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Diarios de Juan Emar
(Anticipo)
Revista de Libros de El Mercurio, Domingo 10 de septiembre de 2006
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El tiempo se ha encargado de poner a Álvaro Yáñez Bianchi (1893-1964) en su lugar. Nuevos lectores lo descubren y se deslumbran, algunas editoriales se atreven a publicar sus obras, artistas lo llevan al teatro. Ha llegado el momento de conocer sus Diarios, hasta hoy inéditos. Una selección de ellos se publicará en un volumen de casi 250 páginas, editado por el Archivo del Escritor y Lom.
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Desde hace mucho tiempo he estado con deseos de escribir mi vida y para ello he llegado a acumular muchos datos que habrían podido servirme, pero no siempre he dejado en reposo a mis deseos, pues no he encontrado el medio de cómo hacerlo. ¡Eran tantos los hechos que me habían sucedido, tanto lo que había visto, tantas mis ideas sobre todas las cosas, ideas que deberían ser expuestas en el relato de una vida, tanto lo que había pensado y sentido, tanto lo que se aglomeraba en mi cerebro cuando tomaba la pluma, que, muy a pesar mío, me veía en la forzosa necesidad de renunciar a mi obra! Y todo esto no era nada en comparación al sinnúmero de pensamientos que me asaltaban y que no podía definir, al sinnúmero de recuerdos que apenas vislumbrados se escapaban. Total, me decía, voy a hacer un simple relato de hechos que nunca me interesarán y no podré hacer lo que se escapa siempre, una exposición clara y razonada de lo que ha producido los hechos. Desde un principio, ignoro la causa, sólo pensé en escribir la forma literaria, como quien escribiera una novela poética, y con esto, agregué una dificultad más a mi deseo. Pues bien, es necesario solucionar tanto problema. Dejando olvidados los datos que apunté sobre toda mi vida, no se solucionarán. Allá voy entonces: Quiero escribir mi vida.
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Me imagino a todo hombre en el curso de su vida, como a un vagabundo que marchara por un camino. Marcha por su voluntad, por su voluntad va por el borde derecho o izquierdo del camino o por el centro, por su voluntad se apura o se detiene, o por su voluntad sigue su rumbo o vuelve atrás. Cualquiera diría al verlo: ¡He ahí un hombre libre! Pero si nos fijáramos con más atención veríamos que de pronto el camino sube una colina, que el vagabundo le rodea subiendo también; más allá tuerce; él tuerce a su vez. Aquí es ondulado y pedregoso; pues bien, aquí el vagabundo tiene que seguir sus ondulaciones y sufrir las piedras en sus pies. Entonces, sin duda, el que hace un momento exclamó: ¡He ahí un hombre libre!, dirá ahora: ¡Libre hasta cierto punto, no más! Y así somos. Nuestra voluntad es algo, pero otra voluntad mayor parece decirle: ¡Sólo hasta aquí es tu imperio! Así el hombre procede según su parecer, pero - diría para explicarme- tomando uno de los cuantos caminos que una voluntad mayor le pone ante su vista y no tomando el camino que se le ocurra. Somos el vagabundo que obedece a los caprichos de su camino, y nuestro camino es el 1/2 ambiente (sic.). Dentro de él, somos seres con voluntad; fuera de él nuestra voluntad es nula.
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Pues bien, al escribir la vida de una persona hay que ver lo que lo hizo ser como fue, ver su medio ambiente y su temperamento.
¡Mi temperamento! ¿Habrá tarea más penosa que la de estudiarse a sí mismo? ¿No vemos a cada paso que los hombres tienen una facilidad sorprendente para estudiar, analizar y criticar a sus prójimos, pero que son incapaces de echar sobre ellos una sola mirada? En fin, haré lo que pueda.
Nací tímido y soñador. Siempre temblé ante una prueba de carácter; siempre pasé mis días muy lejos de la realidad que desde chico se me antojó antipática. Según mi edad así fueron mis sueños y las causas que los provocaron, primero un batallón o los caballos que veía en los campos, después algunas novelas de Julio Verne, más tarde los deseos de sobresalir. Y siempre, en el fondo, ha sido lo mismo: sueños y sueños que apenas llegaba a formular claramente y que sólo tornaban tal o cual aspecto según las circunstancias que los hacían nacer. Así nunca me ha sucedido de haberme sentido como los otros niños, jugando con los juegos mismos, por ellos solos, sino que siempre mis mayores goces nacieron de las historias interminables y fantásticas con que rodeaba al menor juguete que tenía. Si en mi casa se formaba un batallón con todos los amigos, no me gustaba ni el bullicio ni la chacota ni las risas de todos, sino que apoyándome en dicho batallón formulaba toda una epopeya sobre él y entonces el patio, los corredores, mis amigos, el gato y los mozos tomaban ante mis ojos otros aspectos muy diferentes porque ahora esto era un campo de batalla, aquello una ciudad de oro y de brillantes que yo, mariscal del ejército, me la tomaba, lo de más allá un río caudaloso habitado por seres malignos que mis tropas irían a vencer también, y así todo por el estilo. Cuando mis amigos se retiraban quedaba solo todavía envuelto en mis sueños de niño e irremediablemente me iba entonces a mi pieza donde con un lápiz y un papel seguía agrandando e ilustrando mis fantasías.
