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Los psicólogos de la represión (I°):
el organismo que diseñaba la 'Guerra Psicológica' en el Diego Portales

Por Juan Íñigo Ibáñez
Publicado en Interferencia, 25 de diciembre de 2021



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Desde las primeras horas del golpe, en el edificio Diego Portales funcionó una maquinaria psicológico–periodística comunicacional ajena al reportero común y corriente, donde un equipo conformado por funcionarios civiles provenientes de las ciencias sociales, junto a psicólogos, sociólogos y periodistas vinculados por su conocimiento de la comunicación y de la opinión pública, se abocó a diseñar campañas de amplio alcance y aplicación sistemática. ¿El objetivo? conminar a los chilenos a “comprometerse con Chile” enfrentando tribulaciones y peligros, e invitar a la ciudadanía a contribuir con la “reconstrucción nacional”, convenciéndola de que debían conformarse con un mayor control de sus vidas por parte del nuevo Gobierno. Durante los primeros años de la dictadura, el Departamento de Relaciones Humanas y Conducta Social fue, junto al Comité Creativo de Asesoría Publicitaria y luego la  Dirección Nacional de Comunicación Social (DINACOS), uno de los pilares de la estructura de propaganda y “guerra psicológica” de la dictadura; un organismo dependiente de la Secretaría General de Gobierno dirigido por psicólogos que, a partir de sondeos y encuestas de opinión, elaboró campañas que apuntaban a orientar a la opinión pública y a generar, por todos los medios posibles, masivas formas de adhesión y participación al proyecto represivo del régimen militar.

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“La guerra total hace que la lógica por la supervivencia se traslade a la vida, ante lo cual se hace necesario asegurar la unidad psicosocial de la nación, influenciando su moral (…) ponerla en un permanente pie de guerra, transformarla en un inmenso ejército movilizado con miras a una guerra fantasma, con miras a un mito”.
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José Comblin, “Dos ensayos sobre Seguridad Nacional”. 

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A fines de julio de 1970, una Comisión Especial de la Cámara de Diputados dedicada a investigar la denominada “Campaña del Terror” que en los meses previos a las elecciones presidenciales de ese año, organizaciones vinculadas a Agencia Andalién como "Chile Joven" o "Acción Mujeres de Chile” llevaron a cabo, recibió a los psicólogos Carlos Descouvieres, vicepresidente del Colegio de Psicólogos, y a Luis Soto Becerra, director de la Escuela de Psicología de la Universidad de Chile, para discutir los efectos de la propaganda política en la estabilidad emocional de la población.

El acta de la sesión, guardada en la Biblioteca del Congreso Nacional, registra algunos insertos de esas organizaciones en “El Mercurio, El Diario Ilustrado, La Segunda, Ultimas Noticias, La Tercera de la Hora, Revista PEC y también en radios”, que rezaban: "Nuestros hijos son atacados por delincuentes que los acechan cuando vuelven del colegio. Consigamos para ellos un gobierno de probada autoridad que les garantice un futuro libre de amenazas. Mujer Chilena, el destino de la Patria está en tus manos”[1].

"Son golpes prohibidos que distorsionan la realidad, porque reducen el campo y emparentan palabras y levantan tensiones emocionales”, aseguró durante su intervención en el Senado el académico Soto Becerra. “Y cuando no hay juicios críticos, ese desplazamiento se produce con bastante intensidad”.

Descouvieres, por su parte, sostuvo que para “evitar el uso indiscriminado de los medios de comunicación de masas, el Colegio (…) debería aplicar sanciones internas (…) a cualquier profesional de la psicología cuya participación se demostrara en una campaña como la investigada”.

“No hay ningún psicólogo chileno asesorando este tipo de campañas”, agregaba Soto Becerra. “Porque, en definitiva, eso habría significado, por razones de ética profesional, un enjuiciamiento, no del Departamento de Sicología que es una entidad académica, pero sí del Colegio de Psicólogos".


Derrotando al marxismo en la mente de los chilenos

A eso aspiraba la Junta, según afirmó Pinochet en su discurso del 11 de octubre de 1973.

La “Declaración de Principios del Gobierno de Chile”, publicada a comienzos de 1974, también consignaba que “cambiar la mentalidad de los chilenos” estaba entre las prioridades de los militares.

Según plantea la historiadora Verónica Valdivia, durante los primeros años de la dictadura la “conquista de la mente” de la población fue el objetivo central: “La guerra declarada contra el marxismo excedió por mucho la represión, con todo lo brutal que fue”, señala la académica en su artículo “´¡Estamos en guerra, señores!´. El régimen militar de Pinochet y el ´Pueblo´, 1973-1980”.

Valdivia postula que, junto con la derrota militar del enemigo, los militares buscaron desde un comienzo “su muerte definitiva, para lo cual debía resocializar al que había sido hasta ese momento su principal aliado: el pueblo”.

Eso se hizo despolitizando el imaginario social y re ideologizando a los sectores populares a través de una masiva política asistencial que “muchas veces adquirió la fachada de una acción solidaria (…) necesaria para contrarrestar el impacto de la represión, la condena internacional y la pobreza”, señala Valdivia en su libro “La alcaldización de la política: Los municipios en la dictadura pinochetista”.

Durante los primeros años de la dictadura, el Departamento de Relaciones Humanas y Conducta Social fue, junto al Comité Creativo de Asesoría Publicitaria y luego la  Dirección Nacional de Comunicación Social (DINACOS), uno de los pilares de la estructura de propaganda y “guerra psicológica” de la dictadura.

Así, por ejemplo, desde la Dirección de Organizaciones Civiles creada en octubre de 1973, las Secretarías Nacionales de Mujeres y Juventud desplegaron un trabajo sistemático de reeducación cívica en el que “utilizaron al voluntariado que cobijaban tanto mujeres como jóvenes para difundir los nuevos ideales sociales de la austeridad económica, el ahorro, la lucha contra la inflación y el repliegue socioeconómico del Estado (…) Las voluntarias se diseminaron por los campamentos y poblaciones del país para explicar a las mujeres pobres la economía del consumidor, la importancia de administrar los escasos bienes familiares como si fuesen una empresa, y el respaldo que requería el régimen para reconstruir un país destruido por el estatismo y la demagogia, mientras los jóvenes invitaban a su generación a una ´cruzada de solidaridad´”.

Abocado también a esa tarea, en el edificio Diego Portales funcionó tempranamente un organismo donde las ciencias sociales y la tecnocracia se pusieron al servicio de la represión, y donde la psicología fue utilizada con fines de control social. Un departamento que, desde las primeras horas del golpe, diseñó estrategias de propaganda orientadas a erradicar el atractivo que el marxismo despertaba (o a corregir la “anomalía” que la población votara por un gobierno socialista) y a manipular las mentes de los chilenos, estimulando sus miedos, para sumarlos al proyecto represivo del régimen militar.

Los Documentos del Miedo

Los días 7 y 14 de abril de 2002, el diario La Nación Domingo publicó dos reportajes sucesivos del periodista Jorge Escalante titulados “Los Documentos del Miedo” sobre una serie de memorandos catalogados como “secretos”, “confidenciales”, “reservados” que, encontrados en una polvorienta bodega del Palacio La Moneda, aparecían firmados por el ex director del Departamento de Relaciones Humanas, el psicólogo Hernán Tuane Escaff.

Fechados entre noviembre de 1973 y junio de 1974, los documentos condensan parte de la estrategia psicosocial del régimen durante el denominado “periodo de instalación” que abarca desde 1973 hasta 1975 o 1976 y que coincidió con el de mayor represión y, por tanto, con la necesidad de lograr masivos y urgentes consensos en el “frente interno”.

En uno de esos memorandos elaborado a fines de 1973 y titulado “Preparación psicológica de la población para contrarrestar la acción marxista”, Tuane le advertía a los miembros de la Junta que la población se había “olvidado de las condiciones previas al 11 de Septiembre [ansiedad y neurosis colectiva]”, lo que se traducía en una “falta de compromiso y adhesión real para con los planes de reconstrucción, esfuerzo y laboriosidad en que está empeñado el gobierno”.

