Proyecto Patrimonio - 2018 | index | Jonathan Guillén | Autores |

 









Literatura transfronteriza en el norte de Chile: Pulsión, resistencia y nuevos materiales estéticos.

Por Jonathan A. Guillén Cofré
j.a.guillen.cofre@gmail.com

 


.. .. .. .. ..


Historia, territorio y movimiento

En el año 1945 la pampa chilena fue testigo de una escena que no sólo reafirmaba el poder del estado y sus inversionistas extranjeros, sino que además imprimía el rumbo que sería determinante en la segunda mitad del siglo XX en la esfera política y, de algún modo, en la esfera literaria de la zona y del país. Cuando el poeta Pablo Neruda, ya en esa fecha de reconocida trayectoria nacional e internacional, era senador por la región de Tarapacá, que comprendía en el ordenamiento geopolítico a las ciudades de Arica e Iquique, se le prohibió tajantemente dirigirse a los trabajadores en las instalaciones de una de las muchas salitreras. Tuvo que optar por hacerlo en pleno desierto y frente a unas 200 personas que escuchaban con atención el discurso del vate. De pronto y sin ningún aviso previo, un tanque del ejército chileno se acerca a toda velocidad y se detiene abruptamente a unos metros del poeta apuntándolo directamente; posterior a eso y en lo que resta del discurso, un oficial lo vigila muy serio mientras continuaba con la exposición de ideas. Este suceso narrado por el mismo escritor fue publicado póstumamente en el libro Confieso que he vivido (1974).

El norte chileno se presenta como una zona implacable, un lugar indefinido para sus habitantes. El siglo XX se inicia con una convulsionada delimitación geográfica producto de la Guerra del Pacífico. Chile anexa a su territorio zonas que pertenecían a Perú y Bolivia; los últimos chilenos, los casi chilenos. Grandes masacres en contra de los trabajadores pampinos enlutaron al desierto, lo que siguió repitiéndose a lo largo del siglo. Las condiciones geográficas y sociales hacen del lugar un punto aislado donde la naturaleza golpea con violencia. Se mira al océano y a la pobreza de sus caletas de pescadores, al mismo tiempo se contempla el desierto, a sus pueblos originarios y a sus muertos. Con el rostro en llamas y la memoria, la realidad es ensamblada. Asimismo, se utilizan nuevos materiales estéticos para la creación literaria, materiales que surgen desde la ignominia. Se rebela ante el discurso hegemónico. La diversidad cultural de este norte se ha incrementado conforme avanza el flujo del contacto con ese otro. La escritura ha sido un método de acercamiento a ese otro rodeado de complejidades visibles. Ya en la segunda mitad del siglo, aumenta la frecuencia con que el poder y la literatura entran en discusión. La escena que más arriba describimos y que tiene a Pablo Neruda como protagonista es la antesala de un conflicto que ha perdurado hasta este siglo XXI. La discusión sobre las fronteras, desde el punto de vista de la teoría de la globalización y lo mercantil, para Tapia (2012) presupone una ambivalencia interpretativa: la globalización como un fenómeno que erosiona las fronteras y otra que plantea un “cierre de fronteras y endurecimiento de los requisitos para la circulación de las personas” (Tapia, 2012, p. 179). La región de Tarapacá, por ser región fronteriza y estar vinculada históricamente con Perú y Bolivia, presenta características ligeramente diferentes a la realidad nacional, siendo la región con mayor proporción de inmigrantes en relación a su población local[1]. A pesar de este entorno, muchas son las dificultades que como sociedad deben enfrentar para asumir una identidad plural, producto de una mezcla considerable de culturas. Pasamos, producto de la globalización y el discurso del poder hegemónico, que invisibiliza lo que desconoce, del multiculturalismo que reconoce diferencias, a entrar en conflicto por esas mismas diferencias. Se establece una nueva y distinta pulsión de significaciones que plantea una alternativa y que fisura el enmarque totalitario. Surgen brechas e intersticios que se contraponen a lo institucional.

