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Comentario a “La ley del gallinero”, de Jorge Guzmán
Por Jorge Etcheverry
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Esta novela histórica de Jorge Guzmán, que personalmente me parece su obra cumbre, fue publicada en segunda edición en 2008 por la editorial LOM, y fue la obra ganadora del Premio Municipal de Novela de 1999. En esta obra, el autor, que fue candidato al premio nacional de literatura de Chile el año pasado, tematiza el periodo de la así llamada Revolución Conservadora, despliega las facetas de la vida social y política del país, que se articulan en torno al personaje principal, un Diego Portales anti heroico, sensual, un poco vulgar y dotado de una mentalidad práctica, astuta, materialista, pero con rasgos tradicionalistas. Un personaje, que podríamos decir representa el constructo ficticio de una mentalidad e ideología bastante plausibles del capitalismo naciente en Chile. La novela abarca el período comprendido entre el ascenso al poder de Portales y llega hasta su asesinato, que es la circunstancia que da inicio a la novela. Su primer capítulo se titula Martes 6 de junio de 1837, y ahí se muestra la muerte del político y empresario Portales como un evento casual, a través de la perspectiva de un tercero, uno de los primeros testigos posteriores al hecho y cuya intervención es lateral. Desde luego que la Ley del gallinero, que aparece representada en la novela en todas sus facetas, abarca la totalidad de la vida social y económica del país en la época que muestra la novela, y pese a la veintena de años desde la escritura de la misma y los 190 de la muerte de Portales, corrobora la vigencia de lo que indica este dicho popular, no tan solo la desigualdad política, económica y social, sino la omnipotencia y la escala descendente con que se ejerce este poder. Sigue siendo indiscutiblemente la ley de Chile, es la metáfora que mejor describe en el habla popular su estratificación social y económica, claro que no tan solo en Chile, ya que este dicho tiene una vasta presencia en otros países americanos. Es además la transposición al habla popular del hecho bíosocial de la escala de subordinación animal que se extiende de los animales alfa a los omega en las colectividades animales. La dimensión zoológica y escatológica del dicho aumenta su eficacia para describir una realidad descarnada, llevándola un poco a lo grotesco.
Si bien la prosa de Jorge Guzmán es “realista”, en un sentido general de representar una realidad social y su entorno sin elementos de distorsión o distanciamiento experimental, en esta novela no se encontrará la representación sesgada, popular o populista, que suele aparecer en la prosa realista. Tampoco aparece un compromiso político social que se manifieste a través de juicios o reflexiones de un narrador omnisciente o en la construcción de personajes, etc., lo que no implica que lo “social” esté ausente. Como decíamos, ya desde el título esta novela indica al lector apelado que se tematizará una situación social descarnada. Se puede leer en el Google que,” La Ley del Gallinero es verdaderamente cruel. Su postulado básico dice que en todo tinglado las gallinitas del palo de arriba defecan sobre las del escalón inferior” Pero el realismo de esta novela de Guzmán, además, si bien no es distanciado en términos de su forma, es mediatizado en el sentido de que se mantiene una cierta distancia frente a lo que se narra, ya que el narrador básico que sostiene a la novela es a menudo irónico o incluso paródico. No está tampoco teñido por una postura exploradora de lo popular como algo exótico o incluso mágico, ni por el redencionismo de una ideología partidaria, reivindicativa, etc., que en llegado caso puede dotar a opresores y oprimidos de características casi estereotípicas en lo moral y físico.
