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Desapariciones y ausencias en "La Nueva Novela" de Juan Luis Martínez
Gwen Kirkpatrick
University of California, Berkeley
Publicado en Revista de Crítica Literaria Latinoamericana
Año 25, N°. 50.
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La nueva novela, escrita por Juan Luis Martínez entre 1968 y 1975, ha venido adquiriendo una enorme importancia para los escritores chilenos desde que se publicó en 1977. Durante el período de su composición, Chile vivió el dramático impacto de la elección del gobierno socialista de Salvador Allende, el sangriento golpe de estado que perpetró el ejército al mando de Augusto Pinochet y la dictadura subsiguiente que acarreó un largo período de silencio, represión, censura, destierros y desapariciones. Sin embargo, ninguno de estos sucesos encuentra cabida en la narración, como seria de esperarse de un libro titulado La nueva novela. Por el contrario, este libro repudia el concepto mismo de nombrar, de contar un relato coherente, de restaurar cualquier orden. El texto rompe completamente con nuestros acostumbrados patrones de significación, con todas las formas de la lógica —desde la filosofía y las matemáticas hasta la identidad individual— que nos han permitido articular un orden a partir del caos. Incluso el título, La nueva novela, refleja las ambigüedades de su clasificación. El texto se denomina a sí mismo como una novela, pero sigue el patrón de un libro de poesía con elementos visuales o ideogramáticos casi constantes, y lo más desconcertante es que ganó un concurso literario chileno en la categoría de ensayo. Inscrito en la tradición de collage de los surrealistas y dadaístas, Martínez yuxtapone elementos de universos separados: recortes de periódico, fotografías, trozos de poesía, autobiografía, fórmulas matemáticas, sin faltar objetos adheridos a las páginas: anzuelos, perforaciones cubiertas con papel transparente, y papel de seda. También dramatiza, a veces de una manera cómica, la ansiedad metafísica asociada con los problemas del lenguaje y otros sistemas de significación. Martínez intenta explorar los límites de un universo utópico en su búsqueda de un lenguaje original a través de la recolección de materiales provenientes de un mundo avasallado por los clisés de la cultura.
A pesar de sus coqueteos con el caos y su celebración de lo ambiguo, sus lectores han hallado un profundo sistema de significación subyacente. Convertida en obra clásica del "underground" en el Chile de los últimos años, su audiencia encontró en este libro un mensaje que se silenciaba en otros ámbitos. Martínez alcanzó una comprensión profunda de que algo en el mundo andaba muy mal, que las cosas no eran lo que parecían y que todo intento de nombrar y de ordenar no sólo era fútil sino aplastante. Tal preocupación es común en nuestra época, como lo evidencian los incontables filósofos, poetas, científicos y artistas que han explorado estos mismos campos para descubrir el caos subyacente. Pero Martínez, a pesar de que extrae sus fuentes de una esfera universal, termina por darle una angustiada y muy personal expresión al estado de su mundo. Entreteje referencias a Freud, Marx, Gauss, Tardieu, Rimbaud, Lewis Carroll, Napoleón, Hitler —hacedores de significado o dispensadores de la vida o la muerte— con retratos o alusiones a niños perdidos, perros, gatos, novias exhibicionistas, todos víctimas miserables de los modos en que el mundo es ordenado, entendido y dividido por fronteras. Los guiños de Martínez hacia los códigos del saber funcionan como gestos irónicos, pero también como señales de peligro, como advertencias del desorden subyacente de las construcciones sofisticadas de nuestros sistemas de conocimiento.
