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Las Aguas Bisiestas de Sergio Infante
Por Jorge Etcheverry
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Suecia ha sido un lugar de asilo y vida para la poesía chilena de la diáspora, especialmente de la generación de los sesenta, que los poetas y antologadores del primer tomo de una antología de poesía chilena contemporánea más o menos reciente, llamaron la “generación de la diáspora dolorosa”. Una de las voces destacadas de esta generación, y por ende de la poesía chilena contemporánea—es la de Sergio Infante Reñasco, exilado primero y luego residente en Suecia. Su libro de poemas más reciente, Las aguas bisiestas, publicado por la editorial Catalonia en Chile en 2012, nos entrega una obra con doble militancia, por así decir, ya que constituye por un lado una especie de exploración y homenaje al idioma castellano, o español, y por otro, ya en términos de su temática, es un libro abanderado con la preservación, denuncia y representación de un medio ambiente en proceso de degradación, a través de uno de sus elementos constituyentes más frágiles, abarcadores y amenazados: el agua. La poesía con tema medioambiental, que se conoce muchas veces bajo el nombre de ecopoesía, y ha sido por ejemplo la temática fundamental de la antipoesía parriana de las últimas décadas, surge de una situación real, absolutamente vigente y urgente, que creemos implica al futuro de la especie humana. Entonces no es raro que esta problemática origine una enorme y justificada abundancia de poesía, pero para hacer en ella algo que se destaque y tenga eficacia a nivel de una lectura dentro de la convención poética, dado por ejemplo el aluvión o tsunami de temas ambientalistas que llenan el internet, se requiere un producto con un alto nivel. Como creemos que es este libro.
No hay que preguntarse el porqué del agua, ya que este tema es justamente uno de los más vigentes en la narración del inexorable acabamiento del ámbito humanamente habitable. Esta degradación del agua, ya presente en título del libro, permea casi todos los espacios o hábitats, geográficos e históricos, presentes en el mismo: en Noticia, 20 de marzo de 2007 (en la página 16) leemos “Dice el periódico que se mueren los grandes ríos. /Ya agoniza el Yangtzé./ El Mekong./ el Salween, el Ganges,/ el Indo, el Danubio, el de la Plata,/ el Bravo, llamado también Grande,/ El Nilo-Lago Victoria/ y el Murria Darling/ agonizan”, o por ejemplo; “Cuando aquello comience a ocurrir, Mar Muerto será el nombre genérico del mar, de todo océano” (Vaticinio, p.24). Eso tendría que ver con una imbricación de las luchas sociales y económicas con las ambientales, y por ende con su elemento más crucial, el agua. Así, las guerras nacionales, culturales, sociales y religiosas serían o habrían sido preludio de la guerra final, la guerra por el agua “dime si nuestra ciudad será sometida a algún saqueo, si las guerras por el agua anegarán estas calles” (p.43), del poema Hoy por la tarde. La continuidad, o progresión hacia ese desenlace terminal se deja anunciar como un proceso natural o lineal, iniciado quizás desde la irrupción misma de la cultura humana y que se manifiesta contemporáneamente de manera acelerada en la agonía de los ríos, patente en los elementos documentales que se introducen en el poema ya citado (Noticia, 20 de marzo de 2007). Pero parecería que en este universo representativo quedarán testigos que darán cuenta de estos tiempos aciagos: “Y, por inercia, en las escuelas, los niños/aprenderán de memoria que los antiguos/construían sus viviendas junto a las frescas riveras” (p.17). Pero también cabe la posibilidad de que estas presencias post apocalípticas sean un recurso de la emisión poética para comunicar el punto de vista, sensaciones y reflexiones de este acabo de mundo, por otro lado tan al alcance de la mano, desde un futuro, proporcionando una perspectiva distanciada. Así tenemos por ejemplo a los arqueólogos y geólogos presentes en algunos poemas que examinan los vestigios de nuestras civilizaciones y hacen conjeturas.
