LA POÉTICA TRANSHUMANTE DE CRISTIÁN LAGOS
Por Jaime Huenún
(Lanzamiento de "Otra orilla, otro invierno", Ajiaco Ediciones, 2012)
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Cristián Lagos, poeta de La Frontera cordillerana, ha configurado en tres valiosos libros precedentes (En el Puerto de Agua Fría, 1999; En el país de los espejos quebrados, 2000; y Huesos Trashumados, 2006) un mundo lírico estrechamente unido a una memoria que se esmera en rescatar lo mínimo, lo leve y lo profundo de un paisaje natural y humano marcado por convulsiones telúricas y sociales casi siempre invisibles para las saturadas comunidades metropolitanas. La poesía de Cristián Lagos remonta la corriente lárica para atestiguar épocas y lugares, rostros y gestos, trabajos y muertes con una voz diáfana y densa a la vez, capturando con ojo de viejo fotógrafo de plaza, los sueños y las pesadillas del tiempo entre los hombres. Si el poeta, como señalara alguna vez el exiliado Joseph Brodsky, es la vía para la existencia del lenguaje - entendido éste como uno de los pocos instrumentos equipados para la mutación y el cambio- los poemas de Lagos poseen la rara capacidad de estacionarse en espacios, objetos y seres elementales para hacerlos luego transitar sin mayores aspavientos hacia una contemporaneidad que busca su sentido en lo olvidado, en el aura de las cosas agotadas por las fuerzas de la vida, pero iluminadas por el destello de los mitos y los relatos rurales pre modernos.
“Otra orilla, otro invierno”, es un libro que reincide en referir sutilmente la fábula de sujetos para quienes “escupir en el suelo de los bares es un gesto hermoso”, desplegando para ello una concisa narrativa poética que indaga en las honduras y superficies de comunidades, paisajes, pueblos y caseríos sin estridentes espectáculos ni prestigios turísticos o literarios al paso. Lumaco, Icalma, Chimbarongo, Cáhuil, Osorno, Temuco, San Fernando son los telones de fondo por los que transita la mirada del poeta, territorios sobre los cuales estampa imágenes que no por reconocibles carecen de variado espesor simbólico y punzante belleza lírica. La voz personal aquí no viaja hacia el desvarío o la empalagosa entelequia individualista, nunca hacia la feble autorreferencia sentimental o vagamente liricoide. Su premisa es siempre coincidir con las zonas ocultas y prometeicas de la memoria humana. Lejos de una poética de las ruinas y muy por delante del minimalismo de ahogada respiración, Cristián Lagos ofrece en este su nuevo libro, una poesía sugerente y necesaria que, aunque instruida en la inocencia y la compasión, no desconoce la crucial y permanente advertencia de la escritora polaca Wislawa Szymborska: “Sepan ustedes, poetas, que siempre tendrán su trabajo mutilado”.