Hay abundantes testimonios de la importancia de La nueva novela para los intelectuales chilenos. Ha dicho un poeta chileno, Raúl Zurita, al reflexionar sobre La nueva novela, que el libro produjo una síntesis de la situación social y colectiva de los sectores intelectuales de Chile. A Zurita le parece que el libro ha reunido todos los temas de la situación social[1]. Eugenia Brito y Soledad Bianchi, ambas críticas chilenas, destacan la importancia del libro para los escritores de las décadas siguientes. Brito, en Campos minados, ensayo importante sobre la literatura chilena posterior a 1973, encuentra en la obra de Martínez la primera señal de la ruptura del frágil contrato social que mantenía a Chile articulado, y lo identifica a su vez como una de las expresiones de vanguardia que inspirará a los escritores más célebres del nuevo Chile —tales como Zurita, Diego Maquieira, Diamela Eltit, y otros. Para Brito, más importante aún resulta la dinámica circular de La nueva novela, dinámica que resalta nociones como el deterioro, la ruina en el contexto de "un museo de la cita": "Martínez invita a leer la historia detrás de los movimientos del significante, generando una estrategia para hablar de la situación del oprimido [...] El planteamiento de estrategias para desocupar el lenguaje y la cultura auspiciada por el oficialismo va a ser común a la mayoría de los escritores de la resistencia literaria: ocupar textos, figuras, lenguajes diferentes, escenarios y épocas distintas" (32). Según Brito, la obra de Martínez se refiere a una realidad socio-política específica, con un énfasis especial en los usos y abusos del poder.[2] Soledad Bianchi también subraya la importancia de este libro como ímpetu de un nuevo movimiento neo-vanguardista en la literatura chilena: "el guiño [de Arte Marcial] parece un gesto de reconocimiento del papel fundamental y primero desempeñado por los textos de Martínez —por su concepción y modo de comprender la escritura, la literatura y la poesía— en la lírica chilena más innovadora, conocida como 'neo-vanguardista'" (14). Como un reconocimiento al éxito de Martínez al cuestionar los conceptos occidentales sobre el individualismo y la lógica, Enrique Lihn y Pedro Lastra han publicado un ensayo sobre La nueva novela que acompaña una selección del texto.[3] Sugieren que la lectura de La nueva novela se centra en el colapso de las ideas de la individualidad y la temporalidad y en sus múltiples voces, que al mismo tiempo excluyen la sensación de oralidad. Pero también invitan a leer las insistencias del texto en los efectos de las desapariciones: "'La desaparición de una familia' hace de la casa lo que Picabia hace de la Patria, otorgándole un derecho a muerte que, en términos fotográficos, acercaría el negativo a lo real más que el revelado" (11). Aunque su breve ensayo no se detiene en la relación Patria/padres, su énfasis en la cita de Francis Picabia que reproduce Martínez, "El padre y la madre no tienen el derecho de la muerte sobre sus hijos, pero la Patria, nuestra segunda madre, puede inmolarlos para la inmensa gloria de los hombre políticos" (135), resalta el tema del autoritarismo. Distinguen también la manipulación del poder de las dos voces del poema: "La primera vez [que lee la voz] es como la de un narrador ominisciente de una novela tradicional; la segunda materializa la figura del padre, cuyo registro verbal combina el tono didáctico, asertivo, de mentor y guía, con la inutilidad de un saber paradójico que no resuelve nada (todos desaparecen a pesar de sus advertencias)" (12). Lastra y Lihn destacan la plurivocalidad de un texto que abarca temas tanto filosóficos como literarios y políticos.
Para apreciar el texto de Martínez no hay que leerlo sólo a partir del contexto de inestabilidad social y política en Chile. Chile no es un caso aislado en ese proceso más amplio de rearticulaciones profundas de los sistemas de significación, la noción del individualismo, las relaciones del estado y la familia, el desamparo de la Patria, y la sensación de pérdida y desorden que genera la lucha misma por encontrar nuevas narrativas para darle un sentido a la existencia. De hecho, La nueva novela es un texto que supera las fronteras locales y nacional. Sin embargo, su epígrafe de Edward Lear, "There was an Old Person of Chili / Whose conduct was painful and silly / He sat on the stairs eating apples and pears / That imprudent Old Person of Chili," ["Habia una Vieja Persona de Chile,/ su conducta era odiosa e idiota: / Sentada en una escalera comía manzanas y peras/ esa imprudente y Vieja Persona de Chile"], así como las "Dos dedicatorias encontradas por el autor", con su nota oscura acerca del "denso y trágico" clima psicológico de Chile, nos llevan a pensar que Martínez quería que por los menos una de las múltiples lecturas posibles fuese una lectura a partir de Chile. Uno de los elementos que subraya esta lectura de La nueva novela es su posdata de múltiples páginas que comienza con una bandera en papel de seda a colores, sobreimpuesta a las palabras "UN LIBRO CONDENADO: POLÍTICA". Bajo la bandera aparece la ya mencionada cita de Francis Picabia sobre la Patria y la inmolación de los hijos (135). Aún más ominosa es la página siguiente, una gráfica con bordes negros que tiene un conejo (no cualquier conejo sino el de Dürer) en la esquina inferior de la derecha con las instrucciones: "Dibuje el contorno de cada cuarto incluyendo puertas y ventanas. Marque dos rutas de escape para cada miembro de su familia" (136). Martínez reprodujo esta página como la contraportada del libro, pero en esta segunda reproducción el grabado del conejo ha desaparecido. Aunque al mismo tiempo podemos leer La nueva novela en un contexto universal, resulta claro que Martínez concibió su libro como un texto marcado por su tiempo y lugar. Su atención a los problemas del lenguaje, a la imposibilidad de la expresión en sistemas de significación insuficientes, son relevantes para cualquier hablante en cualquier tiempo y lugar, pero más aún para un escritor que vive bajo las leyes de un estado militar represivo.