En este libro, la utopía deja de frecuentar las mitologías políticas y religiosas contemporáneas, que asumen la calidad de minúsculas anécdotas frente al apocalipsis de la sed. La utopía pasa a enfrentarse con su propia extinción, paralela a la de la especie que la sueña o incuba. Se trata de la “la última utopía, salvar el planeta” (p.152) del poema Última o primera. Pero esta catástrofe se imbrica con las acciones de los sistemas y las personas, la ceguera y la codicia, el afán de poder y la hipocresía, que recorren las edades y desembocan en este apocalipsis. ¿Se trata de que la humanidad puede ser moldeada por las diferentes concreciones infraestructurales o estructurales, o se postula la existencia de una “condición humana” esencial? Pareciera que se trata de esto último y se destacan algunos componentes clave, como el narcicismo y el homocentrismo, el auto posicionarse de la especie como centro autocomplaciente y reflejo, como en el poema De la región onfálica (p. 36), y se señala la presencia de la culpa, de alguna manera un pecado con vestigios de original, ya que los mismos dioses señalan la culpabilidad de la mano humana en este proceso de ineluctable degradación planetaria, por ejemplo en el poema Hablan los dioses (p.27)
¿Quién amnistió
a Prometeo?
Ese ladrón del fuego.
Ese ladrón del agua.
Ese ladrón del aire.
Ese ladrón del suelo.
El mismo ladrón.
Cada vez que roba
deja en el Planeta
una bosta humeante, …(p. 27)
o en el poema Acabará la lluvia por nosotros (p.31)
Este planeta suda por nosotros.
Por nosotros, su gota gorda. Larga
vapores pertinaces, por nosotros.
Por nosotros, la fiebre: aquel delirio
de grandeza fraguado por nosotros.
……
por nosotros, diluvio y pesadilla.
Acabará la lluvia por nosotros
Si nos volvemos hacia el estilo o la forma, creemos ver, en este libro producido en un ámbito lingüístico no hispánico, una solución frente al problema del acceso al público lector hispánico en general, así como a los públicos lectores de los diversos países hispanohablantes. El lenguaje acoge una rica gama del idioma español desde el cultismo y el arcaísmo hasta la expresión coloquial contemporánea del habla chilena, presente por ejemplo en instancias como “Fíjese bien en lo que ve/m’hijo lindo” (p.49) cuando la expresión así lo requiere, añadiendo concreción a la voz poética. Entonces, hay un rasgo metalingüístico o experimental en este poemario que creemos que no es ajeno a las preocupaciones de alguna de la poesía de esta generación de la diáspora. Las alusiones culturales y mitológicas abundan en este libro, que además esclarece algunos de estos elementos con notas, no tan solo las tradicionales, sino otras que esclarecen el funcionamiento de elementos culturales específicos al interior del texto del libro, o refieren a instancias de la producción del mismo, llegando a parodiar a la nota erudita, como en esa especie de anti nota que sigue a una dedicada al árbol mítico Yggdrasil del panteón escandinavo y viene antes de otra que describe el mito de Tántalo, y que nos introduce al Gran Rasca, un elemento poético idiolectal, una especie de demonio popular chileno de creación personal del autor, que es un artífice e introductor del mal, quizás una versión del imbunche. Este hablante poético es también de alguna manera ese erudito que se pasea por mitos y culturas, o engañador, pero que a veces asume la forma del profeta, o del testigo contemporáneo a los hechos, o del presentador de una visión generalizada, asumiendo una distancia cósmica o posterior a un apocalipsis que pareciera incompleto, en una asunción de variados personajes emisores o poéticos, que también creo percibir en otros poetas de esta generación diaspórica de los sesenta.
Pese al despliegue del apocalipsis sediento y estéril profetizado o documentado, pervive la esperanza, que no es certeza ni pronóstico, de una posible salvación: en el poema ya citado Última o primera se lee “Salvar el planeta que ya herimos de muerte,” que casi constituye un oxímoron y convierte a esta esperanza más bien en una expresión de deseos. Pero la supervivencia se deja entrever en las alusiones a un futuro hipotético. Si bien No llegaremos a los postres (poema de la página 53), por otro lado:
Todo nuestro patrimonio ocupará el talego
de una conseja enconada hasta en los sueños,
cuando dormir equivalga a la extenuaci6n
después de recorrer en grupos pequeños
siempre más diezmados y dispersos, (62)
Situación hipotética futura del poema Tántalo. Actitud quizás inevitable, ya que como dijo Parra “Uno quiere que la tribu continúe”. Libro de lectura exigente y gratificadora, por sus muchos matices y su gran actualidad, este poemario es un aporte innegable a la poesía, por qué no decirlo, comprometida.