La
pequeña casa del autor
Por Roberto
Merino
...
.Juan Luis Martínez Holger nació en Viña del Mar en 1942, el
mismo año de la publicación apócrifa de La Historia Oculta de los
Gatos, por Juan de Dios Martínez, la réplica fantasmal de su ego
entre paréntesis.
.....Su vida visible
transcurrió entre Concón y Viña del Mar; en Villa Alemana y, más
escasamente, en un departamento de la calle Huelén en
Santiago.
.....Tenía, como Henri
Michaux, una cierta conciencia de la "impudicia del
rostro" que restringió su álbum fotográfico a unas contadas imágenes
familiares (una instantánea de 1973 lo muestra con su primera hija en
los brazos sentado en un banco, frente a los árboles silenciosos de la
Plaza de Viña).
.....Y así como Michaux
fue fiel a un impulso ambulatorio que lo llevó a las antípodas de su
Bélgica natal, Martínez fue fiel a la inmovilidad.
.....Sin mayores vinculaciones con el realismo
literario, entendió que el universo puede llegar a sumergirse en la
aldea: Villa Alemana, en su caso, la ciudad dormitorio donde pasó la
última parte de su vida y donde concluyó su obra poética.
.....Alguna vez pensé que la obra de Juan Luis
Martínez clausuraba un camino y que por tanto estaba condenada a
iluminarnos desde la soledad. Hoy vemos -en este mismo momento lo
constatamos- cómo esta soledad ha retrocedido un poco, cómo se diluye
cada vez que la obra se prodiga al entendimiento de la poesía, cada
vez que en cualquier parte del mundo se produce una relectura
feliz.
.....Aún persiste -casi metódica-
la duda de si fue Borges quien inventó a Macedonio Fernández o
Macedonio Fernández quien inventó a Borges. Influir sobre los
precursores, tal es la idea, o una de las muchas ideas que aletean y
alientan sobre la escritura borgeana. Juan Luis Martínez generaba
-queriéndolo o no- este tipo de confusiones biográfico-bibliográficas,
atendiendo a esa "extraña relación existente entre el espacio de la
ficción y los personajes de la vida", según escribe en la página 165
de la Nueva Novela.
.....Por lo
mismo, alguna vez se llegó a decir que este libro nunca se había
escrito, que era un aporte mitológico, una broma literaria fraguada en
algún rincón de Viña. En ese momento sólo existía una escasa primera
edición, no comercial, y sus lectores formaban una suerte de cofradía
de iniciados. Sus nombres constaban en una lista custodiada por el
autor. Autor tan fantasmal, por lo demás, que el crítico Luis Vargas
Saavedra creyó o quiso creer durante un tiempo que Juan Luis Martínez
era una invención de Enrique Lihn.
.....En cualquier caso, es cierto que alguna vez
Juan Luis compró su propio libro a un librero de viejos que llegó a
ofrecérselo como curiosidad a la puerta de su casa. El suponía, por lo
demás, inútiles los esfuerzos de búsqueda de los libros. Pensaba que
eran los libros quienes lo buscaban a uno.
.....¿Por qué pasan los años y La Nueva Novela
nos sigue atrayendo como un pozo de energía potencial?
.....Una respuesta posible es la
siguiente:
.....Porque, como una
perfecta paráfrasis de la luna que vio Macedonio Fernández, el libro
de Juan Luis es el único libro que nos mira. Los demás -es decir, las
otras estrellas- sólo "saetean ásperos de chispas que nunca
miraron".
.....El libro nos mira mirar
no sólo a través de los ojos impresos de Mallarmé, de Tardieu, de
Alice Liddell, del poeta Yeats o del hipopótamo: el libro nos mira
siempre, porque el alcance de nuestra mirada nunca termina de
acomodarse a su tiempo ni a su espacio.
.....Hay un más allá supuesto, inferido,
organizado en un espacio virtual como el de la memoria: son los
límites de un jardín perdido en la historia de alguna parte de Francia
y que excede los bordes recortados de la fotografía; es el espacio
improbable a donde van las palabras de Alejandra Pizarnik, que fluyen
a perpetuidad entre las mitades separadas del retrato de Rimbaud (
"Recordar con palabras de este mundo que partió de mí un barco,
llevándome").