El acto de nombrar y su insuficiencia es una de las preocupaciones centrales de La nueva novela de Juan Luis Martínez. En una inquietante combinación de collages, hilos narrativos intermitentes, e incluso algunas payasadas, se dramatizan las inestabilidades de nuestros sistemas de conocimiento y denominación destacando toda su fragilidad e inconsistencia. Si los letreros acostumbrados de la lógica, el orden, el círculo familiar y nuestros sistemas de saber acumulado están desarticulados, ¿cómo expresamos entonces nuestra desorientación, el "desorden de los sentidos" que ha sido procurado como un estado de gracia poético? Casi toda la poesía posromántica ha seguido la máxima de Rimbaud: "le poète se fait voyant par un long, immense et raisonné dérèglement de tous les sens." Sin embargo, en La nueva novela lo fortuito de este desorden y la ausencia de la voluntad humana en el desordenamiento de los sentidos, no ofrecen ninguna promesa para el espíritu poético aventurero en la búsqueda de una verdad interior. Por el contrario, la búsqueda poética se convierte en un intento fútil de organizar el azar, de catalogar la desarticulación para producir un espacio más cómodo.
Resulta notable en esta mezcolanza la mirada del fotógrafo. Las fotografías se repiten a lo largo de La nueva novela, en medio de una especulación sobre la inmovilidad de la mirada fotográfica y sus tergiversaciones en la representación y percepción. El tiempo no se detiene, y la inconstancia de los objetos retratados disfraza los esfuerzos de la cámara por fijar el tiempo, el lugar y la identidad. Símbolos visuales, matemáticos y gráficos se entrecruzan en frecuentes intentos cómicos por descifrar el orden que supuestamente subyace en nuestro universo.
Como cualquier texto que pretende explicar alguna cosa, La nueva novela tiene su índice, con siete capítulos, una sección de notas y referencias, y un epígrafe. Todo parece estar en orden. Pero una mirada a los títulos de las secciones revela de primera instancia algunos de los problemas en esta amplia gama de "problema a resolver." Los capítulos son:
I. "Respuestas a problemas de Jean Tardieu"
II. "Cinco problemas para Jean Tardie"
III. "Tareas de aritmética"
IV. "El espacio y el tiempo"
V. "La zoología"
VI "La literatura"
VII. "El desorden de los sentidos"
"Notas y referencias"
La página nueve, titulada "El eterno retorno", precede el índice e incluye recortes de anuncios con las fotografías de Rimbaud y Marx, recicladas para propósitos comerciales. Entre otras cosas, aparecen preguntas sobre la existencia, no-existencia, ausencia, sistemas lingüísticos, la curvatura del espacio, lo infinito, la metáfora, la dialéctica del adentro y el afuera, la aparición de canas, la política, la "página en blanco" y un hipopótamo como parte de los ejercicios que se nos presentan. Una voz autoritaria pretende guiarnos por este laberinto, impartiendo instrucciones, postulando los problemas (proveyéndonos espacios en blanco para obtener las soluciones), incluyendo notas y referencias, y asume una posición similar a la voz de Virgilio en el viaje de Dante, o por lo menos la de un instructor competente. Pronto resulta evidente que este "guía" paródico no es más que un simulacro, pero es un simulacro que se basa en un sentido de control. Este guía, cuya imprecisión ha sido ya sugerida por las múltiples versiones borradas o rayadas del nombre del autor, tiene un amplio campo de dominio. Reproduce toda una serie de referencias, algunas falsas, a Freud, Marx, matemáticos, poetas, historiadores y filósofos que van desde Platón hasta Foucault. Con una obvia influencia de las estratagemas utilizadas por Jorge Luis Borges, nuestro guía narrativo inventa e improvisa sin perder jamás su aire autoritario, aún cuando entra en el territorio del ridículo. Sin embargo, es evidente que este guía se encuentra profundamente preocupado con la exploración de los sistemas de ordenamiento de la historia y el conocimiento, pero su confusión y voluntad de escapar de esta búsqueda adentra a los lectores aún más en una vorágine de preguntas sin resolver.
