Pinochet y un nazi en Chile:
Philippe Sands,
el escritor que imparte justicia sobre el convulso siglo XX.
"Calle Londres 38. Dos casos de impunidad: Pinochet en Inglaterra y un nazi en la Patagonia"
Anagrama, 2025, 584 página
Por Javier Lafuente Publicado en EL PAÍS, 29 de marzo 2025
El autor británico publica Calle Londres 38, un libro sobre el proceso judicial del dictador, la presencia de
Walther Rauff en aquel país y la relación entre ambos
Philippe Sands había leído sobre Walther Rauff cuando era estudiante. En su libro En la Patagonia, la que Roberto Bolaño consideraba como un emblema del realismo mágico sudamericano, Bruce Chatwin escribía: “Va en coche a una planta industrial que huele a mar. Por todas partes lo rodean cangrejos de color escarlata que se arrastran, y después son hervidos. Oye cómo se quiebran los caparazones y se rompen las pinzas. Es un hombre eficiente, con alguna experiencia anterior en la línea de producción. ¿Recuerda aquel otro olor a quemado? ¿Y aquel otro sonido de voces que cantan por lo bajo? Se atribuye a Herman (Walther) Rauff la invención y aplicación del horno de gas móvil”.
Philippe Sands
Aquella novela impactó a Sands, pero no recordaba el nombre del nazi cuando, en junio de 2015, como parte de la investigación de su libro Ruta de escape, se encontraba en un castillo austriaco sumergido en el archivo personal de Otto Wächter, el antiguo dirigente de las SS. Entre las 10.000 páginas que tenía ante él captó su atención una carta de tres páginas mecanografiadas enviada desde Damasco, la capital de Siria. El autor aconsejaba a Wächter que saliese de Europa y se fuese a Sudamérica, que dejase de perder el tiempo recordando los días de gloria del nazismo. Dos meses después, Wächter moría en Roma. Sands descubrió que el autor de aquella carta era también un prófugo de la justicia, conocido por utilizar furgones para gasear a cientos de miles judíos hasta matarlos. Aquel hombre logró evitar su captura y utilizó una de las rutas de escape de los nazis para terminar en el otro extremo del mundo, en Chile, como gerente de una conservera de pescados que envasaba carne de centolla. Aquel hombre era Walter Rauff y esa era la primera de muchas coincidencias que desembocarían en Calle Londres 38. Dos casos de impunidad: Pinochet en Inglaterra y un nazi en la Patagonia (Anagrama), el último libro de Sands, el abogado reconvertido en escritor, el escritor que imparte la justicia del siglo XX.
El pasado de Rauff y la mención a Chile retrotrajeron a Sands al proceso judicial tras la detención del dictador Augusto Pinochet en Londres, en octubre de 1998, en el que participó. “En aquel momento se me activó el pensamiento de un litigante”, cuenta Sands (Londres, 64 años) esta mañana de domingo de mediados de marzo en la mesa de la cocina de la casa de Oakland que ha alquilado para visitar a su hija. Ni siquiera son las 9 de la mañana, pero el autor británico, que acaba de terminar de ver el partido de su Arsenal en el ordenador, está ávido por hablar del libro. Es la primera vez que una de sus obras se publicará antes en español —el 2 de abril; de hecho, se presentará en Chile esos días— antes que en inglés. “¿Habrá una conexión entre Rauff y Pinochet y la desaparición de miles de personas que llevaron a su arresto en Londres? Tuve esa corazonada de inmediato. La intuición, y he aprendido a confiar mucho en ella, estaba ahí desde el principio. Había algo, lo sentía. Pero no tenía ninguna prueba, me llevó casi 10 años encontrar algo”.