“Es como si no quisieran aceptar que estamos en guerra”, señalaba el por aquél entonces asesor civil del régimen que también llegaría a desempeñarse entre 1976 y 1977 como Secretario Ejecutivo del Consejo Social de Ministros y “asesor sicosocial” del Ministerio del Interior.

El psicólogo aseguraba que el “Movimiento UP” volvería a hacer “su aparición de forma paulatina, aumentando su peligrosidad”, infiltrándose “en (…) toda organización que les permita tener cierto poder de masa” y tratando “de influir en la opinión pública”.

Junto con ello, profetizaba una campaña del “marxismo internacional” para intentar “desprestigiar a la Junta”.

Para contrarrestarlo, aconsejaba una serie de directrices metodológicas para “preparar psicológicamente a la población, ANTES de que estos hechos se presenten” y “que estos elementos activistas no puedan contar con el apoyo ciudadano”.

"Es imprescindible reactivarles los instantes angustiosos y trágicos previos al pronunciamiento militar -aseguraba Tuane- porque es una de las formas de incorporarlos a apoyar los planes del gobierno. La campaña tiene como objetivo fundamental actualizar los factores neurotizantes que traumatizaron al ciudadano chileno durante el régimen de la UP, y que en muchos casos actualmente han olvidado”.

“Este plan de penetración psicológica masiva pretende, a la luz de lo padecido por la población, destruir la doctrina marxista”, señalaba. A través de ella, se debía “desentrañar o ecforizar los contenidos latentes de índole angustiosos que subyacen en lo profundo del ciudadano chileno [eufemismo de terrorismo]”.

La “Campaña de Penetración Psicológica Masiva” debía desplegarse en fechas precisas y a través de “diarios, radio, cine, TV y afiches, conferencias de prensa, y difusión selectiva”, asociando dicotómicamente al anterior gobierno con “violencia, escasez, escándalo, angustia, peligro de muerte”, mientras que a la Junta Militar con “bienestar, solución a los problemas, progreso, Patria”.

En el cronograma tentativo que Tuane adjuntaba, los días 20 y 21 de abril proponía emitir un mensaje televisivo sobre la violencia tendiente a desatar, a nivel inconsciente, el temor vital y la angustia. Y entre el 23 de abril y el 5 de mayo, sugería difundir en radio y diarios una serie de escándalos para que, a nivel inconsciente, se logre la desvalorización del marxismo.

Tuane puntualizaba que la campaña debía desplegarse a “semejanza de lo ya realizado “en los días posteriores al 11 de septiembre con la ´Guerra Sicológica´”, cuando se había dejado “en evidencia el contraste entre lo publicitario de la UP y su realidad interna”.

Siguiendo esas directrices, aseguraba, “el Gobierno militar emergerá en las mentes ciudadanas como la única solución a ese problema llamado marxismo"
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Una estrategia de contraste

Cuando los escombros del bombardeo a La Moneda aún estaban humeantes, los cuerpos de propaganda del régimen instalados en la Secretaría General de Gobierno se abocaron a diseñar acciones que justificaran el “shock” de la violencia golpista y que, al mismo tiempo, acentuaran aquél clima de inseguridad radical, esperando que, con ello, brotara una sumisión total a los planes de la Junta.




Valiéndose de la censura imperante que permitía difundir la verdad “oficial”, desde los primeros días del golpe los medios comenzaron a llenarse de mensajes antimarxistas mientras en las principales embajadas de Chile se repartían libros y folletos difamatorios contra el anterior gobierno, tales como “La experiencia socialista chilena: Anatomía de un fracaso”, “Chile 70-73, crónica de una experiencia”, de Hernán Millas y Emilio Filippi, y “Gestión económica del Gobierno de la Unidad Popular”, de Alberto Baltra.

A su vez, el “mito” del Plan Z -cuyas pruebas comenzaron publicarse en El Mercurio a modo de novela por entregas[2]- hizo de relato justificativo de la represión.  

La “trama” del “detrás de escena” descubierto por los militares -como el supuesto “auto golpe” y los “colapsos” del gobierno de Allende- fueron recopiladas y sistematizadas en el “Libro Blanco del cambio de Gobierno en Chile”, la principal publicación propagandística del régimen publicada a menos de un mes del golpe, escrita por Gonzalo Vial Correa  junto a la  Secretaría General de Gobierno y dos colaboradores de la CIA, de acuerdo al Informe Church.

En octubre de ese año, la Asociación de Impresores Gráficos (ASIMPRES) también elaboró un folleto titulado “Tres años de destrucción”, que se valía de las categorías que, a fines de ese año, Tuane sugería “reactualizar”.

Por ejemplo, la publicación ilustraba los “colapsos” de la Unidad Popular con la imagen de una población sumida en la pobreza, en oposición a las casas del presidente Allende.

La analogía era idéntica a la que Tuane postula en la página 4 de su asesoría “Preparación de la población para contrarrestar la acción marxista” del 19 de noviembre de 1973, en la que mediante “imágenes simples, que por sí solas den cuenta de la idea que se expresa” sugería desacreditar al anterior gobierno mostrando la “Perrera de Tomás Moro [en referencia a casa de Allende] comparada a viviendas callampas”.


Fotografía tomada del artículo académico de Lorena Berrios, “En busca de un nuevo rostro:
fotografías de un discurso dictatorial. Chile, 1973-1976”

Tuane también indicaba que, junto con difamar al anterior gobierno, se debía “concientizar inmediatamente [a la población] en un sentido positivo”.  

Según la historiadora Lorena Berríos en su artículo académico “En busca de un nuevo rostro: fotografías de un discurso dictatorial. Chile, 1973-1976”, a pocos días del golpe El Mercurio comenzó a publicar “columnas y editoriales referentes a temas como la limpieza de la ciudad -especialmente de muros y calles-”, acompañadas de “fotografías y pies de página que apelaban a la espontánea colaboración de la ciudadanía -sobre todo jóvenes universitarios, niños borrando las consignas políticas de los muros-, como forma de estimular la adhesión al nuevo orden establecido”,

Pero esa agresiva primera etapa de la guerra psicológica resultó, al parecer, insuficiente, en la tarea de convocar a la población a plegarse al “desafío” y a contribuir con la “reconstrucción nacional”. 

A comienzos de 1974, los asesores civiles del Departamento de Relaciones Humanas identificaron, a través de encuestas y sondeos de opinión, que se bien existía “un apoyo franco y claro hacia el nuevo Gobierno” había cierto “temor a comprometerse con él”, lo que hacía “difícil [para la población hacer] trascender su apoyo”.

Es por eso que, en junio de ese año, Tuane le envió al Ministro Secretario General de Gobierno Pedro Ewing Hodar un documento titulado “Sobre la necesidad de realizar una campaña psicológico-masiva tendiente a destruir el marxismo como ideología”, en el que aseguraba que “los efectos y residuos” de la “maquina publicitaria de la UP” aún estaban “latentes en los chilenos”.

A su juicio, eso hacía “imprescindible reactualizar el programa de acción de guerra psicológica realizado por esta Dirección el 19 de noviembre de 1973”.

El documento -enviado con copia a Álvaro Puga, director de Asuntos Públicos, Julio Canessa, jefe del Comité Asesor y director de Informaciones de Gobierno (predecesor de Dinacos) y Gisela Silva, Directora de Organizaciones Civiles, entre otros-, consignaba que, ésta vez, la campaña debía centrarse en “destruir la idea de marxismo” y desplegarse a través de “cualquier tipo de comunicación que produzca efectos en el intelecto y o emociones en la opinión de la masa ciudadana”, impactando “fundamentalmente lo instintivo y lo ético-moral”.

