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El concepto del “espíritu del valle” de Gonzalo Millán
Por Jorge Etcheverry
Leído en "Homenaje a Gonzalo Millán"
Presentado por El Taller Cultural El Dorado y la Red Cultural Hispánica
con la colaboración del Departamento de Español de la Universidad de Ottawa
9 de Noviembre de 2016
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El espíritu del valle es el nombre de una revista dirigida y concebida por el poeta Gonzalo Millán. Inicia su breve existencia en 1985 como coproducción de la Fundación Cooperación Chile-Canadá, en Chile, y Ediciones Cordillera, en Canadá. También es el título de un artículo que fue fundamental para la poesía chilena coetánea/contemporánea en ese entonces, escrito por Millán y publicado en la revista Postdada, “Promociones poéticas emergentes: El espíritu del valle", (Concepción, 1985, N. 4: 2-9. 2.), Pero el origen de la expresión “el espíritu del valle” lo encontramos en el taoísmo, en el Tao Te-King:
EL ESPIRITU DEL VALLE
El espíritu del Valle nunca muere;
Es llamado la mujer mística.
La puerta de la mujer mística
Es la raíz del cielo y la tierra
Continuamente, continuamente.
Parece quedar.
Extráele
Y te servirá fielmente.
Esta presencia, entidad o símbolo, es a la vez una conciliación e integración de opuestos, incluye la permanencia y ofrece la posibilidad de génesis y duración. Esta confluencia u origen de carácter femenino del taoísmo acoge a los opuestos. De la aceptación de los aspectos opuestos del universo simbolizados en la pareja tradicional del cielo y de la tierra es de donde surge la permanencia. En su artículo ya mencionado sobre la poesía chilena nueva en la revista Postdata, Millán reconoce a las agrupaciones poéticas y a los autores emergentes coetáneos, incluso algunos hasta entonces por lo general ignorados por los críticos y autores de la corriente principal —entre ellos, La Escuela de Santiago, que había publicado en 1968, como número especial de la Revista Orfeo, una antología de la poesía chilena contemporánea que fue condenada por moros y cristianos. Si bien era cierto que excluía a varios poetas contemporáneos emergentes, sí “fueron seleccionados, en cambio, los poetas Manuel Silva Acevedo y Gonzalo Millán[1]”. Creemos que la nota de Millán en Postdata y dada su influencia en la poesía chilena, tuvo eco en dos empresas posteriores entre las escasas que tienen por objeto los sesenta poéticos chilenos en sus diversos aspectos, me refiero a La memoria, modelo para armar (1995), de la profesora y crítica Soledad Bianchi, y a la “Antología de poesía chilena: la generación de los 60 o de la dolorosa diáspora”, de Teresa Calderón, Lila Calderón y Thomas Harris. Catalonia, 2012. En esta última, se relaciona a esta generación con la diáspora y el exilio, lo que separó a las comunidades exiladas y a los poetas y escritores chilenos entre los de adentro y los de afuera.
También en el seno de Ediciones Cordillera, de la que Gonzalo Millán fue cofundador, se nos muestra otra faceta de su amplio, y podríamos decir acogedor, espíritu, sobre todo en lo poético —lo que no implica la integración, ya que se esa acogida no equivale a subordinación. Gonzalo edita conmigo y Leandro Urbina el Primer cuaderno de Poesía Chilena, en 1980, una selección de poetas “de allá” (Chile) y “de acá” (Canadá), en que ya figura el fragmento 71 del libro La ciudad, su obra más importante, libro al que nos referiremos posteriormente. Así, Gonzalo, aparte de su actitud de integración de las diferentes prácticas poéticas coetáneas, se preocupó del vínculo de la editorial Cordillera con Chile y el resto de la diáspora poética disperso por el mundo a raíz del golpe del 73. Y como ejemplo de esto, en Letras en línea, el 2 diciembre de 2013, el prosista y profesor Leandro Urbina, ex miembro de Ediciones Cordillera, se refiere al rol de Gonzalo en la conexión e intercambio con los poetas Montané y Bolaño: “En los canjes que se hacían con otros grupos estaba el que se inició con la revista que en España sacaban Roberto Bolaño y Bruno Montané, Berthe Trépat, producción artesanal de estos dos infrarrealistas que ya habían estado juntos en México, llegaba a Ottawa en unos feos sobres blancos, a veces abiertos. El contacto con ellos lo hacía Gonzalo Millán”.