Trabajar a nivel teórico con las escrituras transfronterizas, entendiendo que aplicamos este concepto al ejercicio creativo que incluye emociones, reflexiones y experiencias de los intersticios, de la frontera y el proceso migratorio, del intercambio cultural entre personas que no son visibles para los gobiernos y, por ende, su literatura no es considerada dentro del canon literario; significa afrontar un desafío que tensiona el imaginario chileno. Entonces surge la necesidad de contar una historia, otra historia, cargada de nuevas representaciones, menos simuladas y más cercanas, la historia contada como una verdad representada, se deviene de la ficción que sentimos como la verdad misma. Nos diría Jonathan Culler (2009) que la literatura entonces apunta a un mundo posible entre varios mundos posibles, más que a un mundo imaginario. La literatura del norte chileno obliga al mismo estado de ánimo. Para Barthes (1973) nos ubicaríamos dentro de los que resisten la mirada (orden del secreto) en contraposición de una literatura que nace de esa mirada (orden del espectáculo). Sin embargo, creemos que aquí surge un ejercicio literario que une estas dos dimensiones, puesto que no se separa la literatura y su ejercicio del afecto y la construcción de la memoria. El espacio fronterizo es una incomprensible línea que separa los territorios en Estados soberanos, divisiones jurídicas que distinguen distintos poderes, una puerta de temor, control y vigilancia en tanto herramienta de los Estados para dejar entrar o salir a las personas. Pero es también una construcción cultural e ideológica que surge en victorias o en derrotas político-militares, en tratados e incluso ventas consumadas del territorio a imperios extranjeros, en violentos procesos de dominación, en suma, un potente instrumento de control que evoluciona según sean las relaciones de fuerza que mueven a los Estados y los gobiernos.

La complejidad de los procesos migratorios condensados en una pulsión incesante y transformable a cada momento. Muchas son las dimensiones y representaciones que se cruzan en este diverso territorio y bullen en el testimonio de sus habitantes.

Esta es una escritura nueva, fresca, libre y dicha libertad le permite ser inclasificable, tal como lo tendrían que ser sus autores y autoras. Desprovista de etiquetas culturales, designa algo que viene de lejos pero que se produce en Chile, en ciudades, barrios y poblaciones, donde la indiferencia termina apilando a personas que a pesar del esfuerzo de deshumanización que hacen los chilenos, escriben para escapar del encierro de cárceles, trabajos y tratos abyectos, dando cuenta de las historias de inmigración que se construyen gracias a ese intenso deseo de escritura que no se puede encerrar en ningún corredor de vida pobre. (Liberona y Bustamante, 2015, p. 6).


Fragmentos: nuevos materiales estéticos

La experiencia de vida se constituye como un sofisticado mecanismo para el ensamble de la realidad o la creación literaria. La ficción es un vehículo que recoge elementos de la experiencia y de la memoria, que trabajados en la escritura y en la lectura (o simbolización) son variantes de una misma metodología de montaje o desmontaje de lo que hasta entonces se puede considerar como una comprensión de características etnográficas. Se intenta buscar una autoafirmación cultural a pesar de la dificultad que surge desde el multiculturalismo y de los filtros de selección que se imponen a través del canon. Ante la necesidad de siempre dar prioridad al análisis crítico académico, se piensa en una enseñanza centrada en el intercambio entre el campo social y la ficción del relato, es decir, la transferencia de valores culturales y estéticos, de forma y contenido para el proceso escritural. Los movimientos artísticos en concordancia con los procesos sociales. Los nuevos materiales estéticos que provienen de la experiencia, de la inminencia, de lo fragmentario y del territorio; no se encargan de suspender la realidad en el territorio de la ficción. Buscan anticiparse a la categorización académica y por tanto escapan de ella, deconstruyen la ambivalencia de ficción y realidad, de verdad y simulacro. “Las distintas indefiniciones entre ficción y realidad se confunden debido al ocaso de visiones totalizadoras que ubiquen las identidades en posiciones estables”. (Canclini, 2010, p. 14). Existe en consecuencia una crisis de legitimidad al momento de estudiar y clasificar este tipo de literatura dentro del canon. Es necesario entonces modificar el canon y la práctica literaria introduciendo alternativas de representación, manchas múltiples, heridas en el lenguaje, discursos del desarraigo, simples gestos; el cómo escribir arrastra al cómo leer. Lo que se disimula bajo la categoría de literatura es múltiple y compleja y requiere que sus métodos de investigación también lo sean.  La escritura se transforma en un método de acercamiento a ese otro que a veces no queremos mirar. Aunque el relato haya sido desplazado por la información, en este territorio que comparte una triple frontera, la literatura de manera constante se plantea su papel, una y otra vez, a partir de la experiencia. Para Badiou (2005) esta literatura no necesita de máscaras ni de semblante, se presenta a rostro descubierto, presenciamos un desmontaje de la ideología, una desarticulación. Los cuerpos periféricos no lo necesitan.