“Los mensajes que se confeccionen han de estar basados en un claro conocimiento de la psicología individual y de grupo”, señalaba Tuane en el documento. “Se establecerá un programa seriado y ligado psicológicamente en su acción”.

Ese mismo año, El Mercurio publicó “Breve historia de la Unidad Popular”, un libro que reconstruía la historia del anterior gobierno a través de artículos únicos que resaltaban la contradicción entre los ideales promovidos por el socialismo con el supuesto "detrás de escena" revelado por los militares.




Pero la publicación que probablemente mejor ilustre la estrategia de “contraste” que Tuane insistía en utilizar es la obra fotográfica trilingüe de 1975, “Chile: ayer y hoy”, de Editorial Gabriela Mistral, construida en torno al clivaje “orden vs desorden”, y acompañada de “frases cortas e ideas claras” junto a imágenes simples y repetidas[3].  

El libro comparaba el “antes” del gobierno de la UP -un pasado arrasado que se quería dejar en el olvido-, junto a un presente con calles limpias y comercio restablecido; un escenario de absoluta normalidad que auguraba un futuro de grandeza, al alero de un gobierno militar con sólido apoyo ciudadano. 

Modelando conciencias de acuerdo a las exigencias del Estado

“Interesante”, dice el historiador Gabriel Salazar, con los “Documentos del Miedo” en la mano.  “Porque revelan que en Chile, por lo visto, se intentó constituir una unidad de análisis y de experimentación psicológica similar a la que se instaló en Estados Unidos”.

“Para el plan maestro de esta gente la dimensión psicológica fue fundamental. Ellos buscaban podar de la mente de los chilenos no solo el marxismo, sino que el nacional desarrollismo de la CEPAL, o el socialcristianismo. Estoy convencido de que este fue un plan estratégico comunicacional masivo, al más alto nivel”.

“Son documentos extraordinariamente importantes”, asegura por su parte el abogado del caso Anfruns, Roberto Celedón, en el que Tuane participó en un peritaje clave asesorando a la Policía de Investigaciones en condición de experto en psicología criminal.

“Ese fue el diseño de la campaña del terror contra la gente de la Unidad Popular”, agrega el abogado, en referencia a la “Campaña de Penetración Psicológica Masiva”. “El Plan Z es un subproducto de eso, él estuvo en el diseño de la campaña que fue el sostén de todas las estrategias de represión en Chile. Tiene mucha responsabilidad en todo lo que ha acontecido en este país, pero lamentablemente nunca ha sido realmente llevado a la justicia”.

“La caricatura que construye Tuane del marxismo es ridícula”, opina Salazar. “Es un ´mono´ que ellos inventan para dispararle al contrario en base a pura propaganda, imaginándose un enemigo poderoso que está en todas partes”.

“Creo que a Tuane habría que ubicarlo como parte de una estrategia, pero de ninguna manera como el cerebro de aquellos programas”, apunta por mail la psicóloga y Premio Nacional de Humanidades, Elizabeth Lira.

“El Plan Z tuvo su origen en estrategias de guerra psicológica empleadas por los norteamericanos en distintos países, y que fueron estudiadas por Noam Chomsky en 1979”.

En un “Memorándum Confidencial” del 4 de diciembre de 1973, Tuane llamaba la atención sobre “la necesidad de [tener] un conductor único que haga más viable la identificación masa-líder”. “El pueblo de Chile necesita una figura líder que sea autoritaria, moral, paternal y honesta (…) una imagen única que sea la antítesis del allendismo”, aconsejaba.

Lo que, al poco tiempo, se cumpliría, con Pinochet posicionándose de forma primero oficiosa y luego oficial, como la principal figura de mando entre los miembros de la Junta.

Un árabe que fumaba pipa al que nadie pescaba

Durante la investigación realizada por el Colegio de Periodistas entre 2005 y 2006 para determinar las responsabilidades periodísticas en torno a la Operación Colombo -el montaje comunicacional elaborado por la DINA para ocultar la desaparición de 119 opositores a la dictadura-, la campaña de “Penetración Psicológica Masiva” de Tuane fue citada como antecedente por el fiscal de la causa, Alfredo Taborga.

En la instancia, el ex vocero de la Junta y ex Gerente de Relaciones Públicas y Asuntos Gubernamentales de la Ford Motors en Chile, Federico Willoughby, le bajó el perfil a las asesorías de Tuane refiriéndose a él como “un árabe que fumaba pipa y que andaba por otros lados, o sea, tenía poco contacto con él”.

También el ex Director de Asuntos Civiles de la Secretaría General de Gobierno, Álvaro Puga, al ser preguntado por las asesorías de Tuane por la periodista María José Vilches en 2007, aseguró escuetamente que el psicólogo “siempre hacía unos estudios, pero nunca nadie lo pescaba”.

Si bien hasta sus últimos años tanto Willoughby como Puga insistieron en desconocer –o directamente desmarcarse- de las asesorías elaboradas por Tuane y otros funcionarios civiles del régimen, en 2003 Willoughby le dijo a Raúl Sohr:

“La gente encargada de las operaciones de inteligencia discernió que era conveniente generar una elemento de justificación del pronunciamiento militar para convencer a la población civil que los habían salvado. Este libro [´Blanco del Cambio de Gobierno en Chile´ elaborado con la asesoría de dos agentes de la CIA en el que se expuso la tesis del Plan Z] es producto de una campaña de guerra psicológica”.




Una masa ciudadana para cuando sea necesario

El día 17 de enero de 1974 se llevó a cabo una reunión secreta entre los miembros de la Junta y asesores civiles del sector de las comunicaciones del régimen, como el director de Asuntos Civiles de la Junta, Álvaro Puga, el Secretario de Prensa y Vocero de la dictadura, Federico Willoughby, y el Director de Informaciones del Gobierno, Gastón Acuña Mac-Lean.

En consonancia con la asesoría en la que, a fines de 1973, Tuane insistía en erradicar las huellas del “pasado marxista”, en la instancia se habló de una posible pérdida de consenso en el frente interno que llevaría a una “unión de los partidos políticos para entrabar la acción de la Junta” y de una eventual “ofensiva publicitaria para restarle apoyo de la comunidad”.

Para paliarlo, en esas reuniones -cuyas actas están disponibles en la Biblioteca del Congreso Nacional- se discutió la posibilidad de centralizar actividades de comunicación e información en la Secretaría General de Gobierno -amplificando y tecnificando su potencial propagandístico-, y fortalecer un plan de propaganda nacional que, desde las primeras horas del golpe, se venía articulando con la inteligencia militar.

Un acta de octubre de 1973 da cuenta de que, a pocas semanas de desplegada la Operación Silencio que acalló a los medios de oposición, los miembros de la Junta impartieron “instrucciones precisas al Director de Inteligencia del Ejército” [General Augusto Lutz] a fin de que impulse la organización y desarrollo del Plan de Propaganda y Contra Propaganda a nivel nacional”.

“Se trata de obtener una masa ciudadana organizada para el apoyo de la Junta cuando sea necesario”, señalaba el Secretario General de Gobierno, Pedro Ewing, en una reunión del 17 de enero de 1974.

“En estos momentos, de acuerdo a encuestas, habría un apoyo del 85% de la población. Esto hay que cuidarlo y organizarlo en los tres campos principales: las mujeres, los gremios y la juventud”.

Por su parte, Acuña hablaba de “efectuar una acción ofensiva” que hacía imperativo “disponer de un aparato capaz de recoger y organizar a la ciudadanía y realizar acciones de respaldo a la Junta”, al que se le debía imprimir “toda la eficacia de un pensamiento y un mensaje, fundamentalmente [a través del] diario ´La Patria´, la empresa editora ´Gabriela Mistral´ [y] ´Radio Nacional´.

Al día siguiente, se llevó a cabo otra reunión en la que se ahondó en la necesidad de otorgarle mayores atribuciones a la Secretaria General de Gobierno, y a la que asistieron su titular, Pedro Ewing, el Ministro del Interior, de Educación y del Trabajo, junto a Álvaro Puga y Gastón Acuña MacLean.

