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"Diez"

Juan Emar. Editorial Universitaria, 1971, 170 páginas

Por Manuel Espinoza Orellana
Publicado en La Nación, 9 de enero de 1972


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Juan Emar (Álvaro Yañez Bianchi) publicó sus libros entre 1934 y 1937. Aparte de sus dos novelas "Miltín" y "Un año", y "Ayer" de su libro de relatos "Diez" publicado en 1937, dejó inédita una obra monumental de seis tomos titulada "Umbral".

Desde 1937 hasta hoy, fecha en que la Editorial Universitaria juzga necesario reeditar "Diez", una cortina de silencio pretendió borrarlo definitivamente de la historia literaria nacional. Quede para otra oportunidad analizar los motivos de esta actitud generalizada en nuestro medio artístico, que ha cobrado no pocas víctimas. Hoy es más interesante preocuparse de una obra que aflora merced a su reedición.

Juan Emar publicó sus libros entre 1934 y 1937. Es la época en que el surrealismo tiene plena vigencia en Europa, especialmente en Francia. Fuente inspiradora de poetas y artistas que desean liberarse del soprepeso de un tradicionalismo estético en decadencia, el surrealismo marca el renacer de una nueva actitud ante la vida y ante el arte, así lo expresa su grupo fundador con André Bretón a la cabeza. Un sentimiento de frustración, una actitud de rebeldía derivados de la crisis en que se debatía la Europa de postguerra, la sensación de sentirse ante la inminencia de un definitivo fracaso del orden imperante, fracaso que afecta por lo mismo a sus valores éticos y estéticos los hace reaccionar frente al pasado y negar la validez de sus concepciones artísticas. Todo debe ser replanteado, el surrealismo, más que una tendencia o una escuela era una forma de vida, una nueva actitud ante el mundo y la poesía es su expresión suprema. Su técnica exalta la imaginación, el automatismo de la escritura, la espontánea e irrazonada manifestación de la interioridad de la conciencia, se cultiva el humor como elemento corrosivo que aniquila y destruye la imagen convencional del mundo, para los surrealistas es definitoria la fórmula de Rimbaud: "El poeta se hace vidente mediante un largo, inmenso y razonado desorden de todos los sentidos". La imaginación crea un lenguaje en el que ella misma se encarna, traduciendo en forma directa la vivencia, y como "la imagen es una creación pura del espíritu" según Reverdy, ella nace del acercamiento de dos realidades opuestas o disimiles, y extraen de Lautreamont, la idea central: "Bella como el encuentro fortuito de una máquina de coser y un paraguas sobre una mesa de disección".

Hay fuerza y convicción en los surrealistas verdaderos, es decir, en aquellos que con André Bretón vivieron la magnífica aventura del espíritu y de la conciencia que fue el surrealismo. A partir de él la poesia ya no podrá ser la misma, el surrealismo había removido definitivamente los fundamentos de toda la creación artística y aún, quienes lo negaban, no podían escapar a su influencia renovadora.

Si como dice Pablo Neruda en el prólogo de esta nueva edición de "Diez" Juan Emar fue un hombre-transeúnte... un sujeto desterrado permanentemente del suelo natal por sus propios decretos, es de suponer su conocimiento directo de la atmósfera surrealista europea, su condición de sujeto penetrado del virus alucinante y conductor epidemico en potencia. Si no fuese asi, aún se acusan en sus relatos influencias evidentes, si bien, podrían concebirse como elementos que cualifican su prosa asmilándola a una cierta corriente surrealista. Porque Juan Emar, constituye, una personalísima expresión narrativa, imposible de ubicar en el contexto histórico de la prosa chilena. Con esto queremos decir solamente que su quehacer literario es marginal a las tradicionales formas expresadas y consagradas a lo largo y a lo ancho de la historia de la literatura nacional.