Lo secundario y lo no integrado, los sin cuenta, son los llamados a cuestionar las jerarquías de los discursos, realizan un cambio de régimen de la palabra, se resisten lo más que pueden a los automatismos, a la democracia que todo lo iguala. Las salidas del marco exigen una nueva forma de representación. En esta salida, los restos son huellas y vestigios de una simbolización cultural escindida, son pequeños escenarios a la deriva cargados de artificios multiculturales, es decir, de nuevos materiales estéticos.

Entonces, al decir “estética”, hablo de formas y de materias que cobran todo su realce expresivo al trabajar con las ambigüedades, las indefiniciones y las paradojas que mantienen el sentido y la identidad en suspenso, deslizantes e inacabados. Al decir “cultura”, hablo de las transfiguraciones simbólicas con las que lo real social teatraliza sus enigmas y conflictos de representación. (Richard, 2001, p. 23).

En esta búsqueda de materiales que acompañan la creación literaria, los muertos y el silencio nos hablan y nos cuentan la historia de un lugar olvidado, difuso y precario desde su génesis, donde lo real se establece como un juego cambiante de formas y estratificaciones y lo inconcluso es el sello distintivo de las voces que transitan el desierto y sus fronteras. El testimonio es la voz de los sin voz, de los que no cuentan, de los muertos; y establece de esta manera también las relaciones entre el adentro y el afuera de la literatura. Son historias de vida que se sobreponen a la modernidad, la que verá cómo se acumulan en la periferia lo que esta misma desecha, y se verá en algún momento agobiada por lo que le resulta realmente difícil autodefinirse. Soledad y deterioro de los discursos que luchan por ganar un espacio en la modernidad y también de los discursos que luchan por transfigurar la modernidad. “Una persona o una clase que es aislada de su propio pasado tiene menos libertad para decidir o actuar que una persona o una clase que ha sido capaz de situarse a sí misma en la historia”. (Berger, 1972, p. 21).

¿Puede una suma de fragmentos constituirse en una obra? Los nuevos materiales estéticos a los que nos referimos, puede ser en sí una suma de fragmentos nacidos desde la experiencia y la observación. Resaltar la nada se convertiría no sólo en impugnar la realidad, sería además demostrativo de la esencia impositiva de esa realidad y de su intrínseco carácter para relegar. Por eso también es una literatura que genera resistencia, porque es un campo de acción a través de lo inacabado, de lo que se mantiene suspendido, de lo inminente. Antonio Cornejo-Polar (1997) dijo que no hay mejor discurso sobre la identidad que el que se enraíza en la incesante transformación. Y eso es inevitable. Uno de los hermanos Schlegel quien señala que “el fragmento es una forma de comunicación. Por primera vez, el fragmento se daba por sí mismo en sí y para sí; un absoluto literario… El fragmento no es solamente un género literario; es un estilo… El fragmento no era más lo inacabado”. (Lacoue-Labarthe y Nancy, 1978, p. 273).


El pensar como un ejercicio de resistencia

Las formas del arte y en especial la literatura autorreflexiona en torno a sus procedimientos internos. La literatura transfronteriza goza de independencia creativa por sobre una determinada posición ideológica, más estética que política, más al margen que en la hegemonía. No busca reflexionar un cambio social, aunque este se presente inherente al ejercicio literario, más bien se anticipa usando la transgresión estética y anti-institucional. No sólo se enfrenta a la mercantilización del arte, también se debe auxiliar al proceso socio-cultural que busca la homogeneización de los estímulos y los productos referidos a la literatura. Para Richard (1998), el choque de estilos que surgen de esta independencia creativa es lo que se necesita para hacer temblar la rutina institucional, se pretende utilizar el pensar para resistir, para rasgar la dura corteza de lo corporativo, para interrogar más que para demostrar.