Durante la instancia, el presidente del Consejo Social de Ministros, General Gustavo Leigh, se mostró inquieto respecto al “activismo político y sindical que está renaciendo” y, para revertirlo, sugería que, además de los “medios de publicidad”, la Junta contaba con “la organización de la juventud, la organización de la mujer y la organización de los gremios”, todas “herramientas básicas para un Gobierno al que le esperan tiempos difíciles para sacar a flote nuestro país”.

Acuña, por su parte, insistía en la urgencia de “desarraigar las causas que dieron origen al allendismo”, pues se podía “retornar al mismo proceso”.

El ex director del diario La Nación planteaba que, para alcanzar ese fin, se requerían “elementos vigorosos” e “instrumentos inusitados”, tales como “la coordinación de los medios de difusión”, además de “proceder a la regulación de las actividades de radiodifusión”.

Según el periodista vinculado a Avanzada Nacional, se debía apurar el “proyecto de decreto-ley” que daba origen al Ministerio de la Secretaría General de Gobierno, otorgándole “la superintendencia directiva de las actividades de comunicación social de Radio Nacional de Chile, de los diarios La Patria, Color, Chile Films y Editorial Gabriela Mistral, todos ellos pertenecientes al Estado”.

El consenso general era que la Secretaría General de Gobierno no podía ser un mero organismo coordinador, sino un instrumento a través del cual el consejo dirigiera una acción política real: “Si se desea una movilización de masas vigorosa en respaldo de los planes y proyectos del Gobierno –esgrimía Acuña- es evidente que la Secretaria General de Gobierno no puede ser solo un organismo de coordinación, sino que debe ser un instrumento a través del cual la Junta dirija una acción política en reemplazo de los partidos políticos, que en un Gobierno militar no existen”.

Puros patriotas

Desde los primeros meses del golpe, en la Secretaria General de Gobierno[4] -que a partir de marzo de 1976 adquiría estatuto ministerial-, funcionó “un aparato efectivo con funciones de propaganda que contaba con organismos especiales en el que participaron periodistas, expertos en comunicación, sociólogos y psicólogos”, plantea Alessandro Guida en su artículo académico.

El politólogo asegura por mail que, dentro de esa estructura, el Departamento de Relaciones Humanas y Conducta Social habría sido clave en la “elaboración de acciones estratégicas en el campo de la información, proporcionando asesoramiento y planes de acción en el contexto de las operaciones de propaganda y guerra psicológica llevadas a cabo en el ´frente interno´”.

Creado a pocos días del golpe y ubicado en el cuarto piso del Edificio Diego Portales, el Departamento de Relaciones Humanas fue un organismo en el que, según explica su creador y ex director Hernán Tuane Escaff durante una mañana de agosto del 2020, historiadores, psicólogos clínicos y sociólogos elaboraban a partir de análisis de encuestas y sondeos de opinión campañas destinadas a “contribuir a la reconstrucción nacional” e iniciativas que buscaban saber “lo que el pueblo necesitaba”.

“Era la entidad que vinculaba a la ciudadanía con la Junta”, asegura el anciano de 94 años, quien dice haber sido el arquitecto de la política social del Gobierno.

“La aplicación de la psicología social era de gran trascendencia para la población más pobre”, afirma el ex asesor civil de la Junta. “Relaciones Humanas era el único organismo sustentado en las Ciencias Sociales; el eje de la política social del Gobierno”.

“Podríamos decir que ese departamento era la cibernética del Gobierno”, dice por su parte la ex secretaria del organismo, Nelly Salomón, quien ese día acompaña a quien fuera su jefe en su casa en Providencia.

“Ahí se desarrollaron montones de trabajos, propuestas. Se hicieron por primera vez las encuestas, los proyectos y las cosas para ayudar; no solamente salud y educación, el abanico. Se hizo mucha labor social. La verdad es que se sacó adelante al país con eso; cambió de pelo en ese Gobierno. Se trabajó bastante, con ganas de sacar todo adelante”.

“La primera encuesta que se hizo –prosigue- fue para saber lo que quería el pueblo de Chile. Con el dinero de todas las donaciones, todas las señoras donaron joyas para ayudar. Dinero y un montón de cosas”.

Salomón se refiere a la campaña “Comprométase con CHILE”, mediante la cual la Junta invitó a la población a contribuir al fondo de la “Reconstrucción Nacional” donando joyas y objetos de valor. De similar cariz fue “El Desafío”, concebida, según Guida, “por la Secretaría General de Gobierno con el aporte de su Comité Creativo”, y orientada a “compactar a la población en torno a los objetivos del Gobierno en momentos de dificultad económica”. 

Según se desprende de los “Documentos del Miedo”, en junio 1974 Tuane y su equipo recomendaron a los militares bautizar ese año como el del “desafío”, durante el cual se debía estimular a la población a “desplegar ESFUERZOS y realizar SACRIFICIOS”.  Al mismo tiempo, y en post de “combatir la campaña de desprestigio contra Chile”, el psicólogo aconsejaba promover iniciativas “en base a la solidaridad o en pro de la reconciliación” tales como una “cruzada solidaria”, o bien, o un “acto simbólico, una idea, la que se gratifica sólo frente al acto de dar”.

Se trataba de crear un sentimiento de unidad y solidaridad nacional ante un escenario de guerra interna, pero necesaria, para enfrentar a los “enemigos” de Chile.

Pero mientras se desplegaban ingentes esfuerzos por dar una imagen de unión y solidaridad en el “frente interno”, en un memorando de comienzos de 1974 titulado “Chile de pie frente al desafío de la crisis económica mundial”, Tuane machacaba con la idea de desviar la atención de los problemas de la Junta ligando “subliminalmente” dos acontecimientos negativos para Chile: la crisis mundial y la “acción destructora de la UP”.

“El Departamento de Relaciones Humanas se componía de tres secciones”, interviene de pronto Tuane. “Psicología lo dirigía el catedrático Moisés Aracena [psicólogo especializado en pruebas proyectivas designado director de carrera por la dictadura en la Universidad de Chile entre 1980 y 1981], quien llegó con dos ayudantes adicionales, los profesores Oscar Huerta y Sergio Rey”.

“En Historia –continúa-, estaba Luis Palma [ex diplomático y asesor de Relaciones Internacionales en la Subsecretaría de Defensa vinculado a la CNI], un hombre joven que era cuñado del capitán que me cuidaba a mí, mi guardaespaldas. Su trabajo consistía en que no hablemos de liberación, de -comunismo, anti comunismo; debía darnos guasca, ¡y nos dio guasca!”.

“Todo un ala la ocupaba sociología. Ellos recibían las encuestas, la gente que iba la calle. Esa sección la dirigía Guillermo Chadwick, un hombre muy agradable, muy distinguido, excelente, inteligente, pero seis meses después se lo llevó la encuestadora Gallup y, por antecedentes, ocupó su lugar la señora Patricia Matte Larraín [actual presidenta de la Sociedad de Instrucción Primaria ], quien trabajaba con la niña Correa y la niña [María Olivia] Gazmuri, que era socióloga [actual concejal en La Reina por Renovación Nacional]”.

“También estaba Andrés Castillo, que estudió Sociología durante un tiempo en la Católica”, asegura Salomón. 

“Toda la gente que entró a trabajar ahí –dice Tuane-, e incluso a Relaciones Humanas, tenía mucha avidez de poder; fue la base de lo que hoy es la UDI; todo lo que es la derecha”.

“Además –confiesa-, entre los sociólogos que yo tenía había dos tipos, chilenos, que habían estado autoexiliados en Estados Unidos durante la UP. Ellos vinieron a eso, cada uno trajo su auto, de los más grandes que tiene la Chevrolet y la Ford, esos autos fabulosos”.