Otro campo en el que Millán logra un punto de encuentro, o acoge, o hace una síntesis, tiene que ver con la relación entre la escritura y las artes visuales. Una de las confluencias más difíciles de ejecutar es la que existe entre la poesía y la plástica. Si bien ambas ocurren en el ámbito de la representación, que produce al mundo como apareciendo en ese espacio y como siendo previo a esa traída a presencia, el modo de representación plástico es inmóvil, estático, espectacular, espacialmente delimitado por un marco, a diferencia del modo de representación de la poesía que es lineal, dinámico y fluido. Pareciera haber afinidad en los creadores de la poesía y la pintura. Quizás sea la materialidad del discurso poético, con lo que concuerda Sartre, y que en la prosa se anularía, lo que acentúa esta dimensión de paralelismo entre la práctica poética y de las artes visuales. Poetas como Sergio Infante, Eduardo Embry, el que habla, entre otros poetas coetáneos de los sesenta, practican también de una u otra manera las artes visuales. Esta doble práctica parece existir en muchos casos, y puedo añadir a manera de ejemplo en el ámbito canadiense en que vivido a Patrick White, Paulette Turcotte, Klaus Gerken, la misma Annegret Nill, traductora al inglés de Gonzalo. Sin embargo y por lo general, ambos hemisferios creativos quedan separados y no se integran en una sola práctica generadora de representación. A veces la plástica se convierte en ilustración de la poesía, o la poesía en comentario de la obra plástica y en otros casos se mantienen como series paralelas. Millán desarrolla desde el comienzo su versión de la poesía visual, que le permite acoger en una sola actividad y producto artístico estas dos vertientes, originando una nueva materialidad de obra que las reúne. Se inscribe así en una práctica que décadas después sigue vigente y se insinúa como una posibilidad expresiva muy clara y contemporánea, ayudada por los nuevos medios virtuales centrados en la pantalla, la que impone al espectador y al ejecutante de la obra su formato del tipo de mensaje que es más acorde con lo que desean representar: “I feel strongly that my “picture poems” are a viable and impacting form of creative art”, nos dice De Navarro”[2].
Sin embargo, lo que en el caso de Millán señala más la confluencia de ámbitos culturales, de creación y escritura, está presente justamente en el terreno poético, el de su creación personal por antonomasia. Se trata del libro La ciudad, libro-poema cuya concepción habría comenzado en Chile después del golpe y que fue publicado en Canadá. Esta obra viene a realizar la rarísima conjunción entre el compromiso político o la denuncia, y la exploración lingüística, es decir, entre el texto político y la vanguardia poética. En ese momento contextual en Ediciones Cordillera, la casa editorial chilena en Canadá, ambos elementos están presentes. Por supuesto que la circunstancia o contexto general es el exilio y el post golpe. La ciudad fue publicado por Les Editions Maison Culturelle Québec-Amérique Latine en 1979, una editorial de corta duración ligada con simpatizantes del MIR, y en ese contexto de la solidaridad latinoamericana, Ediciones Cordillera publicó la primera antología bilingüe de poesía combatiente salvadoreña, El Salvador People' Poetry, una pequeña antología bilingüe, con textos que nos hizo llegar el FLNFM en 1982.
Gonzalo lee fragmentos de La ciudad en actos de la Asociación de Chilenos de Ottawa, en cuyo seno nace Ediciones Cordillera y cuyas actividades financian sus primeras publicaciones. Por otro lado, la parte poética de Ediciones Cordillera incluía a tres miembros de la Escuela de Santiago, “neovanguardista urbana” de los sesenta, la única manifestación con características programáticas en pos de un discurso poético urbano en la poesía de esa década y comienzos de los setenta. Gonzalo, llevado por su interés en las distintas versiones y expresiones poéticas, me hizo por ejemplo una larga entrevista traducida al inglés por Annegret Nill (ant. Ana Henríquez), que se publicó en Contemporary Poetry, IV.4, 1982. Urbina hacía poco había iniciado las publicaciones de Ediciones Cordillera con sus su libro Las Malas Juntas, con el que se da inicio al microcuento chileno. Era el clima de la solidaridad con Chile y el papel que en ese contexto tenían la cultura y la literatura lo que posibilitó que la Asociación de Chilenos de Ottawa decidiera iniciar Ediciones Cordillera.