La búsqueda de evidencias comenzó en 2015 con una entrevista a Baltasar Garzón, el juez español que logró la detención de Pinochet en Londres y terminó apenas en 2023 cuando pudo confirmar la presencia de Rauff en el cuartel general de la DINA [el temible servicio secreto de la dictadura chilena] a través de los testimonios de gente que lo vio y lo sufrió. En el camino, 22 borradores diferentes, cada uno de entre 120.000 y 150.000 palabras; la participación de dos traductores [Francisco J. Ramos Mena y Juan Manuel Salmerón Arjona] para ajustar los diferentes españoles y la ayuda en la investigación de su asistente, Montserrat Madariaga, pues Sands entiende un alto porcentaje de español, pero apenas lo habla o lo escribe. Una prosa fina con la precisión quirúrgica de quien ha trabajado en cientos de casos judiciales; la obtención propia de un reportero de detalles y testimonios de cualquier implicado en las aristas de los dos casos desemboca en las más de 500 páginas de Calle Londres 38, un libro del que también se desprenden varios hechos excepcionales, hasta cierto punto inéditos hasta ahora. Uno de ellas es la confirmación completa de que hubo un acuerdo entre el Gobierno de Tony Blair y el de Eduardo Frei para que Pinochet regresara a Chile, donde supuestamente sería juzgado. Los testimonios de varios implicados dan cuenta de que el Gobierno chileno preparó un dossier a Pinochet sobre cómo fingir demencia y un deterioro de salud que le permitiese regresar a su país y evitar la extradición a España. Otra revelación es la existencia de documentos relacionados con la Caravana de la Muerte firmados por el propio Pinochet que, al menos en algún momento, estuvieron en posesión de Chile y Reino Unido. Además, por primera vez, hay pruebas contundentes de que un nazi implicado en atrocidades durante el Tercer Reich —el inventor de la cámara de gas móvil, nada menos—, continuó actuando desde Sudamérica. Rumores, sospechas, quizás siempre hubo, pero en Calle Londres 38 está el testimonio Jorgelino Vergara, alias El Mocito, asegurando que Walther Rauff dirigió desapariciones durante la dictadura chilena desde una empresa pesquera.
El oficial de las SS alemanas Walther Rauff
Como ya hizo en Calle Este-Oeste y Ruta de escape, Sands vuelve a poner en valor el papel que juega la literatura en la construcción de justicia. “No tiene por qué venir siempre de los tribunales, puede adoptar muchas formas y una, precisamente, es la literatura. Es uno de los temas que he querido abordar en el libro”, apunta. Para que esa construcción de justicia a través de la literatura sobrevuele su libro Sands ha echado mano de un caso que siempre le ha impactado. “Desde los juicios de Nuremberg en 1945 pasan más de 50 años en los que no se celebran grandes procesos internacionales por crímenes contra la humanidad. Hasta que llega el arresto de Pinochet”. La fascinación de Sands por este caso se refleja al instante; se acomoda en la silla y de un tirón reflexiona con precisión milimétrica sobre lo significativo de aquel proceso. “Por primera vez en la historia, un exjefe de Estado es detenido en otro país por crímenes internacionales. Esta fue la primera vez que se planteó de forma directa el tema de la inmunidad. Un tema que fue y sigue siendo crucial. Entonces la pregunta central era: ¿Puede un expresidente tener inmunidad por crímenes cometidos durante su mandato? Mi postura siempre fue clara: un presidente en funciones tiene inmunidad, salvo que haya un tratado que la anule, que no era el caso. Pero para un expresidente, nunca se había puesto a prueba.” Y eso, insiste Sands, sigue vigente: “Ahora mismo nos estamos enfrentando a casos similares, pero con mandatarios en funciones, como Putin y Netanyahu, ambos con órdenes de arresto. Y esa es exactamente la cuestión que se discute en Estados Unidos. La sentencia sobre la inmunidad de Donald Trump, dictada en julio pasado, plantea la misma pregunta: ¿tiene un expresidente inmunidad por actos cometidos en el ejercicio de sus funciones? El Tribunal Supremo en un fallo terrible, dictaminó que existe una presunción de inmunidad total para cualquier acto realizado como presidente. Eso significa, en teoría, que si un presidente ordena desapariciones, tortura, genocidio o cualquier otro crimen de lesa humanidad, tiene inmunidad”.
Sands trae a la conversación nombres y títulos que sobrevuelan su nueva obra y recuerda que en Chile, durante muchos años, no existió un sistema de justicia en los tribunales para abordar los abusos de la era Pinochet, pero sí existía la literatura y el teatro. “Libros que inventaron muchas cosas, pero no Punta Arenas ni a Rauff”: Luis Sepúlveda, Pedro Lemebel (De perlas y cicatrices), Roberto Bolaño (Nocturno de Chile), Ariel Dorfman (La muerte y la doncella), o en En la Patagonia de Bruce Chatwin. También Neruda, que ya en 1965 reconocía la afición de Rauff por las camionetas, y más recientemente Alia Trabucco Zerán, Nona Fernández y Lina Meruane. “Las primeras obras llenaron un vacío: la necesidad de saber, el hambre de justicia y la apertura de la imaginación”, dice Sands, y prosigue: “Tengo la sensación de que esos trabajos contribuyeron a un cambio de conciencia y a que las puertas de la justicia penal comenzaran a abrirse, aunque fuera lentamente. Así es como he llegado a comprender el papel que puede jugar la literatura, y que de hecho juega, también en España, donde aún no se ha hecho justicia formal por los crímenes de la Guerra Civil y la dictadura que le siguió. Así que sí, la literatura se ha vuelto muy importante para mí, y a veces me pregunto, si tuviera que elegir entre una sentencia leída por unos pocos o un libro leído por muchos, cuál escogería”.