“Fundamentalmente era eso”, se despide Salomón. “La parte social, la ayuda a los más necesitados. Eso era lo más importante. Puros chilenos, puros patriotas. Ahí no entraba la política: entraba el amor al país”.

Una nueva visión geopolítica para Chile

El 23 de julio de 1974, asesores no identificados con experiencia empresarial tuvieron una extensa reunión secreta con los miembros de la Junta para discutir formas de propaganda que se adaptaran a los nuevos desafíos que le esperaban al Ejecutivo.

A juicio de Alessandro Guida, esa reunión habría sido el origen de un verdadero “cambio programático”[5] gatillado por la denuncia a las violaciones a los derechos humanos en el extranjero, el creciente aislamiento internacional y la incapacidad de la retórica antisubversiva para seguir “compactando” a la población en el frente interno.

Eso llevó a los especialistas del régimen a sugerir un cambio de tono, mensajes, herramientas, y a enfocarse en difundir la imagen de un país moderno, unido y completamente normal, así como de un régimen con fuerte apoyo ciudadano. Según el acta de esa reunión disponible en la Biblioteca del Congreso Nacional, los asesores le plantearon a los militares dejar de lado –parcialmente- la retórica antimarxista y concentrarse en sorprender a los chilenos con cosas “nuevas y vitales”, tales como una “nueva sociedad” y un “nuevo Chile” al que le esperaba “un futuro de grandeza”[6].

Pero eso no se podía hacer de un día para el otro ni a través de “una editorial en El Mercurio o con entrevistas en Las Últimas Noticias o La Tercera”.  

“Esto tiene que ser un hito”, planteaban.

A juicio de los asesores, la nueva propaganda debía desplegarse gradualmente aunque “con gran dramatismo, con gran espectacularidad”, generando un efecto similar al de la “Alianza para el Progreso” o al “Espacio Vital” de Hitler.

La oportunidad para lanzar ese “nuevo cuño” sería el primer aniversario del golpe[7], “fecha simbólica, histórica”, para lo cual se hacía necesario “poner al psicólogo y al sociólogo Sr. Tuane y a todos los demás o a todo el equipo de Gobierno, a que se olviden después de todos estos programitas en que están y se adapten a esta nueva visión geopolítica de Chile”.

Las asesorías de Tuane y su equipo, hasta ese punto enfocadas en promover la adhesión al gobierno estimulando la amenaza del “enemigo interno”, comenzaron a estar en la mira. 

Por eso, los asesores planteaban que “los que estaban haciendo propaganda deberían haber olvidado después la divisoria de aguas representada por el 11 de septiembre de 1974, de todos aquellos programitas en los que estaban involucrados, para adaptarse de una vez por todas a esta nueva visión geopolítica de Chile y para llevar adelante estas nuevas ideas y estos nuevos conceptos”.

En la tarea de difundir los planes de la Junta y limpiar la imagen de Chile en el extranjero[8], junto a la Secretaria de Informaciones y Comunicaciones Sociales dirigida por el Coronel Virgilio Espinoza, el Comité Creativo de Asesoría Publicitaria y el General Leigh y “su parte social”, además de los periodistas tanto en Chile como en el exterior, el Asesor Cultural del Gobierno [que, a partir de diciembre de 1973, fue el escritor, diplomático y ex director de archivos y museos de la Junta, Enrique Campos Menéndez] debía convertirse en un "embajador blanco" que "dé la imagen de la Junta con una impecable tarjeta que es la cultura", presentándose a sí mismo como una "paloma blanca, insospechada" capaz de introducir "ideas de tipo socio-político, de guerra psicológica”.

Junto con ello, aprovechando tanto "la ausencia de oposición" como el hecho de contar con una figura “que se puede intercalar ahí sin despertar ninguna sospecha, como es lo cultural”, el Asesor Cultural debía asumir funciones de “relacionador público del Gobierno", difundiendo el “nuevo vocabulario chileno, sustitutivo del marxista”, y llenando “el universo cultural chileno, que estaba inundado con la letrina de ´Clarín´ y de las demás porquerías, con nuevos símbolos”.

“Eso es lo que, a la larga, nos va a cambiar la imagen en el extranjero, y eso es lo que nos va a afianzar la buena imagen interna”, sugerían.

“Entonces, en síntesis (...) creemos nosotros que, como en todo teatro - y esto es teatro; así es la política: es teatro -, los grandes actores y los únicos actores son Uds (...) Y en este teatro hay una aparición de los actores, dramática, impactante, el 11 de septiembre (…) Para eso preparémonos, pero no caigamos en el error de que vamos a borrar las calles que llevan a ese teatro principal; aprovechemos las calles existentes, pero pavimentémoslas, pongamos alguna alfombra. Eso lo debe hacer la propaganda actual readaptada por nosotros”.

Tras finalizar la exposición, las asesorías del Departamento de Relaciones Humanas[9] volvieron a ser foco de sospechas.

Por ejemplo, uno de los asesores le advertía a los militares sobre una “idea absolutamente descabellada” y de una “campaña desastrosa, que es la del disco”.

“El psicólogo y el sociólogo nos anunciaron que estaban por hacer algo que se llama ´Los Principios de la Junta´, en canciones. El primer lado canciones con los Principios de la Junta, que aparecerían subliminalmente”.

Frente a las ideas de Tuane, los integrantes de la Junta manifestaron una sola voz, aunque alguna más irónica que otra. El propio Pinochet no trepidó en opinar que “serían como canciones de iglesia”.

El general Merino fue más lejos, comparándolas con “las que tenía la Unidad Popular”.

“Al fondo, en la otra cara del disco, salían pensamientos. Entonces, estamos en las mejores tradiciones de Mao. Es una ridiculez. A mí me dio estremecimiento”, se quejaba.  

Leigh, por su parte, fue lacónico en su falta de entusiasmo: “A mí me trajeron las carpetas de las campañas que están apareciendo en El Mercurio. Me mencionaron que habían cuatro más”.

Lo que el pueblo quiere

El 25 de julio de 1975, Tuane fue “dado de baja” por constituirse en el “polo antieconómico del Gobierno”.

“Fue la derecha económica la que me hizo saltar”, afirma. 

Sin embargo, seis meses después fue llamado a servir el cargo de “asesor sicosocial” del Ministerio del Interior junto con el de Secretario Ejecutivo del Consejo Social de Ministros, anteriormente ocupado por el General Gustavo Leigh.

El psicólogo señala que, tras su despido, el Departamento de Relaciones Humanas habría quedado a cargo Moisés Aracena Bosshardt, por aquél entonces profesor titular de la cátedra “Aplicación e Interpretación de Pruebas Psicológicas” en la Universidad de Chile.

Pero el mismo día en que Tuane fue “dado de baja”, una nota en La Segunda titulada “Un organismo científico asesora al Gobierno” informaba que ese “equipo [conformado por] sicólogos, sociólogos, sicólogos-sociales y clínicos, historiadores y encuestadores de diversas universidades” estaba “saliendo a terreno para conocer la realidad (…) los anhelos, las inquietudes del pueblo”.

En el reportaje, Tuane aparecía prestando declaraciones en condición de funcionario del Ministerio del Interior al mismo tiempo que de director del Departamento de Relaciones Humanas, el organismo que, a su juicio, asesoraba al Gobierno, “evaluando las inquietudes, intereses y necesidades de la gente (…) proponiendo las soluciones que pudiesen satisfacer de mejor forma los requerimientos del poblador”.

“La Dirección de Relaciones Humanas permite conocer los recursos humanos con los que el Gobierno cuenta”, proseguía. “Se conoce la reticencia de algunos para el trabajo. La falta de compromiso, intencionado, de otros. Y se conoce, también, el respaldo que la inmensa mayoría del pueblo da al actual régimen”.