Desde ya, y volviendo a La Ciudad de Millán, su logro más importante es ser un poema de largo aliento a la vez un fruto del compromiso político y la experimentación lingüística donde ambos elementos se coadyuvan. Vanguardia y compromiso se dan de la mano en un caso extrañísimo, una realización que va más allá de la poesía en idioma español.
El Espíritu del valle es el nombre que Gonzalo da a una revista-puente entre la poesía de Chile y la de Canadá, que acoge y permite la convivencia y confluencia de diversos cauces creativos, donde no está ausente la plástica, y que se propuso como un espacio de acogida de idiomas y quehaceres poéticos de Chile, Canadá, América Latina y Europa. Para Millán, la poesía y la existencia de los poetas pareciera haber sido casi como una hermandad sagrada, así su ojo o su mirada posee un ángulo que le permite captar y entender el trabajo poético más disímil. En Canadá, Gonzalo realiza parte importante de su obra inmerso en un medio cultural predominantemente anglosajón, pero con presencia del francés, y reconoce que “escribir en español en Canadá era un acto político”, como lo explicita en Blue Jay, documental sobre escritores chilenos en Canadá del cineasta chileno Leopoldo Gutiérrez. Pero en el hecho mismo de practicar una escritura en español en un medio anglófono, también Millán acoge a los opuestos. Según Niall Binns en La cultura anglosajona en la poesía chilena del siglo xx “Un poeta desconocido en España, Millán es el último de los grandes poetas del siglo—Neruda, Parra, Lihn y Tellier—que han intentado apropiarse de lo más enriquecedor de la cultura y literatura anglosajonas” (p. 139).Y en La ciudad se reconocen sus luchas y treguas con el idioma inglés.
Ahora, y de manera más personal, considerando por un instante que los elementos que coexisten en los sesenta chilenos, la nouvelle age, el rock, la cultura hippie, las diversas agrupaciones políticas de izquierda, como se decía “revolucionaria” o “reformista”, troscos, maoístas, anarcos, las diversas agrupaciones poéticas, y la presencia contextual de elementos tan dispares como por ejemplo Gurdjieff, Guénon, Eliphas Levy, Debray, Marighella, Fanon, el Poder Joven, el Grupo Arica, incluso algunos discípulos de Bovisio, el Quila, el Inti, Víctor Jara, etc., imponían casi una esquizofrenia de facto si se quería ir más allá de las delimitaciones de un marco determinado —casi imposible de mantener. Así se dan situaciones de contigüidad que escinden al militante marxista y exponen una parte a las síntesis espirituales taoístas, otra a las barricadas, y otra a la exploración vanguardista, que desprecian los seguidores de Lucaks y en general los críticos de la izquierda establecida. Así la vida y la práctica de la disociación son una realidad en esta generación y en este contexto, la solución del Espíritu del valle de Gonzalo Millán adquiere en el seno de sus coetáneos de los sesenta el valor agregado de lo que para muchos fue generacionalmente imposible.
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Notas
[1] El número 33-38 de la revista Orfeo, publicado el año 1968, fue también su última edición. Se trata de una antología que llevó por título "33 nombres claves de la actual poesía chilena", cuyos responsables fueron Jorge Vélez, como director, junto al consejo de redacción integrado por Humberto Díaz-Casanueva -quien se desempeñaba entonces como Embajador de Chile en Argelia-, Gerda Bruhns de Thele y los poetas Naín Nómez, Carlos Zarabia, Erik Martínez y Jorge Etcheverry, miembros del colectivo poético llamado Escuela de Santiago, que fue en gran medida responsable de esta antología.
[2] Emerging Trends in Poetry – A Chat with DE Navarro October 22, 2016, por Reena Saxena