra civil de 1851, la campaña contra los indios en Malleco y Renaico y la guerra contra el Perú y Bolivia (1879) (2011: 439).

[14] El padre de Emar, Eliodoro Yáñez (1860-0932) ocupó importantes cargos políticos a lo largo de su vida: senador entre 1902 y 1930, diputado entre 1894 y 1900 y presidente del senado en 1924. Además, fue fundador, propietario, director y periodista de los diarios La Nación y Los Tiempos de Santiago, y de El Correo de Valdivia. En el primero de ellos fue donde Emar publicó sus valiosas "Notas de arte". La llegada de Ibáñez al poder implicó no solo la pérdida de su cargo político, sino también la incautación del diario y el exilio de toda la familia a Francia.

[15] Isla mayor del archipiélago de Chiloé, perteneciente a la Región de los Lagos; en el centro-sur de Chile.

[16] Siguiendo la primera edición, el capitán Angol reaparece a partir de la página 90.

[17] El estudio aquí expuesto ha sido financiado por la Consellería de Cultura, Educación e Ordenación universitaria de la Xunta de Galicia, dentro del Plan galego de investigación, innovación e crecemento 2011-2015 (Plan I2C) para el año 2013.

 


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BIBLIOGRAFÍA

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Miltín 1934, de Juan Emar: la reformulación paródica de la Historia
Por Sonia Rico Alonso
Universidade da Coruña
Publicado en Anales de Literatura Hispanoamericana 2015, vol. 44, Núm. Especial, 83-94