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Nací en Chile, una nación joven. ¿Qué entendemos por esto de "nación joven", a lo cual se atribuye el que no haya genios, siendo sus habitantes tan hábiles como los de cualquier nación vieja? Lo siguiente: una nación es una colectividad que se ayuda aunque parezca lo contrario. Nace un país y todos sus habitantes, no digo deben contribuir a su desarrollo, sino contribuyen a él trabajando en los oficios que dicho país requiere. Y esto lo hacen con dos fines (...): I) Por ganar plata. II) Por gloria. Porque es natural que los oficios que pide el país para su desarrollo sean los que den plata, y como ésta es indispensable a la vida, a esos oficios se irán los hombres. Ahora está a la vista que el hombre tiene una tendencia marcada a sentirse útil y alabado, a sentirse superior a los que lo rodean. Y serán en un país oficios útiles, grandes y superiores los que le prestan algún provecho. Por eso irán también sus hombres a esos oficios. La primera necesidad de un país y de toda colectividad es la de tener plata o más bien que haya plata. Luego, a este fin se inclinarán todos, ya sea directamente, o sea con profesiones, industrias o negocios, ya sea indirectamente mezclándose al Gobierno. Por lo tanto, puedo asegurar que en un país joven los que hagan esto - ganar plata- o a ello tienden sus energías serán alabados y considerados como ilustres y beneméritos. Ahora bien, todo hombre para producir necesita ser comprendido y estimulado, es decir, tener un grupo o 1/2 (sic.) que piense y proceda como él. Viendo entonces que su propio país sólo desea tener plata y que ésta será la idea reinante del 1/2 (sic.) de ese país, y siendo que toda persona necesita del estímulo y de la comprensibilidad, será pues casi imposible que ahí se desarrollen inteligencias cuyas miras estén dirigidas a otros puntos. ¿Qué es el genio? La interpretación de grandes ideas reinantes por una cabeza fuerte, ya que el cerebro humano es un laboratorio donde se mezcla lo exterior consigo mismo. Si el 1/2 (sic.) tiende a la idea de riqueza ¿qué queréis? ¿Qué grandes ideas habrá para interpretar? ¿Dónde encontrar un manantial que alimente un gran cerebro? Ese manantial no podrá existir, puesto que para la existencia de algo es necesario que ese algo sea útil. La nación joven no lo necesita. El manantial no crecerá. El genio guardará silencio. Ésa es una nación joven. La diferenciarán entre ellas bajo innumerables puntos de vista, tantos que parecerá imposible encontrarles un rasgo común, mas ese rasgo existe: la necesidad de organizarse, la necesidad de enriquecerse; la tendencia de todos sus hombres a esos fines; el estímulo a los que los alcanzan, el desprecio a los que los desdeñan para [dedicarse a] otros fines. Nací pues soñador y tímido en un país donde hay necesidad de realidad y audacia.
Diciembre 28, 1913
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LA PREHISTORIA DE EMAR
Con edición, prólogo y notas de Pedro Pablo Zegers, Thomas Harris y Daniela Schütte, M[I] V[IDA] es un libro que agrupa los escritos más tempranos de Juan Emar, conocido entonces como Álvaro Yáñez Bianchi o Pilo Yáñez. Los cuadernos, que abarcan de 1911 a 1917, son calificados por su joven autor como "diarios íntimos" en más de una oportunidad. Leídos hoy, configuran un relato autobiográfico revelador de un mundo propio en formación, algo así como la prehistoria personal de quien llegaría a escribir obras tan fundamentales para la literatura chilena como Diez, Un año y Umbral. Los editores hicieron una selección de escritos extraídos de ocho cuadernos de copia de un total de 79, que forman parte de la donación que hizo la Fundación Juan Emar al Archivo del Escritor de la Biblioteca Nacional (Dibam). Esta última, en coedición con Lom, publicará el volumen a fines de este año. La edición, declaran sus responsables, "ha sido producto de una lectura discutida y consensuada", con el objeto de ofrecer al lector un material agrupado en partes que guarden una cohesión interna, tanto desde el punto de vista del relato como de la exposición de ideas. Las notas a pie de página permitirán reconstruir el "(des)orden original" de los textos transcritos, facilitando la comprensión del todo y permitiendo, a la vez, una lectura "salteada", como la que proponían Macedonio Fernández y Cortázar.
P.P.G.