Cuando nos referimos al modelo de esta literatura en particular, nos referimos también a su marca distintiva que la convierte en literatura y en “cierta” literatura, es decir, nos referimos a su literaturidad. El canon establecido por los poderes considera literatura a un conjunto de textos que un puñado de “expertos” determina como tal, utilizando criterios que no son cómodos ni aplicables a todos, sobre todo a estos últimos chilenos del extremo norte configurados a punta de sucesos cargados de violencia y destierro. Pero a la vez se entiende que con el nacimiento de la teoría literaria se ha podido plantear la idea de qué es la literatura transfronteriza y qué características debe presentar. Conforme ha avanzado el estudio teórico de la literatura, se ha demostrado que la literaturidad se presenta incluso en fenómenos no literarios y, asimismo, es útil en otras dimensiones artísticas y culturales. Más importante que el lenguaje literario y su carácter metafórico y ornamentalidad es la puesta en escena, la que se implica, la que pone de manifiesto la carencia y la soledad, pero también la oposición. Según Ledesma (2013) para Schaeffer hoy en día la literatura goza de buena salud, aunque esto no sea del gusto de los críticos, no se encuentra en un período de agonía producto de los medios masivos de comunicación. Muy por el contrario, en este inicio del siglo XXI, no es la literatura como práctica la que peligra, es más bien lo segregacionista como institución. Cada vez hay más discursos que prefieren comunicarse desde el margen.

El conocimiento enciclopedista que se practica muy a gusto en las capitales desconoce casi por completo la producción de lugares extremos, desde la distancia a los gestos, no quiere incorporar lo residual como un material estético, se resiste a su lenguaje denunciativo, a su fragmentariedad. El etnocentrismo obliga a algunos autores (los que no se atreven) a realizar una literatura que detestan, pero que sin embargo es la aceptada por las instituciones del poder político y literario, una literatura que simula, que reproduce más que cuestiona; de lo contrario lo aísla.  El acto de resistir este peso académico que se le quiere imprimir al ejercicio literario y a la literatura, es un acto del pensamiento creativo, del ejercicio político, de poner en común lo justo y lo injusto.

Pues la política comienza precisamente cuando ese hecho imposible vuelve en razón, cuando esos y esas que no tienen el tiempo de hacer otra cosa que su trabajo se toman ese tiempo que no poseen para probar que sí son seres parlantes… La actividad política reconfigura el reparto de lo sensible. Pone en escena lo común de los objetos y de los sujetos nuevos. Hace visible lo que era invisible, hace audibles cual seres parlantes a aquellos que no eran oídos sino como animales ruidosos. (Rancière, 2007, p. 16).   

La literatura transfronteriza es un ejemplo del balance de los materiales que configuran ese reparto de lo sensible, la distribución y redistribución de las palabras y los objetos visibles y aquellos que no lo son, los espacios periféricos y el tiempo de lo inminente. Es una relación nueva. Un nuevo régimen de identificación. Un equilibrio entre la función poética que reconfigura los usos de la memoria para la escritura y la función comunicacional que permite el acercamiento y entendimiento entre el sujeto y su entorno. Es para el habitante del extremo norte, de la frontera, el único modo de intervenir el mundo de lo común, es quizá el único modo de ligar lo decible y lo visible. La acción y la significación. El estilo como una manera absoluta de ver y entender las cosas, cargado de una influencia social multicultural que deja una marca en los escritos de esta zona en particular, haciendo partícipes a todos los habitantes de la acción más que de la mera existencia.  Al haber nuevos materiales hay también nuevos soportes que permiten que el proceso escritural de la zona despegue inmediatamente hacia otros países y, por tanto, a otras nuevas configuraciones de lo sensible. La literatura que se soporta en Internet cambia el sentido de lo que se considera como literatura nacional. Publicaciones autogestionadas irrumpen en el espacio transfronterizo producto del desarraigo y la resistencia al poder hegemónico de lo académicamente viable. La literatura definitivamente ha dejado de ser sólo un saber para definirse como el arte de escribir en sí, más allá de lo estrictamente comunicativo y por lo mismo, no debe imponerse como único camino a seguir al momento de ser objeto de los estudios literarios.

