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SOBRE ABANDONO, DE JONATHAN GUILLÉN COFRÉ

Por Andrés Ibáñez Carrillo
Profesor de Lengua Castellana y Comunicación
Magister en Literatura Latinoamericana y Chilena,
Universidad de Santiago de Chile


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La globalización, eufemismo mediático de algo llamado imperialismo, trabaja muy bien alienando conciencias latinoamericanas. En Chile, desde los años ochenta, lo globalizado es el pensamiento del país del norte de América y esto se ha aceptado sin chistar. No preocupa el que instituciones del Estado fraternicen con gigantes transnacionales, pues aquello representa el éxito económico que alimenta nuestra autoestima y nos brinda la autorización necesaria para ser felices. Desde los noventa, comenzamos un romance incondicional con grandes casas comerciales y sus tarjetas de endeudamiento. En la TV reina la ignorancia mientras la  contracultura corresponde a un paquete comercializable: hacemos yoga tres veces por semana, compramos pañuelos armenios y chapitas del Che. Nos sentimos mágicos, solidarios, bellos, objetos de culto, cuando apenas somos cuerpos sexualizados y domesticados; vitrinas para colgar marcas que dan cuenta de nuestra obsesión incuestionable por el estilo. Vamos a McDonald porque amamos su cajita feliz, nos sacamos selfies en restoranes exóticos, le damos el vuelto al cuidador de autos, consumimos kilos de imbecilidad en Internet, le lavamos los dientes a nuestro gato, nos pensamos progresistas y engullimos sin reparos toda suerte de modelos que traspasan fácilmente las fronteras culturales de la historia latinoamericana.

El sujeto que -globalizado- aún “no se da cuenta de que no se da cuenta”, ese al que la crítica y la duda le amargan el día y que muere por sobredosis de aburrimiento una vez se le explica el panorama político, no quiere ser molestado en su burbuja de consumos y casas comerciales. No hay caso para el “ciudadano Credit Card”... Este asunto está instalado hasta la médula de nuestros huesos sudacas. Sin embargo, pese a ser enseñada como la panacea para la felicidad en tantos colegios y universidades, la globalización deja tras de sí un rastro doloroso. El pensamiento del norte contribuye a naturalizar estratificaciones, segregaciones y marginaciones de nuestra gente, en la medida en que ésta no pueda alcanzar los estándares de consumo promovidos por el modelo importado. No es ningún secreto que en países como Chile, se es en la medida que se tenga. En tal sentido, la globalización no integra desde el valor heterogéneo de las culturas que componen la región, sino desde las posibilidades adquisitivas que articulan la división de clases. Una amplia gama de estudios dan cuenta de cómo el inmigrante, quien cruza fronteras en busca de mejores posibilidades socioeconómicas, suele representar al otro deplorable, mal mirado y prejuiciado, en cuanto lleva en su semblante las marcas indelebles de su pobreza tercermundista.

Por suerte, para quienes importan estos asuntos, Jonathan Guillén Cofré (1980) ha escrito un nuevo poemario, en donde el cruce de fronteras no constituye el deseo vacuo de unas vacaciones al estilo “isla paradisiaca”.

Bajo el título de Abandono (2017), el poeta -iquiqueño- presenta sin prejuicio imperialista a un hablante que emprende viajes tanto físicos como de conversión espiritual. Este sujeto lírico renuncia a lo que conoce -para bien o para mal- porque su lugar de origen le ha quedado corto. Expresa, de este modo, la emoción del transmutar, de un incierto ir y venir por toda clase de geografías.

Cruzando simbólicas líneas que dividen océanos, cordilleras, desiertos y ciudades, busca el espacio que lo resguarde de la vida que se estanca como un charco de agua bajo sus pies. Así desafía sus propias fronteras emocionales y biográficas, enfrentando desencuentros, desamores, remembranzas, frustraciones, caminatas y soledades. El hablante necesita de estos desafíos en su exilio, pues sólo la duda y el quiebre permiten construir una distancia para añorar: Cruzar las estaciones/ avanzar lentamente hacia lo irremediable/ enumerar los recuerdos/ mirar cómo avanzan los trenes de la edad/ sonreír de vez en cuando/ para fotografiarse con algunos amigos (2017: 18).

En Abandono, la fuga lírica constituye un discurso alternativo frente al acto de migrar. El hablante no necesita consumir vacaciones en un paraíso caribeño, sino un espacio para el reencuentro de sí mismo. Tras abandonar y ser abandonado, emerge en él el deseo de ser otro. Se autoexilia entre ciudades y entre mares indescifrables; transita entre fronteras para dar sentido a su existir. Se expone, voluntariamente, a múltiples claroscuros: territorios dicotómicos, segmentos, fugacidades, tentativas, divisiones y caminos inconclusos. El hablante es un constante devenir, y su cuerpo movedizo y solitario representa un conocer siempre relativo e indeterminado: Miraba a la puerta/ de vez en cuando/ entre la cortina de humo y el sueño/ a un lado o al otro de la frontera/ como la interrogación que soy/ que se desprende del altiplano/ hasta llegar a las playas descomunales/ donde me aferro a las rocas/ para dormirme/ escuchando una voz que no es la mía (2017: 27).

Como viaje representado, Abandono se pasea por la conciencia del lector. Sus imágenes, descripciones y metáforas se hacen responsables -desde la primera persona gramatical- del problema social y emocional que conlleva el partir, de los horizontes que tanto latinoamericano y latinoamericana han buscado para poder ser sin angustias ni desigualdades. La visión mediática del fenómeno migratorio, brilla por su ausencia, pues esta no es una “obra globalizada”; más bien se trata de una serie de travesías expresivas, que desafían el intento imperialista de homogeneizar Latinoamérica, en cuanto el viaje constituye la experiencia del ser diverso que busca nuevas oportunidades, para reconstruirse desde cero a sí mismo: Ladridos se ocultan lejanos tras la cortina/ cierra violenta la puerta a la espalda/ afuera el cambio y la muerte (2017: 4).

En definitiva, Abandono, de Jonathan Guillén Cofré, constituye una experiencia estética útil para sobrevivir ante un intento forzado de virajes ideológicos, derivados de la faceta “oculta” de una globalización que integra desde un interés masivo por consumir plástico y nunca humanidad. Desde la expresión literaria, la obra articula un discurso crítico ante una realidad local, regional y continental, que es capaz de sumarse al resto de productos culturales latinoamericanos que abordan un problema específico, actual y cotidiano, como lo es el valeroso acto de “seguir a las ballenas como un barco japonés” (2017: 29).


 

 

 

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