.....Cuando el libro se
evidencia en su estado de objeto, trasciende el gesto mecánico propio
del ready-made. Es otra cosa lo que pasa, no se trata de una simple
denuncia a un molino de viento ideológico.
.....La obra de Juan Luis Martínez reclama
permanentemente su más allá. Los textos invertidos reclaman su
complementario espejo. El libro se prolonga en los espejos reales y
estos reflejos se prolongan en los espejos ficticios. Cuando uno
vuelve la página 87, semitransparente, sobre el retrato de Alice
Liddell de la página 86, está deslizando inopinadamente el espejo de
este a través. Es propiamente Alicia quien nos mira desde el otro lado
del vidrio. Por eso, me imagino, al conocer La Nueva Novela, la
madre de una amiga me confesó haber tenido la impresión de que la
tragaba un laberinto, lo que no le sucedía desde que en su infancia
había leído Alicia en el País de las Maravillas. Juan Luis
Martínez no pudo sino sentirse visiblemente de acuerdo con semejante
apreciación.
.....Entendemos, por tanto,
a la luz de estas páginas, que el pensamiento y el sueño son la misma
agua en cauces distintos, y que en la realidad poética ambas aguas
avanzan confundidas. El imperio de un orden sobre el otro constituye
el mundo de la manera que reconocemos cotidianamente. Las cosas,
cuando se extravían (cuando nos extraviamos de ella), parece que van a
parar a ese cauce común ( el desorden de los
sentidos).
.....Una última
observación: reflexionamos por instinto, por un asunto de
supervivencia. Reflexionamos como un gato se orienta en la
oscuridad.
.....Y una última anécdota:
mi primera visita a Juan Luis Martínez, en el invierno de 1984,
correspondió a una confusión cotidiana. Yo recién había terminado para
la universidad un tractatus (en palabras de Enrique Lihn) sobre la
obra de Juan Luis, y se me ocurrió ir a verlo a su casa, amparado en
una vaga invitación que él me había hecho una semana antes, cuando una
noche muy lluviosa nos presentó Marcelo Jarpa en la galería del café
Samoiedo, en Viña.
.....Al llegar con
Natalia Babarovic a la casa de Villa Alemana no encontramos a nadie.
Ignorábamos absolutamente todo sobre la vida privada de Martínez y
sobre su familia. Incluso dudamos de si la dirección era la correcta.
En esas dudas nos pilló la noche en la calle desolada. Ya hacia la una
de la mañana nos percatamos de que un gato transitaba hacia el
interior de la casa a través de una pequeña ventana. Natalia se
introdujo por la ventana del gato. "Hay unos retratos de Rimbaud",
gritó desde adentro, "parece que ésta es la casa". Abrió la puerta,
prendió la luz y ahí estaba la esplendente biblioteca ideal de Juan
Luis Martínez.
.....Por problemas de
orden práctico, debimos dormir ahí con la intranquilidad de los
ocupantes ilegales. Al amanecer dejamos una carta explicativa y nos
fuimos sin mayor trámite.
.....Más tarde
supimos que esa noche Juan Luis había viajado a Santiago, y que me
había llamado a mi casa para que nos encontráramos. También supimos
que el nombre del gato era anagramático (Adán) y que uno podía
dirigirse a él usando un metafísico palíndrome: "Nada somos,
Adán".
.....El nombre de los gatos es un
asunto difícil, nos dice T: S: Eliot, y considera en su famoso poema
que un gato debe tener al menos tres nombres diferentes. Unos es el
nombre que sólo podría pertenecer a un gato en particular. Pero el
tercero es el nombre que ninguna investigación humana puede descubrir,
pero que el gato sabe y nunca confiesa.
Escribe Eliot:
Cuando sorprendes a un gato en profunda meditación
la
razón, te lo digo, es siempre la misma.
Su conciencia está
comprometida en una contemplación extraviada
del pensamiento del
pensamiento del pensamiento
de su nombre,
Su inefable
efable
efainefable
Profundo e inescrutable nombre
propio.
En La Academia Imaginaria Nº3
Octubre
1998