Las referencias en los títulos de los primeros capítulos a Jean Tardieu, poeta francés y dramaturgo del teatro del absurdo, nos dan una idea del tipo de cuestionamientos que el texto articula. Tardieu era muy conocido por su lirismo, su sentido teatral, y su cuestionamiento de clisés culturales. También es el creador de un personaje cómico, el Professeur Froeppel, quien emprende una búsqueda paranoica y fársica de un lenguaje utópico y personal que le devolvería al habla su unidad primigenia, en ocasiones evocada como un balbuceo de onomatopeyas.[4] Otro elemento menos evidente en las referencias que hace Martínez a Tardieu es el hecho de que él era el líder de la resistencia literaria durante la ocupación de Hitler en Francia en la Segunda Guerra Mundial. Al igual que Borges, Martínez ha identificado un escritor mucho menos conocido como su precursor personal, concediéndose así la libertad para inventar atributos e influencias. Martínez llega incluso a reproducir fotos del poeta cuando era un infante, así como una foto del padre de Tardieu, el pintor Víctor Tardieu, añadiendo con ello otro hilo a la narrativa entretejida alrededor del tema de la paternidad, tanto literaria como literal.
A lo largo de La nueva novela, Martínez juega con la búsqueda poética de significado que ha pasado de una generación a otra. Por ejemplo, al hacer una referencia directa a Saussure y sus descendientes, Martínez teatraliza el problema de la arbitrariedad del signo. La crisis del sujeto significante se puntualiza por medio de remisiones a sistemas semióticos, referencias culturales y alfabetos inventados (e. g. "el lenguaje de los pájaros"). El efecto de la desaparición, tanto temática como estilística, comentada por Lihn y Lastra, agudiza la sensación de caos al intentar formular la constitución de una subjetividad unificada. En efecto, la relaciones entre el sujeto-objeto no permanecen estáticas. A medida que el texto progresa, la inversión del binomio sujeto-objeto produce perplejidad e incluso irritación en el lector. "Dígalo en la primera persona del singular" (29), como si fuera capaz una voz singular de enunciar lo imposible. En su exploración del problema de la subjetividad, Martínez "despoetiza" algunos de los monumentos modernos de la poesía, tales como "Le batean ivre" de Rimbaud, "Le cimetière marin" de Valéry, "L'Après-midi d'un faune" de Mallarmé, convirtiéndolos en juegos, ofreciendo resúmenes de historias o retazos de imágenes visuales, y diciendo entonces "Dígalo en la primera persona del singular", de manera que se burla de la inhabilidad patética de hablar por sí mismo sin repetir las palabras de otros.
Los objetos perdidos forman una especie de motivo inscrito en el desorden de narrativas e imágenes fragmentadas. A lo largo de las páginas del texto están desparramadas algunas sugerencias, mapas parciales, pistas falsas y letreros con direcciones. De la misma forma, un perro está perdido, un niño pequeño ha desaparecido, y personas ausentes en algunas de las fotografías deberían aparecer en una foto posterior. Entre los ejercicios a resolver se encuentra la representación de un pez inexistente, y la mencionada "casa que construiremos mañana", que nunca se materializa, así como el fantasma de Napoleón que aparece y se desvanece, entretejido con la búsqueda del desaparecido "Círculo de la familia". Estas desapariciones y ausencias, y los objetos, fotos o nombres parciales que los representan, culminan en "La Desaparición de una familia", donde todos los objetos y personas previamente perdidas son inscritas en una misma historia, que supuestamente debe ser lógica, pero que no recupera a ninguno de los elementos perdidos.