Ve Sands Calle Londres 38 como parte de una trilogía que arrancó en Calle Este-Oeste y siguió en Ruta de escape. No obstante, es con esta obra -un libro de no ficción en toda regla- con la que dice haber encontrado su voz: “Fue extraño, con otros libros, cuando recibía el pdf con las pruebas de página, había muchos ajustes por hacer, incluso estructurales. En este, solo fueron algunos retoques aquí y allá”, prosigue: “Estaba cocinado, como le gusta decir a mi editora estadounidense. Creo que quizás encontré mi ritmo, ese equilibrio entre lo personal, porque durante años me costaba incluirme en la historia ya que nos habían entrenado para evitarlo tanto en el mundo académico como ante los tribunales, y la historia principal, sea política, histórica, legal o como se quiera llamar”.
Cuesta diferenciar cuándo es el Sands abogado y cuándo el escritor el que habla. El autor admite que después de muchos años ha aprendido del arte de contar historias una nueva forma de ejercer la abogacía cuando defiende un caso ante tribunales internacionales. “Digo algo al principio de mi alegato sin explicar por qué lo he dicho. Y vuelvo a ello al final. Es una forma de respeto. Porque tanto los jueces como los lectores quieren adelantarse a la conclusión, llegar ellos primero. Los lectores son muy inteligentes, tienen sus propias opiniones y no es mi papel imponerles una conclusión. Tú eres simplemente el portavoz a través del cual salen las palabras. Y no es tu función decir lo que piensas personalmente en un tribunal, porque a los jueces no les gusta eso”.
El dictador Augusto Pinochet y su puesta en escena.
3 de marzo 2000
“Todo parte de una intuición personal, pero luego se va alimentando de mis experiencias y de conversaciones con escritores que admiro”, explica Sands. Una de las personas con las que más habló sobre ese paralelismo entre el proceso de escribir y el de abogado ante una corte internacional fue su vecino en Londres durante muchos años: David Cornwell, el maestro de las novelas de espías más conocido como John Le Carré. Otro que ha influido mucho en su estilo, confiesa, es Javier Cercas. “Todo comenzó con El impostor. Lo conocí en 2016 y empezamos a habar mucho. Después, leí todo lo que había escrito y vi que tenía un estilo muy parecido al que yo uso en los tribunales, un estilo que trata al lector con respeto, como uno trata a los jueces. No se imponen opiniones. Hay diferencias razonables, y distintas personas pueden ir en direcciones distintas”.
La relación con Le Carré fue muy profunda. Durante 20 años iba a su casa con el manuscrito de su nuevo libro y le decía: “Ya sabes el procedimiento. En todos los libros de Le Carré hay un abogado horrible. El procedimiento era que yo revisara las cinco o seis líneas en las que aparecía ese abogado repulsivo, pero nunca marcaba las páginas. Así que tenías que leer las 500 páginas completas para encontrarlo. Leyendo sus manuscritos con tanta atención, aprendí sus técnicas narrativas. Hablábamos mucho de eso. Él me explicaba cómo tomar materiales complejos y darles un estilo que hiciera que la gente quisiera seguir leyendo. Una de sus técnicas favoritas, y también una de las mías, es incluir pequeños detalles al principio de sus libros, aparentemente inocuos. Pero los lectores de Le Carré saben que nada está ahí por casualidad”. En Calle Londres 38, recuerda Sands, ocurre algo similar: el libro arranca con la imagen de unas camionetas entrando en esa dirección de Santiago de Chile que albergaba la sede del Partido Socialista y que, tras el golpe contra Allende, fue confiscada por la temida DINA; un lugar, y también unos primeros personajes que cobran con el tiempo tanta importancia como el perfume que se menciona al principio. “Eso es Le Carré puro y duro”, dice con orgullo.