Y agregaba: “Cuando reinaba la politiquería teníamos a un país desmembrado por el odio. No existía la unidad sicosocial de la nación. Cada partido restaba sentido de unidad al país (…) La politiquería ha dado paso a las ciencias sociales. (…) Ahora, en cambio, el Gobierno sabe científicamente, seriamente, lo que el pueblo quiere. Y actúa sobre la base de ese conocimiento. Desde un principio ha seguido su evolución sico-social. La Dirección de Relaciones Humanas es un pilar del actual Gobierno”.


Archivo diario La Segunda de autoría de Emilio Bakit referente al departamento de Relaciones Humanas.

“Obviamente, es pura propaganda”, opina por mail el director del Proyecto de Documentación de Chile del Archivo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Peter Kornbluh.

“Fue parte de la campaña que Pinochet lanzó a mediados de la década de 1970 para ´suavizar´ su imagen”.

“El país caminará ahora en forma seria hacia su progreso, guiado científicamente por el interés nacional”, añadía Tuane. “El Gobierno (…) necesita conocer las razones sicológicas que hacen que un pueblo pase, de un día a otro, de la pasividad al trabajo acelerado. Del derrotismo total al optimismo en el futuro de la patria. Del odio a la unión de los esfuerzos (…) Es un orgullo vivir en este momento histórico de Chile, sentirse artífice de una Nueva Patria. Ver que mientras una parte del mundo va hacia el caos, nosotros venimos de vuelta. Y para siempre”.

La nota, firmada por el periodista Emilio Bakit -quién en declaraciones durante el juicio ético del Colegio de Periodistas afirmó haber cubierto bajo órdenes del ex director de La Segunda, Mario Carneyro, la noticia de los 119, recibiéndola ya redactada en el edificio Diego Portales por Álvaro Puga-, también hacía referencia a un “destacado sicólogo norteamericano que, en visita a Chile hace algunos meses, manifestó su asombro al comprobar que el Gobierno tenía una Dirección de Relaciones Humanas”.

“[Riordan Roett] no podía creer que el régimen que según los comentarios que escuchó en el extranjero era una ´terrible dictadura´, se preocupara de tener un organismo destinado a conocer las inquietudes del pueblo”.

“Nunca escuché hablar de ese tipo”, dice por mail Roett, en referencia a Tuane. “Durante esa época, estuve entrando y saliendo de la región con mucha frecuencia, pero no tengo ningún recuerdo específico de ese viaje. Yo era presidente de ECALAS (Comité de Emergencia de Ayuda a los Académicos Latinoamericanos)”, explica el profesor jubilado de sociología la Universidad John Hopkins, mostrando su incredulidad respecto a la cita que lo vincula al organismo dictatorial.

Un Plan Cóndor de la propaganda dictatorial

En el marco de la Guerra Total contra la “subversión” de la Doctrina de la Seguridad Nacional, las dictaduras de la región desplegaron “una acción psicológica” que consistía en “un conjunto de técnicas, procedimientos y saberes orientados a influir sobre las mentes sociales a fin de conducir emociones, imponer comportamientos, y modelar actitudes y valores”, sostiene la investigadora argentina Julia Risler en su libro “Dictadura, inteligencia y Gobierno de las emociones (1955-1981). 

La también investigadora argentina Cora Gamarnik ha podido identificar similitudes y coincidencias en el uso del cine, la televisión y la fotografía de prensa entre las dictaduras chilena, uruguaya y argentina. A su juicio, todas ellas promovieron su discurso oficial a través de imágenes antagónicas, micro documentales y el uso estratégico de titulares y portadas de diarios y revistas para notificar sus “logros”.

En su estudio “Fotografía y dictaduras: estrategias comparadas entre Chile, Uruguay y Argentina”, la académica postula que esa estrategia comunicacional, de alcance regional y guiada por funcionarios civiles y militares expertos en lo que ellos denominaban “la acción psicológica”, habría seguido directrices idénticas a las que Tuane formula en sus “Documentos del Miedo”: imágenes simples y repetidas, frases cortas y claras, lenguaje directo y sencillo sobre la base de pares dicotómicos.

“Fueron los diarios y revistas masivos que apoyaban a la dictadura [en Chile: El Mercurio, La Tercera y la revista Ercilla; en Uruguay, los diarios El País y La Mañana; y en Argentina La Nación, Clarín, La Prensa y La Razón, más las revistas de la editorial Atlántida], los que se hicieron cargo de estas campañas bajo órdenes militares, con materiales diseñados exactamente de la misma manera en los tres países”, escribe Gamarnik.

De esa forma, siguiendo directrices idénticas o muy similares a las del libro “Ayer/hoy” publicado en 1975 en Chile por la Editorial Gabriela Mistral (armas vs. palomas, oscuridad vs. luz, soldados a cara descubierta vs. civiles encapuchados), en Argentina la revista Gente publicó a un mes y unos días del golpe de 1976 un número especial titulado “25 de mayo de 1973-24 de marzo de 1976. Fotos-Hechos. Testimonios de 1035 Dramáticos días”. Mientras que en Uruguay, el diario El País publicó el 26 de octubre de 1975, un suplemento especial de 12 páginas titulado “Uruguay: Ayer y Hoy”.

Salvo por las fotografías que corresponden a cada uno de los países, “ambos materiales están ideados y diseñados de la misma manera”, apunta Gamarnik. Es decir, “siguiendo al pie de la letra los lineamientos de los documentos secretos hallados en Chile”.

En esa línea, Risler plantea en su libro que durante la última dictadura militar argentina habría funcionado en la Secretaría de Información Pública (SIP) un “departamento de acción psicológica” -de características muy similares al de Relaciones Humanas- encargado “de producir gran parte del material gráfico y audiovisual de la propaganda gubernamental”.

A partir de “sondeos e investigaciones periódicas de opinión pública”, sostiene Risler, desde ese organismo se habrían desplegado “acciones de propaganda y operaciones militares y políticas conjuntas con el fin de lograr la adhesión de la población al régimen militar y conducir las conductas hacia ciertos fines específicos”[10].

El Departamento de Operaciones Psicológicas de la DINA[11]

En uno de sus memorandos de fines de 1973, Tuane sugería a los miembros de la Junta que para “luchar contra el movimiento UP en general” y combatir la “campaña internacional contra Chile” [en referencia a la campaña de denuncia de los exiliados en el exterior] los esquemas de la “Campaña de Penetración Psicológica” se debían desplegar “de forma masiva”, para lo cual, se hacía necesario “retomar el contacto de nuestro Departamento con el (…) de Guerra Psicológica”.

El 16 de junio de 1975, la DINA le envió un diagrama organizacional interno a la CIA que informaba que dentro de la agencia represiva chilena existía una “sección psicológica” [12]“dependiente del subdirector de exterior” [Coronel de Aviación Mario Jahn Barrera] encargada “de llevar a cabo operaciones fuera de Chile” e “influenciar las informaciones publicadas por los medios extranjeros”.

Otro memorando de diciembre de 1976 daba cuenta de una reunión secreta en Buenos Aires en el marco del Plan Cóndor[13] -la coordinación con los servicios represivos de las dictaduras del Cono Sur para la eliminación de opositores- “para discutir operaciones de guerra psicológica” y a la que asistieron el “subdirector de operaciones psicológicas”[14] de la DINA, teniente coronel Enrique Cowell Mansilla, y el teniente Arturo Mejías, del mismo departamento.

En el documento se lee: "Cóndor había aprobado un programa mediante el cual un miembro publicaría propaganda útil para otro para que el país de mayor interés no fuera identificado como la fuente. Argentina y Chile utilizaron recientemente este programa cuando expertos chilenos en propaganda fabricaron un artículo sobre presuntas entrevistas entre el expresidente de Chile Eduardo Frei y líderes políticos estadounidenses (...) la historia fue enviada a Argentina donde apareció en un periódico local. Uruguay también participó en este programa.