El grupo Mandrágora de los surrealistas chilenos, podría reclamar con cierta razón un grado de hermandad atrayendo hacia su seno la figura y memoria de Juan Emar, no obstante hay rasgos fundamentales en su prosa que demuestran la asimilación y posterior trascendencia de elementos surrealistas, diríamos con cierta validez que en Juan Emar hay "encarnadura", compromiso desde lo más profundo de su ser con una forma de expresión demoledora, auténticamente rebelde, audazmente rompedora de mitos y tradiciones obísales, valores no siempre constitutivos del surrealismo chileno. Emar utiliza los elementos y les confiere una finalidad, hay una intencionalidad previa manifiesta en sus relatos, sería lo que puede permitir a algunos el hacer un paralelo de Emar con Kafka.

En El Pájaro Verde, el primero de los relatos del libro que comentamos, resalta el sentido cronológico reafirmado en el desplazamiento del tiempo, desde que el pájaro es descubierto por un científico francés, hasta que, convertido en una figura embalsamada, llega a manos del protagonista o narrador; hay en esto un acento premonitorio, la afirmación de un destino en el que el azar ha de jugar un papel decisivo y sin embargo, luego todo vuelve a una estacionaria normalidad en la que un sentimiento de complicidad se revuelve, sin llegar a romper el equilibrio, es decir, con esta vuelta a la vida común y cotidiana, Juan Emar plantea, o parece plantear, una velada protesta y más que velada quizás su profunda protesta contra lo vegetativo y adormecedor, contra la integración culpable y demoledora.

En Maldito Gato, el protagonista hace una descripción de la naturaleza que lo rodea, clasifica los olores del campo y de las personas, analiza sus efectos, el grado de atracción que generan, luego desemboca en una galería que tiene la forma de un embudo horizontal, en cuyo extremo interior hay una especie de nicho sobre el que está depositado un gato con una pulga en la cabeza, automáticamente el protagonista se considera parte, en cuanto sus pupilas y las del gato se cruzan generando una corriente magnética productora, según él del equilibrio, el gato, la pulga y el generando un triángulo en el que la vida queda detenida y al mismo tiempo circulando entre ellos sin desvanecerse, sin hacerse pasado, y una grata beatitud lo envolvía señalándole la armonía que nunca antes había sentido.

Es decir que valorizando al revés se nos propone aquí que la armonía, sólo trae quietud, lo que es contrario a la vida; y la vida detenida no tiene sentido por cuanto es una evidente enajenación vital, la vida por el contrario es flujo permanente de contradicciones y estímulos, es el camino descrito anteriormente por el protagonista con sus riesgos de integración y rechazo.

Imágenes alucinantes, atmósferas recargadas de absurdo, caminos en que la gente encuentra hoteles que se repiten, lugares idénticos en sucesión continua, el pasado encerrado en una gema y haciéndose presente en una ruptura inexplicable del tiempo, atributos de personalidad manifestados en objetos abracadabrantes, unicornios del que nace una flor capaz de transformar en mármol a las doncellas, en resumen, un conjunto de elementos ordenados y proyectados con finalidad de romper la óptica conformista y burocratizada, desplazando la perspectiva hacia cimas desde las que pueda otearse una visión distinta del mundo y del hombre, un fino sentido del humor que le permite reubicar diferencias y relaciones. Lenguaje de rescate el de Juan Emar, desconfirma toda posible adecuación, pone el tono en la anécdota, sólo como un medio de fijar la atención del lector hacia otras latitudes de la realidad, crea mundos paralelos y sin embargo es fácil descubrir los túneles por los que debe transitarse de una visión a otra, los puntos en que la vida se reconcilia con su multifacético rostro y surge dramáticamente real entre las máscaras, bajo cuyo cartonaje Juan Emar inscribió la palabra angustiada de su mensaje.

Acaso en un trabajo de más largo aliento podrían explorarse más profundamente las vetas de este libro insólito; por el momento, digamos que Juan Emar constituye hoy, para muchos, una revelación y una aventura de extraordinario interés. Por tal motivo es loable el gesto de Editorial Universitaria al publicarlo.

 

 


 

 



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"Diez", de Juan Emar
Editorial Universitaria, 1971, 170 páginas
Por Manuel Espinoza Orellana
Publicado en La Nación, 9 de enero de 1970