Cielo exhausto (Editorial Apogeo, 2024) es el sexto poemario de Juan José Soto, sin contar Extensas legiones, un libro colectivo. Aquí vemos registros estéticos del poeta no vistos, al menos de esta manera, en sus anteriores libros. La mirada crítica a la sociedad de hoy, el estilo narrativo que desarrolla escenas y lugares de Lima, los referentes al mundo tecnológico, son algunos de esos aspectos que ahora permiten decirnos que el cielo donde antes moraba la diosa, en el airado verso, en el lado B de las sombras (utilizo las imágenes de sus títulos anteriores), ahora es un exhausto mundo donde, como dice en el prólogo José Antonio Mazzotti, “el caos universal se manifiesta no solo por la mezcla de los elementos celestiales con los terrenales (estrellas caídas), sino también por la deformación del tiempo humano en una noche infinita. Los escombros se multiplican hasta el horizonte (…) y el dolor se hace universal”.
El libro tiene dos partes, Cielo exhausto y Tiempos del fuego. En la primera desarrolla el tópico de la caída, “Es un puente/ en caída libre/ la humanidad/ un cielo exhausto/ con alas apenas…” Es, también, la crónica de ese ángel caído o albatros baudeleriano en un mundo casi apocalíptico: “Camino con las manos/ sobre la Tierra/ esquivo la gravedad del lenguaje/ las trampas cibernéticas// Sorteo las palabras hechizas/ las fórmulas plagadas de ciencia// Me hundo en el barro/ con la lengua flotando”.
En la segunda parte, la muerte se apodera de un mundo que ha propiciado su extinción, “Terca y ciega luz/ que revolotea/ entre los escombros”. Ahora “el cielo desova bombas y misiles”. Y uno piensa, entonces, ¿qué sucedió luego de la pandemia? Si cuando nos veíamos amenazados por ese enemigo invisible, las autoridades del mundo nos encerraban para proteger la vida, creaban vacunas para salvaguardarnos del virus, se esmeraban por protegernos; y acabada la pandemia, ¿qué pasó? El mundo volvió a su “normalidad” de guerras, de migraciones a causa del hambre y las injusticias. “Cuántas veces la sombra/ abrió sus ojos/ al borde del abismo/ Cuántas veces aquella luz/ oscura/ iluminó el corazón volando en un cielo de asfalto”. Como dice Óscar Pirot en el colofón, “Por momentos nos situamos ante una especie de necrópolis y panteísmo textual, mientras que en otros asistimos a la incandescencia de lo femenino (encarnada en amantes o en la diosa compasiva Kuan Yin)”.
La parte última de lo dicho por Pirot prepara ese final del libro, señalado también por Mazzotti. Hay un final esperanzador, “A las afueras/ niños en cuclillas juegan con las sombras/ Bajo el puente/ atroz/ sin vida/ ronda el amor”. Y esa es la misión inclaudicable de la poesía: ante todo el caos, hay que seguir sosteniendo el cielo.
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"Cielo exhausto"
(Editorial Apogeo, 2024) de Juan José Soto.
Por Miguel Ildefonso.