Aunque resulta difícil determinar en qué medida las asesorías “sicosociales” de Tuane y su equipo contribuyeron a legitimar, a través de operaciones de propaganda insertas en la guerra psicológica, acciones de terrorismo de Estado desplegadas tanto en el “frente interno” como en el “externo”, los memorandos del psicólogo revelan un acercamiento a la población a través de una ecología del miedo y la amenaza: un blanco de control -por haber votado recientemente a un Gobierno socialista- y de disciplinamiento -por estar el “enemigo interno” potencialmente mimetizado entre ella-.

En un memorando de comienzos de 1974 titulado “Chile de pie frente al desafío de la crisis económica mundial”, el psicólogo advertía que, frente la situación de “guerra interna” que enfrentaba el país, los principales “enemigos”de Chile eran el “1) Extremista: que corre rumores falsos evitando hacer sacrificios compartidos. 2) Enemigo económico: el que se niega a compartir sacrificios y aprovecha para sacar ventajas: el especulador y el acaparador. 3) Enemigo social: el que se niega a trabajar a toda su capacidad. 4) Indiferente: el que no se confunde con el desafío”.

Los documentales del Departamento

Como parte de la “estrategia sicosocial” del régimen -que llegó a incluir folletos propagandísticos, insertos en diarios, planes sociales y campañas de desinformación y de guerra psicológica-, la dictadura también buscó legitimarse a través de micro documentales y noticiarios cinematográficos que exhibían el “nuevo país” que los militares decían estar creando.

En Uruguay, esos films producidos por la DINARP (Dirección Nacional de Relaciones Públicas) buscaban reflejar el “nuevo inventario de imágenes en el que los uruguayos nos pudiéramos representar”, señala el historiador Aldo Marchesi en su libro “El Uruguay inventado: La política audiovisual de la dictadura, reflexiones sobre su imaginario”.

Según postula Gamarnik, la promoción de “ese nuevo inventario” y de ese “nuevo país” se hizo, tanto el Uruguay como en Argentina, “bajo directivas expresas como las que se encuentran en documentos chilenos”. 

La Asociación de Impresores Gráficos (ASIMPRES) elaboró un folleto titulado “Tres años de destrucción”, que se valía de las categorías que, a fines de ese año, Tuane sugería “reactualizar”. Por ejemplo, la publicación ilustraba los “colapsos” de la Unidad Popular con la imagen de una población sumida en la pobreza, en oposición a las casas del presidente Allende.

Así lo prueba otro informe de la CIA relativo a la reunión de diciembre de 1976 para discutir operaciones conjuntas entre países sudamericanos en el ámbito de la propaganda, “para refutar las críticas de los medios de comunicación extranjeros y organismos internacionales y para instruir un nuevo sentido de orgullo nacional en la población".

“Recientemente, Chile ha completado dos películas sobre ´Chile después de Allende´ que pidió a los representantes de Cóndor que las mostraran en televisión en sus países”, consigna el documento. “A la fecha, sólo Uruguay y Argentina han accedido a mostrarlas”.

Una de ellas fue “Chile… y su verdad”, guionizada por Hermógenes Pérez de Arce y emitida por cadena nacional a mediados de septiembre de 1977 por canal 7, la cual mostraba lo acontecido entre 1970 y 1973 siguiendo el esquema dicotómico y refundacional que le interesaba a los militares.

A ese mismo sentimiento de orgullo nacional ya habían apelado los films de 1975  “La respuesta de Chile”, producido por la Dirección de Informaciones de Gobierno y dirigida por Jorge Morgado, y el corto documental “Chile, sus paisajes y su gente” [de once minutos y disponible en la Cineteca Naciona], producido por Chile Films y dirigido por Moisés Aracena Bosshardt, el psicólogo que, según Tuane, habría quedado a cargo del Departamento de Relaciones Humanas tras su salida del organismo, en julio de 1975.

“Eran tipo Hollywood, en colores, muy bien hechos”, asegura por teléfono el ex alumno de Aracena, Carlos Vélez, para quien esos cortometrajes exhibidos “a principios de la dictadura en los cines, antes de las películas” mostraban “la nueva ´situación´ que vivía el país luego del derrocamiento de Allende, lo terrible que había sido la Unidad Popular y este nuevo mundo que se venía ahora, lo maravilloso que estaba siendo y que iba a ser”.

Vélez insiste: “esas películas y cortometrajes las dirigía Moisés Aracena y la música la hacía Sergio Rey Mendoza [ayudante de Aracena en la Universidad de Chile y tenor lírico ya fallecido]. Eso lo vi yo, personalmente”.

En su entrevista de 1984 con Mónica González[15], el ex agente del Comando Conjunto, Andrés Valenzuela, aseguró que “[Aracena] trabaja en Canal 7 y hace las campañas de propaganda”[16]

Una fuente aún activa dentro del canal estatal asegura con reticencia que “Aracena fue un asesor, pero por muy poco tiempo. Nadie trabajó con él porque iba solo a reuniones de alto rango. Eran personas que no se involucraban en el canal”.

Mientras que un ex funcionario de la dictadura durante los años ochenta recuerda a Aracena como un psicólogo “muy nacionalista, hosco, desagradable y de mal carácter, que siempre acusaba a los ministros del régimen por ser blandos”.

“Está considerado entre los mejores [psicólogos] de Chile. Incluso ha participado en foros de televisión”, señaló “Papudo” en su entrevista de 1984. “Él sí que ha participado en contra subversión”.

 

 

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Notas:

[1]  Junto a la movilizaciones de mujeres y jóvenes contra el gobierno de Allende que prepararon el sustento cívico para el golpe de estado, las tácticas discursivas-propagandistas desplegadas por los medios de oposición jugaron un rol clave en exacerbar el clima social subyacente.  Según el Informe Church elaborado por el Senado norteamericano en 1975 sobre las acciones encubiertas desplegadas por la CIA en Chile entre 1963 y 1973, la más amplia entre estas operaciones fue “la propaganda, con el fin de enfrentar lo que se definía como ´amenazas y peligros´ muy concretos”, y llegó a incluir “la amplificación, la reorientación y articulación de influencias políticas e ideológicas, a través de artículos y editoriales, suprimiendo noticias [y mediante] la inclusión de propaganda ´negra´”.

[2]  Según plantea el doctor en Relaciones Internacionales Alessandro Guida en su artículo “Propaganda, diplomacia cultural y guerra psicológica en el Chile de Augusto Pinochet”, esa “realidad” llegó a componerse tanto de robos (El Mercurio: "Sólo en Valparaíso se Buscan 312 Vehículos Fiscales Desaparecidos ", 2/10/1973, p. 21), protección del tráfico ilegal como el de drogas (El Mercurio: "Por 30 mil dólares al mes. La UP Protegía el Tráfico de Drogas", 17/10/1973, p. 1), cuentas privadas depositadas en bancos del exterior (El Mercurio: "Dirigentes" UP "Tenían Cuentas Privadas en Bancos de Londres ", 26/09/1973, p. 15), uso de propiedad pública para negocio privado (El Mercurio : “Hombres de Negocios en la Intimidad de UP”, 10/3/1973, p. 19; El Mercurio : “Allende y Castro Tenían Consorcio de Negocios ", 14/10/1973, pág. 33), derroche de dinero público (El Mercurio : “Caótico Estado de Hacienda Pública ", 26/09/1973, pág. 15; El Mercurio : “250 Mil Impresos Marxistas Costaron E ° 10,000,000 ", 10/9/1973, pág. 18; El Mercurio : “Propaganda marxista”, 10/11/1973, p. 3), corrupción (El Mercurio : “JAPS: Centros de Fraudes Económicas y Actos Terroristas”, 30/09/1973, p. 33; El Mercurio : “9 Detenidos en Escándalo De los Autos 'Mapu-125'”, 5/10/1973, p. 17), políticas fallidas en el ámbito económico y social (El Mercurio : "Dejaba Sin Alimentos a Escolares: Politizada y Desorganizada la Junta de Auxilio ", 28/09/1973, pág. 17; El Mercurio : "La UP Empobreció A los Chilenos", 10/10/1973, pags. 15; El Mercurio: “Ruina Total del Cobre Causó Régimen Marxista”, 10/1/1973, pág. 2; El Mercurio: “UP Tenía Evidencia De la Crisis del País”, 16/11/1973, p. 21) que terminó abriendo el camino a la penetración de la "subversión" en el país (El Mercurio: "Infiltración Del Castrismo En Chile", 11/5/1973, pág. 1).

