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Cuentos sin anestesia
Barrio bravo, de Luis Cornejo.
Por Juan Ignacio Colil
Publicado en lacallepassy061. 1 de septiembre de 2015
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Escuché o leí que ya nadie lee, todos escribimos. Así se hace difícil la tarea. No hay tiempo para leer lo nuevo que se está escribiendo y alcanzar a formarse algunas pistas. Las obras del pasado reciente y no tan reciente se convierten en pocos años en los rollos del mar muerto y sus autores son tragados por el olvido. Durante un tiempo me sentí atraído por la figura de escritores relegados al olvido o al fracaso, pero que tuvieran en los bolsillos una obra contundente. Después supe que el olvido no es la medida para valorar una obra, menos el fracaso, ya que este último por lo habitual se asocia al fracaso de ventas o al fracaso en las críticas, y en algunos casos, a las dos anteriores.
Encontré el libro Barrio bravo en una feria de las pulgas. Creo que pagué por la obra tres monedas grandes de cien pesos. Luego lo guardé por meses. Nuevamente cayó en el olvido, hasta hace unas semanas cuando, tratando de ordenar las rumas de libros que amontono, lo volví a encontrar. Una portada pobre de color naranja, en un papel también pobre. Quizás surgió la solidaridad cromática, ya que yo también publiqué un libro con portada naranja. Es un tema a estudiar.
Luis Cornejo publicó su libro en el año 1955. Hace sesenta años. El libro es un conjunto de cuentos que son un resumen de la vida de los pobres de Santiago a mediados del siglo XX, y que no se distancia mucho de la vida de los pobres del siglo XIX y quizás si pudiéramos seguir hacia atrás nos quedaríamos con la misma imagen, repitiéndose en un juego de espejos. Y si pudiéramos avanzar en el tiempo hasta mediados del siglo XXI, la imagen sería parecida, quizás cambie la música de fondo, el nombre de los personajes, las calles por donde transitan, pero la violencia y la desesperanza siguen siendo las mismas.
He leído que Luis Cornejo no pudo publicar el libro a través de ninguna editorial, sino que tuvo que autoeditarlo. Al parecer ninguna editorial se interesó por sus cuentos demasiados realistas y con olor a pobre. Demasiado realismo sin magia. Puesto en la disyuntiva optó por autoedición y autoventa, si se me permite el término. Cornejo se apoyaba en su familia para esta magna obra de autoedición y venta. Obtuvo algunas críticas que valoraron su obra, pero eso no abrió las puertas de las editoriales. Ahora le diríamos un emprendimiento familiar. Leí que logró vender 40.000 ejemplares de este libro en sucesivas autoediciones a lo largo de treinta años. Cualquier autor quisiera poder vender esa cantidad.
Yo vi a Luis Cornejo vendiendo sus libros en la Plaza de Armas, quizás el año setenta y ocho u ochenta, pero en ese tiempo no sabía quién era Luis Cornejo, ni tampoco compré su libro. El libro lo compré el año 2014 y es un ejemplar que corresponde a la tercera edición de 1964. Es decir, cincuenta años después de su publicación.
Luis Cornejo fue un autor singular, hombre de trabajo, él mismo fue obrero, pero además autor teatral, trabajó en radio y cine, incluso protagonizó un comercial de mentolatum. Su obra no es muy conocida en la actualidad. LOM publicó el año 1999 una edición de Barrio bravo.
El libro está compuesto de seis relatos: “Liberación”, “La cuatro dientes”, “Cuello de loza”, “El señor González”, “El chicha fresca” y “El capote”. Historias de alcohólicos, enfermos, violaciones, peleas, muertes. No hay en ellos un tono efectista, sino la simple constatación de una realidad que se impone. Luis Cornejo toma nota y nos habla de una realidad palpable sin dobles lecturas. Sus cuentos no van por el lado del efectismo, no hay en ellos una ambición por transformarlos en eslabones de un engranaje literario, sino que lo de él se acerca más al realismo de Manuel Rojas, o de Coloane o quizás también a las fotografías de Antonio Quintana. En Barrio bravo los acontecimientos suceden sin magia, sin dobles lecturas. Lo que uno supone que va a suceder, simplemente sucede, pero de una manera aún más brutal, no hay glamour. El cuento “El capote” es quizás el más fuerte de todos ellos. Uno comienza a leerlo y al avanzar un par de páginas supone que viene lo peor, y no se equivoca. Lo peor del desenlace es que supera a lo que imaginamos al principio, porque uno siempre espera la salida, la llegada del héroe, el giro novedoso, pero acá no hay héroes, ni puertas de escape, solo hay tragedia cotidiana.
Los cuentos de Barrio bravo no son literatura de evasión. Son cuentos sin anestesia.