Hasta fines de los años 90, la música se almacenaba en casetes, y estos eran reproducidos en caseteras. Cada casete constaba de un “lado A” y un “lado B”. Para dar lectura a cada una de esas partes, se debía voltear el casete en la casetera y echar a andar la música.
Dicho esto, el título Lado B de las sombras no solo puede entenderse como parte opuesta de un ser —el lado A de las sombras—, sino también como continuación de ese “lado A”, tal como sucede con aquella continuidad de la música en el casete.
En la coda del libro, el yo poético pretende solucionar esa disyuntiva: «Al otro lado de las sombras/ contra todo abismo/ danza rebelde la luz». Aquí da una idea de oposición y no de continuidad: sombra y luz.
Pero ¿a qué luz se refiere? En el primer poema, lo menciona entrelíneas: «Saco y tenso palabras/ las lanzo contra la penumbra». La sombra, al parecer, es la ausencia de palabras; es decir, la ausencia de luz, de poesía.
Con ello, ahora está claro que el creador de esa poesía, llámese “el poeta”, como personaje del libro, se asuma como un buscador de esas penumbras para iluminarlas. Así dice: «El poeta anda/ se retuerce/ trastabilla/ se rehace:/ él sostiene a la noche».
La relación entre el poeta y la noche tiene un trasfondo del deber, o sea de la obligación que se impone el personaje al verse rodeado de penumbra, que también puede ser tedio de la cotidianidad, como lo describe en los versos: «Enciendes el televisor/ la conductora del noticiero de las diez/ anuncia la última tanda comercial/ intentas apagarlo/ y logras escuchar apenas/ al comentarista yonqui/ el de las duras opiniones/ iniciar el bloque deportivo».
Paradójicamente, el yo poético también condena a las mismas palabras o a las que inapropiadamente se utilizan para brindar esa luz. Cito: «En el fondo de toda voz/ reina el silencio/ hilarante/ pavoroso/ que intentamos acallar/ con cientos de palabras/ con camionadas de palabras/ con infinitas y cojudas palabras/ inútiles/ torpes/ sin comprender la raíz de la voz».
¿Cuál es la raíz de la voz? Pues es la verdad. Todas las palabras juntas, de todos los idiomas y de todos los tiempos, son inútiles sin la raíz, la esencia, esto es, sin la verdad. ¿Cómo aprehende esa verdad el yo poético? Lo hace a través de los sentidos.
El libro es, en realidad, una oda a los sentidos. El yo poético es un empirista o un positivista, ya que los sentidos son su instrumento para cavar hondo, con casi ninguna racionalidad o idea que pretenda ordenar el caos de las imágenes. Es por ello que en la gran mayoría de los versos se citan a los cinco sentidos como camino al conocimiento.
Así: «Voces elementales acuden/ para renombrar el silencio» (sentido de la audición); «y distingo el olor de las tinieblas» (sentido del olfato); «La tensa y callada piel del abismo» (sentido del tacto); «Y un ojo/ cae ingrávido/ con los brazos abiertos» (sentido de la vista); «La curva intempestiva/ sobre los labios» o «Son tus nalgas/ enredando mis labios» (sentido del gusto).
Ahora bien, el conocimiento a través de los sentidos no podría funcionar si no se describen las experiencias. La manera más usada de descripción es el adjetivo. De ahí que el libro tenga una desbordante cantidad de adjetivos como necesidad imperiosa de formar un mundo, es decir, de llenar de luz a las sombras, tal como hizo Dios (el dios poeta) al separar la luz de las tinieblas.
El sentido fundamental del poemario es el sentido de la vista, pues la luz o la sombra pueden ser diferenciadas a través de este. Desde el primer verso del primer poema ya descubrimos ese protagonismo: «Coloco el ojo izquierdo en la cerradura».
Al verse el universo desde la cerradura, es decir, desde un simple agujero, nos invita a pensar en la pequeña abertura del conocimiento. La metáfora de genitivo del título trasmite que la razón de ser del yo poético es ver por ahí, penetrar en ese más allá, o sea trasmutar el lado A de las sombras en un lado B a través de las palabras.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
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Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com "Lado B de las sombras" de Juan José Soto.
Por César Boyd Brenis.
Texto leído el 30 de abril de 2022 en la
presentación del poemario en la ciudad de Chiclayo.