Muchos de los "problemas" a resolver o los enigmas a descifrar prometen ser un juego entretenido, o una diversión astuta para bromear con la verdad, o al menos con las soluciones a las adivinanzas. En un momento de la búsqueda del perro perdido se nos dice que se ha perdido en la intersección de las avenidas Gauss y Lobatchewsky, dos nombres importantes en el desarrollo de la geometría no-euclidiana. Las meditaciones acerca de la naturaleza del tiempo, el espacio y la identidad se entrelazan con referencias a los grandes pensadores sobre este tema, con cómicas referencias visuales y gráficas a Freud, Marx, Rimbaud y otros. Pero los riesgos del espacio, el tiempo y la identidad resultan mayores cuando los objetos perdidos se humanizan. Esto es lo que ocurre cuando el conocido retrato de la Alicia de Lewis Carroll se sustituye por la fotografía de otra niñita, Tania Savich, cuya foto es precedida por otra de Hitler. Luego se narra la trágica historia de la pequeña Tania, abandonada a su suerte por una máquina de guerra destructiva. Las zonas de la ficción y la historia se entrecruzan, y fotos supuestamente reales de las dos niñitas, Alicia y Tanía, confunden el mundo de las aventuras fantásticas de Alicia en el país de las maravillas con la inimaginable realidad alucinatoria de la Segunda Guerra Mundial. La "Nota 11" titulada "Adolf Hitler vs. Tania Savich I. Véase: El desorden de los sentidos", se incluye en la sección final de "Notas y referencias", y un trozo del diario de Tania documenta la aniquilación de su familia (132). La siguiente "Nota 12" se titula "Adolf Hitler vs. Tania Savich II", como si fuera a ofrecer alguna explicación a los hechos previamente mencionados. Sin embargo, la Nota 12 es una reproducción de la cubierta de la edición de 1669 de un tratado de Thomas Hobbes sobre cómo cuadrar el círculo, una tarea obviamente imposible. Una y otra vez, realidades inimaginables se entrecruzan con trozos de tratados, explicaciones, fórmulas matemáticas, mapas, e ilustraciones que deben aclarar el fluir de los eventos. Pero como las lágrimas que se capturan en una fotografía, el lenguaje mismo se inmoviliza en su incapacidad para construir un retrato, una ruta escapatoria, y debe siempre recurrir a "El Demonio de la Analogía" (87). En la sección titulada "Observaciones sobre el lenguaje de los pájaros. Véase: La Literatura", Martínez hace explícito uno de sus temas, la distancia entre el lenguaje y el objeto:
Los pájaros no ignoran que muchos poetas jóvenes
torturan las palabras para que ellas den la impresión
de profundidad. Se concluye que la literatura sólo
sirve para engañar a pobres gentes respecto a una
profundidad que no es tal. Saben que se ha abierto un
abismo cada vez más ancho entre el lenguaje y el
orden del mundo y entonces se dispersan o enmudecen:
dispersan, dispersas migas en el territorio de lo lingüístico
para orientarse en el regreso (pero no regresan, porque
no hay adonde regresar y también porque ellos mismos se
desmigajan en silencio desde una muda gritería y lenguajean
el silencio desmigajándolo en bullicio y gritería
(126)
Al igual que varios pasajes del libro, esta sección (reproducida parcialmente aquí) termina con una referencia al nombre del autor, un juego iniciado desde la primera página del libro. Seguramente esta sección hace referencia al texto Altazor, compuesto por su predecesor chileno, Vicente Huidobro. En Altazor Huidobro postulaba un nuevo origen del lenguaje poético, una liberación de los significados consagrados. Sus experimentos con la fonética de "golondrina" ("La goloniña / La golongira / La golonlira / La golonbrisa / La golonchilla...") juegan con el mismo símbolo de la poesía como canto lírico. De igual manera termina el libro de Martínez, con una página que dice "La nueva novela: el poeta como Superman". Este Superhombre, "primero bajo la apariencia de un periodista, luego de un fotógrafo y, por último, tras las múltiples máscaras de un inquietante y joven poeta chileno, que renuncia incluso a la propiedad de su nombre" incorpora el mito que "satisface las secretas nostalgias del hombre moderno, que [...] sueña rebelarse un día [...] como un `héroe' cuyos sufrimientos están llamados a cambiar las pautas ontológicas del mundo" (147). Nada en La nueva novela sugiere que el sufrimiento de este "héroe" o cualquier otro ser humano cambiará los esquemas del mundo. En un acto final de auto-negación, Juan Luis Martínez, Juan de Dios Martínez anula toda trascendencia e individualismo que se pueda identificar en cualquier cosa que él haya "creado" de los trazos del saber a su alcance. Como en la tapa del libro, se rayan las dos versiones del apellido, negando la paternidad del autor y la identificación tan fundamental del acto de nombrar —ni el apellido queda intacto o inmutable.