El efecto que la lectura de este libro produce en el lector le debe más al estilo que a los hechos representados, y es el resultado de una casi parquedad del lenguaje y de la autolimitación del narrador que nunca entra el elucubraciones, juicios o explicaciones. Se debe además a una prosa mesurada y certera, que se cuida de no florecer sino más bien de ajustarse a su materia de narración. Se debe a una descarnada mirada sobre el mundo y los personajes de esa instancia chilena para muchos fundacional, se quiera o no, que fue la época de Portales. Claro que no está ausente la ternura, ni un asomo de atisbos de solidaridad y complicidad, además de una cierta autenticidad y camaradería en el intercambio social, lingüístico, situacional, entre mujeres y entre la “gente del pueblo”, frente al poder, generalmente representado por hombres opulentos y de alta jerarquía, o sus asistentes, secuaces, subordinados, socios y esbirros. Pero todo siempre de una manera discreta y “objetiva”, que tiene un gran efecto en el lector por esa misma objetividad. Además hay siempre, como decíamos, una corriente sumergida de una ironía o parodia finas a punto de salir, que parece esperar la ocasión para brotar, generalmente en boca de los personajes, ya que el narrador básico (sumamente) objetivo no se permite una toma de partido que en definitiva perjudicaría el efecto de su prosa. El público lector apelado, además de ser los que entienden las connotaciones del título, son un sector más o menos culto, ya que no se escatiman las alusiones ideológicas o políticas, que en general no se explican ni elaboran más allá de los límites de la conciencia de los personajes. Así, Portales conversa con el inglés Waddington y un amigo de este, y luego divaga:
“Se quedó Portales pensando en el viajero inglés, en Waddignton, en su propio futuro. Quizás ese viajero inglés fuera ejemplar. Tal vez hombres como ése, toscos, ávidos, sin duda terribles abusadores, hacían imperios. Según Waddignton esos hombres provenían de la religión calvinista. Portales encontró la idea graciosa. Se rió de sí mismo imaginándose en el trance de convencer a Don Mariano Egaña o don Joaquín Tocornal o su hermano Gabriel de que convirtiéndose al calvinismo se acabarían los problemas nacionales. Cualquiera de los tres renunciaría primero a la riqueza que al catolicismo. ¿Sí, renunciarían?. TODOS quieren dinero, sirios y troyanos. Unos para esto y otros para aquello” (p.149).
En esta novela, el carácter primordial de lo literario es el que lleva la delantera en la conjunción, que puede ser pugna, entre el contenido y la forma. El autor dice en “Agradecimientos y advertencias”, que es una suerte de prólogo
“permítaseme finalmente una advertencia: todos los personajes y todos los acontecimientos que se leen en esta novela son ficticios, incluso los que a lo largo de los años puedan haber aparecido en libros de historia de algún país latinoamericano”
La figura de Portales, a través de sus intervenciones como narrador personaje, la visión que de él tienen personeros coetáneos, su amante, criados, etc. es ambigua, compleja. Su ideología de sujeto del capitalismo naciente, su maquiavelismo provinciano, su sentido práctico criollo, su leyenda o percepción social como siendo un individuo tenaz, ambicioso y a la vez mujeriego y juerguista lo van construyendo como un personaje nodal, situado al centro de un país en una encrucijada de su transcurrir histórico. El ámbito presentado en esta novela y que es el marco a los acontecimientos, así como el dibujo de sus personajes, se entrega mediante una conjunción acuciosa de datos históricos, de elementos de la vida de la época, costumbres y alimentación, vestuario, condiciones de vida, creencias populares, ideologías, supersticiones, leyendas, anécdotas, dichos, costumbres, detalles espaciales y geográficos, climáticos, que se van conjugando para entregarnos una visión de esos momentos decisivos del por así llamar desarrollo institucional, político, económico e ideológico chileno. Hacer eso palpable y entendible, hacer que el lector pueda conectar eso con el presente, con su presente. Hacer todo eso sin caer en la tentación del facilismo narrativo e ideológico que identifica la mentalidad o ideología actuales con las pretéritas, en un proceso de retroproyección analógica bastante frecuente en los tiempos que corren. Hacerlo además de una manera amena y entretenida, es lo más que se le puede pedir a una novela histórica. Y que se cumple perfectamente en esta.