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Memorias de la lucha campesina “Cristiano, mestizo y tomador de fundos”
Autor: Julián Bastías Rebolledo. Lom Ediciones 2009- 249 páginas.

Por Juan Mihovilovich


Al fin uno puede deducir –o llegar a comprender- el porqué de ciertas “obsesiones” casi míticas del autor con la región de la Araucanía, y ello dicho  sin ningún efecto descalificatorio.  Al contrario.  La lectura de este libro provoca en el  ánimo del lector variadas sensaciones. Algunas de ellas.  

 Es un texto extraordinariamente limpio, sincero, de una honestidad pocas veces vista en literatura de ese tipo (no sé si habrá un género de ese tipo), si es que lo contado cabe en el plano del relato testimonial.  Una narración “sentida” y asumida desde la perspectiva, no sólo histórica (lo que en sí ya es un mérito) sino y sobre todo, desde las sensaciones y percepciones de la vida cotidiana.  No hay mejor enseñanza que los hechos.  Se ha reiterado  que los hechos son incuestionables, porque nadie los puede modificar y su simple interpretación nos arroja lecturas diversas, opiniones heterogéneas, que miradas en  retrospectiva  terminan por distorsionar la esencia de lo ocurrido.  No es el caso.  Aquí lo que se puede deducir es que todo un proceso de cambio parte y termina desde la óptica de una visión de mundo (y una percepción del mundo y del “otro,” como sujeto) de un individuo joven que cree en la naturaleza humana como parte de sí mismo, de su condición igualitaria, en su empatía también natural con sus semejantes, a quienes no ve como simples sujetos del proceso histórico, sino como individuos de carne y hueso, pero por sobre ello, como seres humanos premunidos de una necesidad siempre primaria: el amor fraterno. Y eso que pudiera parecer baladí o casi cursi para quienes piensan que las luchas sociales y/o políticas constituyen el simple expediente de la fuerza de unos sobre otros (la acumulación de fuerzas se reitera en el texto como emulo de las tesis sabidas) no es un dato menor: es “el dato" sobre el que se erige la narración.  La concepción de un mundo ético implícito en la gestualidad de los demás y de sí mismo, la autocrítica constante efectuada, no como un bálsamo a la conciencia, sino como una forma de ser y de hacer, configuran el proceso de un joven idealista que en sus “hermanos mapuches” ve su propia historia personal, su ADN, su origen, su ancestral  procedencia  ahora mestiza, pero que tiene una ligazón ineludible con un pueblo que era dueño y señor de su vida y de su entorno.  Nada nuevo sobre ello.  La simple constatación de una pugna centenaria de conquista y de derrotas, sólo que la década de los setenta abrió de nuevo otra puerta para que “resucitara” ese pueblo dormido y pudiera integrarse a la recuperación de su indómita dignidad.      Es cierto,  la historia indica que fue un intento abortado.  No bastan los idealismos, es más, los idealismos no se condicen con la frialdad objetiva de las luchas políticas que miden sus resultados  también “objetivamente “ y donde  todos  los medios empleados suelen resultar válidos.   Sin embargo, si  algo conmovedor traduce este  libro es   esa presencia  refractada  en el otro   como  propia. Chamín, El Pelucón, Alejandro, el Guajirito, etc., son parte del autor mismo, un pretexto humano y divino que enternece somatizado por esa obsesiva manera de no causar daños en los demás, una insistencia que no tiene nada de enfermizo, sino que parte y termina en el respeto a la condición humana, cualquiera que ella sea.  Todos esos episodios casi hilarantes (o decididamente humorísticos)  sobre los cuales se iba construyendo el proceso de “tomas”  no hacen sino confirmar la  visión de mundo de su autor mirada en hoy en perspectiva…y la visión distorsionada en su ingenuidad de quienes pretendían cambiar el curso de las cosas y la historia.

Hasta el canje de nombres (el autor emplea variadas “chapas” para su proceso de (auto) identificación, no impidió el cambio de actitud.  Y eso hay que agradecerlo.  Más allá de las derrotas, hay un triunfo moral, aunque ese término sea tan manoseado y desvirtuado en el tiempo de las evaluaciones político-históricas.
 
Tal vez sea preferible quedarse con sus dilemas –del narrador- a la hora de aplicar las sanciones a los universitarios que podrían acceder carnalmente a las jóvenes mapuches, mientras sus pies eran lavados y secados  como El Cristo (el hombre nuevo) por las delicadas manos de una Magdalena descontaminada  e inocente  y a quien amó con la ternura de un presente que creyó eterno…y que sin duda lo es en su interior.

El reconocimiento a  este baño de pureza original, aunque sea redundante…


 

 

 

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Memorias de la lucha campesina “Cristiano, mestizo y tomador de fundos”.
Autor: Julián Bastías Rebolledo. Lom Ediciones 2009- 249 páginas.
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