Una y otra vez La nueva novela regresa inexorablemente a la noción irreducible de la insuficiencia. Al enfrentarnos con los "problemas por resolver" del mundo, debemos tratar lo imposible: "Una vez alcanzado el infinito, desarróllese un sistema de signos equivalentes a la risa, la angustia, el llanto, los sentimientos de simpatía y de antipatía, etc., etc..." (15). A medida que Martínez rechaza la tradición profética de Pablo Neruda y otros padres literarios, sigue la ruta de una tradición alterna, ruta que forjó un discurso en el que la generación silenciada podía comenzar a hablar. La nueva novela sigue como un texto inquietante, como una denuncia de los sistemas de significación pero también como una apertura hacia otro tipo de autoría y de colaboración creativa.
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NOTAS
[1] "Chile: salir de las catacumbas. Diálogo con Raúl Zurita", Casa de las Américas (La Habana), Enero-Febrero 1987, no. 160, n. p.
[2] Como dice Brito en Campos minados: Cabe destacar finalmente que este libro jamás fue absorbido por el sistema dominante ni por la historia oficial. Se mantuvo y se mantiene hasta hoy como un libro vigente para los escritores chilenos. Martínez es una referencia cultural insoslayable; su obra, salvo escasos intentos, ha sido pocas veces abordada. No obstante, me parece que es este escritor rebelde, enigmático, el que encabeza la línea de lectura, claves de interpelación de la realidad, de los modos de producción textual en Chile, dejando un camino abierto al arte joven de hoy (42).
[3] Señales de ruta de Juan Luis Martínez (Santiago: Ediciones Archivo, 1987).
[4] Ver: Un mot pour un autre ("Le professeur Froeppel", "Petits problèmes et travaux pratiques") Paris: Gallimard, 1951, revisado y publicado como Le professeur Froeppel en 1978.
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BIBLIOGRAFÍA
- Arenas, Braulio. "Dichas y desdichas de la poesia (La nueva novela)". En El Mercurio, Santiago, 4 junio 1978, pag. 11
- Bianchi, Soledad. "¿La insoportable levedad...? (imágenes y textos, postdictadura y modernidad en Chile)". Núm. 21, Centro de Investigaciones Sociales / Universidad Arcis (Santiago), octubre 1997, 51 págs.
- Brito, Eugenia. Campos minados (Literatura Post-Golpe en Chile). Santiago: Editorial Cuarto Propio, 1990.
- Lafourcade, Enrique. "Prueba de aptitud anti-académica o La nueva novela", ¿Qué Pasa?, Santiago, 1 al 7 Diciembre 1977, pp. 24-25.
- Lastra, Pedro y Enrique Lihn. Señales de la ruta de Juan Luis Martínez. Santiago: Ediciones Archivo, 1987.
- Lihn, Enrique. "Reportaje", La Bicicleta, Santiago, septiembre-diciembre 1980, pag. 28.
- Ruiz Tagle, Carlos. "La nueva novela de Martinez", La Tercera, Santiago, 23 abril 1978, pag. 15
- Quezada, Jaime. "El año de la poesía", Ercilla, Santiago, 28 diciembre 1977, págs. 60-61.
------- "Juan Luis Martínez. El desorden de los sentidos". Ercilla, Num 2.208, Santiago, 23 al 29 de noviembre, 1977, págs. 49-50.
- Sanchez Latorre, Luis. "La nostalgia de ser chileno", Las Ultimas Noticias, Santiago, 6 enero 1979, pag. 3.
------- "La nueva novela", Las Ultimas Noticias, Santiago, 26 noviembre 1977, pag.
- Tardieu, Jean. Un mot pour un autre Paris: Gallimard, 1951 (revisado y publicado como Le professeur Froeppel en 1978).
- Valdés, Enrique. Juan Martinez Holger: sombra y lenguaje, 'La nueva novela', Las Ultimas Noticias, Santiago, 22 enero 1978, pag. 4.
- Valente, Ignacio. "La poesia experimental de J.L. Martinez. El Mercurio, Santiago, 20 noviembre 1977, pág 3.