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Presentación a «Tierra de hojas» de Jordi Lloret

Felipe Eugenio Poblete Rivera



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«Tierra de hojas» de Jordi Lloret es un poemario que esperó unos buenos años para salir a la luz pública, cuatro: lo que dura la enseñanza media, una licenciatura, un doctorado. Luz pública, digo, e incluso en este punto hay necesarias aclaraciones que dar. Primero en relación al tiraje, muy reducido: apenas de ochenta ejemplares. Aquí asumo toda la responsabilidad, pues he sido quien imprimió y encuadernó cada uno de los ejemplares. Todo esto, claro, bajo el alero de mi personalísimo trabajo artesanal y editorial: yogurt de pajarito. Y segundo, en relación a la distribución, en donde no asumo ninguna responsabilidad, pues le entregué la suma de ejemplares al autor, conservando apenas tres (el mío y otros dos que regalé a los poetas Jaime Quezada y Francisco Martinovich).

El tema de la materialidad, del diseño, bastante sencillo y discreto, fueron una atmósfera que me importaba evocar y representar, pues los poemas mismos andan en esa noble órbita. Eso es perceptible en la lectura de cualquiera de los poemas que componen este conjunto.

Repetir lo que apunté en el Epílogo de este breve volumen no sirve mucho, pero hay algo ahí que, en cierta forma, fue lo que me movió a trabajar con este conjunto. Una confesión. En vínculo a los neologismos, las inventadas palabras, que casi siempre son producto del injerto de una palabra en otra, en estos casos. Puntualmente, me refiero a la palabra "escrivivir".

Repito: "es-cri-vi-vir". Y me vuelvo a citar, que esa palabra (de la cual me adueñé completamente en mi quehacer), es el refinado final o destilado último de la poética de un autor. Aunque no use sombrero, ante esa genial invención, me lo saco en muestra de admiración y de respeto. Es verdaderamente increíble, mucho más que la de otro poeta de Concón, que reza: cansador intrabajable.

Espera larga, la de cuatro años, pero como dice el poeta "el tiempo les da Zentido". Fue en el dos mil diez, en La Sebastiana (de cuyo taller había sido parte el año anterior), que Jordi fue a compartir estos poemas; en el contexto de las sesiones del "Seminario de reflexión poética". Un tiempo antes, había leído su libro «Ladridos», en donde hallé un poema que, a mi sentir, debe estar en una antología de buenos poemas chilenos: "perromuerto". Para que lo busquen: el libro apareció por la viñamarina senda de Ediciones Altazor. Ha pasado un buen tiempo; y es la conquista del ámbito fraterno el ver concretado, materializado, este proyecto poético.

Seguramente vuelva a imprimir algunos ejemplares más adelante, salvando las bellas erratas que nunca quieren perderse la fiesta que significa estar presente (en el tiempo presente). Neruda distinguía entre las "erratas" y los "erratones", él que vio sucederse múltiples ediciones de sus libros. Por fortuna esta «Tierra de hojas» tiene sólo de las primeras, las que no revelaré en este momento ni en uno venidero, para que el atento lector —si lo es— las encuentre.

Tienen estos diecisiete poemas una cohesión orgánica muy notoria. Pienso en «Solotoñernos» y «Ladridos», publicaciones anteriores de nuestro poeta, que también la tienen. Una vocación por articular libros en vez de poemas sueltos (o independientes, como les llaman a veces). Ello fue un rasgo que me pareció ejemplar; además me reconozco en ello, por cuanto mi propio libro fue armado en forma muy orgánica, acaso como un solo y circular poema, segmentado en varios poemas.

Retorno al tema del diseño: esas letras manuscritas que van en la portada son mías, mi propia letras mayúscula a la rápida, aunque impresas. El propósito era darle al libro, desde el comienzo, ese tono sencillo y hogareño, transeúnte y natural, contemplativo. ¡Además los poetas escribimos a mano! Esta presentación está hecha a mano. Por cierto el contexto cultural del Segundo Encuentro Cultural Indígena en el que hoy (sábado veinticuatro de agosto de dos mil catorce) se inserta, y en Concón. Un poco dejando de lado al computador y al internet, que por cierto: aparecen tejidos por la urdimbre de estos poemas.

Empiezo a terminar con esto último: "cayeron las hojas del níspero", ellas "bebiendo agua y tiempo", son las que permitieron el dibujo de la contraportada (una imagen que dibujé a partir de a fotografía —de celular— del Jordi), esas hojas: pueden, para los congregados aquí y para los que anden durmiendo, convertirse en el poema que acá en «Tierra de hojas» son y seguirán siendo: un amable abrazo al viento, a los árboles, a la tarde, al agua, a la luna y a lo que en el fondo y en la superficie siempre nos mueve y nos convoca: la vida.


Peñalolén. Agosto en 2014

 






Selección de poemas de «Tierra de hojas»

 

1

A los míos les escribo
entre la música mapuche del viento silencioso
de estos grandes árboles.

Remirando los papiros
releyendo veinte años de idas
y sentidas en este humus
donde soy el gusano
que puede reciclar todo esto,
para alegría del fuego
y de este viejo librorillero
del reciclador.

 

 

5
            Currículum Audiovisual

Lo primero los atraques con la chica garrido
en el tercer piso del cine Joligud:

¿Quién entró como Pedro por su casa
cuando el mundial del 62
y que todavía me tiene
viajando al centro de la tierra?

“Escenas de Maní” que filmáramos en Barcelona
con Nacho Corces y Lucho Hermosilla.
“Arrastres”, cuerdas y libros y carpetas,
detergente Colon, bacinicas, ordenadores...
arrastradas por la rambla de Barcelona,
filmado en súper 8.

Un clip: “La nada” de los UPA.
La tercera oreja: Radio Terror.

Ahora soy el cholo iletrado en el incario
El Alacalufe en las cercanías de Ritoque.
El Chono en una pensión de Melinka.
Cuando esa mañana nos explotaron
las metáforas en la cara.

—Le ruego se retire señor Pacheco!

 

 

10
            Florecieron los Aromos

Su hijo le llevó aromos a la mesa del comedor,
la madre alegre
de ese amarillo que preludia la primavera
de ese olor que alegra la merluza frita con puré
y le pusieron agua a un florero negro
de greda de Quinchamalí:
¡Es que han florecido los aromos!

Sobrevuelan los picaflores
dando la buena nueva, bendiciendo
todos esos almuerzos
en sintonía
con las cuatro estaciones.

Una familia orillera
come en grato silencio.
Y la tevé
en mute
y guerra.

 

 

14
            Ladridos

Mis vecinos
ladran esta noche
intuyen que estoy
escriviviendo,
meando los viejos pinos
a horas poco humanas.
Indignados acechan,
quieren su parte del negocio,
huesos concretos:
Tulupa portaba un cartel:
“Huesos para todos
poeta ladrón”.

 

 

17
            Olor a tierra

Madre ha partido
murmurando hacia la cocina

Y el fuego humea otra noche
sumergidos en el oleaje de la niebla.

La Tierra corcovea
Y la lluviausente.







 

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