Jorge González Bastías: Los cantos del "poeta grillo"
Por Juan R. Chapple Publicado en Suplemento Literario Letras Centrales
N°5, Región del Maule. 30 de julio 2019
Así le llamaban los que lo conocían, sus contemporáneos, "el poeta grillo", casi un habitante salvaje de las riberas del Maule, el río de las lluvias, por donde todavía traqueteaban con brío y enorme despliegue náutico los faluchos de la región, los guayanes, los barqueros del mismo Maule, que acompañaban a la distancia sus caminatas de arrebol cayendo y hasta sus pasos nocturnos de estrellas y planetas taciturnos.
El rumor de los árboles, el silencioso estallido del sol, el viento, la lluvia, los pájaros, el crujido de las hojas, la trabajadora humanidad maulina y el rumor de sus propios pasos, ajenos a vanguardias y concepciones de nuevo mundo, lo hicieron el más lárico de los láricos, como si fuera el verdadero padre literario de Jorge Teillier y sus devaneos sobre la tierra y el cielo de los árboles.
La paz quebrantada. El río y sus cánticos empiezan ya a no ser los mismos. La miseria nueva azota al ser humano y lo envuelve en sus mudos harapos, y que dicen, sin embargo, muchas cosas, sobre ese país que se habita y esa tierra, el mismísimo Maule, en la cual se respira: "Es un grito profundo/ que se extiende a lo lejos,/ que se oculta en las piedras/ y tiembla en los esteros.// Una miseria nueva/ prendió en las hondonadas y en los cerros,/ arrasó los sembrados,/ y los rebaños y los huertos.// El pobre se hizo miserable,/ el miserable, bandolero!// Hay espanto en los ojos/ de los niños labriegos/ que oyen a media noche/ clamores homicidas en el viento./ Hay espanto en los ojos de las madres/ que ya no arrullan con su canto el sueño/ del hijo, atormentadas/ por la vida sin término.// Hay espanto en los árboles/ que ya no sienten el afecto/ de aquellas manos buenas que le daban/ el agua en cántaros morenos".
La larga cita anterior, correspondiente al Poema de las tierras pobres, libro emblemático de 1924, que nos muestra la transformación y casi el término de un mundo, el de los habitantes campesinos del Maule y su paso regido por los tiempos de la naturaleza, a aquel que comienza, cada vez más, a ser dictado por los designios de la ciudad, la máquina y la modernización: las centrales hidroeléctricas y la canalización que bajaron caudal y, por ende, la vida natural del poderoso río Maule; al ferrocarril que unió —y todavía une— a Talca con la costa (es dable pensar si el mismo Bastías habría estado de acuerdo en que le pusieran su nombre a una estación del ferrocarril de trocha angosta), entre otras transformaciones que vinieron a cambiar la faz de la región... Si González Bastías la hubiese visto plantada de pinos, como es hoy en parte de su fisonomía, y no arrullada en su adorada fauna nativa de plantas, flores y árboles, tal vez la sentencia en el poema hubiera sido más lapidaria.
El poema de Bastías, que por lo demás solo escribió, pacientemente, casi un libro por década (Vera rústica en 1930, Del venero nativo, en 1940, y mucho antes, en 1911, Misas de primavera), con esa paciencia de insecto del bosque, vuelto hacia el cielo y hacia la tierra (que es el otro cielo), se alza como un cántico de acabo de mundo, de una especie de empiezo de apocalipsis, ya que los rugidos de la modernidad fueron terminando con los faluchos que surcaban el cauce amado, junto con los comentados guayanes, y, en fin, con la vida más prístina y fulgurante que germinaba desde aquellas semillas.
Este, entonces, se transforma en un cantar de advertencia, pero también fúnebre. O como dice el poeta: "Cantar de las aguas perdidas/ y de los árboles con sed!/ de las atormentadas vidas/ heridas sobre sus heridas.../ Cantar de la humilde merced".
El poeta nació en Nirivilo en 1879, defendió al pobre y estuvo siempre convencido de que la delincuencia se cría y florece en la miseria, razón por la cual, cuando fue alcalde de Nirivilo mismo y Regidor, intentó crear escuelas y trabajar para ayudar a aplacar esas condiciones. Murió en Infiernillo (1950), cerca de la estación del ramal que hoy lleva su nombre, donde respiró gran parte de su vida, y cantó, en élitros de belleza prístina y también de desgarradura, a los seres delicados que crió la naturaleza.
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Por Juan R. Chapple
Publicado en Suplemento Literario Letras Centrales
N°5, Región del Maule. 30 de julio 2019