 El poder de hacer del arte con las palabras estaba ligado al poder de una jerarquía de la palabra, de una relación reglada de discurso entre los actos de palabra y las audiencias definidas sobre las que dichos actos habían de producir efectos de movilización de ideas, de emociones, y de energías. (Rancière, 2007, p. 28).

En la escritura se concibe la literatura, en las palabras que circulan por fuera del discurso central se construye un imaginario local y representativo de una zona extrema de Chile. Neruda conoció en carne propia los reveses del poder cuando fue senador de una zona castigada y aislada, olvidada y golpeada. Pero su figura de escritor fue también su pasaporte, su método de resistencia y su oportunidad para construir otro tipo de relato, uno cimentado en la memoria y en el movimiento migratorio, en la consideración de nuevos materiales estéticos. Las piedras (el desierto) hablan porque portan el testimonio de su propia historia a través de sus huellas. La verdad escrita por oposición a lo meramente dicho, a lo que se supone o a lo que es inminente, en definitiva a lo que todavía no está concluido. A lo difuso, olvidado y fragmentario, como lo es el norte chileno inacabado.

 

* * *

[1] La región de Tarapacá presentó un 9,3% de extranjeros en relación a la población local el año 2014, según datos del Departamento de Extranjería y Migraciones (DEM), mientras que a nivel nacional este porcentaje alcanza el 2,3%.

 

* * *

Bibliografía

- Badiou, Allan. El siglo. Buenos Aires, Argentina. Ediciones Manantial SRL. 2005.
- Barthes, Roland. Variaciones sobre la literatura. Buenos Aires, Argentina. Ediciones Paidós.  1973.
- Berger, John. Modos de ver. Londres, Inglaterra. Editor Gustavo Gili. 1972.
- Cornejo Polar, Antonio. Mestizaje e hibridez: los riesgos de las metáforas. La Paz, Bolivia. Editorial Universidad Mayor de San Andrés. 1997.
- Culler, Jonathan. “La literaturidad”, https://teorialiteraria2009.files.wordpress.com/2009/04/culler-jonathan-la-literaturidad1.pdf
- García Canclini, Néstor. La sociedad sin relato. Antropología y estética de la inminencia, Buenos Aires, Argentina. Ediciones Katz. 2010.
- Lacoue-Labarthe, Philippe y Nancy, Jean Luc. El absolute literario. Buenos Aires, Argentina. Editorial Eterna Cadencia. 1978.
- Ledesma, Jerónimo. “La academia literaria en debate”.  www.letras.filo.uba.ar/exlibris Revista del Departamento de Letras. 2013.
- Liberona, Nanette y Bustamante, Roberto. Letras en movimiento Recopilación de escritos migrantes en Tarapacá. Arica, Chile. Editorial Cinosargo. 2015.
- Neruda, Pablo. “Confieso que he vivido”. Barcelona, España. Editorial Seix barral. 2001.
- Rancière, Jacques. “Política de la literatura”. Buenos Aires, Argentina. Ediciones Libros del zorzal. 2007.
- Richard, Nelly. Residuos y metáforas. Ensayos de crítica cultural sobre el Chile de la Transición, Santiago, Chile, Editorial Cuarto Propio. 2001.
- Tapia, M. Frontera y migración en el norte de Chile a partir del análisis de los censos de población. Siglos XIX- XXI. Revista de Geografía Norte Grande, N° 53. Santiago, Chile. 2012.




 

 

Proyecto Patrimonio Año 2018
A Página Principal
| A Archivo Jonathan Guillén | A Archivo de Autores |

www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza.
e-mail: letras.s5.com@gmail.com
Literatura transfronteriza en el norte de Chile: Pulsión, resistencia y nuevos materiales estéticos.
Por Jonathan A. Guillén Cofré