Homenaje Escritor brasileño:
Guimaraes Rosa: Centenario de un autor inclasificable
Por Adán Méndez
Revista de Libros de El Mercurio. Domingo 1 de Junio de 2008
Un coloquio internacional de literatura brasileña y la próxima publicación por parte de la editorial argentina Adriana Hidalgo de una nueva versión en español de Gran sertón: Veredas forman parte de la celebración de este aniversario.
"Lo único que quiere es ser el Joyce brasileño", se lamentaba Vinicius de Moraes. Y remataba: "Eso no es escribir". El poeta de la pasión rechazaba la prosa tan trabajada, programada de Guimarães Rosa. Y no era el único. El entusiasmo del público y la crítica ante cada uno de sus libros tenían oponentes no menos entusiastas. Me parece que había un poco de razón imparcial en el recelo ante la originalidad extrema y el rencor ante la genialidad evidente: Guimarães Rosa abría caminos impensados, imposibles de seguir.
Trabaja en un estrato de la lengua anterior al conocido por el común de los escritores. Las gramáticas no son para él material de consulta -las leía desde niño como quien lee el diario, autodidacta de una docena de idiomas- sino su lugar de investigación, de paseo, de place|r. De alguna manera juntó su afición por la historia natural con esta afición gramática: lo que para los demás hablantes y escritores son formas y palabras más o menos fijas, para Guimarães Rosa son plantas y animales verbales, con una historia de permanencias y mutaciones, y una actualidad maleable y productiva. No escribe en una lengua determinada. El habla de sus relatos resulta tan extraordinaria precisamente porque se la habla por primera y última vez. Y los personajes que lo hacen, nominalmente los mismos de cualquier criollismo -campesinos, provincianos, bandidos, etc.-, reciben esta complejidad, y sus psicologías particulares resultan por ello tan únicas, discontinuas e impredecibles como lo serán sus próximas frases: en los momentos del mejor Guimarães Rosa, cada una de estas frases es una jugada nueva, completamente inventada y, al mismo tiempo, absolutamente natural. Sus amaneradas cartas personales nos evidencian la otra cara: la incapacidad de escribir si no es en mármol.
Surgió en el panorama sin aviso, explicación o etiqueta. Un médico de casi 40 años, luego diplomático, cuyo primer libro lo cambiaba todo. Murió también sin aviso, de repente, con sólo cinco libros publicados, cada uno de ellos un hito particular: cuentos largos, novelas cortas, novela larga, cuentos cortos, como si hubiera decidido exprimir de a una cada extensión del narrar. El primero acaba de ser publicado en castellano, con elogiable desempeño de la traductora: Sagarana (1946). Las haciendas ganaderas de Minas Gerais, convivientes de una naturaleza salvaje y poderosa -donde el propio ganado es temible-, enmarcan estos cuentos escritos en 1937 y reescritos tras siete años de guarda, según propio testimonio. Inaugura con él una tradición de éxito de ventas y críticas -con enjundiosas polémicas-, que se respetaría rigurosamente en lo sucesivo.
En 1956 publica la parte mayor de su obra, dos libros que suman mil quinientas páginas. Corpo de baile, cuentos largos en que profundiza el estudio de ambientes y personajes; y casi simultáneamente Grande sertão: Veredas, donde la extensión de la novela le permite mostrar su precisión psicológica, aspecto usualmente débil en los escritores experimentales. Como en Sagarana, pero de modo aún más intenso, escribe un portugués de una plasticidad inédita. O incluso, increíble. Estas obras fueron defendidas con pasión enamorada y celosa, y se las atacó con furia. Factores mundanos como el enorme éxito de ventas -para libros además de lectura difícil-, los premios que caían unos sobre otros, y el interés internacional, dejaron en mucho mejor posición a los defensores.
Primeiras estórias, publicada casi diez años después, reviste especial importancia para los lectores no brasileños. Consiste en una veintena de relatos breves, algunos de un par de páginas. Por esta razón es la parte más abordable de su obra. La afirmación de Vinicius puede sin daño para nadie tomarse en serio, Guimarães Rosa es un escritor del tipo de Joyce y es traducible sólo muy exteriormente. Ya es opinable que sea traducible al portugués. El grueso del trabajo de este autor tiene que ver con la materialidad de la lengua portuguesa, y no portuguesa sino brasileña, y ni siquiera brasileña sino mineira, si es que. En Primeiras estórias, no obstante, las anécdotas importan mucho, y son estupendas, y sobreviven bien en otra lengua. Excelente humorista, buceador impecable de la infancia, experto en almas tan tierno como cruel, sabio sencillo y metafísico incomprensible, Guimarães Rosa entrega en cada una de estas miniaturas una instantánea de todo su arte. Para quien quiera leerlo en el original, intención muy plausible para un hispanoparlante, los cuentos cortos son también la mejor opción. Además, Primeiras estórias contiene el relato que quizá sea su cumbre nevada, ese cuento completamente inenarrable: "La tercera orilla del río".