La historia de Calle Londres 38 está tejida, como sus obras anteriores, de una inusitada carga de coincidencias personales. La primera tiene que ver con el papel de Sands en el proceso judicial de Pinochet. Los abogados del dictador propusieron al británico que argumentara que, debido a su inmunidad, los tribunales británicos no tenían jurisdicción y que no podría ser extraditado a España. En el derecho anglosajón hay un principio conocido como “la parada de taxis”, una norma por la que los abogados tienen que actuar como taxistas, es decir, llevar al pasajero que les toca en función del lugar que les toca. “Si lo haces, me divorciaré de ti”, le dijo rotunda su esposa, Natalia, hija de refugiados españoles. Su madre, por quien Sands siente profunda devoción como recuerda a lo largo de la charla, durante el proceso del libro le advirtió que Carmelo Soria, editor, economista secuestrado y torturado durante la dictadura chilena, era pariente. Todo ello fue impulsando la curiosidad y el ánimo del escritor británico. También porque una prima de la madre de Sands fue, con 12 años, una de las miles de víctimas asesinadas en Polonia en los furgones donde gaseaba judíos Walter Rauff.
El dictador y el nazi
Por Juan Gabriel Vásquez Publicado en EL PAÍS, 30 de marzo 2025
A comienzos de noviembre de 1998, el abogado Philippe Sands se encontró con su esposa Natalia frente a las puertas de madera del cementerio de Pantin, en las afueras de París. Le traía una noticia que no tenía relación con la visita al cementerio: los representantes del dictador chileno Augusto Pinochet, que había sido arrestado en Londres por petición del juez español Baltasar Garzón, le habían propuesto que asumiera su defensa. Pinochet estaba acusado de crímenes gravísimos y había sido solicitado en extradición; se trataba de argumentar que tenía inmunidad frente a la jurisdicción de los tribunales ingleses y no era posible, por lo tanto, extraditarlo a España. Natalia le preguntó a su marido si pensaba aceptar el encargo, y él contestó recordándole uno de los principios esenciales de su profesión: los abogados tienen la obligación de aceptar al cliente que los solicite, o, para decirlo de otra forma, no pueden rechazar a un solicitante por razones de convicción personal o antipatías políticas. De manera que sí: se sentía inclinado a aceptar el encargo. “Muy bien”, respondió Natalia. “Pero me divorciaré si lo haces”.
La escena se cuenta en las primeras páginas de Calle Londres 38, un libro extraordinario que aparecerá en España a mediados de esta semana que comienza. Philippe Sands quiso que se publicara entre nosotros dos días antes de su aparición en inglés, pues le parecía absurdo que el libro existiera sin que sus personajes chilenos o españoles —sus protagonistas, los testigos de su historia, los hombres y mujeres que de mil maneras ayudaron a Sands a escribirlo— pudieran leerlo. Me apresuro a decir que Sands no aceptó al final la representación de Pinochet; me apresuro a decir que su matrimonio, por lo tanto, sobrevivió. Tras una serie de peripecias, Sands acabó integrando el equipo de Human Rights Watch, que formaba parte de la acusación, y así pudo asistir desde la primera línea a uno de los juicios penales más notorios y notables de las últimas décadas: un juicio que dominó la conversación de nosotros, los latinoamericanos que crecimos en el mundo de las dictaduras militares, tanto como dominó sin duda los medios españoles de esos días.
Philippe Sands tardó muchos años en descubrir las razones de la feroz oposición de su esposa. No se debía solamente a la repugnancia que le causaba colaborar con la impunidad de un dictador acusado de genocidio y crímenes contra la humanidad. Había algo más: la madre de Natalia, nacida en España poco antes de la Guerra Civil, era o es hija de un coronel del bando republicano que fue perseguido por el franquismo y terminó sus días refugiado en Inglaterra; y uno de sus parientes remotos era un tal Carmelo Soria, un militante de izquierdas asesinado por el régimen de Pinochet en 1976. El crimen de Soria, ciudadano español, fue una de las razones por las que la justicia española pudo reclamar a Pinochet en extradición (y dar inicio al juicio de Londres), y su lejano parentesco con Philippe Sands, por otra parte, fue una de las razones por las que él decidió escribir este libro. Pues Calle Londres 38, igual que los libros anteriores de Sands —Calle Este-Oeste o Ruta de escape— es una narración obsesionada por las coincidencias que dan forma a nuestras vidas. “Me interesan las continuidades y las conexiones”, escribe Sands en algún momento. Y el libro está tejido con ellas.
