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Una lectura salpicada de hallazgos
Apocalipsis con Amazonas, de Jorge Etcheverry. Editorial: Antares / Toronto 2014
Por Marcelo Novoa
Publicada en Puerto de escape y "Diálogos"
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“A diferencia de la escuela anglosajona, la literatura fantástica de América Latina no constituye una corriente definida: se mezcla inextricablemente con la literatura en general, libre de historias culturales agobiantes, y a la vez conformada por la fecundación múltiple de países que las poseen, demostrando una vitalidad y originalidad notables, mucho mayor que la que impera en los intentos de géneros como la ciencia ficción o la narración policial dentro del mismo ámbito geográfico”.
– Elvio Gandolfo, Antología de Literatura Fantástica Latinoamericana (1971)
“Creía en infinitas series de tiempos, en una red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos. Esa trama de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan o que secularmente se ignoran, abarca todas las posibilidades. No existimos en la mayoría de esos tiempos; en algunos existe usted y no yo. En éste, que un favorable azar me depara, usted ha llegado a mi casa; en otro, usted, al atravesar el jardín, me ha encontrado muerto; en otro, yo digo estas mismas palabras, pero soy un error, un fantasma”. – Jorge Luis Borges, “El jardín de senderos que se bifurcan” (1941)
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La nueva literatura fantástica latinoamericana tiene mucho paño que cortar en esto de diferenciarse del antaño género fantástico europeo. Todorov, Vax y Campra repiten y repiten su cantinela teórica, a saber: el relato fantástico siempre buscará provocar una impresión emocional en el lector, ya sea por la vacilación entre las posibilidades humanas y sobrenaturales de explicación de los sucesos narrados; o bien, la contraposición de leyes del mundo familiar y/o conocido por nosotros al enfrentarse a leyes desconocidas, a través de sucesos en apariencia sobrenaturales, extraños o maravillosos.
Así, estos teóricos del centro, no lograban visualizar las virtudes propias de los márgenes, expuestas por Borges, García Márquez o Cortázar, sólo por citar a los más notorios maratonistas fantásticos de este pelotón sobreexpuesto por las transnacionales hispanas, y por lo mismo, no alcanzaron a dimensionar el vertiginoso fractal de lindes y deslindes con la realidad-real abriéndose hacia territorios cada vez más ignotos, que estos adelantados nos legaron.
Y las nuevas generaciones, tal como lo sobreentendieron sus antecesores, debían nuevamente cartografiar tales mapamundis, llámese hoy continuo espacio-tiempo o coordenadas sico-sociales. Pues estos nuevos vigías de lo extraño y lo imposible, juegan los descuentos en una cancha para nada rayada y avanzan a campo traviesa de lo inverosímil y lo ficticio, sin perder pie con bola en el intento de articular esto que aquí intentamos fijar como “lo nuevo del fantástico”.
Y aparecen así nombres conocidos por algunos de ustedes, o que pronto tendrán que aprender de memoria, como Mario Bellatín (Perú), Rodrigo Fresán (Argentina), Edmundo Paz Soldán (Bolivia), Jorge Volpi (México) o Roberto Bolaño (Chile), a quienes se les suma aquí el poeta chileno residente en Canadá, Jorge Etcheverry, quien como leona de dos mundos o bien, grifo de dos testas, dado su descalce de edad (algo mayor que los señalados), pero no así su puntual registro de época (equivalente con sus temáticas y discursos), se mueve como pez en el agua entre relatos oníricos, anécdotas extrañas y personajes funambulescos, al igual que por aquellos tópicos finiseculares, distopías y mutancias incluidas, que recorren la casi cincuentena de cuentos aquí incluidos, en este compendio espejeante y tiznado, que él mismo ha titulado: Apocalipsis con Amazonas.
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Los textos contenidos en este volumen se dividen en tan variadas temáticas y tantísimos estilos que alcanzan un cambiante tornasol cercano al vértigo. Pero si nos detenemos, ahondando en sus resonancias internas, sus denotaciones veladas y sus pulsos íntimos, podremos fijar algunas coordenadas que nos ayudarán a entender este cajón de sastre que nos entrega las nuevas ropas del emperador, eso sí, sólo para lectores sagaces que sepan leer entre líneas. Así, reconozco de inmediato, por dicción y construcción de metáforas-mundo, un aliento poético incontrarrestable en ciertos relatos breves como “Un baño”, “El retrato de Dios”, “Retorno con sueño, súcubos, cielo y risas de niñas jóvenes”, “Universo de espejos” y “El saltimbanqui”, entre otros muchos dispersos por el volumen. Verdaderas polaroids de sensibilidad enferma que dañan la retina permanentemente con su belleza y profundidad.