En medio del correspondiente revuelo crítico y suceso de ventas de su libro Tutaméia (1967) -en que extrema el trabajo formal al punto de llevar a algunos a decir: "Esto no es escribir"-, Guimarães Rosa murió del corazón, solo, en su escritorio.
Sagarana
Joao Guimarães Rosa
Traducción de Adriana Toledo de Almeida, Editorial Adriana Hidalgo,
Buenos Aires, 2007, 450 páginas,
Cuentos
* * *
Nueva traducción de "Grande sertao"
P. P. G.
El proyecto estrella de Adriana Hidalgo para este año debiera estar terminado en octubre. Una empresa desafiante, que ha requerido de trabajo en equipo y del apoyo de la Embajada de Brasil en Buenos Aires. Los traductores de la nueva versión completa de Grande sertão: Veredas son Florencia Garramuño y Gonzalo Aguilar, dos de los mejores especialistas argentinos en literatura brasileña. La edición está al cuidado de Claudia Solans, traductora de João Gilberto Noll, publicado también por el sello trasandino.
Desde Argentina, Gonzalo Aguilar explica por qué, más allá de la efeméride, hacía falta una nueva traducción al español de la novela de Guimarães Rosa.
"Un clásico es el texto que soporta y exige más de una traducción -comprueba Aguilar-. Las traducciones no sólo trasladan un texto de una lengua a otra sino que son un testimonio de cómo se lee en un determinado momento. Y así como los clásicos pueden ser leídos en cualquier época, cuando son traducidos, cada época lo hace a su manera. La traducción de Grande sertão: Veredas es un testimonio de cómo se leía a fines de los años sesenta, de cómo la narrativa hispanoamericana de esos años había instaurado una nueva concepción de la narración y de cómo la traducción de Guimarães era no sólo un acercamiento a Brasil sino una incorporación del escritor brasileño en los debates literarios de ese entonces".
-¿Qué opinas de la única traducción completa que había hasta ahora, de 1963?
-Ángel Crespo fue un poeta de vanguardia que hizo excelentes traducciones de João Cabral de Melo Neto y Dante Alighieri, sólo para dar una idea de la variedad de sus intereses. Su traducción es muy buena y se dejan ver en ella las ideas de novela del lenguaje. Sin embargo, la bibliografía de Guimarães estaba lejos de ser lo que es actualmente, donde contamos con glosarios, nuevos discursos críticos y una valoración diferente de su obra. También la narrativa actual es algo muy diferente a lo que era en aquellos años así como los valores que se les otorgaban a ciertos textos.
-¿La consideras una versión ya superada?
-Hay aspectos que encontramos problemáticos. En primer lugar, por momentos trabaja con la idea de que el léxico de Guimarães Rosa o del portugués de Brasil es intraducible. Así, toma como neologismos palabras que son de uso corriente o no traduce palabras que tienen su correspondiente en castellano; esto es evidente con los animales, las plantas y los accidentes geográficos. Esta idea de que hay términos intraducibles creo que tiene sus raíces en cierta actitud nacionalista de la originalidad y lo propio que no puede ser trasladado a otras lenguas. Eso puede ser cierto con términos como "sertão", por ejemplo, pero si llevamos esto a todo el texto parece que la novela de Guimarães transcurriera en un mundo que no es totalmente ajeno cuando el "tamanduá" es un oso hormiguero y la "onça" se visualiza mucho mejor si usamos el término "yaguar" u otro de los disponibles, y no onza, que es una acepción en desuso. En segundo lugar, y este nos pareció el aspecto más problemático, Crespo está muy apegado a la sintaxis de Guimarães por el supuesto del cual parte. Esto es, que Guimarães experimenta con la lengua como un Joyce. Sin embargo, la gran dificultad de traducción consiste en saber cuándo la sintaxis es la propia del portugués brasileño y cuándo es producto de la violencia que ejerce el escritor. Leído en portugués, Grande sertão: Veredas es un texto muy fluido y atrapante. Nos pareció que la versión de Crespo resulta a veces muy cortada y difícil de seguir.
-¿Cómo resolvieron esto?
-Tratamos de lograr la fluidez aunque, en ese caso, el riesgo era otro: normalizar demasiado el texto. En cuanto al léxico, hemos optado por traducir todo y por evitar notas al pie y glosario. Creemos que es un nuevo Grande sertão que agrega una mirada nueva que no elimina la traducción de Crespo, pero que observa al texto bajo una nueva luz.