Calle Londres 38 cuenta dos historias. La primera es la del juicio de Pinochet; la segunda es la de Walther Rauff, un oficial del nazismo que, tras la derrota alemana, logró escapar a América Latina y refugiarse en la Patagonia. Sands se topó con su figura mientras escribía su libro anterior, cuyo asunto principal son las rutas de escape que usaron los nazis para no acabar ejecutados en Núremberg, y se dedicó desde entonces a perseguir a ese personaje escurridizo. Los lectores de literatura lo conocen bien, aunque no sepan quizás que lo conocen; pues Walther Rauff es la base real de un personaje espeluznante de Nocturno de Chile, la novela maravillosa de Roberto Bolaño, y además aparece brevemente en un libro que es ya un clásico del género de viajes: En la Patagonia, de Bruce Chatwin. Philippe Sands recoge ambas apariciones literarias —le interesan las continuidades, las conexiones— y a partir de allí reconstruye la vida y hechos del criminal nazi: desde su pasado como diseñador de las cámaras de gas ambulantes, vehículos transformados en espacios de exterminio, hasta sus últimos días como administrador de una pesquera que enlataba carne de cangrejo, siempre medio escondido, siempre obligado a negar o maquillar un pasado que era mucho más conocido de lo que le hubiera gustado.
Los cruces de caminos entre las dos historias, la de Pinochet y la de Rauff, le sirven a Philippe Sands para reflexionar sobre una multitud de asuntos, todos pertinentes y algunos de cierta urgencia en nuestros tiempos desastrados. Los vínculos misteriosos que unen episodios distantes y vidas distintas a través de las geografías y de las épocas; la distancia, que no es nunca lo bastante grande, entre la realidad de una sociedad y los mitos que la rigen; la responsabilidad de todos, los líderes y los ciudadanos de a pie, en los momentos oscuros de nuestra historia colectiva; el papel de la literatura —y de la palabra en general— en la construcción de nuestra relación con la justicia del presente y los juicios que hacemos sobre el pasado. Yo no sé cómo lo hace Philippe Sands, pero en este libro, igual que en los anteriores, se las arregla para convertir debates que podrían ser solamente jurídicos en apasionantes conversaciones que nos atañen a todos: acerca de la fuerza de la ley, de los propósitos de la inmunidad, de lo que la impunidad tiene de indeseable y aun de nocivo para nuestra existencia civilizada.
Uno de los capítulos trae un epígrafe de Cesare Beccaria, un jurista y filósofo italiano cuyas obras fueron para mí de lectura obligatoria durante mis estudios de Derecho, y no sólo por la razón suficiente de que las necesitaba para superar exámenes, sino porque contenían profundas verdades humanas que van mucho más allá del mundo de los códigos y los juzgados. “La certidumbre de que no hay lugar en la Tierra donde los crímenes se librarán de su castigo puede ser un medio efectivo para prevenirlos”, escribió Beccaria en 1764. Es una de las reflexiones esenciales de Calle Londres 38: ya se trate de un dictador militar que tiene la simpatía de muchos compatriotas o de un criminal nazi que se dice inocente porque sólo seguía órdenes, la cuestión es si la impunidad y el olvido permiten la reconciliación, como han creído tantos, o son un insulto al dolor de las víctimas y a la idea misma de justicia, y envenenan nuestra convivencia. Eso es lo que se pregunta este libro, Calle Londres 38. Y el libro —igual que su autor, uno de los hombres más justos que conozco— tiene una opinión muy bien formada.
Hacia el final del libro, uno de sus informantes le dice a Philippe Sands: “Está muy bien investigar por razones personales”. Sí, hay razones personales detrás de la búsqueda obsesiva que ha hecho Sands a lo largo de los años. Pero el lector se dará cuenta de que hay mucho más. Sands ha escrito este libro para nosotros, para ustedes. Léanlo.
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Philippe Sands, el escritor que imparte justicia sobre el convulso siglo XX.
"Calle Londres 38. Dos casos de impunidad: Pinochet en Inglaterra y un nazi en la Patagonia".
Por Javier Lafuente y Juan Gabriel Vásquez.
EL PAÍS de España.