En cambio, el humor y la sátira tampoco están ausentes en cuentos como “Rapto por extraterrestres”, “Miniapocalipsis con playa”, “Partenogénesis poética”, “Huidobro literal”, “El secreto de Pedro Armendáriz”, “Acabo de mundo” y “Sin noticias de Despeloteria”. En todos ellos, la literatura fantástica más fresca tienta nuestra risa con relatos tiernos y feroces, poéticos y evocadores que actúan como un constante catalizador de nuestra inveterada concepción de lo real, esa ceguera que llamamos sentido común, revelándonos las tensiones y armonías entre el autor y su mundo extraliterario, que oh sorpresa, son idénticas a las padecidas por nosotros, los ocupados lectores.
Por otro lado, la animalización –tanto en su versión terrestre como extraterrestre- es un recurso maestro en las manos de este autor para señalarnos aspectos secretos de nuestra velada identidad finisecular, de tan racional siempre al filo de la bestialidad, como puede leerse en “Mujeres extraterrestres en un café”, “Murmullo”, “Las ratas en Ciudad de México”, “El horror austral”, “Testimonio ocular”, que coquetean con agujerear los límites entre géneros como son terror y ciencia ficción, en busca de un nuevo centro de equilibrio inestable, como se resuelve magistralmente en el evocador y desgarrador relato titulado “La trampa”.
Finalmente, como una coda personal, quisiera destacar tres textos que para mí dan cuenta de la incuestionable valía de Jorge Etcheverry, como así mismo del real aporte a las letras fantásticas actuales de sus relatos. Me refiero a la casi perfecta obra de cámara noir, titulada “Tarde en la playa”, digna de figurar en cualquier antología de misterio policial, que bajo la violencia, el deseo y el crimen entrelazados, propios del género, persiste una aparente indolencia del narrador quien disimula su sicopatía, tal como sucede hoy con tanto y tanto vecino ejemplar.
Luego, “Metamorfosis II” recreará el tópico kafkiano retorciéndolo hacia una vuelta de tuerca inesperada. Y es esa sensible y desesperada diatriba contra los poderes fácticos literatosos que emprende este “insecto con aires de genio incomprendido”, lo que finalmente nos descubre a un autor honesto, valiente y coherente, capaz de mirar a la cara sus fantasmas, temores y pesadillas, aunque por más veladas, omnipresentes.
Y es con “La solución definitiva” que todas nuestras dudas son disipadas. Pues el oscuro e irrelevante testigo-narrador que nos da relata la caída libre del patético artista llamado Raymond, periplo que lo llevará del fracaso a la locura, y que contradictoriamente, serán estos pecados los que le redimirán de nuestra conmiseración. Pues toda la ficción está corroída por una ácida mirada sobre su “espíritu de época”, al saberse el autor situado en las mismas coordenadas histórico-materiales donde hace malvivir a sus personajes (exilio, años setenta, ambientalismo), introduciendo en esta variante clásica del género fantástico (sectas secretas, verdades ocultas, conspiraciones) los acontecimientos reales que sí ha padecido toda su generación, que hoy se debate entre desaparecer en las sombras de la amnesia o transformarse en flamantes fantasmas de lo nuevo. Trasmitiendo todo el texto una tensa descarga existencial, que nos deja un regusto amargo en su veracidad.
Invito, pues, al lector a realizar ahora sus propios recorridos, para perderse y reencontrarse con otros temas, personajes y ambientes, tan anormales y fascinantes como los que he señalado, que de seguro les depararán más de una sorpresa o escalofrío.
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La lectura salpicada o dispersa de los textos de “Apocalipsis con Amazonas”, aquí someramente comentados, ha dejado en nosotros una impronta de desasosiego y un estremecimiento de anormalidad en cada caso, pero regalándonos de paso una radiografía rabiosamente actual de este mundo finisecular brutalmente fracturado, donde nada es lo que aparenta, y nuestras intenciones, las más de las veces, banales y egoístas, sólo dejan al descubierto un entramado de maquinaciones y disparates que volverían inofensivas nuestras peores pesadillas. Pues nada se asemeja más a la abismante realidad que el infierno en que nos hemos propuesto vivir hasta nuestro final.
Y Jorge Etcheverry así lo intuye en los relatos aquí contenidos, muchos de ellos notables, absorbentes, siempre tocados por la inteligencia verbal. Pues valerosamente nos advierte, con una sonrisa torcida, como corresponde a todo latinoamericano veterano de mil guerras, que nadie escapa de aquí, sino es en alas de la imaginación y la locura, que en sus estrictos términos poéticos bien podría ser eso mismo que aquí se nos cuenta.
Marcelo Novoa es Dr. en Literatura Fantástica, editor y antologador del género en Chile, director del sitio:www.puerto-de-escape.cl