[3]  La historiadora Isabel Jara Hinojosa sostiene que la mayoría de las imágenes utilizadas en las publicaciones propagandísticas eran las mismas. Por ejemplo, la de un hombre corriendo con un palo que El Mercurio publicó en su edición del 5 de abril de 1973 es la misma que aparece en el libro “Breve historia de la Unidad Popular”, editado al año siguiente. El folleto de la Asociación de Impresores Gráficos también replica las mismas imágenes.

[4]  El 29 de febrero de 1974, Tuane le hizo llegar a los miembros de la Junta un memorando en el que planteaba que el desarrollo de un “programa orgánico de propaganda” debía estar a cargo de “un organismo ejecutivo” cuyas funciones irían desde “planificar, supervisar, coordinar, dirigir y orientar” dichas acciones hasta “inculcar en la población la filosofía del Gobierno, a través de un proceso de introyección individual e internalización de nuevos valores, o una modificación de escalas y valores ya existentes”, a fin de “obtener un compromiso de la ciudadanía para con el Gobierno, lograr la identificación JUNTA-MASA CIUDADANA”.

[5]  La renovación total del Gabinete que tuvo lugar en abril de ese año no habría sido un mero cambio de ministros, sino el comienzo de la "fase dos" de la planificación gubernamental: la de la consolidación y la unificación de mando del Ejecutivo, y de una unión más estrecha entre las Fuerzas Armadas y la población civil.

[6]  Ese nuevo rumbo, enfocado en la promesa de éxito y desarrollo económico, recién comenzaría a reflejarse a partir de 1976 y, sobre todo, 1977, con la creciente influencia de los Chicago Boys.

[7]  Para conmemorar el primer aniversario del golpe, se crearon mitos y símbolos –como el de la “segunda independencia” y se diseñaron especialmente publicaciones -12 libros, según anunció El Mercurio-, que incluían el texto “Un año de construcción”, y, particularmente, “República de Chile 1974. Primer año de la reconstrucción nacional”, (Junta De Gobierno De Las Fuerza Armadas Y Carabineros De Chile, 1974), que anunciaba las bases de un “nuevo régimen institucional y político, enraizado en la más pura tradición nacional, pero contemporáneamente moderno, estable y creador”.  

[8]  Según postula Ascanio Cavallo en “La historia oculta del régimen militar”, el 19 de noviembre de 1973 se decretó el aumento de plazas de “adictos culturales” al gobierno -de diez a veinticinco-, quienes se encargarían de promover y difundir la “misión” de la Junta en el exterior procurando que en los medios de comunicación no apareciese nada sobre Chile. Al mismo tiempo, desde el Edificio Diego Portales, la Dirección de Información Exterior (Dinex) preparó una “gigantesca ofensiva mundial de información” para que los medios incluyeran sólo noticias positivas sobre Chile.

[9]  Según los especialistas en propaganda, en ese momento “habían 4 0 5” asesorías del departamento en curso.

[10]  Según Risler, durante la última dictadura argentina, “la expansión de la estrategia psicosocial se consolidó a través de la articulación de una estructura orgánica (formada por la Secretaría de Información Pública y la Subsecretaría del Interior), que respondió a un órgano central (el Poder Ejecutivo Nacional y la Junta Militar), y se apoyó en la actividad de inteligencia (a cargo de la Secretaría de Inteligencia del Estado, y de distintos órganos de inteligencia del Ejército) a fin de desplegar con eficacia sus operaciones”. Esto dio como resultado “la conformación de un circuito que otorgó sustento a la estrategia psicosocial, impulsado por la obtención de información sobre el comportamiento de los medios de comunicación y de la ciudadanía; el análisis (inteligencia) de dicha información y la elaboración de informes de situación psicosocial; y el diseño de planes nacionales de comunicación social producidos a partir de dicha inteligencia estratégica”. La académica agrega que el circuito de “información-inteligencia-comunicación” tuvo entre sus principales objetivos “regular el comportamiento de la ciudadanía, para conseguir su adhesión y convocar a su participación en el marco de los objetivos promovidos por el régimen militar. Para ello, el régimen militar realizó sistemáticamente sondeos y encuestas de opinión pública para conocer las actitudes y opiniones de la ciudadanía respecto a las acciones políticas, militares y económicas del régimen. Estas técnicas fueron aplicadas de manera regular, y constituyeron un aporte en la adopción de decisiones estratégicas a nivel nacional”

[11]  En su libro de 1994 “Mi Verdad”, la ex agente de la DINA Marcia Alejandra Merino sostiene que ese departamento dedicado a “realizar campañas destinadas a avalar la actuación de la DINA, así como a desinformar respecto de algunos casos a través de contactos en los diferentes medios de comunicación”, estaba dirigido por el Oficial de Ejército Vianel Valdivieso [a cargo de desplegar el 11 de setiembre de 1973 la “Operación Silencio” que acalló a los medios de oposición], quien “por alguna razón creo tenía contactos en el diario La Segunda... En esa época, era funcionario de la DINA en el Canal 7 Roberto Araya”. La ex agente conocida como la “Flaca Alejandra”, agregaba: “Pienso que la publicación aparecida en Brasil y Argentina sobre las 119 personas desaparecidas fue labor de este departamento, aun cuando pueden haber actuado otras reparticiones de la DINA”.

[12]  Al disolverse en 1990, la agencia represiva contaba con una “división psicopolítica” de la que, según información recientemente revelada por Interferencia, formaba parte el escritor Antonio Guillermo Parvex.

[14]  Respecto al trabajo del Departamento de Operaciones Psicológicas de la DINA, en “La historia oculta del régimen militar” Ascanio Cavallo señala que, dentro de esa unidad, “connotados especialistas, periodistas y publicistas fueron puestos al mando de Anthal Lipthay, que funcionaba también como uno de los asesores más influyentes de Contreras”. Chileno pero de ascendencia húngara, entre 1976 y 1980 Lipthay formó parte de la Junta de Directores de Chile Films S.A y de la Sociedad Periodística del Sur (SOPESUR S.A), una de las mayores redes de medios impresos regionales del país, y asesorando a la Dirección de Comunicaciones Sociales del Gobierno. En 1979 fue Director de Producción de la Televisión Nacional de Chile. A Liphtay se le reconocía su calidad de vocero autorizado y de vínculo con la prensa, llegando incluso a ser agregado cultural y de prensa de la dictadura en Viena, Bonn y Bucarest, así como también gerente, entre 1976 y 1978, de Agencia Orbe. Un tiempo breve, pero suficiente, para “que la agencia cumpliera algunas tareas de desinformación en la ´guerra antisubversiva´”, explica por mail Cavallo.

[15]  Según “Papudo”, Aracena también habría brindado, junto a Rey y otro psicólogo no identificado, atención psicológica a los agentes del Comando Conjunto en clínicas clandestinas.

[16]  Desde Televisión Nacional de Chile, como medio oficialista dependiente de la DINACOS, se justificó la política del régimen a través de montajes como los de “Rinconada de Maipú” o el de “Fuente Ovejuna”, elaborados por el departamento de Operaciones Psicológicas de la DINA, y luego, de la CNI, junto a sus distintas unidades operativas

 

 


 



 

 

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Los psicólogos de la represión (I°):
el organismo que diseñaba la 'Guerra Psicológica' en el Diego Portales
Por Juan Íñigo Ibáñez
Publicado en Interferencia, 25 de diciembre de 2021