Pichangas con sangre fresca "La iluminada circunferencia", de Jorge Velásquez, (2006) Por Jaime Luis Huenún Publicado en Las Últimas Noticias, 20 de junio de 2006
"Hubo un tiempo en que los ídolos no tenían camiseta/ ni sponsor/ y corrían desnudos en la cancha de Cocherrayo". Así comienza uno de los poemas de "La iluminada circunferencia", de Jorge Velásquez Ruiz, probablemente el primer libro de poesía publicado en Chile dedicado íntegramente al fútbol amateur.
En este apretado pero sustancioso texto, Velásquez evoca a los zarrapastrosos y sacrificados equipos de las islas chilotas, formados por grupos de campesinos y pescadores que atraviesan en lanchas y chalupas los canales del sur buscando aquellos interminables torneos en los que el trofeo mayor es siempre una mansa, tierna y deliciosa vaquilla, que en algunas oportunidades los campeones de turno faenan, asan y comen en el mismo lugar de los hechos.
Esos torneos en nada se parecen, por cierto, a los mediáticos y reglamentados campeonatos oficiales de la FIFA, porque son nada más ni nada menos que oscuros ritos dionisiacos y sacrificiales
del populacho rústico y remoto, celebrados por endurecidos y violentos hombres que comen y beben a destajo antes y después de los partidos, y que son capaces de defender a cuchilladas, si la ocasión lo amerita, el difuso y embriagado honor de sus personas y sus equipos.
No pocos muertos deja esa práctica deportiva en los lluviosos campos del sur; en ellos la sangre de los cracks caídos tras certeras estocadas se une simbólicamente al palpitante, picoso y torrencial ñachi, ese plato mapuche hecho con sangre fresca, cilantro y aji que los jugadores se zampan para reconstituir fuerzas y a la vez procrear robustos y habilidosos hijos fanáticos del balompié.
Los encorbatados y tecnocráticos dueños del fútbol nada saben de las memorables y pendencieras pichangas en el barro primordial, de los relatos legendarios que engendran competencias iluminadas por antorchas de coligües en madrugadas cerradas de neblina, de jugadores estrella que mueren en el más limpio y puro anonimato, apenas ataviados con las descoloridas camisetas de equipos como La Virtud, de Meulin,
o Los Halcones, de Pampa Alegre.
Ni el más afiebrado relator deportivo podría imaginar que en las ásperas canchas campesinas juegan hasta los difuntos. Así ocurrió en una ocasión en San Juan de la Costa, cuando la hinchada del club Chilenito sacó de su velorio a uno de sus más eficaces centrodelanteros y dispuso el ataúd frente al arco del cuadro rival. Ganaron el torneo los deudos del fallecido y pasearon en andas el modesto catafalco del ídolo muerto, en una vuelta olímpica apoteósica y carnavalesca.
El libro de Velásquez devuelve teñidas de nostalgia ésta y otras imágenes del imaginario futbolero popular, aquel que no tiene primeras planas ni espacio en los desabridos y rimbombantes programas televisivos del rubro y en el que los héroes de la chusma sólo les hacen túneles y fintas a sus propias calaveras.
Al final de cada campeonato los equipos se quitan los descosidos y embarrados atavíos de guerra y vuelven victoriosos o derrotados a desbrozar la majadera maleza cotidiana, con la terrible convicción de que nunca hay ganadores después de la desgracia.
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"La iluminada circunferencia", de Jorge Velásquez, (2006)
Por Jaime Luis Huenún
Publicado en Las Últimas Noticias, 20 de junio de 2006