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La extraña poesía de Juan Luis Martínez

Por Ignacio Valente
Publicado en El Mercurio. 4 de abril de 1993

 

 

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Ha muerto prematuramente Juan Luis Martínez, uno de los poetas chilenos más promisorios de su generación. Su único y memorable libro de poemas se titula La nueva novela; a despecho de su nombre no tiene ninguna relación directa con la novela ni con el ensayo. Incluso llamar "poemas" a sus textos es pagar un tributo demasiado alto a la convención, ya que resulta evidente su voluntad de ruptura con la tradición poética. Martínez no quiere nada con el yo lírico, y busca el idioma impersonal de los problemas físico-matemáticos y aritméticos, los axiomas, las hipótesis de ciencia-ficción o de metafísica-ficción, el juego del bricolage, los recortes de prensa, el uso literario del espacio en blanco, los ideogramas chinos, la presentación de objetos físicos adheridos a la página -por ejemplo, pequeños anzuelos- partituras musicales, diagramas, etc.

Sin embargo, la actividad formadora de este libro-objeto es esencialmente poesía, y por eso, aun respetando el carácter visual de sus recursos, me ocuparé de sus resultados en cuanto leídos como poemas. Es verdad que el libro parece resistirse a este tratamiento, igual como el autor busca la desaparición de sí mismo y aun del concepto de autoría, y esto ya desde la portada, donde su nombre aparece tachado. Pero, al fin y al cabo, es siempre el autor quien hace desaparecer al autor: su única anulación posible es la página en blanco. Y si bien hay muchos espacios blancos en este libro -páginas enteras o casi enteras- esa "nada" visual sólo es operativa en función de los textos que rodea, anula, destaca, interrumpe, preside, etc. Por eso puedo permitirme juzgar esos textos como la poesía que en último término pretenden ser.

Los textos iniciales tienen la estructura del problema matemático: "Dados dos puntos, A y B, situados a igual distancia uno del otro, ¿cómo hacer para desplazar a B sin que A lo advierta?". Tanto la pregunta como su resolución incluyen cierto toque de fantasía y de humor poético. Así la respuesta de este problema: "Plantéesele a A el siguiente problema: ¿Cómo hará A para desplazarse sin que B lo advierta? / (En el momento que A se concentre en el problema, B se desplaza rápidamente)". Si descomponemos un texto como este en sus mecanismos literarios, nos encontramos con el recurso -poético, en definitiva- de dotar de conciencia a los que, en primera instancia, parecían ser puntos, es decir, entes matemáticos, lo que evoca lejanamente la teoría de Leibniz sobre las mónadas. En otros casos análogos, la pregunta es en sí misma un enigma y carece de solución en el texto, pero su sólo planteamiento contiene algo de humor y una imagen poéticamente válida: "Fije en su mente, antes de dormirse, dos puntos cualesquiera del espacio y calcule el tiempo que se necesita, durmiendo, para ir del uno al otro".

Otro tipo de problema-juego consiste en tomar un texto poético célebre y plantearlo al revés, en forma de pregunta o tarea a la cual el texto literario respondería. Así El desdichado: "Usted es el Tenebroso. Se ha quedado viudo y necesita que lo consuelen. Por otra parte, es usted Príncipe de Aquitania y acaban de destruir su Torre. Considera melancólicamente su suerte. Pide que le restituyan el Pausílipo y, de ser posible, el mar de Italia, con una flor y un parral, que le gustan mucho. Dígalo en la primera persona del singular. Haga lo que hiciere, dígalo siempre en la primera persona del singular". Como habrá comprendido el lector que conoce la poesía moderna, la "solución" al acertijo-tarea es el célebre soneto de Nerval: "Je suis le ténebreux -le veuf- l´inconsolé,/ Le prince dÁquitaine a la tour abolie...". Piezas como ésta agregan, al simple ingenio del planteamiento invertido, una feroz voluntad de sátira de la primera persona singular -del extraordinario ego del poeta lírico- y de los no menos sublimes acontecimientos líricos que le suceden.

No siempre la fantasía, el humor, el delirio teorizante y la sátira de Juan Luis Martínez obtienen un resultado válido. A veces el autor -sí, el autor- sólo consigue una pirueta ingeniosa, ya sea textual, ya visual. Pero no faltan en estas páginas los textos literariamente válidos. Por ejemplo, a propósito del "lenguaje de los pájaros" y de diversas teorías fonéticas al respecto, el poeta baraja cinco de ellas, de las cuales cito la primera y la última: "a. A través de su canto los pájaros /comunican una comunicación/ en la que dicen que no dicen nada (...) e. Para la naturaleza no es el canto de los pájaros / ni su equivalencia, la palabra humana, sino el silencio, / el que convertido en mensaje tiene por objeto / establecer, prolongar o interrumpir la comunicación / para verificar si el circuito funciona / y si realmente los pájaros se comunican entre ellos / a través de los oídos de los hombres / y sin que éstos se den cuenta". Ignoro si el autor habrá sido consciente de la humorística analogía de esta última hipótesis con la teoría antropológica general de Claude Lévi-Strauss sobre el lenguaje y aun sobre el universo entero como lenguaje; después de todo, y al margen de esta analogía, hay una visible afinidad de fondo entre el intento antropológico de Levi-Strauss y el intento "poético" de Martínez: liquidar al hablante humano como ego o conciencia, y convertir al lenguaje mismo en el verdadero protagonista de la historia.

En sus Tareas de poesía, Martínez renueva el viejo intento-límite de inventar un léxico castellano posible pero inexistente, por ejemplo: "Hoy que dulgen y ermedan los lalorios / Las oveñas patizan el bramante / Y las fólgicas barlan los filorios / Tras la Urla que valiñan ristramente". En el antiguo juego practicado ya por Huidobro y Vallejo, y antes por Lewis Carroll, autor con el cual son tan afines las jugarretas matemático-lógico-literarias de este libro. Es innegable el ingenio poético que Juan Luis Martínez despliega en estas andanzas, pero no menos innegable es su límite: la falta de substancia humana interior al formalismo de sus pases mágicos. Puede ser una carencia voluntaria -una intencional abolición del yo- pero no por eso es menos carencia. La impersonalidad poética -un vivo anhelo de la poesía actual- sólo es poéticamente eficaz como una forma superior de revelar... lo de siempre: la experiencia humana.



 

 

 

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