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NOTAS SOBRE ABISAL DE JAVIER DEL CERRO

Jorge Etcheverry
Universidad de Otawa, Canada




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Este conjunto de poemas aún inédito del Javier del Cerro, autor del norte chico chileno, manifiesta una voz especial, brotada en una zona particularmente fructífera para la poesía chilena en las últimas décadas. Estos poemas se inician con un planteamiento situacional de contenido bohemio, un poco de poeta maldito, en un fácil verso libre, de intención al menos parcialmente vanguardista, o lo que puede asociarse con esto. A medida que el texto se despliega, va llevando de la mano al lector hacia parajes fantásticos, que sin embargo están construidos a partir de concreciones objetivas. Pero en el ámbito alternativo presentado en el libro por un emisor poético ubicuo y en ocasiones semidivino, personaje y testigo, no faltan alusiones y menciones a hechos contemporáneos.
 
La objetividad presentada incluye en general elementos geográficos, fantásticos, marinos que constituyen el ámbito que despliegan estos poemas, o poema largo. Y en el que se despliegan. Pero no están ausentes las alusiones contemporáneas, por ejemplo a los desaparecidos, con su macabra connotación en gran parte del mundo contemporáneo y en particular en Chile. Gran parte del texto se dedica a las diversas auto caracterizaciones del hablante, que se refiere ocasionalmente a su voz de pez. Está por ejemplo la insólita—para el lector que visualiza la escena—declaración de amor hacia el género humano de ese pez-hablante poético, o principal o mayoritariamente pez, aunque a veces bastante antropomórfico. Quizás como elemento de esta caracterización haya una alusión al símbolo cristiano del pez, lo que daría más productividad a esa declaración de este hablante íctico:

Pienso.
En un frío país 
de montes, fiordos
y pequeños arrecifes.
Pienso 
en los desaparecidos,    
y mi voz de pez canta
al amor por los hombres. (pág. 4)

Este hablante asume al interior del poema o poemas, la forma de una entidad multiforme, de contorno general sólo entrevisto, que se va configurando como el hilo que sostiene este conjunto de poemas. Entidad mítica que sin embargo, aparte de aludir a ‘los desparecidos’ y establecer su ‘amor a los hombres’, hace declaraciones sobre la actualidad religiosa actual concreta “Mi dios no es judío, musulmán ni cristiano. No es una mercancía (p.6)”, a lo que contrapone una religión superior a las del Libro, ya que “Mi dios sí hace milagros (p.7.)”. Pero estas ojeadas por así decir contemporáneas, concretas, son una especie de prólogo a  la sumersión en sí de esta entidad mutable y cubista, que establece el ámbito en general marítimo y empieza a enumerar y a veces reiterar sus elementos constitutivos y sus circunstancias. Se posiciona y enfoca aspectos del entorno. Es una entidad que enuncia “con mi cuerpo de agua (p.25)”, dice “Mi cuerpo de agua (p.26)”,  “Mi cuerpo fue agua(p.30)”, menciona sus atributos “mi voz de pez(p.4)”, “mis alas torpes(p.2)”, “mi cuerpo calcinado(p.22)”, de cierta manera abarcando así los elementos cosmológicos constitutivos del agua, el aire, y el fuego, con escasa presencia del cuarto elemento, la tierra. Porque se es mayoritariamente marino.  El hablante personaje se declara vástago de la diosa Aya, la amamantadora de pescadores

“Mi cuerpo fue agua,
pez y una lágrima”,  (pág.30)

declara este habitante de corporeidad ubicua, pero preferentemente un Polifemo de las profundidades,

“Vivo en lo oscuro del Pacífico” (pág.8)

es

 “Bioluminscente,
anaeróbico”(pág.33)

y tuerto

“el ojo arrojado al mar” (pág.5)
 
“y un ojo” (pág.9)
 
“Cierro el ojo” (pág.9)

pero a la vez este ojo no parece completamente consustancial a la entidad emisora

“Doy vida a un ojo muerto,
de alma transparente.
Pegado a mí.
Como animal
a su hembra.
Como un pez” (pág.12)

En la génesis del personaje se explica este polifemismo “Mi ojo derecho muere desde 1800” (pág.1), Muero en mil novecientos,/apuñalado en el ojo/por una prostituta africana” (pág.29), “El brillo del iris/ provocó la tragedia” (pág.29). Desde entonces el ojo muerto pena y reaparece en la historia del personaje: “Yo canto a los ojos muertos.” (pág.3), “Doy vida a un ojo muerto” (pág.12), “el sonido del mar/que pasa por mi ojo” (pág.13), “con terror mi ojo descendía” (pág.14), “Comensal del párpado” (pág.16), “Abro el ojo/lo cierro...” (pág.17). “a un pez con mi ojo” (pág.23), “Mi cuerpo de agua/y mi ojo” (pág.25), “Veo el rito por el ojo del pez” (pág.27). Estos ejemplos del inicio del rastreo de una isotopía relativa al ojo, la vista, etc., que dara para mucho. 
 
Esta entidad emisora poética originaria del ámbito marino, de alguna manera un semidiós polimorfo, que no proviene del ámbito tradicional celeste, con o sin paracaídas, como la mayoría de las divinidades, sobre todo occidentales, sino de las profundidades marinas, ambiguas, abyectas y tenebrosas, pero a la vez progenitoras de la vida. Y en este planeta de toda la vida. Pero ese ámbito, que de alguna manera le es consustancial, es a la postre todos los mares, que hacia el final el hablante enumera, y de alguna manera se confunde con el cielo y así y por extrapolación con la totalidad de cosmos, donde esta entidad tiene un rol creador, sin dejar de ser también es por su historial un desterrado que parece pagar alguna trasgresión o pecado original. Ese rol es de creador o productor de vida:

Pueblo los montes,
las llanuras abisales.
Bioluminscente,
anaeróbico. (pág.33)
  
El mar
es el espejo del cielo.  
 
Miro estrellas
y doy forma
a lo inconmensurable.
 
Lo abisal,
es el universo visto de este cielo. (pág. 31).

Muchos otros aspectos entrelazados podrían examinarse en este breve tomo. Digamos para finalizar que en este proyecto anfibológico se narra una tragedia cósmica que a la vez es tan universal como concreta, que se inicia con un nacimiento anecdótico y humano por una ceguera parcial, para-homérica en los 1800/1900 y uno mítico del hablante personaje, El libro finaliza:

Aire de la tierra,
telúrico, social.
 
Profano y su pez.
Mar de mis excesos.
 
Todos los cabos son mis costillas.
 
El amanecer  del Atlántico,
el fuego,
el horizonte,
los rayos.
 
La rompiente,
la rada,
el pequeño arrecife.
 
Todo mi cuerpo
picado por el viento.
 
Mar de la infancia
 
Mi luz acompaña
a los desaparecidos.


 

 

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Notas sobre "Abisal" de Javier del Cerro.
Por Jorge Etcheverry.